domingo, 31 de octubre de 2010

MENSAJE DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI



Al Venerado Hermano
Card. Angelo Bagnasco,
Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana


El primer pensamiento, al dirigirme a Usted y a los Congresistas reunidos en Reggio Calabria con ocasión de la celebración de la 46ª Semana Social de los Católicos Italianos, es de profunda gratitud por la contribución de reflexiones y de participación que, en nombre de la Iglesia en Italia, queréis ofrecer al país.
Dicha aportación es aún más preciosa gracias al amplio recorrido preparatorio, que en los últimos dos años ha implicado a diócesis, agregaciones eclesiales y centros académicos: las iniciativas realizadas de cara a esta cita ponen de manifiesto la difundida disponibilidad dentro de las comunidades cristianas a reconocerse “católicas en la Italia de hoy”, cultivando el objetivo de “una agenda de esperanza para el futuro del país”, como recita el tema de la presente Semana Social.

lunes, 18 de octubre de 2010

ARGENTINA: MONS. AGUER Y LA REINGENIERÍA SOCIAL

 
Hay una conspiración que tiende a homogeneizar el pensamiento y la conducta en el mundo entero que se funda en una concepción antihumana y anticristiana, y esto procede de los centros de poder mundial
En su reflexión televisiva semanal, en el programa Claves para un Mundo Mejor (América TV, 16-10-10), Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, se refirió a “los cambios culturales que se van produciendo en el país” mediante “la intromisión de ideas totalmente ajenas a la tradición cultural de la Nación y, sobre todo, los proyectos de ley impulsados por una minoría que suele autodenominarse progresista”.
Texto de la intervención de Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata:
“Muchas veces hablamos en esta columna de Claves acerca de los cambios culturales que se van produciendo en el país: la intromisión de ideas totalmente ajenas a la tradición cultural de la Nación y, sobre todo, los proyectos de ley impulsados por una minoría que suele autodenominarse progresista”.

martes, 12 de octubre de 2010

LA JUSTICIA NO CRISTIANA





Nimio de Anquín[1]

Todos los hombres apetecen el bien, de manera que toda su actividad está constantemente orientada hacia el propio bien. Pero el concepto de bien no es igual para todos. Con frecuencia los hombres se equivocan acerca de lo que persiguen, y juzgan bien lo malo o lo simplemente inconveniente. La justicia – al dar a cada uno lo suyo – es un bien y en cuanto tal, una finalidad que todos los hombres apetecen. Pero en cuanto tratan de fijar el concepto de justicia, el acuerdo concluye. Y ciertamente, no es fácil determinar “que es lo que a cada uno” pertenece, que es lo que le corresponde en justicia. Sobrevienen entonces las disputas y las contiendas más feroces. Y todos invocan la justicia, todos se presentan como campeones de la justicia, como cruzados de la justicia: es la confusión universal, el caos de los principios.
Estamos en uno de esos momentos de confusión, en que la noción de justicia parece oscurecida, y en que no encontrándose un tribunal humano que resuelva la disputa y dé a cada uno lo suyo, los hombres han empuñado las armas para realizar la justicia. Ardua y casi irrealizable tarea es decidir quién tiene la razón, a quién asiste el derecho de la justicia. La misma suerte de las armas no decidirá nada, y el juicio histórico, como obra humana, estará lleno de vacilaciones y tinieblas.
Sin embargo, el pesimismo no debe embargar el corazón humano, porque ese ideal es factible en las sociedades cristianas, y se realizará totalmente algún día cuando el cristianismo reine definitivamente entre las naciones, cuando la ciudad terrestre sea un reflejo fiel de la ciudad celeste. Mientras llega ese instante, el hombre debe tatar de clarificar su sentido de justicia como una cooperación personal al orden futuro de las cosas. Y la mejor manera de clarificar su conciencia, consistirá en asociar la justicia a la caridad en el fondo de su corazón.
Esa asociación sólo puede realizarse en las almas cristianas, porque fuera del cristianismo no hay caridad. En las sociedades no cristianas la caridad no existe, porque la caridad es el amor de amistad con Dios a través de Dios, de amistad con el prójimo. La amistad con Dios ha sido instituida por Cristo mediador, y donde falta este Mediador, no puede haber caridad. Y por eso digo que en las sociedades no cristianas la caridad no existe.
El orden cristiano es el orden de la caridad, y por consiguiente está excluida de él la sociedad liberal, porque la sociedad liberal al instituir la libertad como un fin en sí, como un absoluto, como un mito sacro, aísla a los hombres en vez de unirlos y fomenta el más cruel y mezquino egoísmo. Hijos de la sociedad liberal son, el supercapitalismo, la lucha por la vida, la ley de hierro de Lasalle, el malthusianismo, el birth control, la fecundación artificial, y todas las aberraciones y pecados contra natura de la sociedad contemporánea. El hombre liberal al recluirse en sí mismo, al encastillarse en su libertad, al transformar la libertad en un dios, ha roto toda relación con el Dios verdadero y con el prójimo. Y así ha nacido el absurdo concepto de self-made man, del hombre que se hace su propio destino, lo cual en realidad significa que el hombre ensoberbecido, rechaza por superflua la Gracia divina, prescinde de toda relación con Dios creador y redentor y se cree igual a Él. Este es el sentido del apóstrofe de Rubén Darío, cuando refiriéndose al self-made man, le increpa:
Y pues contáis con todo, falta una cosa: Dios!
Tiene todo y le falta todo, es decir, cree tener todo y le falta todo, porque su riqueza ilimitada, su poderío ingente, su fortuna colosal, sus construcciones ciclópeas son nada frente al poder infinito de Dios. La sociedad liberal, es el mundo de la libertad sin la Gracia, y además el mundo sin la caridad y por eso, allí no puede haber justicia cristiana.
Menos la puede haber en la sociedad comunista, que no solamente no es cristiana, sino anticristiana. El comunismo ruso es ateo, y por eso los Pontífices lo llaman radicalmente perverso. El comunismo es una construcción levantada sobre el ateísmo absoluto, y quién niega a Dios está contra Dios, pues la criatura que niega a su padre está contra su padre. Si se rebela contra su padre quiere decir que no lo ama, de manera que el comunismo pone en la cumbre de su concepción el no amor a Dios, que luego nomás se transforma en odio a Dios, porque la presencia necesario y perenne de Dios, es un testimonio que exaspera al alma comunista, que la exalta y la enloquece de furor. Y por eso digo que concluye por odiar a Dios. Odia al ser que niega. Y si odia a Dios, ya no hay la mínima posibilidad que ame a nadie. No nada más anticristiano y antinatural que el comunismo. Es antinatural, porque la idea de Dios es natural al hombre, y el comunismo trata de borrar del alma del hombre esa idea naturalmente existente en ella; y es anticristiano, porque reniega y blasfema de la Redención, de Cristo, del Mediador, y del Hijo del Padre de todas las cosas. El comunismo está fuera del alma del hombre natural y contra el hombre redimido, es decir, contra el hombre cristiano, contra el mundo nacido al pie de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.
Por consiguiente está en la antípoda de la caridad y aún del amor natural. Ningún hombre digno puede ser comunista, y ningún hombre cristiano puede entrar en relación accidental con él. El comunismo es esencialmente satánico. Sus raíces están en el infierno y su instrumento no pude ser más que el odio. La cruzada contra el comunismo reúne así, no solamente a los cristianos que se confiesen hijos de Dios Padre, redimidos por su Hijo, sino también a los hombres que simplemente tienen la fe en Dios y que no han renegado de su condición de creatura. Todo los hijos de Dios contra los hijos de Satán; todos los hijos de la luz, contra los hijos de las tinieblas.
En el comunismo no puede haber justicia, sino una palabra que tiene las letras de la justicia, pero que guarda un contenido de odio inextinguible. Aquí ya no se trata del hombre ensoberbecido como en la sociedad liberal, sino del hombre que odia. El uno es hijo del otro, porque el mundo liberal es el mundo del egoísmo y del egoísmo nace el odio. ¡Abajo el burgués!, grita el comunista, porque lo odia. Ha allí la lucha del odio contra la soberbia, al lucha del mundo comunista contra el mundo liberal – burgués.
Ni el mundo comunista ni el mundo liberal – burgués, pueden dar la justicia, porque ambas carecen de la caridad y ambas están distantes, infinitamente distante del orden cristiano de la Gracia. Esta privación o lado negatico los une accidentalmente, pero el odio radical en realidad los separa en el fondo. La justicia sólo puede darla la caridad cristiana, porque el fundamento del orden que en ella impera es la caridad, y la caridad como dice el Apóstol, es “la plenitud de la ley”. Allí se realiza la justicia, es decir, se realiza “en Dios que es caridad” y por ello es “sol del justicia”. La verdadera justicia es la justicia cristiana, la justicia en estrecha alianza con la caridad, con el amor a Dios, y a través de Él, con el amor al prójimo.
Nuestra sociedad que es de origen cristiano y cuya realización es la católica apostólica romana instituída por Nuestro Señor Jesucristo, es en su principio antiliberal y esencialmente anticomunista. El pueblo argentino si es un pueblo cristiano, no puede fomentar como vínculo de asociación el egoísmo liberal burgués, ni menos aceptar como fermento de la sociedad el odio comunista. Somos un pueblo cristiano - católico, y por eso anhelamos justicia fundada en la caridad, es decir, en Dios mismo.





[1] Esta conferencia de D. Nimio de Anquín, fue pronunciada el día 21 de noviembre de 1942 en las trasmisiones que realiza por L.S.2 Radio Prieto la audición “Seamos Más Argentinos”.

lunes, 11 de octubre de 2010

El plan sistemático para desarmar a la Argentina, a punto de cumplirse. La trágica realidad de las Fuerzas Armadas

Por: Rodolfo Jorge Brieba
El primer objetivo fue desmantelar a la Inteligencia Militar como en los casos de Jefatura 2 de ejército y de la Marina de Guerra, denuncia contra el SIN (Servicio de Inteligencia Naval) por Horacio Verbitsky, a partir de un supuesto arrepentido. Las Fuerzas Armadas ya son incapaces de defender el territorio nacional.


Bastaron cinco años para terminar de destruir una de las columnas básicas de cualquier Estado, sin el cual, es imposible garantizar el orden público ni defender la Nación de ataques externos. Los argentinos lo lamentaremos en pocos años. Hoy en día ya sufrimos la incapacidad de nuestras Fuerzas Armadas de defender la soberanía, seaen el Mar con la pesca ilegal de barcos extranjeros, sea en el aire, con los vuelos clandestinos en el norte y sur del país.

Luego de la guerra de Malvinas, uno de los objetivos del Imperio británico fue implementar en la Argentina, la política de desmalvinización, que entre otras cosas, incluía evitar que las generaciones futuras de las Fuerzas Armadas, adquieran el conocimiento que obtuvo el personal que actuó en Malvinas. Primordial era, su desmantelamiento. Así sucedió durante toda la década de los 90, logrando gracias a los gobiernos corruptos y apátridas de Alfonsín y Menem, desactivar los planes militares de gran desarrollo, como la fabricación de aviones militares, el misil Cóndor o como el servicio militar obligatorio, etc.

En los 90 se comenzó la desarticulación de las Fuerzas, y luego de la caída de De La Rua, comenzó el segundo proceso, que culminará con la conformación de unas Fuerzas Armadas "patrulleras", solo capaces de custodiar pequeñas escaramuzas en un breve período de tiempo. Hoy en día, la Gendarmería Nacional posee mayor poder de fuego que el Ejército, y hasta su personal está mejor capacitado y activo.

La Ministro de Defensa, Nilda Garré, ha desmantelado completamente a las tres Fuerzas, y en cinco años y medio ha dejado al país totalmente indefenso, ya sea en caso de conmoción interior como en un ataque externo. Argentina es el país que menos ha invertido en la región en materia de Defensa, desde que Néstor Kirchner, allá por el año 2003, asumió como presidente. Garré ha admitido hace unas semanas, que el poder de fuego del Ejército, es menor a dos horas.

Repasaremos a continuación, la actualidad de las tres Fuerzas de forma breve.

Armada

No hubo oficiales de la Armada que cuestionaran la labor de su jefe, el Almirante Jorge Godoy, con excepción de el jefe de la Flota de Mar, Contraalmirante Francisco Galia, pues se negaba rotundamente al plan de desarme. Le expresó a Godoy, antes de ser pasado a retiro: "Su conducta no sólo es indigna, sino que es rayana con la traición". Esta frase refleja la actualidad de la Armada y de su jefe, que pasará a la historia como quien colaboró con la destrucción total de la alguna vez heroica, Armada Argentina.

Las unidades de la flota de mar navegan un promedio de 32 días anuales. La cantidad de buques de la Flota de Mar no supera la docena,
y gracias que aún están en funcionamiento. Sin ir más lejos, el ARA Puerto Deseado, buque oceanográfico, ha tenido varios desperfectos que han puesto en jaque los estudios que se realizan para la extensión de la Plataforma continental que vence el año que viene.

La Armada no puede defender la soberanía nacional en la milla 201.
Existen más de ciento cincuenta buques pesqueros y factorías extranjeros en inmediaciones del límite de las doscientas millas náuticas correspondientes a la República Argentina. Los patrullajes de la Armada, son insuficientes. Y para peor, ahora el encargado de custodiar esa zona es Prefectura Naval, que no pose la infraestructura adecuada para capturar ni advertir a los buques infractores.

Con solo 3 buques operando en óptimas condiciones, y un puñado de aviones navales, no se puede defender tan amplio sector de Mar Argentino. Hoy en día cualquier buque podría burlar la defensa nacional, sin ser detectado, llevándose nuestros recursos pesqueros. Ni hablar de buques clandestinos con tráfico de drogas o de armas, cualquiera puede penetrar el Mar Argentino sin ser detectado.

El primero de abril de este año, a un día de cumplirse el aniversario por la recuperación de las Islas Malvinas, el Ministerio de Defensa, no tuvo mejor idea que cerrar la base Aeronaval de Punta Indio, la Primera Escuadrilla Aeronaval de Ataque, cuna de los famosos aviones Aermacchi. Se cerró por falta de fondos. Seguramente los terrenos serán vendidos como el resto de las bases del Ejército Nacional.

El poder aéreo de la Aviación Naval ha quedado reducido a un puñado de aviones de reconocimiento y de carga, y solo se poseen 2 aviones Super Etendard operables, claro que sin misiles a bordo. La Infantería de Marina que supo ser en la época de Malvinas, la tercera más eficiente del mundo, hoy ya no existe. La han  esmantelado por completo y la mayoría de sus unidades hoy son museo.

Ante estas preocupantes y tristes verdades, ¿cómo podrá ser posible defender 3 millones de km2 de aguas?

Fuerza Aérea

El 15% de la flota de combate de la Fuerza Aérea está en condiciones operativas. Poseen, averías o elementos vitales irreemplazables, no por sus costos o por alguna dificultad técnica, sino por la inexistencia de recursos materiales y por el bajo presupuesto que desde hace años está condena a tener la Aviación.

En 2007, de los 230 pilotos que tenía la Fuerza Aérea Argentina al comenzar el año, 55 ya solicitaron el retiro por falta de estímulo profesional debido a la carencia de medios para trabajar, es decir, aviones en condiciones.

Tras un accidente de un avión, la Ministro Garré no tuvo mejor idea que sacar de circulación a los Mirage, sin reemplazar a otro tipo de avión para su tarea. Desde el año 2006 a principios de 2008 hubo 4 accidentes aéreos. No quedan aviones, y tampoco pilotos.

La Fuerza Aérea es incapaz de controlar el espacio aéreo nacional, pues posee media docena de radares que en su mayoría son destinados al norte argentino para controlar los vuelos clandestinos con tráfico de drogas.

Todo el resto del territorio está "libre" para la entrada de cualquier tipo de aeronave. Es un grave peligro, sobretodo por la existencia del famoso aeropuerto inglés en la Patagonia, cuya pista es tan larga como la de Aeroparque de Buenos Aires y no posee ningún tipo de control. Es un grave riesgo para la seguridad nacional.

Ejército

Es el más golpeado. Su jefe, el Gral. Roberto Bendini, expresó en una oportunidad (18/09/06): "No tengo capacidad técnica...". Con esa frase se resume la realidad de la Fuerza.

Los terrenos de las unidades y regimientos se venden al mejor postor, pues el objetivo es liquidar todo tipo de material, personal y unidades, hasta lograr quedarse con solo cinco batallones que operen en determinados sectores del país.

Pequeñas brigadas

Como explicamos más arriba, solo se dejarán cinco batallones operando, que tendrán por nombre Fuerzas de Empleo Inmediato que conformarán el nuevo ejército: la 7 con sede en Corrientes; la 4 en Córdoba (aerotransportada); la 6 en Neuquén (especializada en montaña); la 3 en Mendoza (montaña) y la 5 constituída en el CAO (Centro de Instrucción y Adiestramiento Operacional) de Campo de Mayo.

El resto desaparece o se reubica dentro de estos 5 nuevos batallones.
La reducción en materiales, efectivos, e instalaciones, dejará libradas a la venta propiedades por un valor superior a los mil millones de pesos. Todos hacen negocio con las Fuerzas Armadas, y quien sale perdiendo es el pueblo, que cuando las precise ya no estarán para garantizar nada.

La vieja y fiel excusa que aniquiló la seguridad nacional Debido a la muestra de orgullo y bravía en la Guerra de Malvinas, Argentina es un caso especial que es seguido de cerca por Estados Unidos.

Por ello, desde el fin del conflicto hasta la actualidad, se han empeñado en vaciar el poder militar de la Nación, con una muy buena excusa, que tiene dividido al país: la última dictadura militar y la violación de los derechos humanos. En el año 2003, llegó un gobierno que simula defender los derechos humanos, cuando en realidad inunda de hambre y pobreza al territorio, con hipocresía y cinismo, su revanchismo de los 70, ha logrado aniquilar por completo a las Fuerzas Armadas. Aquellos que ayer tenían armas y las utilizaban contra el gobierno constitucional en los años setenta, aquellos que colocaban bombas y mataban a inocentes, hoy están en el poder.

El objetivo es disolver la defensa de la Nación, como sucedió con los países de Medio Oriente, para poder ocupar de una forma poco sangrienta al territorio que se desea usurpar. Es una estrategia similar, pero una táctica distinta.

No existen generales ni oficiales omprometidos a su Patria que tomen decisiones inteligentes, y si los hay son castigados o expulsados al emitir alguna crítica.

Un estudio del Banco Mundial refirió que la Argentina es el país que menos dinero gasta en defensa en toda América del Sur desde el año 2005. Se ubica en el puesto número 26, de los más indefensos del mundo, con relación a su PBI y el gasto destinado a materia de Defensa. De 131 países, se ubica en los últimos 26. Argentina gasta lo mismo en defensa que Bangladesh, o que Albania. Tengan en cuenta la extensión territorial de cada país. No olvidemos que Argentina es bioceánica, la Antártida Argentina es casi tan grande como nuestro territorio continental. ¿Cómo podemos defender nuestras 200 millas marinas desde el Río de la Plata al Canal de Beagle? Congo y Nepal gastan más en Defensa que Argentina, solo un dato curioso.

Estados Unidos, con la mira en los recursos naturales

Recientemente se ha reglamentado la "Ley de Defensa", que contribuye a que el Comando Sur de Estados Unidos se establezca en el país.
La ley dispone que las Fuerzas Armadas no podrán ocuparse de los asuntos internos (referidas al terrorismo, el narcotráfico y al crimen organizado).

Es a lo que el Comando Sur denomina "otras amenazas" y cuyo principal objetivo es eliminarlas. Por tanto, como en Argentina no hay otra fuerza capaz de disuadir estas "otras amenazas", bastaron solo dos años, para que el Comando especial de Estados Unidos llegue a nuestro país. Hoy, ha desembarcado en el Chaco, firmando un convenio con el Gobernador Jorge Milton Capitanich, que permite que el Comando Sur asiste con ayuda humanitaria a la población que reside en El Impenetrable chaqueño. Con la excusa de ayuda humanitaria, se están estableciendo en la Argentina.

Por si fuera poco, el Ministerio de Defensa realiza actividades conjuntas con el denominado "Comando Sur".

¿Por qué el desarme? Los objetivos y el futuro de las Fuerzas Armadas

El motivo del desarme es bien claro. Por un lado vemos las pretensiones de Estados Unidos y Gran Bretaña de obtener los recursos naturales del país, y por el otro un gobierno que solo piensa en destruir a las Fuerzas de Seguridad de la Nación, con el viejo pretexto de la dictadura militar, facilitando así, las ambiciones del poder extranjero. Hoy 2009, el objetivo ya está prácticamente terminado, cuando el 2011 llegue, veremos un país tan indefenso que no podrá actuar para evitar ningún tipo de saqueo de recursos, ni de territorios. Y aún más grave será, que los mismos gobernantes garantizarán la entrega de los recursos, otorgándole un marco "legal" a la vil maniobra.

La Gendarmería tendrá mayor capacidad y realizará la tarea que debería de realizar el Ejército. Es así como hoy vemos a los gendarmes custodiando las calles, ocupándose del tráfico de drogas, en materia de ayuda humanitaria, y pronto se encargará del terrorismo, colaborando con las fuerzas militares de Estados Unidos. Ya hemos analizado el futuro de cada Fuerza Armada más arriba, y su incapacidad actual de defender aquello por lo cual fue creado.

"El mar no tienen buques argentinos; por el cielo todos pueden volar, menos nuestra Fuerza Aérea; por tierra... ya no hay seguridad. Y por si no bastara con desarmar las Fuerzas de la Nación, también a los civiles quieren desarmar, para que no haya un solo patriota, que pueda su arma, disparar..."

La cantidad de armas civiles, es récord de destrucción en la República Argentina y también record en América latina.

¿Por qué a los civiles también?

La inseguridad en Argentina crece sin pausa. También el desarme de sus Fuerzas Armadas y el de los civiles, pero, ¿por qué? Hoy en día, desde el gobierno nacional se alienta el desarme, para evitar "accidentes" y el mal uso de las armas de fuego. Sin embargo, el gobierno nacional olvida, que el mayor peligro es que los civiles se desarman, pero los ladrones no. La idea sería muy buena, si además de desarmar al pueblo, también desarmaran a los que verdaderamente le hacen un grave daño a la sociedad, a los ladrones, asaltantes y traficantes.

¿Y por qué no atacar a quienes, como en la década del 70, poseen fábricas clandestinas de producción de armas? Las famosas armas tumberas, que muchos pudimos ver en las imágenes de televisión en una protesta en Córdoba hace pocas semanas. ¿Será que existen grupos de piqueteros apoyados por el gobierno que fabrican este tipo de armamento?

Y, mientras tanto, la producción de armas "tumberas" se incrementa.

¿Qué relación existe con el arsenal robado en Mendoza al Ejército Argentino? Allí se llevaron miles de fusiles y municiones. Y aún no hay pistas sobre el robo ni de sus autores. ¿Es solo una mafia que trafica armas o hay algo más? Robo de Arsenal militar en Mendoza, tras las pistas 

Conclusión

Para 2011 se pretende dar por finalizado el largo objetivo de la destrucción total de las Fuerzas Armadas. Dejar el camino libre para que el poder extranjero pueda no solo extraer a través de sus empresas los recursos naturales, como ya lo está haciendo, sino que intentará darle una garantía mayor, que es evitar que cualquier gobierno o grupo político intente evitar el saqueo y entrega de los recursos naturales. 

Al no haber poder de cohesión, no puede existir garantía para defender a la población ni sus recursos. Una Argentina indefensa es susceptible de perder sus más preciados territorios y recursos, quedando fuera de su alcance la defensa de su Antártida, de su gran y extenso Mar Argentino. 

Serán Fuerzas Armadas extinguidas en la práctica, aunque en teoría funcionarán como hoy las vemos, con un margen de acción limitado a lo igual que sus miembros, material y armamento.

sábado, 9 de octubre de 2010

Cristianos cómodos


En tiempos de calma, necesitamos recordar esa petición que los apóstoles lanzaron a Jesús, al comprobar que su fe era débil y pequeña: “Señor, ¡Auméntanos la fe!”
Autor: Ignacio Buisán, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores



“No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor”. 

Esta recomendación de San Pablo se dirigía a un hombre (Timoteo), que probablemente se encontraba confundido y atemorizado ante la situación de persecución que se había desatado contra los cristianos en los albores del cristianismo. Una persecución que había llevado a Pablo a la prisión, desde donde escribía a su amigo y donde se encontraba esperando su suerte pero sin desconfiar de su fe.

Los tiempos de persecución siempre fueron y han sido tiempos de dura prueba para los seguidores de Cristo. Durante los tres primeros siglos algunos emperadores romanos vieron en la nueva religión una amenaza para la conservación de la paz y trataron de borrarla del mapa usando la estrategia del terror y de la muerte, bañando de sangre los circos y los tribunales romanos, desde el emperador Nerón hasta el emperador Diocleciano.

Durante dos milenios, la estrategia de la persecución y del asesinato de creyentes ha sido recurrente, con tiempos de relativa paz y tiempos de sorprendente violencia. En el siglo XX, la Santa Sede contabilizó un total de 13,400 mártires testigos de la fe. La secuela de persecuciones y de mártires ha seguido siendo una realidad dolorosa, pero al mismo tiempo gloriosa, de nuestra fe. Y se ha cumplido siempre esa frase de Tertuliano, uno de los primeros pensadores cristianos: “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. Lo cierto es que durante veinte siglos la Iglesia de Cristo ha enterrado y sigue enterrando a sus perseguidores, con sus imperios y sus ideologías, mientras ella ha permanecido y permanece viva.

Por otra parte, se puede decir que nos ha tocado vivir una época bastante tranquila en este sentido, por lo menos aquí en México. Aunque todos vivimos con angustia la inseguridad y la violencia que brota del crimen organizado, y constatamos cómo sí hay ataques mediáticos en contra de algunos eclesiásticos, lo cierto es que nadie de nosotros, o por lo menos muy pocos, nos sentimos perseguidos por causa de nuestra fe. Estamos, gracias a Dios, muy lejos de los conflictos que provocaron la guerra cristera. Hay hechos aislados, que se han dado en los últimos años, y aunque el panorama podría cambiar, en principio el horizonte parece presagiar relativa calma. Hoy cualquiera puede ir a Misa en paz, sin sentirse amenazado ni inseguro por ello.

Pero la calma también tiene sus peligros, más sutiles, menos evidentes pero igual de fuertes. No mata a la persona pero mata su fe; porque la calma nos va adormilando, nos va anestesiando, nos va debilitando y nos va convirtiendo en cristianos cómodos: cristianos de sillón y de televisión, de domingos sin Dios, de cumplimientos sin compromiso, de fe cómoda y adaptada a los gustos.

En tiempos de calma, necesitamos recordar esa petición que los apóstoles lanzaron a Jesús, al comprobar que su fe era débil y pequeña: “Señor, ¡Auméntanos la fe!” No la fe del credo ni la fe de los dogmas, sino la fe hecha vida, la fe que se aplica a lo ordinario, la fe que necesito cada día para poder mover montañas, si fuese necesario o para trasladar árboles y plantarlos en el mar. La fe suficiente para no dejarnos ganar por el desánimo, por las lamentaciones o por la flojera. La fe necesaria para poder ver claro hacia delante ante el reto de la vida. La fe, en definitiva, que me permita escuchar la voz de Dios por encima de los altavoces del mundo.

Es indudable que nos encontramos ante un momento en que el valor religioso no cotiza tanto en el mercado, en el que los escenarios cambian aceleradamente e imprevisiblemente. Y nos podemos preguntar: en el futuro próximo, inmediato, dentro de diez o de veinte años ¿Habrá sitio para la Iglesia? ¿Habrá lugar para la fe?

En 1950, un famoso escritor y pensador italiano, Romano Guardini, diagnosticaba la situación de entonces con una frase: “la soledad de la fe (en el futuro) será terrible”. El gran peligro que amenaza nuestra fe en los tiempos actuales no es ni el emperador Nerón ni es Osama Bin Laden; el gran peligro de nuestros tiempos es ese espíritu fácil, mezcla de ociosidad, pérdida de tiempo, encerramiento y flojera que nos lanza a buscar soluciones fáciles e inmediatas a las dificultades de la vida, olvidándonos de Dios. Aunque para eso se tenga que creer en el poder de los amuletos, de la magia, de los secretos esotéricos, de las cartas, del espiritismo o incluso del satanismo.

El interés por todo este tipo de cosas ha crecido espectacularmente, en los jóvenes y en los no tan jóvenes. Ofertas de todo tipo encuentran terreno fértil en la vida de muchos caracterizada por una profunda soledad, por situaciones familiares difíciles, o por la incertidumbre ante el futuro. La perdida o el acomodamiento de la fe nos convierte en víctimas fáciles de la manipulación, porque eliminando a Dios de nuestro horizonte, cualquier falso profeta puede ocupar su lugar. Por eso, en estos tiempos de calma, que nos ha tocado vivir, es bueno, también, pedir como los Apóstoles, con humildad: “Señor ¡Auméntanos la fe!”

viernes, 8 de octubre de 2010

Al servicio de la verdad y del bien




(publicado en www.religionconfidencial.com, 29-IX-2010)






                En el Hyde Park de Londres, durante la vigilia de la beatificación de John Henry Newman, dijo Benedicto XVI:La vida de Newman nos enseña que la pasión por la verdad, la honestidad intelectual y la auténtica conversión son costosas”. La verdad, que nos hace libres, pide ser testimoniada y escuchada; “y al final su poder de convicción proviene de sí misma y no de la elocuencia humana o de los argumentos que la expongan”. Eso implica que, en nuestro mundo, hay que estar dispuestos en ocasiones a ser “excluido, ridiculizado o parodiado”. En todo caso “no puede haber separación entre lo que creemos y lo que vivimos”. Más aún, “cada uno de nuestros pensamientos, palabras y obras deben buscar la gloria de Dios y la extensión de su Reino”. Lo que importa es descubrir y realizar la “misión concreta” que cada cristiano tiene y que sólo Jesús conoce.
            A los jóvenes, y con referencia al lema de su visita al Reino Unido –la divisa newmaniana cor ad cor loquitur–, les indicaba: “Su corazón está hablando a vuestro corazón”. Y llamaba a la generosidad: “Cristo necesita familias para recordar al mundo la dignidad del amor humano y la belleza de la vida familiar. Necesita hombres y mujeres que dediquen su vida a la noble labor de educar, atendiendo a los jóvenes y formándolos en el camino del Evangelio”; como también necesita de la vida religiosa y de los sacerdotes. “Preguntadle al Señor lo que desea de vosotros. Pedidle la generosidad de decir sí. No tengáis miedo a entregaros completamente a Jesús. Él os dará la gracia que necesitáis para acoger su llamada”.
            En definitiva, se trata de responder que sí a Dios, de modo coherente y no a la defensiva, con autenticidad, venciendo las dificultades con la fe. El Papa lo había dicho ya con referencia a la Iglesia, en el avión que le llevaba al Reino Unido. Los periodistas le preguntaron, teniendo en cuenta el movimiento actual de ateísmo y a la vez los signos de fe religiosa a nivel personal: “¿Es posible hacer algo para que la Iglesia sea una institución más creíble y atractiva para todos?”
Sorprendió que Benedicto XVI respondiera con lo que podríamos llamar una enmienda a la totalidad, por el procedimiento de negar la premisa mayor: “Diría que una Iglesia que busca sobre todo ser atractiva, estaría ya en un camino equivocado. Porque la Iglesia no trabaja para sí, no trabaja para aumentar los propios números, el propio poder”.
Efectivamente. Por un lado, ¿no es la tendencia de cada uno y de cada una el buscar atraer hacia sí, ser centro de admiración o prestigio, poseer al otro o a los otros? ¿No es el afán por aumentar el número de seguidores y la influencia sobre la sociedad, una tendencia típica de los grupos y de las instituciones humanas? Claro que, tratándose de la Iglesia, ¿acaso no debe buscar la adhesión al Evangelio del mayor número posible de personas? ¿Qué hay de malo en ello? Y se podría, responder: nada malo, pero el Papa no se refiere a eso. El problema está en ese buscar “sobre todo” o ante todo la atracción; ponerla en primer lugar, por delante del servicio de la verdad y del amor, que son la razón de ser del servicio evangelizador: ése sería el error.
Lo exponía Benedicto XVI con claridad: “La Iglesia está al servicio de Otro, no está al propio servicio, no está para ser un cuerpo fuerte, sino para hacer accesible el anuncio de Jesucristo, las grandes verdades, las grandes fuerzas de amor y de reconciliación, que han aparecido en esta figura y que vienen siempre de la presencia de Jesucristo”.
Jesucristo, su persona, su mensaje y su obra. Esto es lo que explica el servicio de la Iglesia al mundo y a cada persona. Y en eso consiste la trasparencia de la Iglesia: en actuar según lo que es, según su naturaleza. Así ella es auténtica, eficaz y, como consecuencia no buscada en primer lugar, resulta atractiva, porque la santidad nunca deja de atraer.
En palabras del Papa, “la Iglesia no busca ser atractiva, sino que debe ser trasparente para que aparezca Jesucristo. Y en la medida en que no está para sí misma, como cuerpo fuerte y poderoso en el mundo, sino que se hace sencillamente voz de Otro, se convierte realmente en transparencia de la gran figura de Cristo y de las grandes verdades que ha traído a la humanidad, de la fuerza del amor. Si es así, es escuchada y aceptada”. En definitiva, “la Iglesia no debería considerarse a sí misma sino ayudar a considerar a Otro, y ella misma debe ver y hablar de Otro y por Otro”.
Es esta una luz poderosa para el ecumenismo, pues cuando los cristianos –católicos, anglicanos, etc.– buscan “ante todo” ese servicio, “es entonces cuando la prioridad de Cristo los une y dejan de ser competidores, cada uno buscando el número, sino que están unidos en el compromiso por la verdad de Cristo, que entra en este mundo, y de este modo se encuentran también recíprocamente en un verdadero y fecundo ecumenismo”.
Toda una lección de humildad, realismo y profundidad cristiana y teológica, útil también para cada persona y grupo humano. ¿Qué sucedería si buscáramos por encima de todo servir a los demás en nuestro trabajo y realizando nuestro deber?


Ramiro Pellitero, Instituto Superior de Ciencias Religiosas, Universidad de Navarra

jueves, 7 de octubre de 2010

Derecho primitivo y Derecho moderno



Autor:Enrique Barros 
Fuente: Universidad Autónoma de Centroamérica 

Según algunos autores la sociedad moderna se caracteriza por la diferenciación del derecho y la moral como sistemas de reglas independientes entre sí 

¿Qué diferencias básicas existen entre las reglas que sigue una persona en una sociedad moderna y las reglas que se siguen en una sociedad primitiva?

Ante todo, el derecho moderno tiene por lo menos dos características que son distintas al sistema de reglas que rigen las relaciones al interior de una sociedad primitiva. La primera característica distintiva de las reglas del derecho moderno es que ellas no son necesariamente el resultado de sentidos de conveniencia amplia y espontáneamente compartidos al interior del grupo. El derecho moderno tiene la posibilidad de que las normas sean dictadas, de modo que los contenidos de las normas jurídicas de derecho pueden ser absolutamente aleatorios. Lo que es válido hoy, puede dejar de ser válido mañana. A lo que estamos obligados hoy, puede llegar a estar prohibido mañana. En una sociedad primitiva es inconcebible esta fungibilidad de las obligaciones jurídicas. En una sociedad primitiva no existen autoridades que puedan cambiar las normas vigentes. La existencia de un Diario Oficial en que son publicadas nuevas leyes es inimaginable para el hombre primitivo. Las normas valen en tanto corresponden a nociones generalizadas de deber. En otras palabras, la noción de que haya una autoridad facultada para dictar leyes es de origen muy reciente. En una sociedad primitiva, el contenido del derecho no se diferencia sustancialmente del contenido de la moral reconocida por la comunidad.

La segunda diferencia del derecho moderno consiste en que estas normas no sólo son fungibles, vale decir, cambiables, sino que además, están respaldadas por un aparato coactivo externo organizado.

Los dos caracteres distintivos del derecho moderno respecto del orden social primitivo hacen que el derecho moderno sea extremadamente más formal que el sistema de reglas que rige una sociedad primitiva. La existencia de procedimientos para generar nuevas reglas o cambiar las existentes otorga al derecho una gran plasticidad y dinamismo. Ya no es necesario que las costumbres evolucionen para que una norma sea sustituida. Basta que el legislador la derogue y dicte una norma nueva. Un cambio de similar magnitud ocurre con las sanciones. Estas son aplicadas institucionalmente a través de tribunales y ejecutadas coactivamente por órganos estables, lo que asegura la imparcialidad y la eficacia del derecho.

Ahora bien, esto hace que los criterios de licitud e ilicitud puedan ser muy distintos en el derecho moderno y en una sociedad simple.

El criterio de ilicitud en una sociedad primitiva está necesariamente vinculado a una opinión general acerca de lo que es lícito y de lo es ilícito. No es ese sentido inmediato de ilicitud lo que necesariamente constituye lo ilícito jurídico. Lo ilícito jurídico muchas veces está constituido simplemente por actos de autoridad. Tales actos de autoridad hacen que conductas que hasta ese momento han sido consideradas lícitas, pasen a ser consideradas ilícitas. Los contenidos del derecho son fungibles. Como dice Max Weber (probablemente el más destacado sociólogo de este siglo), la creación del derecho pasa a ser una función eminentemente burocrática. Mientras que en las sociedades primitivas son las tradiciones las que tienen fuerza obligatoria, en la sociedad moderna el derecho se burocratiza. La dictación de normas pasa a ser objeto de procedimientos especiales de lección y toma de decisión. Hay jueces burócratas; hay jueces que forman parte del estado y que tienen la ocupación, precisamente, de cuidar que el derecho se cumpla. Ese es el núcleo de la influyente teoría de Max Weber acerca del derecho moderno4.

Este cambio de concepción del derecho, este cambio radical en la manera de obtener una regulación al interior de la sociedad, plantea interrogantes muy serias acerca de las relaciones entre derecho y moral. En una sociedad primitiva, es obvio que el derecho y la moral están extremadamente unidos: lo que es jurídicamente reprobable de alguna manera u otra es también moralmente reprobable. O al revés: se aplican sanciones públicas a quienes violan cánones morales básicos. Lo jurídicamente reprobable es aquello que, de acuerdo con los usos y costumbres, altera las relaciones sociales básicas principalmente de reciprocidad.

En una sociedad moderna, por el contrario, es obvio que muchísimas de las normas que rigen las relaciones jurídicas entre los sujetos no corresponden a este sentido general de ilicitud. No vamos a estas alturas a dar extensos ejemplos, pero quisiera que nos imaginemos muchísimas de las normas que rigen la actividad económica en Chile como en cualquier país del mundo. Que haya que publicar los balances con cierta periodicidad es conocido só1o por quienes leen el Diario Oficial o incluso están informados de las circulares administrativas sobre la materia. Para quien no conoce el Diario Oficial o las circulares de la Superintendencia de Valores, por el contrario, que haya que presentar un balance en una fecha determinada es algo obviamente ignorado. En el fondo, habiéndose transformado muchas reglas del derecho en instrumentos técnicos de regulación de la conducta, se ha debilitado la íntima relación entre el derecho y la moral. La relación, que en una sociedad simple aparece como evidente, pasa a ser relativizada, porque buena parte de lo que es considerado ilícito jurídicamente es, desde el punto de vista moral, absolutamente indiferente.

El problema básico que se suscita a este respecto en el derecho moderno, se puede expresar en una antigua distinción que en la tradición penal ha sido especialmente fértil, cual es la distinción entre la mala in se y la mala prohibita. De acuerdo con la tradición, con los usos y con los cánones morales generales -para no meternos en el problema filosófico de si son esencialmente correctas o no-, hay ciertas acciones que son consideradas malas, rechazables o ilícitas. Las normas que castigan los delitos básicos contra la propiedad y que castigan la violación corresponden a sentidos básicos e imprescindibles de conveniencia, sin los cuales la vida en común sería francamente imposible. De alguna manera u otra se tendrá que convenir en que esas reglas corresponden a las bases esenciales de la convivencia social. Dichas reglas, que constituyen el núcleo central del derecho penal clásico, tienen un profundo trasfondo moral, por la sencilla razón de que corresponden aproximadamente al sentimiento o sentido general de ilicitud, por un lado, y por el otro, tienen tal importancia que es muy difícil imaginarse la vida en sociedad si no se sancionan esas conductas. Es difícil imaginarse la vida en sociedad si no se castiga el homicidio, y es bien difícil imaginarse un orden social, por lo menos el que conocemos, si no se castiga el hurto. Estas reglas corresponden a lo que podríamos llamar las condiciones básicas para que cualquier ordenamiento social sea posible. Estas reglas no corresponden, por el contrario, a lo que podríamos llamar el propósito deliberado de alguien que las haya creado. Pensar que fue el legislador penal quien "inventó" el homicidio no corresponde a la realidad e. incluso, tampoco corresponde seguramente a lo que ha sido la doctrina penal. En este tema me declaro incompetente, pero sospecho que la dogmática penal de estos delitos básicos también recoge lo que es el sentido común generalizado acerca de la ilicitud.

Distinto parece ser el caso tratándose de infracciones a regulaciones, especialmente económicas. Las regulaciones establecen prohibiciones o imperativos que muchas veces corresponden a objetivos macroeconómicos que sólo son comprendidos por iniciados. El sujeto pasivo de la regulación sólo sabe por el Diario Oficial o a través de una mera circular administrativa que tiene que enviar una determinada información a una Superintendencia, que no puede comprar divisas, que tiene que construir su casa de conformidad a ciertas prescripciones, y así sucesivamente.

La ampliación de la actividad reguladora del estado produce, de este modo, la extensión de la mala prohibita hasta un límite en que es muy difícil establecer una relación general, desde un punto de vista de los contenidos normativos, entre el derecho y la moral.

Con lo dicho tenemos un primer punto de apoyo para explicar las relaciones entre el derecho y la moral. Hemos visto que buena parte de las reglas de derecho moderno tienen la forma de regulaciones, cuyo sentido normativo se agota en la mera circunstancia de provenir de una autoridad dotada de la competencia suficiente para dictar la respectiva prescripción de conducta. Es mérito de autores como Max Weber, Hans Kelsen o Niklas Luhmann haber percibido esta característica del derecho moderno, que adquiere un carácter altamente formalizado, predominantemente técnico. En tal sentido, estos autores están en lo cierto al afirmar que la sociedad moderna se caracteriza por la diferenciación del derecho y la moral como sistemas de reglas independientes entre sí. El trasfondo de esta tesis consiste en la afirmación de que las consideraciones de índole moral son irrelevantes para la comprensión del derecho.

Por muy persuasivas que parezcan estas tesis, ellas merecen, sin embargo, ser relativizadas. En la siguiente parte de esta conferencia intentare mostrar que aún en el derecho moderno se dan relaciones muy estrechas entre las normas básicas del sistema jurídico y ciertos cánones morales fundamentales. 


Enrique Barros. Abogado, Profesor de Introducción al Derecho y Derecho Civil de la Universidad de Chile, Profesor Visitante, Universidad de Munich. Investigador del Centro de Estudios Públicos. 

"Consideraciones a Propósito de la teoría de los delitos Económicos". (Versión corregida de la conferencia dictada en el curso de Magister en Derecho Penal, Mención en Delitos Económicos, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, en noviembre de 1982. Tomado de Estudios Públicos No. 10, Centro de Estudios Públicos, Monseñor Sótero Sánz 175, Santiago 9, Chile).

domingo, 3 de octubre de 2010

Dios en la plaza pública

Ramiro Pellitero

        ¿Pueden los políticos participar o protagonizar actos religiosos? ¿No supone eso una invasión del ámbito personal? ¿No equivale a una propaganda indebida y una apología de una determinada fe frente a otras, con riesgo para la libertad? ¿No sería, en último término convertir la fe en un acto político, y por tanto manipularla para el propio interés? ¿No es más auténtica la fe que se practica sólo en privado? ¿Deben suprimirse las fiestas religiosas? ¿Puede obligarse a un político a que actúe contra su conciencia? Estas preguntas u otras parecidas surgen en la opinión pública de vez en cuando y requieren una aclaración.

        Vayamos por partes. Participar públicamente en un acto de fe no es invadir el ámbito personal. Cualquier persona, en un país libre, es libre para manifestar su fe en cualquier ámbito, igual que es libre para manifestar sus teorías u opiniones científicas o culturales. Sostener que la fe debe encerrarse en la vida privada es una actitud típica de un laicismo dogmatista, al que no le interesa que la religión aparezca en el debate público (además, ¿habría que prohibir escribir en los periódicos sobre religión? ¿Quién decide lo que es público y lo que es privado?). Que la fe deba encerrarse en lo privado (¿en la conciencia?, ¿en casa?, ¿en una cárcel?) es un prejuicio que va contra el sentido común y la libertad religiosa.

        De otro lado, el hecho de que un político aparezca en un acto religioso públicamente, no tiene por qué interpretarse en el sentido de que esté forzando a que sus votantes le sigan en la fe que profesa, o que no haya creyentes de esa fe fuera de sus votantes. Son cosas diversas, allá donde hay libertad y la entienden quiénes viven en libertad y, como consecuencia de vivirla, respetan la libertad de los otros. Qué dictatorial y poco democrático es negarse a reconocer que la religión, al igual que la razón, tiene su lugar en la vida pública.

La laicidad en la vida pública
        Ciertamente, se puede discutir la conveniencia de que los políticos, en un momento concreto, realicen una manifestación religiosa públicamente, porque a veces puede manipularse la fe para sacar votos. Habrá que ver en concreto lo que hacen y dicen.

        Pero no es verdad que la fe sea más creíble cuanto más en privado se practique. Lo que se esconde, se esconde por una causa; y esa causa suele ser nociva, así lo entiende el sentido común. Reducir a lo privado la fe es la pretensión de ideologías materialistas, para acallar la presencia del espíritu en la sociedad. Si hay un "laicismo sano" (mejor sería llamarle laicidad), no será el que prohíba las manifestaciones públicas de la fe o los argumentos de tipo religioso en el ámbito cultural o político, sino el que respete las manifestaciones de la religión. Siempre, claro está, que no lesionen los derechos humanos y que se ofrezcan al diálogo con la razón (por eso es conveniente que se presente en público la religión). Como quedó de manifiesto en los diálogos entre Joseph Ratzinger y Jürgen Habermas (Múnich, enero de 2004), la razón puede hacer una crítica constructiva a la religión, a la vez que debe dejarse criticar por ella, cuando determinados argumentos o actuaciones en nombre de la "razón" dejen de ser humanos, y por tanto, racionales y respetuosos con la libertad.

Religión y razón
        "Hoy en día –ha señalado Benedicto XVI en Glasgow– algunos buscan excluir de la esfera pública las creencias religiosas, relegarlas a lo privado, objetando que son una amenaza para la igualdad y la libertad". Sin embargo, añadió, "la religión es en realidad garantía de auténtica libertad y respeto, que nos mueve a ver a cada persona como un hermano o hermana". Y por este motivo, invitó particularmente a los fieles laicos, en virtud de su vocación y misión bautismal, a ser "no sólo ejemplo de fe en público, sino también a plantear en el foro público los argumentos promovidos por la sabiduría y la visión de la fe". Les dijo que no tuvieran miedo a servir a través de la política, porque "la sociedad actual necesita voces claras que propongan nuestro derecho a vivir, no en una selva de libertades autodestructivas y arbitrarias, sino en una sociedad que trabaje por el verdadero bienestar de sus ciudadanos y les ofrezca guía y protección en su debilidad y fragilidad". Excluir a Dios, a la religión y a la virtud de la vida pública –había dicho nada más llegar a Escocia– "conduce finalmente a una visión sesgada del hombre y de la sociedad y por lo tanto a una visión restringida de la persona y su destino" (Caritas in veritate, 29).

        La religión tiene un importante papel en el debate político, que es "ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos" (Discurso en el Westminster Hall), de manera que, sin la religión, la razón puede ser manipulada por las ideologías y acabar atentando contra la dignidad humana; de manera que "la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional". A esto corresponde el "papel purificador y vertebrador de la razón respecto a la religión".