Convencido de que "éste es el momento", el Ejecutivo trata de domar la suba de precios con una serie de medidas no convencionales. Apunta a cuatro frentes de ataque, con la idea de generar una sensación de estabilidad. Analistas se muestran escépticos pero reconocen que el "timing" es el correcto. Por Federico Kucher
Los críticos de la política económica oficial tendrán que hacer, al menos, un reconocimiento al Gobierno: ya no sólo se muestra preocupado por la inflación sino que, a su manera, trata de combatirla.
Quienes caminan los pasillos del Palacio de Hacienda cuentan que, en estos días, los funcionarios perciben que la situación no es como antes y que manifiestan su inquietud ante el temor a un desborde.
Tal vez por ello ya no se hacen tantos esfuerzos en la esfera del Gobierno por seguir ocultando los problemas que ocasiona el elevado índice inflacionario.
"Seguramente la Argentina tiene dificultades, una de ellas, no hay dudas, tiene que ver con los incrementos de precios", considera Florencio Randazzo, uno de los ministros cuyas declaraciones son tomadas como voz oficial del Gobierno.
También el diputado y ex viceministro Roberto Feletti admitió la existencia de una "tensión de precios".
Este tipo de afirmaciones cobra una dimensión mayor, ya que provienen de funcionarios que evitaron referirse a este tema durante varios años, en los cuales la palabra inflación estuvo vedada del lenguaje kirchnerista.
Más aun. Los medios cercanos al Gobierno ya no gastan esfuerzos en defender los números del Indec. Más bien, apuntan a criticar a los "formadores de precios".
Pero, por sobre todo, lo que evidencia el temor y cambio de actitud del Ejecutivo es el improvisado acuerdo con las cadenas de supermercados para evitar aumentos, en principio, hasta abril.
"Con el congelamiento de precios, esta administración finalmente empieza a reconocer la inflación porque no le queda otra", afirma Jorge Remes Lenicov, el ex ministro de Economía que puso fin al régimen de convertibilidad.
Y observa un punto crucial de este momento: el índice es casi el mismo al de años previos -quizá unos puntos más, según quien lo mida- pero ahora se respira un clima de urgencia.
"Hay una sensación generalizada de que se le puede ir de las manos si no actúa rápido", observa Remes Lenicov.
En la misma línea opina Jorge Todesca, titular de la consultora Finsoport, quien advierte que el escenario de 2013 es más grave que el que se vio hasta ahora: "Existen motivos para pensar que se puede generar una espiral de precios porque ya no hay un ancla para la inflación".
Medidas sin plan
Las críticas y pronósticos de fracaso para el plan de congelamiento de precios por 60 días han estado a la orden del día.
Los analistas no sólo le han recordado al Gobierno las malas experiencias de la historia argentina, sino también le han advertido que no ha funcionado en los países vecinos que lo han intentado.
"De la forma actual el acuerdo está destinado a fracasar. En Uruguay se realizó un arreglo similar por 60 días el año pasado y el día 61 los precios se dispararon", recuerda Daniel Artana, economista jefe de Fiel.
¿Cómo es que con semejantes antecedentes y advertencias Moreno se decide a volver a reflotar esta idea?
Están lo que creen que, en realidad, el Gobierno no está tan preocupado por el efecto del "día 61", sino que pone todo su foco en cambiar las expectativas en el cortísimo plazo, convencido de que la consigna es "ahora o nunca".
O, en otras palabras, va por todo o nada, porque entiende que si deja correr los meses se llegaría a un punto de no retorno en materia económica.
Este último intento por disparar la "bala de plata" y que cambien las expectativas inflacionarias se ve reflejado en un plan "a lo K" no anunciado -pero vigente-, que se compone de cuatro puntos fundamentales:
*Retirar pesos del mercado a toda velocidad, tarea ejecutada por el Banco Central para evitar una caída en la demanda de dinero.
*Presionar en las negociaciones salariales, de manera de sortear un "desborde" y que los mayores costos laborales se trasladen lo mínimo posible a precios.
*Tratar de ponerle freno a la suba del dólar blue (vía "manos amigas") para evitar un "efecto contagio" a bienes y servicios.
*Y, claro, el congelamiento de precios, para generar una sensación de estabilidad y ayudar así a que se pacten menores incrementos salariales.
Los primeros efectos empiezan a percibirse. Por caso, durante las primeras semanas de enero el Banco Central ha retirado del circuito alrededor de $18.000 millones, una cifra casi equivalente a la mitad de la catarata de billetes emitidos durante diciembre.
En referencia al blue, se observa que ahora se mueve por debajo de los $8. De no ser por las mencionadas "manos amigas", posiblemente hubiera pasado ese umbral.
Cuestión de "timing"
¿Por qué ahora el Gobierno dejó de ignorar la suba de precios? Hay dos motivos principales:
*Se multiplicaron los síntomas que dan cuenta de que la situación es grave. El hecho de que la inflación de enero, según el "índice del Congreso", haya estado más cerca del 3% que del 2% marca una clara tendencia a la aceleración.
*Para completar este panorama, el dólar paralelo es otro termómetro de que los argentinos empiezan a mirar el peso con desconfianza.
El Gobierno razona que este es un momento en el cual el "timing" parece perfecto:
Por un lado, la falta de obligaciones financieras inminentes reduce la necesidad de emitir tantos billetes.
Por otro, si se logran "domar" las paritarias, eso tendrá efecto a lo largo del año.
"Claramente, nos acercamos a los meses más cómodos para el Ejecutivo, ya que las mayores dificultades comenzarán a aparecer a partir del segundo semestre", señala Salvador Di Stefano, economista de la Fundación Libertad.
Y apunta a que, a diferencia de lo que ocurre sobre finales de año -cuando se acumulan pagos y el Banco Central debe emitir mucho para asistir al Tesoro-, durante la primera parte de este 2013 no hay grandes erogaciones del sector público.
En mayo se alcanza el récord de recaudación por el pago del impuesto a las Ganancias y los exportadores liquidan buena parte de los dólares de los envíos al exterior en estos meses.
Por ello, la Presidenta es consciente de que es "ahora o nunca" el momento para atacar la suba de precios, ya que la estacionalidad lo permite.
Más adelante resultará inverosímil encarar cualquier medida y, además, Cristina quiere llegar a los comicios con una inflación más baja, ya que el nivel actual podría restarle un gran caudal de votos.
Dudas sobre el programa K
Claro que el hecho de que finalmente el Gobierno haya "confesado" su preocupación por la inflación no es algo que, necesariamente, calme por completo a los analistas.
Más bien, la mayoría de las declaraciones han dejado traslucir escepticismo respecto de los resultados que podrán tener las medidas oficiales.
"No se puede tapar el sol con un dedo. Con esta política económica vamos a seguir viendo el aumento desmedido de precios", remarca Carlos Melconian, economista jefe de M&S.
Muchos han hecho énfasis en el "fracaso anunciado" de los acuerdos con los supermercados. Uno de ellos es Nicolás Dujovne, ex economista jefe del Banco Galicia, quien considera que "congelar precios es como cuando una familia se compra un arma sin saber usarla; generalmente termina muy mal".
Y no sólo los economistas trazan malos pronósticos sobre la utilidad del congelamiento. También los sindicalistas y buena parte de los empresarios lo ven con desconfianza.
Esta falta de convencimiento, de por sí, abre un manto de dudas sobre el cumplimiento de una pauta de 20% en las negociaciones salariales.
"Ojalá dé resultado, pero más que nada es una pantalla para tratar de influir sobre las paritarias. No veo que vaya a tener mucho éxito", interpreta Hugo Moyano, líder de la CGT opositora.
En tanto, Daniel Funes de Rioja, representante de la cámara empresaria de la industria alimenticia, adelanta que "los próximos acuerdos por salarios van a generar un fuerte impacto en la producción de alimentos y bebidas y no serán posibles absorberlos sin trasladarlos a precios".
Peor aun, incluso la parte del plan que suena más "ortodoxa" -como la moderación en la emisión de dinero- es puesta en duda por los analistas.
Por caso, un informe de Economía & Regiones, la consultora de Rogelio Frigerio, muestra que por más que el Gobierno pretenda moderar la "maquinita", las necesidades fiscales no le dejan mucho margen para poder hacerlo.
"El cuento parece repetirse y volvemos a la encrucijada que nos exige financiar el déficit con emisión", asegura el estudio de E&R, al tiempo que destaca que el Ejecutivo tiene cada vez menos grados de libertad en materia de política monetaria.
Por ello, desde la consultora de Frigerio aseguran: "Eso indica que debemos esperar una aceleración inflacionaria".
Asimismo están los expertos que se muestran escépticos en relación con la posibilidad de que los "cambistas amigos" puedan seguir frenando por tiempo indefinido la escalada del paralelo.
Consideran que es un mercado que al principio fue subestimado por su tamaño, pero con el correr de los meses fue tomando dimensiones que dificultan cualquier tipo de control prolongado.
En esa línea, Fernando Marengo, economista jefe del Estudio Arriazu dice: "No me parece descabellado que el blue supere los $ 9 en algún momento del año".
Para el analista, es difícil que la brecha con el oficial baje del 50%, porque a partir del segundo trimestre el Gobierno va a tener necesidad de volver a "expandirse fiscalmente".
Y recuerda el "factor elecciones, lo cual siempre lleva a la gente a cubrirse de más por la vía de comprar dólares, lo cual va a generar las condiciones para que el blue siga siendo demandado".
Ajeno a las críticas, el Gobierno avanza con su "plan", si bien para muchos analistas sólo es un puñado de medidas.
Consciente de que ya no puede usar como en otros tiempos el "ancla" cambiaria, busca otros métodos. Incluso cuando eso implique un freno en los salarios.
Mientras tanto, el reloj avanza de modo inexorable y los funcionarios saben que todo lo que no se logre ahora, será difícil de conseguir (y de revertir) en el futuro.
(22/2/13)
iProfesional.com
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