por Enrique Guillermo Avogadro.“Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada” Edmund Burke.
Por estos días, el asombro que este Gobierno me provoca desde su mismo origen se ha trasladado a la ciudadanía y, sobre todo, a su clase dirigente.
Los gobernadores, los empresarios, los políticos opositores, los líderes sindicales no solamente ven cómo se destruye desde la Casa Rosada a todos quienes osan tan sólo abrir la boca para comentar los problemas del “modelo” sino que facilitan a la señora de Kirchner, en forma permanente, los medios necesarios para continuar haciéndolo; parecen ignorar, mientras le siguen regalando la soga, que sin dudas serán los siguientes en comparecer en el cadalso.
¿Cómo se podría explicar que esos gobernadores, cuyas provincias habían logrado la propiedad de sus subsuelos, hoy permitan que doña Cristina y Kiciloff les quiten, de un plumazo, esos derechos que les otorgó la Constitución? ¿Cómo encuentran argumentos para dejar solos a los mandatarios de Córdoba y Corrientes, cuando éstos reclaman nada más que los fondos que pertenecen a sus gobernados y que la Nación, porque sí, les niega día a día? Realmente, ¿no saben que, cuantos menos recursos propios tengan, más dependientes de la voluntad central serán? Esos mismos gobernadores que hoy, para evitar los problemas de corto plazo que adrede les genera el “cristinismo” para dominarlos, deben pedir limosna a la Casa Rosada, ¿por qué se prestan a acudir presurosos a Buenos Aires para aplaudir la ceremonia de inauguración de la misma horca en que serán ejecutados por esta banda de pseudo-montoneros de Puerto Madero (¡gracias, Julio Bárbaro!)?
¿Y qué decir de los representantes de esas provincias y de sus pueblos que, a despecho de esos intereses que deberían cuidar, festejan y se congratulan, se abrazan y se besan en las cámaras legislativas cada vez que entregan más resortes de dominación al Poder Ejecutivo nacional? A sólo título de ejemplo, ¿Heller y Filmus, que en teoría la representan, están tan convencidos que jamás podrían gobernar Buenos Aires como para dinamitar el único banco estatal –el Ciudad- que realmente funciona bien?
De don Carlos Saúl no se podía esperar otra cosa que esta triste y final decadencia pero, ¿qué llevó a los senadores por Salta, Romero y Escudero, a dar su voto a la privatización de Ciccone, que nadie sabe de quién es? ¿Por qué hizo lo mismo Juez, sin miedo a incinerarse? ¿Cómo permitieron los miembros de la Cámara alta que Guita-rrita presidiera esa bochornosa sesión? Nuestro Congreso ha perdido tanto su honorabilidad y sus objetivos, a fuerza de ponerse bonetes o ceder ilegalmente facultades al Ejecutivo, que ya no debería llamar la atención la conducta de las bancadas opositoras que, por mezquindad o por infames cálculos políticos, acompañan alternativamente las iniciativas que llegan desde la Casa Rosada con la expresa exigencia de no aceptar la modificación de una coma. ¿No han visto los efectos que, sobre sus propios representados, ha tenido la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central, que trajo aparejados el saqueo a las reservas y la emisión sin límites, causantes de la inflación? ¿Por qué no hacen nada –aunque sea gritando- cuando el oficialismo impide la constitución de las comisiones que deben controlar al Ejecutivo, como es el caso de la Ley de Medios? ¿Festejan hoy del mismo modo que cuando sancionaron la confiscación de Aerolíneas Argentinas, que dilapida ya tres millones de dólares diarios, sin control de ningún tipo?
Que Picchetto o Rossi se rían cuando consiguen aprobar, año tras año, la extensión de los “superpoderes” invocando una ya injustificable emergencia económica nacional es razonable, pero que los legisladores, que han contemplado durante la última década cómo se los usaba para discriminar a sus provincias en materia de obras públicas o de aportes del Tesoro, se pongan tan contentos en las mismas circunstancias permite pensar que sigue funcionando la “banelco” oficial para comprar voluntades, cuando éstas no ceden ante un simple “carpetazo” que trae al presente un irresistible archivo. ¿O, por el contrario, están mirándose en el espejo de Venezuela o de Rusia, donde van a prisión los opositores a la tiranía disfrazada de democracia?
En lo que a la Corte Suprema se refiere, las cosas no andan mejor porque ¿cómo no pone el grito en el cielo, o en el Congreso, cuando el Ejecutivo desobedece sistemáticamente sus sentencias? ¿Cómo sus miembros admiten que continúe formando parte del alto Tribunal alguien tan sospechado de colaboración con la prostitución como el Juez Zaffaroni, sin mandarse a mudar indignados? ¿Por qué no usan sus facultades de superintendencia para limitar a los jueces federales, tan corruptos ellos? ¿Cómo sus ministros no piden el juicio político de Oyarbide, con sus anillos, haciendo de río Jordán para la inexplicable riqueza de los Kirchner? ¿Cómo toleran que su Presidente, don Lorenzetti, haya dicho que el tema de los derechos humanos es una política de Estado concertada con el Ejecutivo, y siguen permitiendo que se destruya todo el sistema jurídico –principios de legalidad, de inocencia, de ley anterior al hecho del proceso, etc.- de la República, trasmutando justicia en venganza?
Si posamos nuestra mirada en la primera fila de los habituales aplaudidores de los grandes disparates presidenciales, veremos que allí están sentados los máximos representantes de nuestra industria nacional, encabezados siempre por el inefable De Mendiguren o el recuperado Adelmo Gabbi. ¿Qué creen que les sucederá a cada una de sus empresas y negocios si el “cristinismo” consigue hacer realidad la reforma constitucional? ¿Ignoran que, en ese proyecto, la reelección es una mera cortina de humo (indispensable sí por la falta de herederos del “modelo”) para ocultar la decisión de transformar a la Argentina en una dúplica del “socialismo del siglo XXI”? Si han visto que la viuda de Kirchner no repara en formas legales cuando decide hacerse de una empresa, como lo hizo con Repsol-YPF, con Ciccone y pretende concretarlo con Cablevisión, ¿por qué suponen que serán tratados de distinta forma si el apetito del Gobierno se centra en sus propias compañías? ¿No aprendieron cuando vieron que hasta Rudy Ulloa se fundió cuando Cristina le bajó el pulgar, o qué pasó cuando Lázaro Báez o Cristóbal López o Ferreyra (Electroingeniería) o los Eskenazi o hasta el mismo Magnetto dejaron de pertenecer al círculo áulico de la mesa chica de Olivos?
Cuando ven que Patotín, sin escribir nada pero con enorme poder de decisión, les informa que pueden continuar produciendo en la medida en que los habilite a importar los indispensables componentes, ¿no les corre frío por la espalda? Cuando toleran con grandes sonrisas y sin ponerse colorados que el mismo funcionario los veje en público con amenazas físicas o mentando a sus mujeres, ¿no se dan cuenta que son ellos mismos quienes lo bancan para que se construya diariamente? ¿Cómo algunos aún se suben encantados a los bochornosos charters que los llevan a imposibles mercados fantasmas?
¿Y los sindicalistas? ¿No se fijaron qué hace doña Cristina con quienes fueron, hasta ayer, sus indispensables aliados? Si los reclamos de mínimos no imponibles o fondos sociales son los mismos, ¿qué les garantiza que la Casa Rosada no los mandará presos cuando deban disentir con ella, presionados por sus bases? ¿Los casos de Moyano, Zanola o Pedraza no les dicen nada?
Todos, todos ellos, siguen haciendo sus diarios aportes para que el poder cada vez se concentre más. Diariamente, con dinero o con presencia, con complacencia o tolerancia, empujan más resortes políticos y económicos hacia ese voraz agujero negro espacial en que se ha transformado el “cristinismo” y su guardia personal, La Cámpora. Así, con prisa y sin pausa, siguen becando al verdugo que los ejecutará cuando la Casa Rosada así lo exija; parecen ignorar que, al final, irán por ellos mismos, ya que los antecedentes de lealtades, concesiones y acompañamientos no tienen, en este “modelo”, importancia alguna a la hora de decidir los exterminios.
A pesar de la forma en que la Argentina desgasta siempre las ilusiones, estoy convencido de que aún estamos a tiempo de corregir este nefasto rumbo, diseñado por el miedo y la corrupción. Anoche mismo, Jorge Lanata publicó en su programa de televisión un informe sobre la situación en Formosa, un feudo cuyo Gobernador –hace 25 años- apañada por Cristina Fernández de Kirchner, ejecuta políticas similares a las que denunciara en mi vieja nota “Genocidas” (http://tiniyurl.com/9qt37r4), y de tantas otras que figuran en mi blog; tal como dije entonces, el “cristinismo” es un estadio muy superior de la corrupción nacional.
No podemos regalar a esta banda que ha asaltado el poder el país en el que queremos vivir, y en el que queremos que nuestros hijos y nietos vivan. Al menos, yo no lo estoy. Es por eso que lo invito a sumarse a una nueva epopeya; hoy le pido poco: que ingrese a “La Argentina que quiero” (http://tinyurl.com/9r9kn4d), lea allí las propuestas formuladas, las critique, las perfeccione y, cuando llegue el momento, acompañe con su presencia y hasta con su voto esta tentativa de recuperar la República, sus instituciones y la verdadera libertad de todos los habitantes de este suelo.
Bs.As., 20 Ago 2012
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
Tel. +54 (11) 4807 4401/02
Fax +54 (11) 4801 6819
Cel. en Argentina +54 (911) 4473 4003
Cel. en Brasil +55 (21) 8128 7896
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
Site: www.avogadro.com.ar
Blog: http://egavogadro.blogspot.com
Skype: ega1avogadro. Twitter: @egavogadro
Facebook: enrique guillermo avogadro
No hay comentarios:
Publicar un comentario