por Hilary White
ROMA 11 de febrero 2011 (Notifam) – Un prominente profesor estadounidense en el tema de la ética médica católica, ha dicho que, con el criterio usado para la “muerte cerebral”, no existe una “certitud moral” que el paciente está realmente muerto, la cual es una condición que ha sido señalada por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, como necesaria para permitir que se remuevan los órganos.
La evidencia disponible, él dice, “crea una duda razonable que excluye la “certitud moral” que los cuerpos que son sostenidos con vida mediante un ventilador, son realmente cadáveres.
El profesor E. Christian Brugger, un socio de alto rango de la Fundación Cultura de la Vida dio su opinión que fue publicado en un artículo preparado en forma de pregunta y respuesta en inglés, para la Agencia Católica de Noticias Zenit, que está localizada en Roma.
Brugger cita del Papa Juan Pablo II, quien dijo ante un congreso sobre el trasplante de órganos, que “existe una sola ‘muerte de la persona’, que consiste en la total desintegración de ese conjunto unitario e integrado que es la persona misma”.
“Aunque no podemos identificar el evento directamente, podemos identificar las señales biológicas consecuentes con la pérdida de aquella unidad,” dijo Brugger. Sin embargo, según dicen muchos peritos, estas señales biológicas no están presentes en los casos de “muertes cerebrales”.
En su discurso impartido ante la conferencia sobre el trasplante de órganos en el año 2000, el Papa Juan Pablo II había dicho que, cuando el criterio para determinar una muerte cerebral es “rigorosamente aplicado”, entonces “no crea conflicto con los elementos esenciales de una antropología sana”. No obstante, este juicio tiene que gozar de una “certitud moral”.
Brugger sugirió, sin embargo, que sus declaraciones, cuando, “habla de ello en el sentido debido”, no cualifican como aquellas declaraciones autoritativas emitidas por el magisterio de la Iglesia, debido a que la autoridad de la Iglesia comprende asuntos de fe y moral. La validez de la “muerte cerebral”, sin embargo, está basada “en la premisa científica de que tales y cuales indicadores empíricos corresponden a la ausencia de la vida humana.”
“Esto es un asunto técnico que determina si los indicadores son adecuados para señalar con precisión si la muerte ha ocurrido”, él puntualizó.
Brugger hace referencia a las investigaciones realizadas por D. Alan Shewmon, las cuales, él dice, “muestran conclusivamente que los cuerpos de algunos que son correctamente diagnosticados como sufriendo de una muerte cerebral en su todo, expresa la unidad e integridad corporal a un grado bastante alto”.
Más aún, él dice que los pacientes que sufren de “muerte cerebral” y que son sostenidos con vida mediante un ventilador, “han mostrado que respiran a nivel celular….asimilan nutrientes….luchan contra la infección ocasionada por cuerpos extraños….mantienen la homeostasis….eliminan, decodifican, y reciclan el desperdicio celular en todo el cuerpo, mantienen la temperatura del cuerpo; crecen proporcionadamente; sanan heridas….exhiben estrés cardiovascular y hormonal responsivas a los estímulos nocivos tales como incisiones; gestan un feto…e incluso pasan por la pubertad.”
Todo esto, dice Brugger, parecería indicar que la “muerte cerebral” no cumple con el criterio del Papa Juan Pablo II para una definición de la muerte, para ser ”la total desintegración de aquel unido e integrado todo, que viene siendo la persona misma.”
La controversia sobre los trasplantes de órganos parte del uso diseminado de varios criterios sobre la “muerte cerebral”, incluyendo el criterio sobre el corazón no-latente para determinar si los órganos pueden ser removidos de un paciente conectado a un ventilador. Los médicos, deseosos de obtener órganos, regularmente están removiendo órganos de pacientes cuyos signos vitales todavía siguen fuertes, a la vez que los familiares a menudo informan que son objeto de mucha presión para dar su consentimiento para la “cosecha” de órganos.
Este problema, sin embargo, todavía no ha sido plenamente estudiado por las distintas oficinas pertinentes en el Vaticano, quedando todavía una fuerte inclinación entre algunos oficiales a favor del criterio de la “muerte cerebral”.
En noviembre de 2008, el Papa Benedicto XVI dio un discurso ante la prestigiosa conferencia internacional sobre el trasplante de órganos en donde él advirtió que el principio de certitud moral para determinar la muerte, tiene que ser de alta prioridad para los médicos. Sin embargo, entre aquellos que figuraban en el listado de conferenciantes para la conferencia, la cual contó en parte con el apoyo de la Academia Pontificia para la Vida del Vaticano, no se halló que alguno confrontara el asunto moral que compone el eje de la controversia, en torno a los trasplantes de órganos.
El Papa dijo, sin embargo, que la donación de órganos, es solamente lícita cuando ello no “pone en serio peligro” a la salud de donante.
“No puede existir la mínima sospecha de arbitrio, y cuando no se haya alcanzado todavía la certeza, debe prevalecer el principio de precaución”, el advirtió. Benedicto añadió lo siguiente: “En estos casos, el consentimiento informado es condición previa de libertad para que el trasplante se considere un don y no se interprete como un acto coercitivo o de abuso.”
A pesar de la uniformidad en el enfoque positivo dado por los asistentes de la conferencia al criterio para la muerte cerebral, las declaraciones del Papa fueron aceptadas como una advertencia de alta importancia.
En aquel entonces, seguidamente en febrero, en una conferencia por separado sobre la “muerte cerebral”, se congregaron peritos en medicina, neurología, y la filosofía, se condenó rotundamente el uso del criterio, arguyendo que ello resulta en la muerte de pacientes por una remoción prematura de los órganos.
Arriba: foto del Profesor de ética E. Christian Brugger.
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