jueves, 23 de junio de 2011

PALABRAS DEL P. ALBERTO EZCURRA SOBRE MALVINAS

El deber de amar a la Patria.
por el Pbro Alberto Ezcurra Uriburu.
Desde la primera Misa por la Patria, en la cual rogamos de manera particular por los caídos en las Islas Malvinas y en el Atlántico Sur, este es el quinto aniversario de esta gloriosa fecha.
Rezar por la Patria; es un deber nuestro, como argentinos y también como católicos.
Y es necesario señalarlo, porque a veces en algunos ambientes católicos encontramos quien piensa que el patriotismo, el amor a la Patria ferviente, el amor por las cosas de la Patria, el luchar por la Patria, el jugarse por la Patria, es algo, bueno como una idea fija de algunos, es el entusiasmo de algunos, es como si fuera la opción por un equipo de fútbol, o por un partido político, o todas esas cosas combinadas. No.

Para nosotros como cristianos, como católicos, el amor a la Patria es un deber; es parte del mandamiento del Señor que nos manda amar a nuestros prójimos.

Y entre el prójimo tenemos que amar con mayor predilección a aquellos que están unidos a nosotros por lazos de sangre, de lengua, de religión, de cultura, de tradición, de historia. Y es un deber también como hijos: el mismo cuarto Mandamiento que nos manda amar a nuestros padres, nos manda también amar a nuestra Patria porque de los padres y de la Patria nosotros recibimos la vida. Y como estamos obligados a amar a nuestros padres, tenemos que amar también a nuestra Patria.

Se podría decir que un buen católico, que uno que cumpliera con todos los deberes de piedad pero que no amara a su familia, que no cumpliera sus obligaciones para con su familia, ciertamente que no sería un buen católico. Exactamente lo mismo podríamos decir de aquél que se llama católico y que a lo mejor se vuelca en manifestaciones exteriores de su Fe, pero no es capaz de amar a esta tierra en la cual Dios lo hizo nacer. A este rincón del mundo que se llama la República Argentina. Porque no nacimos aquí por casualidad, sino que fue la Providencia de Dios que quiso que viniéramos al mundo en este rincón del mundo y en este tiempo de la historia.

La Patria en el Magisterio

Ese deber de los católicos para con la Patria es algo que nos enseña toda la historia de la Iglesia, y de una manera particular, en la palabra del Papa en nuestros tiempos. De todos los Papas en el último siglo que nos exhortan a cumplir con ese deber. Son abundantes estas exhortaciones de los Pontífices donde hablan a los católicos del amor a la Patria y del sentido que la Patria tiene. Me voy a limitar simplemente a algunas citas, porque esto no es una conferencia y no quiero ser largo.

El Papa León XIII, el gran Papa de la Rerum Novarum, el que manifestó su preocupación por los trabajadores, amaba también a la Patria y nos enseña a amarla. Y dice la Encíclica que

«el amor sobrenatural de la Iglesia y el amor natural a la Patria, son dos amores que proceden de un mismo principio eterno, porque la Causa y el Autor de la Iglesia y de la Patria es el mismo Dios. De lo cual se sigue que no puede darse contradicción entre estas dos obligaciones».

Y el Papa San Pío X, el único Papa canonizado de este siglo, decía a un grupo de peregrinos en Roma:

«Sí, es digna no sólo de amor sino de predilección la Patria, cuyo nombre sagrado despierta en nuestro espíritu los más queridos recuerdos y hace estremecerse todas las fibras de vuestra alma. Esta tierra común que habéis tenido por cuna, a la que os vinculan los lazos de la sangre, y esa otra comunidad aún más noble de los afectos y las tradiciones. Si el catolicismo fuera enemigo de la Patria, no sería una religión divina».

Palabras del Papa San Pío X.

El gran Pontífice Pio XII escribía:

«Existe un orden establecido por Dios, según el cual se debe amar más intensamente y se debe ayudar preferentemente a aquellos que están unidos a nosotros por especiales vínculos. El Divino Maestro en persona dio ejemplo de esta manera de obrar, amando con especial amor a su tierra y llorando tristemente a causa de la inminente ruina de la ciudad santa».

Y el Papa Juan Pablo II, que nos visitara hace cinco años, en los momentos difíciles de la Patria, dice en una alocución a los Obispos argentinos:

«La universalidad, dimensión esencial en el pueblo de Dios, no se opone al patriotismo ni entra en conflicto con él. Al contrario, lo integra, reforzando en el mismo los valores que tiene, sobre todo el amor a la propia Patria, llevado si es necesario hasta el sacrificio».

Pensemos un poco en estas palabras. Pensémoslas y cuando dentro de pocos días tengamos la gracia de que el Santo Padre vuelva a pisar el suelo argentino, veremos que su primer gesto será arrodillarse y besar el suelo de la tierra patria. Sólo alguien como el Papa, que ama profundamente a su patria, a su nación polaca, a aquella patria que tiene mil años de historia, de sufrimiento, de martirio, pero mil años de fidelidad a Cristo, sólo quien ama profundamente a su Patria, es capaz también de tener ese amor y ese respeto por las patrias de los otros.

Malvinas: gesta patriótica.

Pero el Santo Padre nos habla de ese amor llevado si es necesario hasta el sacrificio.

Dar la vida por la Patria. Y esto nos hace pensar que en esta Misa por la Patria rogamos de una manera especial por aquellos que hace cinco años entregaron su vida por la Patria. Y a ellos podemos referir también, a su gesto, a su heroísmo, a su sacrificio, aquellas palabras de Cristo:

«Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos».

Es fácil amar a la Patria en los discursos, es fácil amar a la Patria con la boca, con la lengua, con las palabras. Es fácil amar a la Patria con promesas, con declamaciones, pero el ejemplo que nos dieron estos héroes del Atlántico Sur fue el amor a la Patria llevado hasta la entrega de lo más grande que el hombre puede tener en el orden natural, hasta la entrega de la vida. Y por eso mismo, porque dieron la vida en ese amor gigante de la Patria, podemos decir que su sacrificio no fue inútil. Y lo podemos decir aunque quieran a toda costa convencernos de que así fue. Aunque este 2 de Abril no se celebre con festejos oficiales, lo celebran las Fuerzas Armadas y lo celebran muchos patriotas en muchos rincones del país, pero hay un silencio sobre eso. Y de tal manera se lo ha querido oscurecer o tapar, que llegaron a sacar del calendario escolar la fecha del 10 de junio de la cual nadie se acordaba y la hicieron feriado para que no lo fuera el 2 de Abril, para que nos olvidemos de aquellos que pasó aquí en la Argentina.

Por más que se quiera desmalvinizar el espíritu de los argentinos, no se podrá, porque el espíritu de Malvinas es un espíritu patriótico que no transa con la mentira, que no transa con la injusticia, que no transa con aquellos que son enemigos de la Patria desde afuera o desde adentro, enemigos del cuerpo de la Patria o enemigos del alma de la Patria. Porque es espíritu de heroísmo y de coraje, y entonces ese espíritu molesta a los entreguistas, molesta a los cobardes; ese espíritu molesta a aquellos que son cómplices de la presencia del extranjero en nuestra Patria, a aquellos que son cómplices de que estemos sujetos al imperialismo internacional del dinero; a aquellos que prefieren la cobardía, la mentira de las asambleas, de los parlamentos internacionales, al gesto claro, al gesto heroico. Entonces nos dicen que eso fue una locura, un gesto inútil, un sacrificio vano. No es cierto; no existe un sacrificio inútil cuando ese sacrificio ha sido hecho por una causa grande. No existe un sacrificio inútil. Aquí se dijo, al comienzo de esta Misa que ante Dios no hay héroes anónimos, ante Dios no existe el soldado desconocido. Ante Dios cada uno de los que han dado su vida por una causa grande, tiene nombre y apellido y tiene un lugar en el premio de Dios.

Lo mismo podemos decir que para Dios no existen sacrificios inútiles y son también palabras de la Escritura Santa:

«La semilla que no cae en la tierra y muere, no da fruto».

Y esto vale para cada uno de nosotros que tenemos que morir al pecado, que tenemos que morir a nuestras inmundicias, a nuestras concupiscencias, a nuestras cobardías.

Pero eso vale también para la Nación: no se construye la grandeza de una Nación si no es por el sacrificio. Y ese sacrificio no es inútil, porque así como la semilla que cae en tierra produce mucho fruto y se multiplica en tantas y en nuevas semillas, así también los que entregan su vida por una causa grande son semillas que hacen crecer esa causa.

Los héroes edifican la Patria

Lo decía Tertuliano en los primeros siglos de la Iglesia, cuando el Imperio Romano perseguía a los cristianos y los arrojaba a las fieras y los crucificaba:

«La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos».

Y esos cristianos perseguidos, escondidos en las Catacumbas, aparentemente derrotados, fueron la semilla que permitió que la Iglesia de Cristo conquistara el Imperio y conquistara Europa y se extendiera por todo el mundo.

Y lo mismo podemos decir si miramos hacia la Guerra de las Malvinas: los cuerpos de nuestros soldados que se pudren en la turba de las Malvinas, los cuerpos de nuestros pilotos de la Fuerza Aérea que están en los mares helados del Sur, son semilla sembrada que un día, cueste lo que cueste y tenga que pasar el tiempo que tenga que pasar -la vida de las naciones se mide por escalas muy distintas de la vida de los hombres-, esas semillas un día van a fructificar en una Patria nueva, van a fructificar en una Patria distinta, van a fructificar en aquella Patria por la cual se sacrificaron. En aquella Patria a la cual entregaron su vida.

El ejemplo de coraje y de heroísmo no lo podemos olvidar. Tenemos que ser fieles, es un compromiso para los estamos vivos, es algo que no tenemos derecho a olvidar, es algo que tenemos que enseñar a nuestros hijos. A los niños se los educa enseñándoles los grandes principios, pero sobre todo se educa a los niños poniéndoles delante de la vista el ejemplo. El ejemplo de los santos y el ejemplo de los héroes. Y de esa manera, alimentada por el ejemplo vivo de los santos y de los héroes que son capaces de encarnar el ideal de Dios y el ideal de la Patria, así entonces van a crecer niños argentinos cristianos, con ese ejemplo.

No podemos olvidar ese sacrificio. Sacrificio de los combatientes silencioso y oculto.

Tantas anécdotas recuerdo… Yo tuve que atender de cerca -trabajo, digamos así-, ser respaldo en retaguardia, de las familias de nuestros pilotos que combatieron en el Sur, en la Brigada Aérea de Paraná. Y me tocó una de las tareas más dolorosas de la guerra, que era ir a llevar a las viudas la noticia de que el marido había caído en el Sur. Recuerdo una de ellas, que su esposo fue voluntariamente a una misión que no le correspondía, después del primer impacto, recobró la serenidad, se sentó y nos dijo:

«Tengo que ser fuerte y tengo que pensar en mis hijos y en mi país. Tengo que mirar adelante».

Y recuerdo también en una reunión con las esposas de una serie de combatientes, donde salió el tema -habíamos rezado el Rosario- y una de ellas pregunta:

«¿Y qué les decimos a nuestros hijos?».

Y allí, conversando salieron cosas tan hermosas… Y una de ellas dijo:

«Mi hija el otro día -tenía cinco años- me preguntó: ¿Papá cuándo vuelve? Yo le dije: Papá está peleando en el Sur para defender las Malvinas que nos han robado los ingleses; vos tenés que rezar a Jesús todos los días para que él vuelva. Pero si no vuelve es porque Dios lo necesita».

Y cuando tuve que viajar a una base del Sur, ella estaba en cama con peligro de pérdidas -perdió un hijo-; la fui a ver y le pregunté qué quería que le dijera al esposo que estaba combatiendo en el Sur. Me dice:

«Dígale cómo está mi situación, pero dígale también que no vuelva, que cumpla con su deber, que ya lo hemos hablado».

¿Puede ser inútil todo eso? No puede ser inútil. No podemos olvidar que esta Argentina lamentablemente acostumbrada a arrastrarse en la mediocridad, en el «no te metás», en la entrega, que en un momento tuvo un gesto heroico, y que ese gesto heroico fue compartido por todo un pueblo, sin distinción de banderías; por todos aquellos que se sentían argentinos; y que ese gesto heroico fue acompañado por todas aquellas naciones a las cuales nos unen lazos de religión, d sangre, de tradición y de idioma.

A esta América nuestra como dice Rubén Darío «que tiene sangre hispánica y que aún reza a Jesucristo y que aún habla el español». No podemos olvidarlo. No podemos olvidar el mensaje de aquellos héroes que se expresa por ejemplo en la carta del Teniente Roberto Estévez, muerto en combate en Puerto Darwin:

«Querido Papá: cuando recibas esta carta ya estaré rindiendo cuenta de mis acciones a Dios Nuestro Señor. Él que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto, que muera en el cumplimiento de mi misión. Pero fijate vos qué misión, ¿no es cierto? ¿Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas todos destinados a recuperar las Islas Malvinas y a restaurar en ellas nuestra soberanía? Dios que es un Padre generoso ha querido que éste su hijo totalmente carente de méritos viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria. Lo único que a todos quiero pedirles es: 1° que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo; 2° que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la apertura a la tristeza; y muy importante, que recen por mí. Papá, hay cosas que un día cualquiera no se dicen entre hombres, pero que hoy debo decírtelas.

Gracias por tenerte como modelo de bien nacido. Gracias por creer en el honor. Gracias por tener tu apellido. Gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española. Gracias por ser soldado. Gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar. Hasta el reencuentro si Dios lo permite. Un fuerte abrazo. ¡Dios y Patria o muerte!. ROBERTO.


Y la interrogación última que nos deja el 1er. Teniente de la Fuerza Aérea Jorge Daniel Vázquez, escrita el 19 de mayo de 1982, once días antes de su muerte heroica en el ataque al Invencible, en la carta a un compañero:

«Ruego a Dios realmente para que todo esto no caiga en el olvido y sirva para que cada muerte nos haga recapacitar. Sin duda que estoy motivado para decir esto y lo digo yo y todos los que estamos aquí. Realmente sufriría mucho si esto no llegase a servir para nada».

No traicionar su legado

Ese es el mensaje de los que entregaron su vida. Y ese mensaje está dirigido a nosotros, a los que todavía vivimos en el suelo de esta Patria. Y ese mensaje significa para nosotros un deber, una obligación todo un compromiso. Nosotros no podemos traicionar, no podemos olvidar estas palabras. Nosotros no podemos olvidar el sacrificio ni la sangre derramada. La Patria, que es de aquellos que han muerto y la entregaron en nuestras manos nosotros tendremos que entregarles un día a nuestros hijos una Patria de veras y no una colonia. Una Patria cristiana y no una Patria destruida por el ateísmo "sin Dios y sin Patria "de los marxistas. Tendremos que entregarles una Patria mejor y una Patria limpia en el cuerpo y en el alma. Por eso nos reunimos aquí para rezar. Para encontrar junto al altar, en la Palabra de Dios, en el Cuerpo de Cristo, la fuerza para luchar por nuestra Patria.

Y terminemos mirando lo que escuchábamos en la primera lectura: cuando el pueblo de Israel en el desierto se olvida de Dios y se pone a adorar el becerro de oro. Dios dice que «este pueblo es de dura cerviz y que su ira se va a encender contra ellos hasta consumirlo». Y entonces Moisés se coloca delante de Dios con los brazos en cruz para pedirle que tenga misericordia de ese pueblo.

« ¿Por qué Señor se va a encender tu ira contra tu pueblo? Aleja el incendio de tu ira. Arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tu servidor. Acuérdate de tus promesas».

Esa es la oración que podemos levantar hasta el Señor:

«Señor, hay muchos motivos para que estés enojado con este pueblo, porque en esta Patria que nació cristiana, porque en esta Patria que lleva en su Bandera los colores del manto de la Virgen, son muchos los que se olvidan de ese origen, son muchos los que vuelven las espaldas a Dios y vuelven las espaldas a Cristo. Son muchos incluso los que blasfeman y ensucian las cosas más nobles y más santas. Señor, a pesar de eso, a pesar de que en esta Patria reina la mentira, a pesar de todas las traiciones y las cobardías y las injusticias, a pesar de que Cristo ha sido expulsado de la escuela y que en la Universidad vuelve penetrar el marxismo, a pesar de la inmundicia que corrompe nuestra cultura, a pesar de que se quiere destruir a la familia, a pesar de que no se valora el trabajo de los argentinos, sino la especulación, la usura, los intereses internacionales, a pesar de todo Señor, acuérdate de nosotros. Señor ten piedad de esta Patria. No mires nuestros pecados ni nuestras debilidades, Señor, sino el sacrificio de aquellos que amaron a la Patria y de aquellos que te amaron. Señor, acuérdate de esta Patria donde tu Madre un día en su imagen de la Virgen de Luján quiso detener milagrosamente las carretas para quedarse en ella y para ser nuestra Madre del Cielo».

Que por medio de la Virgen de Luján, por medio de nuestra Madre del Cielo, se eleve la oración por los muertos y por la Patria hacia Dios Nuestro Señor.



Secretaría de Comunicaciones
Movimiento Cívico-Militar CONDOR - PDNI
www.mov-condor.com.ar
www.pdni.com.ar
Vicecomodoro (R) (VGM) Horacio Ricciardelli - Presidente




[*] MISA POR LA PATRIA. Sermón pronunciado en San Rafael, Mendoza, en la Parroquia Nuestra Señora de Luján, el 2 de Abril de 1987. Cf. Ezcurra Alberto, “Sermones Patrióticos”, Cruz y Fierro Editores, Bs. As., 1995, pp 83 a 94.
Gentileza: Daniel Omar González Céspedes del Centro Padre Escurra

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