por José Luis Milia
En La Habana de Batista, los gays cubanos tenían su “paseo”. Al atardecer salían a juntarse con amigos, o a ofrecerse, los que se prostituían, fuera por gusto o necesidad, a los turistas que atraídos por la sangre caliente de los cubanos y los casinos de la mafia americana poblaban en bandas las calles de la ciudad.
La revolución cambió todo. No era esta solo una revolución política sino que traía en las cabezas de sus jefes todo un proyecto de ingeniería social que, basado en la reeducación de las masas, imaginaba crear lo que hasta hoy sigue siendo una fábula, el hombre nuevo.
Fidel Castro, Ramiro Valdés y Ernesto Guevara de la Serna, eran dueños de una patológica obsesión homofóbica. En ellos cabía la idea que cualquier conducta o preferencia sexual desviada podía ser modificada con trabajo exhaustivo, con dietas hipocalóricas, reeducación política y la crueldad necesaria para abatir cualquier pensamiento que no se adaptara al concepto que ellos tenían de la revolución y de sus hombres. Si la revolución no era tolerante con nadie, ¿Por qué lo iba a ser con los homosexuales a los que despreciaban?
Así, el nombrado en tercer término de este “trío de la bencina” se abocó con entusiasmo y ferocidad a reeducar a aquellos “desviados morales”. De él fue la idea de crear las UMAP, las tristemente célebres Unidades Militares de Apoyo a la Producción donde la “reeducación” de los homosexuales alcanzó niveles de extraordinaria crueldad. El proceso era sencillo en su ferocidad- poca comida, pocas horas de sueño, trabajar sin descanso y reeducación política- si al cabo de un tiempo no se conseguía la reeducación esperada el tiro en la nuca solucionaba el problema. Si el proceso era “exitoso” salían en libertad pero eran vigilados sin descanso, si reincidían no había una nueva reeducación, el tiro en la nuca cerraba el proceso.
Más que causar gracia da pena ver en manifestaciones, sean del “orgullo gay” o simplemente “progres”, ciento de remeras con la efigie del “Che” lucidas con fanfarronería por manifestantes que, o son ignorantes de quien era el hombre cuya imagen llevan o son sencillamente hipócritas. Alguna vez deberían leer un poco de historia y tener el coraje de Reynaldo Arenas, homosexual perseguido sin piedad por Guevara, víctima de él en las UMAP y uno de los mejores escritores cubanos, que fue quien con triste ironía apodó al “Che” el “Mataputos del Malecón” por la saña que éste ponía en el trato que daba a los homosexuales cubanos.
diciembre 8, 2012
José Luis Milia
Josemilia_686@hotmail.com
Fuente: Informador Público.
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