Ese gran acontecimiento que supuso el fin de la Unión Soviética en 1989 y su desmembramiento en pequeñas parcelas significó también el fin de Checoslovaquia, dividida entre Eslovaquia y la República Checa a partir de 1.993.
Y en este oasis centroeuropeo que soportó el comunismo durante décadas, se alza ahora el monumento que ilustra este post.
Se trata de una escultura que conmemora al niño “no nacido”. La estatua es obra del joven escultor eslovaco Martin Hudáčeka, según nos cuenta Religión en Libertad, de donde he sacado la imagen, que me sorprende por su realismo y poética expresividad. El niño parece esculpido en cristal, mientras se arrodilla a su lado una madre arrepentida que se representa en piedra. Materiales por sí mismos bastante metafóricos. A su vez el niño levanta la mano sobre la cabeza inclinada de su madre, en un gesto de amor filial.
Se está dando un fenómeno muy curioso en los países del este que tuvieron influencia comunista, un aumento de la religiosidad y también un grado de sensibilidad que les separa de la Europa decadente que hoy alberga la Unión Europea. Aunque Eslovaquia pertenece a esa Unión, su alma eslava parece que abriga los sentimientos de regeneración social que está demandando la civilización occidental.
Que alguien tenga la suficiente sensibilidad para representar el nefasto crimen del aborto merece que sea destacado como noticiable. No cuadra con el pensamiento políticamente correcto de nuestra sociedad. La banalidad con la que nuestra legislación trata el aborto eriza el vello de cualquier ser humano con sensibilidad. Mucho más en una época en la que podemos ver el rostro del feto de forma tridimensional.
Hablar del aborto en un país como Eslovaquia con un promedio de natalidad de 1,33 hijos por mujer, es bastante representativo de cómo algunos países han caído en la cuenta del invierno demográfico que les golpeará en apenas dos décadas. Pero esto por sí mismo no justifica el monumento que es iniciativa de un grupo de madres jóvenes conscientes del valor de la vida. Y lo curioso es que a su inauguración acudió el ministro de Salud de este pequeño país centroeuropeo. Resulta increíble pensar que algún miembro de nuestro actual gobierno pudiera estar presente en un evento similar.
Y mucho me temo que el gobierno entrante no sepa acometer medidas pro-vida, tras el lavado de cerebro sistemático al que se ha sometido la sociedad. Confundiendo el culo con las témporas. Creyendo que la libertad personal para decidir sobre la vida de un inocente se puede legitimar por una ley aberrante. Una ley que despenaliza el derecho a la vida del ser más débil de la sociedad.
Todos somos conscientes de situaciones dramáticas en los procesos de aborto. Pero llegar a la insensibilidad actual es algo que ninguna sociedad civilizada había alcanzado, excepto los mencionados países comunistas. El peligro de un estado totalitario que prescinda legalmente de la protección a la vida está más cerca que nunca, con la manipulación de embriones y los avances de la técnica reproductiva. Hoy suceden desajustes que son difíciles de encajar. Madres solteras que no conocen al padre de su hijo. Padres que optan por un vientre de alquiler, convirtiendo la vida en mercancía.
Pues bien, parece que los países eslavos están tomando la antorcha de la regeneración social. Sacudidos por el totalitarismo comunista y la ausencia de Dios durante generaciones enteras, hoy descubren el don de la vida y de la fe con una fuerza inaudita. Demos gracias porque hay pueblos donde se representa al niño no nacido, donde se interpela con el arte a la misma sociedad. Todo un gesto maravilloso para mostrarnos la monstruosidad del aborto.
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