Cuando los gobernantes se dedican a exaltar el mal, a propagar el error, a saquear los bienes morales que constituyen la principal riqueza de un pueblo, es natural que acaben organizándose como bandas de ladrones, mientras el pueblo chapotea en la sentina de los vicios. Juan Manuel de Prada
miércoles, 20 de marzo de 2013
Un imponderable divino.
Ahora bien, con un 98% de los argentinos que se manifiestan felices con el nombramiento del Papa argentino, el deshilachado 54% ha quedado definitivamente sepultado.
- Por: Gabriela Pousa
Todo sigue impregnado del Papa Francisco. Difícil en ese contexto rescatar un escenario político que no esté matizado de cierto misticismo. Sin embargo, hay algo que hemos venido sosteniendo en varios análisis en este sitio: y es que frente a una oposición desorientada, narcisista e incapaz de frenar el atropello del gobierno era muy probable que fuera un imponderable el que terminara de mostrar las miserias del kirchnerismo.
Claro que jamás pasó por mi mente que ese imponderable sería un Papa, y mucho menos argentino. Salir de ese asombro no es sencillo.
Pero el cardenal Jorge Bergoglio se convirtió en Francisco, y logró aún antes de coronarse, rescatarnos un poco del abismo. En menos de 24 horas arrojó luz sobre un futuro que parecía en demasía gris. Como lo hiciera desde las letras Leopoldo Marechal, el Sumo Pontífice desde el gesto sencillo acaba de mostrarnos también, que del laberinto se sale por arriba. Y si algo le falta a la Presidente argentina es altura (moral no física).
Hasta los más escépticos y ajenos al catolicismo advierten que, desde que se conoció la noticia, se avanzó un paso más hacia la posibilidad de poner coto al poder absoluto del kirchnerismo. ¿Qué hizo el Papa para ello? Hasta ahora nada porque con ser y estar le basta.
Está claro o debería estarlo que no es misión de Francisco actuar directamente sobre la política local, y que es indecente reducir su inmensidad a cuestiones domésticas. Pero también es verdad que el hecho de ser un coterráneo empuja a creer que ha de ayudar al país que lo vio nacer.
El gobierno nacional está enfrentado a una sola cosa: la verdad. De allí su encono hacia medios de comunicación independientes, hacia la Justicia que no falla acorde a sus intereses, hacia el Pontífice. La política de Estado por antonomasia es la revancha. El cardenal Bergoglio fue claro y preciso en su crítica, se declaró contrario a la “homogeneización del pensamiento” y a la “crispación social”.
En ese marco, es comprensible que no lo quieran ni se hayan alegrado con su llegada al Vaticano. Jamás los paladines de la mentira podrían comulgar con un ser lleno de verdad. El gobierno acepta exclusivamente a quienes son como él. Y de más está decirlo, el Papa Francisco no lo es.
En la dialéctica kirchnerista quien no es amigo es enemigo. No existe otra categoría, no contempla jerarquías, por el contrario hace diez años que viene aniquilándolas. Primero en las Fuerzas Armadas, luego en otras áreas incluyendo la familia. Recuérdese por ejemplo, al ministro de Educación, Alberto Sileoni, cuando felicitó a los alumnos que tomaban colegios.
El kirchnerismo no brega por ninguna igualdad sino por el contrario, su accionar es por la uniformidad, de pensamiento principalmente. Por eso se explica (aunque no se justifica) el temor magnánimo hacia la figura del máximo exponente del catolicismo. El Papa no impone creencias, tampoco conductas, menos todavía ideas pero ayuda a reflexionar. Y es a esa reflexión a la cual consideran una amenaza para el proyecto de la reelección indefinida.
Debiendo asumir la realidad de un argentino que está muy por encima de ellos, han decidido apurar el plan. Y ese plan no es sino el que mencionáramos dos semanas atrás cuando referimos al “as en la manga”.
“Hay que apurar los tiempos“, sostienen. Porque si Francisco generó tamaño revuelo en horas no más, su influencia con el correr de los días puede ser letal para la ambición presidencial.
Así es como en medio de la cumbre de gobernadores e intendentes kirchneristas, Jorge Capitanich de la provincia de Chaco, oficiando de vocero, no titubeó siquiera al defender la meta de “Cristina eterna”, y estableció el debate que nos sacudirá de aquí en adelante.
“Hay que llamar a una consulta popular“. La famosa trampa implementada en el sur se esconde bajo la premisa de “democracia directa”. Qué sea la gente quien decida. ¿Y cómo y quién interpreta luego tamaño referéndum? Ellos.
Justamente Capitanich se alza con esta idea cuando es sabido que en su provincia, la gobernación arrea indigentes ‘a piaccere’ para llevarlos a votar en micros. Nada original. Eso fue lo que hizo Néstor Kirchner para perpetuarse en la gobernación de Santa Cruz.
Hay pánico en Balcarce 50. Creen o saben a esta altura, que un documento del Vaticano advirtiendo lo nefasto de la no alternancia en el poder les gane de mano, y arroje por la borda sus metieres.
Puede que no sean ateos, ni agnósticos pero lo que sin duda son es irrespetuosos y conscientes que si se acaban los fueros se las verán negro. La única devoción que los mueve es el poder garante de impunidad. De lo contrario, de los despachos y la opulencia irán sin demasiado trámite a la cárcel. No temen a Dios, temen la austeridad del calabozo y el rigor del sistema penitenciario. Son habitués del lujo y del confort, progresistas de pacotilla.
Ahora bien, con un 98% de los argentinos que se manifiestan felices con el nombramiento del Papa argentino, el deshilachado 54% ha quedado definitivamente sepultado.
Hasta acá les era sencillo sacar de juego a Ricardo Alfonsin, Hermes Binner, Mauricio Macri y hasta jugar con fuego cortando fondos a la provincia de Buenos Aires. Pero ¿cómo luchar contra 2000 años de poder y su Santidad?.
No hay modo de subyugarlo. Están perdidos porque no pueden enviarle la AFIP, ni extorsionarlo. Tampoco pueden mandar a la Basilica de San Pedro, a huestes camporistas armadas a tirar bombas molotov y hacer pintadas.
Se estima que éste es la cabeza de aproximadamente 1200 millones de almas. No hay modo de entablar competencia, la batalla es fútil y ya ni bronca genera, provoca pena. Dan lástima.
¿De qué manera sigue esta dramática comedia? No es difícil de dilucidar. En primer lugar debe conocerse bajo qué condiciones aceptó la Presidente viajar a Roma. Lo hizo tras negociaciones entre el Palacio San Martín y la Nunciatura hasta llegar al Protocolo de la Santa Sede para no tener que reverenciarle.
Cristina especula: “si le dicen el Papa bueno no puede imponerme reverencia“, y como ya es sabido tampoco le impone nada su conciencia. La mandataria está enferma de soberbia.
El primer ‘angelus’ del Pontífice tranquilizó a la comitiva que sólo piensa unilateralmente. Si el Vicario habló de la importancia del perdón, perdonará a Cristina, calculan. Una concepción un tanto simplista de la doctrina.
Y es que a esta altura creer que será la Jefe de Estado quién pedirá disculpas con genuino arrepentimiento, es ingenuo y hasta descabellado. La viuda de Kirchner tiene apenas una obsesión: la foto. Y a partir de ella reescribirá la audiencia con su Santidad, como reescribiera la historia de los 70, a conveniencia.
Jorge Bergoglio sabe con creces quién y cómo es Cristina. Ella, sin embargo, no puede saber todavía quién es ese hombre que empieza a modificar el escenario sin siquiera planearlo. Para ella, en su patológica ceguera, es apenas otro palo en la rueda.
18/mar/2013
Fuente: Perspectivas Políticas.
Publicó: Pregón Agropecuario
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