Publicado por el Cngo Ricardo B. Mazza en http://ricardomazza.blogspot.com, el martes 04 de noviembre de 2008.
Antes de considerar qué se entiende por legítima defensa conviene analizar, -aunque más no sea brevemente- algunas causas de la llamada falta de seguridad o violencia institucionalizada entre nosotros, a los efectos de proponer posibles formas de solución que respondan a un orden social más humano y prever así un futuro diferente.
Indudablemente erradicar las causas de la inseguridad lleva su tiempo y reclama una verdadera decisión política para lograrlo, junto con una conversión verdadera en todos los actores sociales para realizarla.
Lamentablemente esto parecería cada vez más lejano si tenemos en cuenta que la opción que se ha hecho en el mundo – tan visible para América Latina- es por el contrario la de la cultura de la muerte como ya lo denunciara el papa Juan Pablo II en la Encíclica “Evangelium Vitae”.
1.-La cultura de la muerte como origen de la inseguridad
Ayer nomás, el ministro de Salud de la Provincia Invencible de Santa Fe, don Miguel Angel Capiello afirmó que “Creemos que no es justo penalizar a una mujer que se ha realizado un aborto. Es más, hemos ratificado que no hay obligación en denunciar estos hechos. El proyecto que tiene la diputada socialista Silvia Augsburger, cuando sea ley lo vamos a acatar como corresponde”, concluyó el ministro.
De este modo de pensar, -quizás al ministro se le pasó inadvertido- se desprende que sería injusto sancionar al homicida de un inocente como lo es el niño no nacido, siendo por lo tanto justo el matar al ser humano que se gesta dentro de su madre, si ella así lo decide.
Como el objeto de la justicia es el derecho, es decir “lo justo” o “lo que corresponde a cada uno” según su ser creatural a imagen y semejanza de Dios, se estaría ante un nuevo orden –el de la maldad más radical- por el que se pretende otorgar a cada uno derechos y deberes no según el orden natural del ser creado, y por lo tanto dependiente del Creador, sino según la premisa de la “superioridad ilimitada” de los más fuertes sobre los más débiles.
Este hablar con ligereza acerca del aborto refleja una mentalidad relativista en el plano de la verdad y por lo tanto de la moral, por la que el hombre se erige en Señor de la vida y de la muerte y cree maliciosamente que puede decidir lo que es justo o no para los otros, o quién debe morir o vivir, determinándolo por medio de leyes creadas por los que detentan el poder, es decir por los más “fuertes”.
Y así, al amparo de “lo legal” –absurdo que instituye a la ley como protectora del delito- y basándose en situaciones dolorosas que pudieran sufrir las personas en un momento determinado, las madres tendrían el derecho de eliminar a sus hijos y éstos asumirían el deber de someterse a esa voluntad renegando al don supremo de la vida.
En el fondo se trata de dirigentes que tienen una visión distorsionada de quién es el hombre y para quienes las personas son cosas en el engranaje de la sociedad hedonista del momento, y que se las puede eliminar si así lo dispone “la cultura de la frivolidad”.
Y así advertimos que -por más que le demos vuelta a la cuestión- , al justificar –aunque sea por razones aparentemente de peso- o juzgar de un modo benévolo el crimen del aborto, se le otorga legitimidad absoluta.
Conocedora de esto, la Iglesia Católica por el contrario, enseña a los hombres de buena voluntad a la luz de la razón, y a los católicos, desde esa misma razón elevada por la fe, cómo vivir de una forma cada vez más humana.
Y así: ‘La vida humana es sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente’ (CDF, instr. "Donum vitae" intr. 5). (CIC nº2258).
Este modo de razonar “favorable a la muerte del inocente” que hemos mencionado, sirve de fundamento a la postre para justificar el clima de violencia y muerte que se ha instalado en la sociedad argentina y que no parece disminuir de ningún modo.
Los delincuentes no tienen reparo en matar a víctimas inocentes por doquier si esto conviene a sus planes y a su visión de que “el más fuerte somete al débil”, y siguen deambulando al acecho de nuevas víctimas y, sin son menores quedan libres de culpa y cargo.
¿Quién podrá interpelar al asesino del ciudadano común por sus actos, pretendiendo hacerle ver que obra mal, cuando la sociedad a través de no pocos dirigentes y de muchos argentinos además de alentar el asesinato del nasciturus, asegura tranquilidad a sus autores ya que no serán penados?
Si bien las causas de tanta ligereza al considerar la existencia de los hermanos son múltiples ciertamente, la fundamental es el desprecio por el primer derecho humano, el de la vida.
Y así, quien no se conmueve ante la debilidad de un ser indefenso y lo agrede hasta exterminarlo, ¿no está pregonando que toda vida humana –la del adulto también- sólo es mirada con ojos utilitaristas, y que está a merced del más fuerte?
2.-Cultivar la cultura de la vida para erradicar el flagelo de la inseguridad.
El papa Juan Pablo II en su Encíclica “Evangelium Vitae” nos da una serie de vías para lograr una nueva cultura de la vida humana (núm. 78 a 105) y así intentar construir una sociedad nueva. Tomaré algunas sugerencias solamente ya que se prolongaría en demasía esta nota si me refiriera a todas.
Las estadísticas muestran que muchos de los que delinquen en el campo de eliminar a sus hermanos provienen de familias destruidas o inexistentes.
Juan Pablo II afirma al hablar de la dignidad de la familia que ”en la familia cada uno es reconocido, respetado y honrado por ser persona y, si hay alguno más necesitado, la atención hacia él es más intensa y viva” (cf. núm.92)
Ante ese hecho, ¿se busca legislar a favor de la familia señalando que ésta es el ámbito natural en el que los ciudadanos maduran y se van formando como futuros varones y mujeres de bien? El papa dirá al respecto:”la política familiar debe ser eje y motor de todas las políticas sociales” (núm.90)
Los países europeos que por décadas hay implementado políticas antinatalistas sufren las consecuencias de la falta de niños y jóvenes, como consecuencia de su falta de respeto por el orden natural.
Ahora ya de vuelta, cambian el discurso del pasado por la prédica “pro-vida”, -aunque no se olvidan del negocio lucrativo del aborto- prometiendo ventajas económicas a los matrimonios que se animen a la procreación.
En Argentina ensayando proyectos que en otra parte han desengañado, pensamos en continuar con esas políticas ya fracasadas en lugar de entender que “la vida humana es un don recibido para ser a su vez dado” (núm. 92 de EV)
Si sabemos todos que la droga obnubila las mentes y empuja a la delincuencia más feroz, ¿hay verdadera voluntad en los responsables de la “salud” para erradicarla, o más bien la favorecen predicando “la legitimidad de su tenencia para uso personal”?
¿Existen verdaderos proyectos que se orienten a un servicio educativo que colabore con la familia en una verdadera formación humana, o sólo se intenta mantener la magra educación ya existente?
¿Cómo transmitir la necesidad del orden necesario en la sociedad para poder construir un país nuevo, cuando reina la anarquía más deletérea en todos los campos?
¿Se puede “prevenir” la delincuencia, vista como una forma de “laburar”, si no se instaura la cultura del trabajo y del esfuerzo personal aunando lo particular para el bienestar de todos?
¿Y cómo pensar en trabajar si se introduce en nuestra cultura el criterio de que robando se gana más?
¿Quién tendrá temor por la cárcel si en vez de ser un lugar y un tiempo en el que la persona trabaja para el bien común, buscando reinsertarse en la sociedad, sólo es posibilidad de ociosidad y período de crecimiento en el aprendizaje del mal vivir.
Mucho se podría desgranar en orden a la reflexión, pero me parece necesario resaltar para finalizar, que nos espera una ímproba tarea positiva a favor de la vida, y por lo tanto superadora del clima de inseguridad que vivimos.
A todos nos compete poner manos a la obra junto con la oración confiada dirigida al Señor de todo lo creado.
Si me permiten todavía, continuaré en una tercer nota explicando lo referente a la legítima defensa.
Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Evangelium Vitae”. Santa Fe de la Vera Cruz, 04 de Noviembre de 2008.
ribamazza@gmail.com
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