miércoles, 5 de junio de 2019

Argentina: detienen a la líder del Templo Filadelfia por esclavizar y maltratar a sus adeptos

A simple vista, Eva Petrona Pereyra era encantadora, con 74 años y una sonrisa convincente. No parecía otra cosa, se veía como lo que era: una pensionada que recibía un beneficio de la ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social de Argentina), vecina de San Justo (Buenos Aires). Lo cuenta Martín Candalaft en Infobae.

Los que trataron con ella cuentan que por momentos era una señora amable, sobre todo cuando se la trataba por primera vez. Algunos incluso dirían que era hasta generosa cuando comenzaba una conversación.

Pero detrás de la fachada de “abuelita simpática” se escondía la líder máxima del Templo Filadelfia, la secta que durante más de 20 años se dedicó a captar fieles, despojarlos de todos sus bienes y esclavizarlos, forzarlos a vender pan en la calle y a vivir hacinados, para castigarlos en sus propios campos de tortura. En el Templo, Eva no era Petrona Pereyra. Era, simplemente, “Tía Eva”.

Operación policial

 
El pasado 17 de mayo, la Justicia de La Matanza ordenó 11 allanamientos para comenzar a desbaratar al Templo Filadelfia, con su altar central en la calle Centenera en San Justo, el domicilio fiscal de la “Tía”, registrada en los rubros de la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) de venta de pan.

El trabajo de la Ayudantía de Delitos Conexos a la Trata de Personas de la jurisdicción llevó a los arrestos de 25 personas de la organización, entre ellos Eva. 45 víctimas fueron rescatadas en los allanamientos: niños que jamás habían ido a la escuela, adultos con sus mentes y voluntades quebradas.

La “Tía” era una feligresa histórica, había pasado los últimos 20 años dentro del culto, de acuerdo a los investigadores del caso. Primero fue una empleada más, dedicada a captar fieles. Luego, al morir la antigua jefa, ella asumió el poder. Se encargaba de todo. Daba órdenes, controlaba al personal, supervisaba las finanzas. Era una jefa.

Explotación económica de los adeptos

Eva no actuaba de inmediato en el modus operandi que tenía la banda para atrapar víctimas, que en su mayoría eran personas vulnerables económica y psicológicamente. Existía primero una avanzada, un reclutador. Una vez que ya comenzaban a ser persuadidos aparecía Eva para el toque final. Terminaba de concretar el engaño con la invocación de un “mensaje divino”, en el que decía ser “la sierva de Dios”. La mayoría de las victimas contaron en sus declaraciones que ella siempre decía que Dios hablaba a través suyo.

De acuerdo con los datos de la ANSES, Eva tendrá disponible su próximo pago de pensión el día 10 de junio en una sucursal del banco Piano en Merlo. Lo cierto es que no lo necesita para vivir. Gracias a su pasar holgado, producto, según la acusación de la Justicia, de que se quedó con bienes de los fieles que reclutaba, Eva se compró una lujosa casa de fin de semana en un exclusivo barrio privado, “La Bequerencia Farm Club”, un country ubicado en el km 129 de la ruta 41, cerca de San Miguel del Monte.

Por lo visto, a la “Tía” le gustaba la vida campestre. El complejo cuenta con 2.150 hectáreas en las que hay espacios para hacer equitación, jugar al golf y al polo. En este lugar adquirió la chacra número 16 que tiene una superficie de 3 hectáreas. La propiedad tiene un valor estimado de 500.000 dólares. Vecinos del lugar aseguraron que generalmente va cada 15 días, acompañada de mucha gente.

Más allá del lujo, uno de los asuntos dentro del templo que más preocupaban a la jefa suprema era el manejo del dinero y, en particular, la recaudación del día en la venta callejera de pan. Tanto es así que periódicamente le consultaba a las personas que estaban por debajo de ella cuánto se había ganado en la jornada. La totalidad de lo que juntaban los fieles iba a parar a las arcas del Templo, mejor dicho, a los bolsillos de la “Tía Eva”.

Desde humillaciones a torturas

 
Una de las confirmaciones más recientes de la investigación comandada por la fiscal general Patricia Ochoa, indica que el Templo Filadelfia estaba blanqueado, al menos en los papeles: fue inscrito en el Registro de Culto de la Nación bajo el número CI 1181. Lo que nadie se puede explicar hasta el momento es cómo pudo funcionar durante más de 20 años esta red dedicada a robar, esclavizar, humillar y torturar gente sin que nadie lo notara. ¿Complicidad policial? ¿Protección política? Es lo que ahora mismo se investiga.

Una de las 45 víctimas que fueron rescatadas en los allanamientos y que fue uno de los primeros en ser captados por la banda, contó cómo fue el ascenso de Eva a la cima de la pirámide de mando. “Yo ingresé a la organización casi desde sus comienzos. Eva era pastora. Quien estaba a cargo era una mujer llamada Luz que ya falleció. Durante la ‘Fiesta del Señor’ que se hace cada enero, Eva nos dijo a todos que había recibido un mensaje del Señor mismo y que debía casarse con uno de los fieles. Así que lo hizo. Luego cuando la antigua líder murió, ella se transformó en jefa”.

Otra de las actividades preferidas de los que mandaban en la organización eran las torturas en caso de que las víctimas se negaran a realizar las tareas que les encomendaban o tuvieran la valentía de alzarse contra los jefes. Dentro del catálogo de humillaciones y maltratos estaban los insultos delante de todos, golpes, aislamiento en campos lejanos sin posibilidad de comer, como El Descanso, un terreno que el grupo tenía en Miramar donde separaba y maltrataba a sus seguidores rebeldes para volver a colocarlos en línea.

Más detalles del maltrato

Otro de los testimonios que llamó la atención a la Justicia fue el que brindó una de las mujeres rescatadas. La joven relató cómo era el régimen alimentario dentro del templo: “Comíamos sólo una vez al día. El almuerzo. Siempre era lo mismo: una taza de mate cocido y cinco tortas fritas a los varones y tres a las mujeres. Pasábamos mucha hambre. Estábamos mal alimentados. Ahora puedo darme cuenta que no era sano comer todos los días torta frita”.

Un rasgo distintivo de este tipo de organizaciones y, especialmente, del Templo Filadelfia, es la obsesión por los niños y adolescentes. Estaba prohibido ir al colegio, mal visto, porque “Dios necesita que trabajen para él”. La mayoría de las personas que fueron rescatadas no sabían ni leer ni escribir. En muchos casos nunca habían ido a la escuela, en otros la habían abandonado cuando sus padres se sumaron a la organización.

En los cultos que se organizaban y en las “fiestas del Señor”, Eva les decía a las familias que concurrían que debían entregar a sus hijos para que fuesen “siervos de Dios”. Los padres, en muchos casos, los dejaban por el miedo que les había inoculado la jefa suprema.

Interpretación manipulada de la Biblia
 
Uno de los testimonios más contundentes por parte de las víctimas incluyó el relato de situaciones que resultaron insólitas hasta para los investigadores. Eva, en una interpretación insólita de la Biblia, justificaba un rito que concluía en un posible abuso sexual.

La víctima, un varón, declaró: “En el Templo de Centenera se hacían reuniones de al menos veinte hombres una vez por semana. Se apagaban las luces. Se ponía música de alabanza. En ese momento Eva decía: ‘El hombre a lo largo de la historia bíblica pegó contra Dios con mujeres por su fuerza viril natural’. Todos debíamos danzar y cuando el Espíritu Santo se ponía dentro de Eva empezaba a rozar el cuerpo de todos hasta que nos hacía eyacular. Nos explicaba que de esta manera nuestra fuerza viril estaba disminuida. Lo llamaba a esto ‘castración espiritual’”.

A partir de estas palabras, la fiscal Ochoa analiza la posibilidad de sumar el abuso sexual a la lista de delitos que se le imputan a Eva, que continúa detenida.

Los primeros testimonios, la clave

“Si salíamos sin permiso o tardábamos en regresar teníamos que soportar el castigo. Nos golpeaban hasta dejarnos un ojo morado. Además nos humillaban. A algunos chicos les pegaban delante de sus padres, que lo permitían”. Las palabras pertenecen a J.A., una chica de 24 años. Los empleados de la fiscalía donde contaba su historia miraban sin poder creerlo.

Algunas horas antes la joven había llegado sola, con un profundo temor, a los tribunales de La Matanza. Su testimonio le permitió a la Justicia descubrir una de las redes de trata y esclavitud más importantes de los últimos años en el Conurbano bonaerense, una organización que con el pretexto de la fe captaba fieles para quitarles sus bienes y esclavizarlos.

Su testimonio fue solo el comienzo. Otras víctimas llegaron después. Infobae accedió a los testimonios completos de las víctimas del Templo Filadelfia. “El testimonio de esta chica fue el primero que recibimos. Ella llegó al templo junto a su familia pero logró escaparse. Vino a contarnos lo que estaba pasando. Ahí comenzamos una investigación que lleva casi 6 meses y continúa. Los detalles y el modus operandi son realmente increíbles. Una estructura muy grande”, cuenta una fuente ligada a la investigación.

Golpes por desobediencia, un campo de torturas en Miramar y otro en Balcarce, reducción a la servidumbre, insultos y discriminación. Sólo algunas de las características de esta organización que increíblemente estaba activa desde el año 2000 y estaba liderada por una misteriosa mujer, la “Tía Eva”.

Situación terrible

“Es sólo el comienzo. Queda mucho por hacer. Hay todavía gente prófuga. Nos encontramos con que las víctimas vivían en un estado deplorable. Algunos dormían en el piso y en otros casos cuatro en una misma cama. Pero lo más sorprendente de todo es que no querían ser rescatados. Ellos querían seguir ahí, sirviendo a la líder”, relató sorprendido uno de los investigadores.

Con la excusa de la fe y de “servir a Dios”, la “tía Eva” y su grupo de pastores convencían a la gente de unirse a la comunidad. Primero les hacían creer que eran elegidos por el Señor, les decían que la voluntad de Dios era que ellos debían “trabajar para el Señor”. Una vez que eran convencidos, se les enseñaba que la comunidad “nada es de nadie y todo es de todos”. De esta manera, en muchos de los casos registrados, les hacían entregar su dinero y vender sus propiedades que las víctimas entregaban como “ofrenda” al templo y a Dios mismo.

El siguiente paso, según lo que consta en el expediente, era persuadirlos de que debían vivir en los “departamentos” que los líderes poseían cerca del templo o en el mismo complejo. Además, tenían que trabajar en la panificadora de la organización. En el mismo edificio donde funcionaba el templo los fieles producían pan y salían a venderlo.

“Cuando uno escucha cómo funciona y visto desde afuera parece una locura que alguien pueda caer. Pero sucede. Dan todo lo que tienen y se entregan de lleno al líder que, teóricamente, habla en nombre de Dios. Lo cierto es que los hacen trabajar todo el día. En este caso particular haciendo y vendiendo pan. Todo lo recaudado va para la organización. Por supuesto, las condiciones de vivienda son pésimas, están hacinados y con muy poca comida”, cuenta un testigo que conoció los movimientos del Templo.

Cómo cayó en sus redes una familia
 
Infobae accedió al relato completo de J.A., la joven que se acercó a la fiscalía del caso, el primer testimonio con el que contó la justicia para descubrir el funcionamiento del Templo Filadelfia. “En el año 2000 dos personas que conocía mi mamá le dicen que la voluntad de Dios era que mis dos hermanos, M. que tenía 16 años en aquel momento, y N. de 17, debían trabajar para el Señor vendiendo pan por la calle. Además le dicen que para eso debían vivir en el discipulado del templo de San Justo. Si bien yo tenía 5 años en ese momento pude conocer cómo fue todo”, relató J.A.

La víctima continuó su relató: “A mi mamá la convencieron en el año 2001. Le dijeron nuevamente que la voluntad de Dios era que tanto ella como mis hermanos y yo nos debíamos ir a vivir a uno de los departamentos que tenían ellos. La convencieron de que la casa que teníamos en González Catán era insegura para una mujer sola con sus hijos por lo que debía venderla y entregarles la plata. Estas personas le dijeron que con ellas íbamos a estar ‘mejor todos’. En medio de la crisis del 2001 y la extrema confianza que mi mamá les tenía finalmente les hizo caso y vendió la casa. Les dio la plata y nos llevaron a vivir a una casa precaria en San Justo. Al mismo tiempo mamá empezó a trabajar en la venta ambulante de pan para ellos”.

Luego, J.A. contó cómo era la vida en el Templo: “No estaba bien visto ir al colegio. Cuando mis hermanos fueron a vivir al discipulado dejaron la escuela. Yo fui hasta los 11 años hasta que me obligaron a abandonar y también me puse a vender pan. Las reglas eran muy estrictas. Si llegabas tarde de vender, si nos veían en la calle sin hacer nada o si salíamos del templo sin permiso hacían una ‘reunión de jóvenes’ en donde nos leían un versículo de la Biblia que hablaba de desobediencia y delante de todos debíamos soportar el castigo. Esto eran golpes y cachetazos además de humillaciones con insultos”.

Adoctrinamiento y jerarquía

La violencia y el adoctrinamiento son dos de los rasgos de esta organización criminal que quedan expuestos en el relato. En uno de los allanamientos encontraron varias biblias que en el interior tenían un papel escrito a mano con este texto: “Una forma de mostrar temor a Dios es obedeciendo. Me gusta porque me muestra que es bueno que seamos probados y afligidos porque eso nos lleva a buscar a Dios. A humillarnos delante de Dios (Sic)”.

Una de las preguntas que le hicieron a J.A. en la fiscalía tenía que ver con la “Tía Eva”, la mujer que en el expediente está señalada como la líder: “Ella nos decía que era la ‘sierva de Dios’ y que él hablaba a través de ella. Era la que le decía a la gente que debían vender sus casas para entregárselas al Señor y la que los convencía de que debían servirlo”, dijo.

De las pruebas recolectadas en el durante la investigación, que incluyó escuchas telefónicas claves, se descubrió que existía, como suele ocurrir en este tipo de organizaciones, una estructura piramidal en la cual la líder está a la cabeza de la organización y cada uno de los integrantes tiene su rol a cumplir. “En esta oportunidad nos encontramos con que estaban quienes daban las ordenes, también los pastores que daban las ceremonias y ayudaban a convencer a los fieles y aquellos que cuidaban y daban de comer a las víctimas dentro del templo”, señala una fuente judicial.

Dentro de la estructura, los pastores jugaban un rol fundamental. Eran presentados como enviados de Dios en la tierra. A muchas de las víctimas, sobre todo las que tenían un mayor poder económico, las hacían sacar tarjetas de crédito o débito a sus nombres y los convencían de hacerles extensiones a los pastores. De esta manera podían hacer gastos con las tarjetas que eran titularidad de los fieles.

En una de las intervenciones telefónicas a las que accedió este medio, se escucha a la “tía Eva” preguntarle (de muy mal modo) a una de las mujeres encargadas de cuidar a las personas captadas si tenía el dinero suficiente para darles de comer: “¿Tenes plata para toda esta semana o no?”, se escucha decir a la líder. Del otro lado la mujer responde que no, que se quedó sin dinero. La mujer que da las ordenes la reta: “Estoy por hacer un giro y no me avisas nada. Por qué no me decís ‘Tía, me estoy quedando sin plata’, no me decís nada. ¿Tengo la bola de cristal yo?”. La empleada termina por pedir disculpas.

La dureza de la disciplina interna
 
J.A. contó también en su testimonial lo que pasó con dos chicos que desobedecieron: “Ellos en el templo se habían puesto de novios. Se escaparon a tomar un helado y cuando volvieron una de las líderes los golpeó con los puños hasta lastimarlos. Todo esto pasó delante de muchas personas. Nadie hizo nada. Luego de eso los enviaron a un campo llamado El Descanso”.

Según la investigación, ese campo, ubicado en Miramar, funcionaba como un centro de castigo y tortura. Cada vez que alguien desobedecía una orden, sea quien fuera, era subido a una camioneta y trasladado hasta la ciudad balnearia. En el campo eran obligados a trabajar la tierra durante 15 horas. Además eran golpeados y los hacían dormir en el piso. Los tenían sin comer ni tomar nada durante días. Regresaban al templo una vez que los líderes consideraban que “ya había aprendido”.

“Estábamos bien”

Por la sede de la fiscalía del caso pasó también un hombre de 35 años que contó situaciones insólitas. Lo más llamativo de todo es que lo hizo con total y absoluta normalidad: “Todo lo que ganábamos se lo dábamos a ellos. Nosotros no necesitábamos plata. Estábamos bien. Cada tanto nos sacaban a pasear. Nos llevaban a dar una vuelta”.

En la sede del Templo Filadelfia en San Justo hay seguidores del culto que continúan su vida allí. La oficina de Rescate y Acompañamiento decidió que era mejor dejarlos ahí, ya que por la cantidad de víctimas no había suficiente lugar para alojarlos a todos. De acuerdo con los investigadores de la causa ya no corren riesgo porque las cabezas de la organización están detenidas y las panificadoras ya no funcionan.

Todos los detenidos se negaron a declarar. La Justicia trabaja para poder determinar con qué figura legal serán imputados y, seguramente en el corto plazo, procesados. El pasado mes de mayo comenzaron a llegar llamados a la fiscalía denunciando el mismo modus operandi en Salta y Tucumán. A raíz de la cantidad de testimonios se formó un equipo de investigación para continuar lo que se viene trabajando e incorporar lo que pasa en otras provincias. También se recibieron denuncias de templos que funcionaban de la misma manera en Paraguay y Brasil.

En el allanamiento que se realizó en Bahía Blanca, donde funcionaba otra de las sedes de la organización, se dio quizás uno de los hechos que ejemplifican de manera contundente el daño que esta banda delictiva le producía a sus víctimas y el nivel de lavado de cerebro: encontraron en la parte superior de un edificio un hombre de 30 años durmiendo en el piso, semidesnudo abrazado a una biblia que no quería soltar. Los investigadores pudieron determinar que hacía 15 años que no pisaba la calle. Se negó a ser rescatado.

InfoCatólica. Secretaría Ries  3 de junio de 2019

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