El escritor judío Pinchas Lapide, en su obra Tres Papas y los judíos, cifra el número de judíos salvados directamente por la diplomacia vaticana en ochocientos mil.
Tales actividades las realizó Pío XII lo más discretamente posible, lo cual no fue óbice para que Hitler planeara su secuestro, como ha confirmado el general Karl Wolff, jefe de las SS en Italia. por Juan Manuel de Prada
¿Fue la Iglesia católica complaciente con las atrocidades perpetradas por Hitler? Ya en una fecha tan temprana como 1930, los obispos alemanes condenaron el nazismo, calificándolo de herejía incompatible con la visión cristiana del mundo; es verdad, sin embargo, que esta condena fue levantada en 1933, cuando Hitler firmó un concordato con la Santa Sede. ¿Pecaron entonces de exceso de confianza los obispos alemanes? Tal vez sí, pero no más que los gobiernos de Francia y Gran Bretaña, que todavía en una fecha tan tardía como septiembre de 1938 firmaban con Hitler el Tratado de Múnich. Lo cierto es que los católicos no fueron quienes alzaron a Hitler al poder; de hecho, en las regiones alemanas más pobladas por católicos fue donde el partido nazi obtuvo menos votos, como prueba José M. García Pelegrín en su libro Cristianos contra Hitler.
El 23 de marzo de 1937, Pío XI proclama la encíclica Mit Brennender Sorge, en cuya redacción participó activamente el cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII. En la citada encíclica, Pío XI condena sin ambages el nazismo, tachándolo de ideología panteísta (esto es, pagana), y la divinización idolátrica del pueblo y de la raza postuladas por esta ideología. Obispos como Bertram, de Berlín, o Von Galen, de Münster, se convirtieron en detractores encarnizados del nazismo; y diez mil trescientos quince sacerdotes católicos serían encarcelados por el Tercer Reich. De ellos, dos mil quinientos ochenta serían deportados al campo de concentración de Dachau, de los cuales mil treinta y cuatro no salieron con vida.
Cuando, en 1958, fallece Pío XII, Golda Meir, madre del Estado de Israel, escribirá: «Durante los diez años del terror nazi, cuando nuestro pueblo sufrió los horrores del martirio, Pío XII elevó su voz para condenar a los perseguidores y para compadecerse de las víctimas». Y el entonces presidente del Congreso Judío Mundial, Nahum Goldmann, proclamará: «Con especial gratitud recordamos todo lo que Pío XII hizo por los judíos perseguidos durante uno de los periodos más oscuros de toda su historia». ¿Qué ocurrió para que el Papa más querido por el pueblo de Israel fuera denominado, unos pocos años más tarde, el `Papa de Hitler´? La leyenda negra sobre Pío XII fue diseñada por la propaganda comunista y recogida eficazmente, en 1963, por la pieza teatral El vicario, de Rolf Hochhuth, en la que se presentaba a un Pío XII indiferente ante el genocidio judío. Pero la leyenda negra contra Pío XII también ha tenido divulgadores en el propio ámbito católico, como resultado de las divisiones que se produjeron a raíz del Concilio Vaticano II.
Las actas y documentos del Estado Vaticano relativos a la Segunda Guerra Mundial demuestran fehacientemente que Pío XII hizo mucho más que cualquier gobierno o institución para salvar a los judíos de la persecución nazi. El rabino y profesor de Historia David Dalin, autor del libro El mito del Papa de Hitler, considera que Pío XII se sirvió de su experiencia como Nuncio apostólico en Alemania durante los años veinte, y luego como secretario de Estado del papa Pío XI en los treinta, para salvar infinidad de vidas judías durante la guerra. Si aproximadamente el ochenta por ciento de los judíos que vivían en la Europa ocupada por los nazis fueron asesinados durante la Segunda Guerra Mundial, en Italia, donde el Papa tuvo un mayor margen de maniobra, el ochenta y cinco por ciento de los judíos sobrevivió, incluyendo el setenta y cinco por ciento de la comunidad judía de Roma, que se benefició de su ayuda directa.
Los judíos fueron acogidos secretamente, por indicación del Papa, en ciento cincuenta y cinco monasterios, conventos e iglesias de Italia; y hasta tres mil de ellos hallaron refugio en la residencia pontificia de Castelgandolfo. El escritor judío Pinchas Lapide, en su obra Tres Papas y los judíos, cifra el número de judíos salvados directamente por la diplomacia vaticana en ochocientos mil. Tales actividades las realizó Pío XII lo más discretamente posible, lo cual no fue óbice para que Hitler planeara su secuestro, como ha confirmado el general Karl Wolff, jefe de las SS en Italia. Un hecho fundamental, poco conocido, es que el gran rabino de Roma durante los años de la Segunda Guerra Mundial, Israel Anton Zoller, se convirtió al catolicismo tras la liberación de la capital italiana, adoptando como nombre de bautismo, en honor del Papa que había salvado a tantos hermanos suyos, el de Eugenio Pío. A la luz de estos datos, ¿puede acusarse a la Iglesia católica de connivencia con el nazismo?
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