por Carlos Manuel Acuña
De un tiempo a esta parte -¿treinta, cuarenta días, tres meses?- los analistas comenzaron a percatarse de que el desprestigio de Cristina W. Fernández comenzaba a extenderse y de manera progresiva, a intensificarse en todos los sectores.
Los principales sucesos políticos que se sucedieron a lo largo de los días no lograron desplazar esta tendencia, cuyo origen espontáneo se manifiesta de las maneras más diversas: desde el humor gráfico a los chistes de tono diverso con los que se cuestionan los principales actos de gobierno. El cepo al dólar, asunto que en las últimas horas sufrió una nueva vuelta de tuerca con penas muy graves para los turistas que no utilicen los billetes “blancos” después de los cinco días de la prevista fecha del viaje fue una de los motivos de esta aceleración pero debemos señalar que los discursos de la Presidente alimentaron sensiblemente el humor de los argentinos.
Todo esto mezclado con verdaderos errores como fue la ruptura de relaciones con el Paraguay por el desplazamiento de Lugo, sin medir las consecuencias de toda índole que provocaría la medida.
Mientras tanto -y como lo vamos a ver enseguida- trascendían algunas noticias acerca de las andanzas de La Cámpora, algunas realmente alarmantes, como la que registra una fotografía que muestra al vicegobernador de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, en actitud de impartir instrucciones a un grupo de personas, cuya misión sería la de coordinar la tarea de reclutar a presos comunes para integrar una fuerza de choque para una eventual contingencia futura.
La novedad ganó espacio y dio pie a más comentarios, que mezclaron los nombres de conocidos piqueteros oficiales con la posibilidad de próximos estallidos sociales devenidos del encarecimiento del costo de vida con motivo de la creciente inflación, el congelamiento primero y la posible quita final de los subsidios que dejaría a unas ocho millones de personas sin ingresos pero además, sin ganas de trabajar. El dato es realmente alarmante, habida cuenta que es objetivo y mensurable, lo que le otorga más dramatismo a una situación que incorporó la división del movimiento obrero y el duro discurso de la fracción que dirige Hugo Moyano.
Esta parte de la situación incorpora una actitud expectante que no implica que existan seguidores incondicionales de la Casa Rosada y que en otros sectores de la sociedad crece el descontento pero, sobre todo, la angustia que produce la incógnita por el futuro.
Como si esto fuera poco, la propia Cristina W. Fernández, ansiosa por la figuración, satura la paciencia del público con sus reiterados usos de la cadena oficial, frases poco felices y actos de indiscutible imprudencia e ilegalidad, como revelar un secreto fiscal, expresamente legislado, del integrante de una empresa inmobiliaria que tenía atrasadas sus declaraciones respecto del rubro ganancias. Hace unas horas, el escándalo se incentivó con la inhibición de la empresa, cuyos dueños se habían limitado a expresar que la actividad inmobiliaria ha caído sensiblemente con motivo del problema del dólar que, dicho sea de paso, superó los seis pesos en el paralelo, en tanto en el Uruguay con relación al peso argentino la cantidad había llegado a los siete pesos por unidad.
La sensación -palabra válida para el caso- de un problema creciente se extendía acompañada por la novedad de la quiebra técnica del Banco Central, un tema que cobró fuerza al término de la jornada de ayer.
Concurrentemente, la idea de que se avecinan momentos de violencia y peligro originó otras informaciones que se referían a las tareas sociales que las Fuerzas Armadas realizan por orden presidencial en las villas de emergencia, lo que dio pie a versiones de distinta especie, sobre todo por el silencio absoluto del gobierno, que no reconoce los hechos.
Lo mismo sucede con las actividades de La Cámpora, asignándosele a Máximo Kirchner la frase de que había creado “un monstruo que ahora se me escapó de las manos”. Cierto o no, la cuestión tiene sus honduras, pues jóvenes sin mayor experiencia ya se desempeñan en distintos organismos del Estado donde desplazan a funcionarios experimentados que o dejan hacer o simplemente deben optar por otros destinos dentro de los organismos. Algunos de los flamantes integrantes camporistas del gobierno reportan directamente a Cristina o a alguna de las pocas figuras que la rodean y asesoran.
De todos modos, todo lo resumido hasta aquí ha creado una aureola de descomposición progresiva y temores fundados que, curiosamente, no ocultan algunos de los ministros o secretarios.
A varios de ellos se les escuchó decir, reiteradamente, que están sumamente preocupados por lo que ocurre y más aún, que dudan de la estabilidad emocional de la Presidente. Para decirlo con más claridad, afirman lo que la opinión pública murmura cada vez en voz más alta: Cristina está afectada en su salud mental.
Como sucede en estos casos, circulan las variables de toda clase que se alimentan a sí mismas, le asignan a Cristina disparates varios y crean una atmósfera que adquiere vida propia y hace dudoso el devenir. Pero simultáneamente ocurren otras cosas alarmantes que nos llevan una vez más a Máximo, que no ignora que dentro de la estructura de La Cámpora -que ha crecido exponencialmente durante las últimas semanas- existen diferencias importantes que han llegado hasta el enfrentamiento y la sangre. Por ejemplo, en un lugar ubicado en las inmediaciones de Junín y Corrientes -en pleno Balvanera- se produjo una severa discusión que concluyó a las trompadas y garrotazos. Como testigos de la batahola quedaron muebles y vidrios rotos, manchas de sangre pero también la nula información acerca de lo ocurrido.
Ni la persecución a la que es sometido el gobernador de Buenos Aires escapa a este escenario y así, aunque la gente espera de éste una actitud más firme, los encuestadores independientes e incluso los que informan a Cristina, reconocen que su popularidad está en caída y siempre muy por debajo de la de Daniel Scioli. Sólo hace falta conversar brevemente con un taxista porteño para reconocer fácilmente la tendencia. Tanto es así, que ya llegó hasta la opinión pública la existencia de un instructivo titulado “El arte de conducir” que contiene recomendaciones, reflexiones y consejos acerca de cómo se debe manejar gente para cubrir objetivos políticos, reclutar nuevos adeptos y adoptar una conducta acorde con un comportamiento donde mezcla la acción con un determinado contenido espiritual. En este caso, convenientemente alentado con grandes cantidades de dinero.
En cierto modo podemos señalar que hemos retrocedido unos cuantos años en la historia, pues este trabajo, las estructuras que continúan alimentándose con el apoyo oficial, las apetencias internas por conquistar puestos dominantes, nos recuerdan los disparates de José López Rega y sus adláteres, aunque esta vez los nuevos militantes avanzan por el cauce de una izquierda difusa llamada progresismo.
Alguna vez recordamos que al hablar de la repetición de la historia, hubo quien sostuvo que lo correcto era demostrar que “la repiten”, lo que hoy viene a suceder con componentes similares a los de varios decenios atrás. Entre ellos, que el sector sindical no acepta a la izquierda y no duda en rechazarla.
Con matices, esta situación explica también por qué comenzó a circular un documento bastante simple que en el campo y en las ciudades reclama -nada más y nada menos- que la renuncia de Cristina Elizabeth Wilhem de Kirchner.
julio 14 de 2012
Fuente: Informador Público.
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