sábado, 9 de abril de 2011

La unión opositora liquida la reforma política



Por Juan Ruiz para el Informador Público

En medio del clima de confusión general que impera hoy en la Argentina hay sin embargo algunas claves bien definidas que deberían estar siendo consideradas con la debida seriedad especialmente por la dirigencia política y empresarial:
a) con la actual dispersión de las opciones electorales de la oposición se cristaliza la estrategia divisionista del oficialismo. b) el éxito de esta estrategia consagraría a la nomenklatura que integran Bonafini, Kunkel, Conti, Pérsico, Moyano, D’Elía, Schoklender, Verbitsky, Garré, Báez, López, la Cámpora, Rudy Ulloa etc. como los interlocutores privilegiados del proceso político de los siguientes cuatro años, además con un poder exacerbado por el triunfo. c) la polarización electoral en cambio llevaría directamente a la derrota del kirchnerismo al ofrecer una vía apropiada y posible al 65% que quiere ver el final de esta etapa.

Este panorama tan oscuro tiene no obstante la gran virtud de poner a la oposición frente a su inflexible realidad: si se une gana, si se divide pierde, lo cual en rigor de verdad sería un justo castigo digno de aplausos a su incapacidad de articular una estrategia común si no fuera que junto a ellos pierde el país.

Las chicanas que se tiran mutuamente en escaramuzas mediáticas quienes aspiran a la primera magistratura intentan vanamente eludir este dilema de hierro que para la gente de a pie es central para tomar su decisión.

No le interesa al público en lo más mínimo escuchar los lugares comunes de lo que los candidatos “van a hacer” si ganan porque saben fehacientemente que todo eso es puro verso si no encuentran una fórmula de acuerdo que pueda enfrentar con éxito al aparato propagandístico manejado impúdicamente por el oficialismo que sí sabe que va a hacer: liquidar toda opinión disidente y someter al campo, al empresariado y a la justicia a la extorsión y a la exacción permanente.

Como consecuencia paralela, esta actitud dirigencial desprovista de un mínimo de grandeza devalúa todos los discursos opositores e introduce en sus potenciales votantes el desánimo y la permeabilidad emocional a las consignas kirchneristas tipo “Cristina ya ganó” lo que puede inclinar muchos votos hoy indecisos.

Paradójicamente la oposición en su conjunto -salvo las opciones que como Proyecto Sur y la Coalición Cívica son funcionales al oficialismo- tiene en sus manos la posibilidad de usar un movimiento de karate y dar una vuelta de campana a esta situación gracias al engendro legal impulsado por el extinto diputado y candorosamente aceptado por la oposición: la ley 26.571.

En efecto, una interna abierta en la que de un lado compitan todos los aspirantes a la presidencia no kirchneristas dentro de una sola alianza y del otro sea simplemente un trámite proclamatorio de las candidaturas de Cristina Fernández y de los integrantes de las listas de diputados y senadores puestos a dedo desde Olivos sería casi mortal para los planes kirchneristas puesto que en este último caso faltaría el ingrediente de expectativas que moviliza a los militantes al estar cerrado ya antes de la elección el paquete de cargos.

En cambio, para los competidores de la opción kirchnerista esta primaria abierta sería simple y sencillamente un adelantamiento de las elecciones generales que el aparato oficialista no podría distorsionar porque al ser el mismo día toda su gente estaría muy ocupada tratando de arrimar la mayor cantidad de votantes para que la elección interna del Frente para la Derrota no termine en un tremendo papelón con una marcada diferencia de concurrentes respecto del otro frente.

Si Macri, Duhalde, Rodríguez Saá, Sanz, Alfonsín, Binner, Solá, Das Neves y quien crea realmente tener el suficiente respaldo electoral partidario e independiente como para contar con posibilidades de llegar a la presidencia, ¿Qué mejor método para probar su postura que una interna abierta -especie de ley de lemas- financiada con fondos públicos? ¿Acaso podría alguno de ellos por su lado lograr solo en octubre lo que no pudo en agosto?

A un acuerdo de estos alcances le seguirían varias derivaciones favorables. En primer lugar, generaría de inmediato un cambio de expectativas en la opinión pública que hoy ve un oficialismo monolítico y una oposición desorientada, porque vería que hay en el conjunto opositor una efectiva voluntad de recuperar las instituciones devastadas por el kirchnerismo y producir un cambio profundo en la gestión de la cosa pública, y que además tiene un camino claro para posibilitar esos objetivos sometiéndose a un examen previo a las generales en las mismas condiciones que si lo hicieran por separado.

Por otra parte el acuerdo opositor dejaría de verse por los electores como un “rejuntado” porque la fórmula ganadora en caso de acceder a la presidencia aplicaría su propio programa en base a las cinco coincidencias básicas y las demás agrupaciones participantes serían libres de acompañarlo o conformar la oposición.

Se reduciría al mínimo la incidencia de opciones contestatarias funcionales al oficialismo como Solanas o Carrió que quedarían fuera de juego con posibilidades marginales que no justificarían ni siquiera su presentación en la competencia final.

Movilizaría fuertemente a militantes y simpatizantes de cada una de las agrupaciones aliadas al estar en juego los cargos legislativos que se distribuirían por el sistema de repartición proporcional de tal modo que el futuro congreso ya quedaría prefigurado a partir de las internas.

Por el contrario, quienes se nieguen a participar de esta ingeniería electoral ganadora estarían exhibiendo ante la opinión pública que su presunta aspiración presidencial es solamente una táctica de posicionamiento personal o una especie de hobby que nada tiene que ver con una sincera preocupación por la marcha del país o con reales convicciones políticas y estaría expresando su temor de que la competencia desnude su verdadero potencial político y termine con sus aspavientos mediáticos.

Dos reflexiones finales: una, la instrumentación de esta obra de ingeniería electoral no es para improvisados ni imperitos porque la ley 26.571 es un campo minado cuya llave está en manos del poder judicial y la DINEA. Dos, está claro que solamente una sincera voluntad colectiva de terminar con el experimento setentista y el aislamiento internacional para poner a la Argentina en el lugar que le corresponde en el concierto de las Naciones puede fraguar esta iniciativa, porque lamentablemente todavía “no es la grandeza sino el éxito el dios que adora todo el mundo”.
08 de Abril de 2011

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