Por Paul De Maeyer
En el mundo occidental, especialmente en el anglosajón, desde hace años asistimos a intentos, por parte de ciudadanos individuales (ateos y no), asociaciones pro derechos civiles o administraciones públicas, de eliminar, en nombre de lo “políticamente correcto” (la expresión viene del inglés literal “politically correct”), de la vida pública todas las referencias (símbolos inclusive) al cristianismo o a la fe cristiana, porque se consideran vergonzosos o incluso ofensivos con respecto a los no cristianos o no creyentes.
Basta sólo pensar, por ejemplo, en la batalla legal que se desarrolló en Estados Unidos en torno al monumento a los Diez Mandamientos colocado, en verano de 2010, en el atrio del Alabama State Judicial Building por el entonces juez, presidente del Tribunal Supremo del estado, Roy Moore, o la creciente moda en los países anglosajones de usar la expresión neutral “holiday season” o “festive season” (es decir la época de vacaciones o de fiestas) para referirse al periodo natalicio.
Más cercano a nosotros fue el caso Lautsi contra Italia, la causa legal puesta en marcha (y perdida definitivamente ante el Tribunal Europeo para los Derechos del Hombre el pasado 18 de marzo) por la ciudadana italiana de origen finlandés, Soile Tuulikki Lautsi, contra Italia con el fin de obtener la eliminación del crucifijo de las aulas en la escuela frecuentada por sus hijos en Abano Terme, provincia de Padua.
Ahora es la Australia de la (vacilante) primera ministra laborista Julia Gillard, la que quiere añadir un nuevo capítulo a la creciente alergia, intolerancia y, a veces, fobia a los cristianos y a su fe. Como cuenta en días pasados el Daily Telegraph de Sydney (2 de septiembre), el organismo responsable de la estructuración de los programas escolares -Australian Curriculum, Assessment and Reporting Authority (ACARA)- ha decidido eliminar de los libros de texto los tradicionales términos “BC” (Before Christ”, es decir “Antes de Cristo”) y “AD” (Anno Domini” o “En el año del Señor”, es decir “Después de Cristo”), sustituyéndolos por términos más neutrales.
Según el plan de las autoridades australianas, que tendría que entrar en vigor ya el próximo año escolástico pero que ha sido retrasado por el coro de protestas que ha suscitado, se utilizarán sólo las siglas “BCE” (“Before Common Era” o “Antes de la era común”) y “CE” (“Common Era” o “Era Común”). Los dos términos, que no modifican el sistema de datación basado en el nacimiento de Jesucristo como punto de partida pero que le quitan toda referencia explícita a su nombre, no son nuevas. Se remontan al siglo VI, cuando el monje Dionigio el Pequeño (o el Exiguo) introdujo “la era cristiana” o “vulgar”, aunque se han hecho más famosos sólo a finales del siglo XX.
Para complementar el cambio de época se usará la expresión “BP” (“Before Present”, es decir “Antes del [tiempo] presente”), una escala cronológica usada en el campo de las disciplinas arqueológicas (la datación a través del carbono 14 o radiocarbono) y científicas (por ejemplo en la geología) y que por convención tiene como punto fijo o “presente” el año 1950 dC.
Este movimiento realizado por los responsables del ACARA ha suscitado una serie de reacciones negativas, comenzando por el arzobispo anglicano de Sydney, Peter Jensen, que habló en el Daily Telegraph de “un intento intelectualmente absurdo de eliminar a Jesús de la historia humana”.
“Es absurdo -destacó el exponente anglicano-, porque la venida de Cristo permanece en el punto central de datación y porque la frase 'era común' no tiene sentido y es engañosa”.
También ha sido rotundo el rechazo de otro conocido exponente protestante, el reverendo Frederick (“Fred”) Nile, que desde 1981 se sienta casi ininterrumpidamente en la Asamblea Legislativa del estado de Nuevo Gales del Sur. El reverendo, que también es presidente del partido conservador Christian Democratic Party (CDP), definió la elección del organismo como una “vergüenza absoluta” y un “insulto final”.
También el ministro de Educación, Christopher Pyne, ha rechazado la iniciativa del ACARA, recordando que “Australia es la que es hoy” gracias a “los fundamentos de nuestra nación en la herencia judío-cristiana”. Según la opinión del político, que es diputado por el Partido Liberal (LP) en el Parlamento Federal de Canberra, “kowtowing” o “postrarse ante lo políticamente correcto” equivale a “negar lo que somos como pueblo”.
Igualmente claras han sido las palabras de su colega de partido, el diputado federal Alexander (“Alex”) Hawke. “Esto representa el enésimo intento de reescribir nuestra historia según las directrices de lo políticamente correcto”, declaró (The Hills Shire Times, 6 de septiembre).
Punzante ha sido el comentario de otro político liberal, Mike Thomas, que preside actualmente el Hills Shire Council, en el Nuevo Gales del Sur. Según Thomas este asunto demuestra que “tenemos demasiados burócratas con demasiado poco que hacer”. “No puedo creer que el dinero de los contribuyentes se derroche de esta manera”, añadió.
Por su parte, el ministro de la educación de Nuevo Gales del Sur, Adrian Piccoli, declaró que no ve la necesidad de la reforma. “No es mi papel como ministro microgestionar el plan de estudios, pero soy de la opinión común de que (el cristianismo) forma parte de nuestra cultura y no veo la necesidad cambiar las fechas”, dijo el político, miembro del National Party (NP o The Nationals) (The Daily Advertiser, 4 de septiembre).
El proyecto para eliminar los términos “BC” y “AD” llega en un momento en el que las escuelas católicas son muy demandadas en Australia, incluso entre familias no católicas. Así lo sugiere, al menos, la situación en el estado del Sur Australia. Los datos vienen de una reciente encuesta que dice que 20.000 de los 48.783 estudiantes -es decir casi la mitad- inscritos en las escuelas católicas del estado no son católicos.
Según la web Adelaide Now (30 de agosto), algunos de los padres en cuestión declararon que se sienten atraídos por las escuelas confesionales porque son más accesibles económicamente y por el sentido de comunión que, a menudo, falta en los institutos escolares del sistema público. El único problema para los padres no católicos es que, a veces, hay más enseñanza religiosa de la que esperaban...
Como declaró el responsable de Catholic Education South Australia (CESA), Paul Sharkey, la afluencia de los no católicos coloca a las escuelas católicas ante un desafío. “Por un lado, si te concentras en la fe católica e intentas imponer a los estudiantes las expresiones tradicionales -creencias, rituales o enseñanzas-, simplemente rechazarán la imposición”, explicó. “Por otro lado, si intentas traducir las convicciones católicas y las prácticas a términos fácilmente comprensibles para los estudiantes, corres el riesgo real de desvirtuar la fe católica”, continuó.
“Nuestro desafío es el de implicar a los estudiantes en un diálogo verdadero entre la fe católica y lo que les importa de sus vidas”, concluyó Sharkey.
Sin embargo la siguiente pregunta permanece: ¿Cómo se puede realizar este diálogo si el nombre de Cristo es un tabú?
ROMA, viernes 9 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).-
Traducción del italiano por Carmen Álvarez
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