por Patrick A. Trueman
En una conversación con un sacerdote en mi diócesis, yo compartí el informe de mi director espiritual, que toda otra confesión que escucha de los hombres, incluye el pecado de pornografía.
La respuesta del pastor fue sorprendente: “¡Oh, es mucho peor que eso!”. Desde entonces, esta triste realidad ha sido confirmada por muchas otras: el pecado de la pornografía está abrumadoramente presente entre los hombres católicos.
La pornografía es ahora más popular que el béisbol. De hecho, se ha convertido en el pasatiempo de Estados Unidos, y estamos inundados por ella. La pornografía está en nuestras computadoras, en nuestros teléfonos inteligentes y en nuestra televisión por cable o por satélite. Es común en nuestros hoteles e inclusive en muchas tiendas al por menor y en estaciones de servicio. Para muchos hombres – y, cada vez más para las mujeres – es parte de su vida cotidiana.
Sin embargo, la enseñanza católica sobre el tema es clara. El uso de la pornografía es un “pecado grave”.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que “la pornografía… ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, público), pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganancia ilícita” (2354).
En "La vida de Cristo", el Arzobispo Fulton J. Sheen de los Estados Unidos, escribió: “El castigo de los que viven demasiado cerca de la carne es no entender nunca lo espiritual”.
La pornografía dura en Internet ofrece un océano de perversiones. Lleva la mente hacia donde nunca debería ir, aflojando sus amarras morales y dejándola a la deriva en un traicionero mar de pecados.
Ese es el destino de los que se entregan a la pornografía: se encuentran solos con sus imágenes y un insaciable apetito por más.
Aunque sorprendente para muchos, los usuarios de la pornografía eventualmente ponen en un segundo plano a la religión, al matrimonio, a la familia, al trabajo y a las amistades frente a su deseo de pornografía. Es posible que deseen cambiar, para volver a la vida como era antes de la pornografía, pero la mayoría regresará y descenderá aún más.
La doctora Mary Anne Layden, directora del Programa de Trauma Sexual y Psicopatología en el Centro para Terapia Cognitiva, de la Universidad de Pennsylvania en los Estados Unidos, compara la pornografía con la cocaína. En un testimonio ante el Senado de Estados Unidos en noviembre de 2004, ella señaló que “este material es potente, adictivo y es implantado permanentemente en el cerebro”.
Lamentablemente, para el consumidor habitual de pornografía, la confesión y la contrición normalmente no son suficientes para romper con la pornografía, ya que, como en el abuso de drogas, la pornografía no es sólo un mal hábito, con frecuencia es una adicción.
Un deseo que no satisface
La adicción a la pornografía es ahora un lugar común entre los adultos y es inclusive un problema creciente para los niños y adolescentes. Pocos de los que son adictos buscan ayuda, y las consecuencias pueden ser permanentes y graves.
La fuerza adictiva de la pornografía es un resultado de cambios neuro-plásticos a largo plazo, a veces permanentes, en el cerebro.
El psiquiatra Norman Doidge, autor del best-seller The Brain That Changes Itself (El cerebro que cambia por sí solo) (Ediciones Penguin, 2007, en los Estados Unidos), escribe: “La pornografía, al ofrecer un harén infinito de objetos sexuales, hiperactiva el sistema apetitivo. Los espectadores de pornografía desarrollan nuevos mapas en sus cerebros, sobre la base de fotos y videos que ven. Debido a que es un cerebro se usa-o-se pierde, cuando desarrollamos un mapa del área, deseamos mantenerlo activado.
Al igual que nuestros músculos se vuelven impacientes para hacer ejercicio si hemos estado sentados todo el día, también nuestros sentidos tienen hambre de ser estimulados” (108).
En otras palabras, con la pornografía se excita nuestro sistema de placer del cerebro que estimula nuestros deseos, pero no hay ninguna satisfacción real. Esto explica por qué los usuarios pueden pasar horas y horas buscando pornografía en Internet.
Doidge señala además que los espectadores de pornografía desarrollan tolerancias, por eso necesitan niveles cada vez más altos de estimulación. Por lo tanto, a menudo se mueven hacia pornografía más fuerte y aberrante.
Más de una década atrás, Margaret A. Healy, profesora adjunta en la Escuela de Leyes de Fordham University, y Muireann O’Brian, ex jefe de Terminación de la Pornografía Infantil, la Prostitución y la Trata de Personas, observaron una relación entre la pornografía para adultos y la pornografía infantil. Desde entonces, decenas de actuales y anteriores autoridades de aplicación de la ley han señalado que muchos consumidores de pornografía para adultos se trasladarán con el tiempo a la pornografía infantil, inclusive si no son pedófilos y al principio no tenían ningún interés en ese tipo de material.
Estos resultados explican en parte, la prevalencia de la pornografía infantil en el mundo de hoy.
Ver pornografía cambia la actitud del usuario hacia el sexo, hacia su cónyuge y hacia la sociedad. Él o ella utilizan las fantasías sexuales para excitarse, tratan de conseguir compañeros para actuar escenas pornográficas, es más probable que participen en acosos sexuales y en agresión sexual, y visualizan al sexo como un privilegio casual, no íntimo y recreativo.
Laydon y otros psicólogos clínicos han informado que, irónicamente, la disfunción eréctil está asociada comúnmente con el uso constante de pornografía entre los hombres.
Una razón para esto es que la búsqueda constante de imágenes sexuales y de la masturbación que la acompaña con frecuencia lleva a la insatisfacción con el cónyuge. Después de todo, la esposa de un hombre no puede mantener una imagen que compita con las mujeres en el mundo de fantasía de videos e imágenes pornográficas. El consumo regular de pornografía se prepara para la decepción y la desintegración casi segura de su matrimonio.
El amor conyugal está destinado a ser una entrega total de sí mismo a un compañero permanente y fiel. Es una entrega confiada y desinteresada. Por el contrario, el sexo pornográfico es egoísta, degradante y mecánico.
En su catequesis sobre la teología del cuerpo, el papa Juan Pablo II hizo hincapié en que hay una “bondad moral” en el matrimonio, que es la fidelidad. Esa bondad puede ser alcanzada de manera satisfactoria sólo en la relación exclusiva de ambas partes. Demasiadas personas pierden esa bondad única del matrimonio y se conforman con la excitación temporaria, pervertida e insuficiente de la pornografía.
Protegiendo a nuestros niños
Un padre tiene el deber de proteger a sus hijos de la pornografía y una obligación sagrada de dar ejemplo de pureza para su familia. ¿Qué mayor autoridad puede tener un padre acerca de los daños de la pornografía que las palabras de Cristo: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer codiciándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5, 28).
Si te has convertido en un consumidor de pornografía, pregúntate esto: ¿soy el mismo hombre que profesó fidelidad a mi esposa en el día de mi boda? La fidelidad no se puede mantener si se consume pornografía. Las esposas de los consumidores de pornografía sienten como si sus maridos están cometiendo adulterio. Los asuntos de la mente son totalmente tan destructivos como los asuntos del corazón.
Los abogados de divorcio informan que hay un elevado paralelismo entre el consumo de la pornografía y los divorcios.
Un estudio realizado en el 2004 y publicado en Social Science Quarterly (Revista de la Ciencias Sociales en los Estados Unidos), titulado Adult Social Bonds and Use of Internet Pornography (Los vínculos sociales de adultos y el uso de la pornografía por la red cibernética), reveló que las personas que tienen una relación extramarital estuvieron más de tres veces más predispuestas a tener acceso a pornografía en Internet que los que no tienen ese tipo de relaciones.
Además, los que alguna vez han estado involucrados en relaciones sexuales pagas estuvieron 3,7 veces más predispuestos a utilizar pornografía en Internet que los que no se involucraron en ese tipo de relaciones.
Si usted consume habitualmente pornografía, sus hijos pueden seguirlo. Muchos adictos a la pornografía informan que su primera exposición a la pornografía fue el descubrimiento de la colección de pornografía de sus padres, que los inició en una vida de confusión sexual y explotación.
Una encuesta del año 2006 de la National Association for Missing and Exploited Children (Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados), reveló que el 79 por ciento de la juventud tuvo acceso a la pornografía, sin quererlo, en el hogar.
Para un niño, la pornografía convierte en normal el daño sexual, según la doctor Sharon Cooper, pediatra de la Universidad de Carolina del Norte. “La investigación ha mostrado que la corteza prefrontal – el hogar del buen juicio, del sentido común, de control de los impulsos y las emociones – no está completamente maduro hasta que los niños llegan a los 20-22 años de edad”, explicó ella.
Por lo tanto, la introducción de la pornografía en la corteza prefrontal del cerebro es devastadora para las áreas clave del desarrollo de un niño y puede alterar su vida. “Cuando un niño ve pornografía para adultos… su cerebro lo convencerá que están experimentando realmente lo que están viendo”, añadió Cooper.
En otras palabras, lo que un niño ve en la pornografía es lo que ellos creen es una realidad.
Algunos niños emularán realmente lo que ven en la pornografía y lo experimentarán en hermanos, parientes y amigos. Muchos estudios muestran que los niños expuestos a la pornografía inician la actividad sexual a una edad más temprana, tienen más parejas sexuales y tienen múltiples parejas en un período corto de tiempo.
Un estudio del año 2001 en la revista Pediatrics encontró también que las adolescentes expuestas a películas pornográficas tienen relaciones sexuales con más frecuencia y tienen un fuerte deseo de quedar embarazadas.
Hay ayuda y esperanza
Afortunadamente, hay organizaciones, consejeros y recursos que proporcionan esperanza para los que sufren los efectos destructivos de la pornografía en niños, matrimonios, relaciones y en la sociedad. Muchos de los que han sido adictos – adultos y niños por igual – han sido ayudados a través de la consejería o ejercicios en línea que ofrecen los servicios de recuperación.
Pero es fundamental que cada persona y cada familia hagan un chequeo de realidad. Pregúntate a ti mismo si tú y tu familia están protegidos contra el flagelo de la pornografía. ¿Tiene un adecuado control parental o software que filtre la computadora de casa? ¿La computadora es en un área abierta de la casa? Si tienes hijos, ¿has hablado con ellos acerca del costo espiritual y social de la pornografía? ¿Tienes canales premium de cable o canales satelitales en tu televisor que ofrecen pornografía con una tarifa regular?
Si usted está viendo pornografía o material obsceno, usted está dañando su alma y tal vez las de sus hijos y de su cónyuge. La advertencia bíblica es grave: “Si tu ojo te hace pecar, sácatelo” (Marcos 9, 47).
Como mínimo, asegúrese que su equipo, tanto en casa como en la oficina, tenga filtros y que usted tenga “socio en la responsabilidad” – quizás su esposa o un buen amigo – que tenga acceso a su computadora y los sitios que visita. Finalmente, involúcrese en la guerra contra la pornografía. Vale la pena la lucha para usted, su familia y su nación.
Patrick A. Trueman es el presidente y CEO de la Morality in Media (La moral en los medios de comunicación). Es un miembro del Consejo de San Francisco Javier 6608 en la ciudad de Buffalo, en el Estado de Minnesota, en los Estados Unidos de América. Trueman se desempeñó como jefe de la Sección Explotación de Niños y Obscenidad, Sala Penal, del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, bajo las presidencias de Ronald Reagan y George HW Bush.
Versión original en inglés en http://www.lifesitenews.com/news/the-pornographic-plague.
Nota: Este artículo apareció originalmente en la revista Columbia, publicada por los Caballeros de Colón en los Estados Unidos de América, la cual se reproduce aquí con permiso 2 de diciembre 2011 (Notifam) –
Traducción por José Arturo Quarracino
Fuente: Notifam (2/12/11)
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