por Alberto Buela (*)
Uno de los rasgos más significativos que forman parte de la decadencia del Imperio romano es la aparición de la usura apoyada en el poder político.
Uno de los rasgos característicos de la decadencia de la Cristiandad, esto es, la organización de la sociedad bajo los postulados de Cristo, que llegó a su plenitud en el siglo XIII, fue la reaparición de la usura desde el poder.
En la historia de la humanidad tres veces se repite la aparición de la usura como rasgo típico y específico de la decadencia de una cultura o civilización: en la caída del Imperio romano, en la caída de la Cristiandad y en la caída del nuevo orden mundial.
Usureros hubo siempre. Ya el viejo Aristóteles condena a los usureros de su tiempo: “De todas las formas de comercio la usura es la más depravada”. Usureros hubo muchos en la Roma de Vespasiano, el de: pecunia non olet (el dinero no tiene olor). Usureros fueron genoveses y lombardos que inventaron el banco. Usureros fueron los judíos Fugger que fundieron a Carlos V y desprestigiaron a la Iglesia con la venta de las indulgencias para financiar la construcción de San Pedro, que terminó siendo uno de los detonantes de la Reforma protestante en 1516.
Pero es, específicamente, es con la Reforma protestante que se consolida la usura, al ser abandonadas las antiguas restricciones a la usura impuestas por la Iglesia a través de su Ley Canónica.
Usureros son los “hermanitos Lehman” que quebraron con su mega estafa internacional de 800.000 millones de dólares a fines de 2008 a los Estados Unidos y su “nuevo orden mundial”. Hoy el mundo financiero está al garete. Nadie sabe nada y las naciones históricas (Grecia, Italia, España, Inglaterra, Portugal) a punto de quebrar.
Pero, qué es la usura?
En forma breve y sintética podemos decir que la usura es cobrar un interés sobre un préstamo sólo de dinero o sobre una simple promesa de dinero.
No es usura cobrar interés sobre un préstamo ni siquiera cobrar mayor interés que el mínimo permitido. No. Se cae en la usura o se produce la usura cuando se produce el aumento de monto de un préstamo en dinero por el sólo hecho de ser dinero, simplemente porque es dinero o, peor aún, cuando se adquiere un aumento del capital por la sola promesa de dinero, sobre un instrumento de crédito.
El razonamiento de los viejos filósofos y teólogos es simple y de una claridad meridiana: al ser el objeto natural del dinero un medio circulante de cambio que permite el intercambio múltiple de productos, demandar un pago sobre él, es sacarlo de su objeto propio y transformarlo a su vez en mercadería. Reclamar un pago de intereses para que se lo libere a cuenta de las utilidades es injusto porque éstas, pueden no existir. Aquellos que monopolizan el dinero sustrayéndolo de la circulación, exigiendo un precio para poder usarlo, no sólo traban el crecimiento de la sana economía comercial y productiva sino que pretenden un aumento por algo que no aumenta ni procrea como es el dinero en sí mismo.
La usura viene siendo condenada desde el fondo de la historia. En la India ya los textos de Rig Veda a partir del 1700 a.C. prohiben la usura, los griegos ya lo vimos, los romanos a través de la Lex Genucia del 340 a.C. Los judíos tanto en el Levítico 25, 36 como en el Deuterenomio 23, 21 prohiben prestar dinero a interés, al menos a su hermano. Mahoma en el Corán del 600 d.C. critica la usura y la Iglesia católica también.
La usura es como la prostitución, todos la critican pero se sigue ejerciendo.
Hubo bancos de depósito (usureros) en el período de decadencia del Imperio romano, pero con el afianzamiento del cristianismo y su modo de vida desaparecieron, para reaparecer en la decadencia de la Edad Media. Así el primer banco moderno fue el Banco di San Giorgio en Génova en 1406, seguido por los de Venecia, Pisa y Florencia durante el Renacimiento.
El término banco deriva de la palabra italiana escritorio, utilizada por los banqueros judíos florentinos, quienes hacían sus operaciones sobre una mesa cubierta por un paño verde. Cuando alguno de estos banqueros quebraba se le rompía el escritorio, de allí viene la expresión “quebrar la banca”.
Pero es la Reforma quien al abrir las puertas a una ilimitada libertad individual (el primado de conciencia y la libre exégesis) la que desata la usura contenida hasta, incluso el Renacimiento, por pautas morales cristiano-católicas que se oponen abiertamente a su práctica.
Hay que recordar que como a los cristianos, desde los primeros tiempos, les estaba prohibido el cobro de intereses sobre un préstamo en dinero, esa tarea quedó en manos de los judíos que llegados el Renacimiento y la Reforma se transformaron en los primeros banqueros.
El primer registro de una operación usuraria del que se tienen noticias en la modernidad, es el de Enrique VIII de Inglaterra, quien cuando rompió con la Iglesia católica, tomó un gran préstamo en 1535 de los banqueros de la City de Londres al 10% anual, con lo cual convalidó por primera vez, desde el poder de un Estado y desde el poder de una iglesia (la anglicana), la usura.
A partir de allí, la usura pasó de ser un delito condenado y castigado severamente por todos desde los tiempos más antiguos, a ser estimada como una forma honorable de hacer negocios.
El carácter dañino y destructivo de la usura se ha puesto de manifiesto, una vez más, con la quiebra de “los hermanitos Lehman” de Nueva York en 2008. El mundo no sale de su asombro, está absorto, los dirigentes mundiales no saben qué hacer, mientras tanto los pueblos más emblemáticos de Europa han entrado en una decadencia económica, financiera, comercial y laboral que parece no tener fin.
Ante la mayor crisis financiera internacional de toda la historia de la humanidad aparecen tres posturas bien definidas: una, la del gobierno de los Estados Unidos que con una irresponsabilidad absoluta emitió dólares y apuntaló desde el Estado a los bancos en lugar de juzgar a los banqueros. Dos, la del Banco Central europeo manejado por Alemania-Francia, que se niega a emitir euros y pretende que la gran estafa internacional la paguen los pueblos y tres, la del progresismo hoy socialdemócrata y ayer marxista, de los Cohn Bendit que resposabilizan a las economías comerciales/industriales de Francia y Alemania, dejando de lado a sus “paisanos” de la Goldman Sachs que esquilmaron a Grecia en 450.000 millones de dólares.
La solución hoy como ayer es simple: eliminar la usura. Pero para ello es necesario una sola condición: la metanoia de los que deciden.
1. Bruto, además de ser uno de los asesinos de Julio César era un hombre rudo, insensible, acreedor despiadado y usurero sin entrañas que exigía intereses del 48 por ciento. Antes de la caída del Imperio Romano, Justiniano, uno de sus últimos emperadores trató de morigerar la usura pero su exceso había chupado la savia de la vitalidad romana
(*) alberto,buela@gmail.com
www.disenso.org
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