por Luis Orea Campos
Nuevamente las circunstancias políticas que son de público conocimiento vuelven a hacer renacer la fundada esperanza ciudadana de que al igual que en 2009 el oficialismo sufra en las legislativas de este año una derrota que cambie la relación de fuerzas en el Congreso Nacional y se ponga un dique de contención a las veleidades monárquicas de la inquilina de la Casa Rosada y sus seguidores.
Así como en abril y mayo de 2011 ya anticipamos desde las páginas del Informador Público en las notas tituladas “El huevo de la serpiente” y “Sólo un milagro” todo lo que luego pasó y aún está pasando en el país con los empresarios, la AFIP y la Justicia, ahora es posible visualizar la posibilidad de que un buen armado de las agrupaciones que no comulgan con los métodos del kirchnerismo ni con su impronta pendenciera e inescrupulosa cambien la ecuación en ambas cámaras hoy dominadas inapelablemente por los obsecuentes siervos de Cristina Fernández.
Sin embargo, es necesario recordar que pocos meses después de que el oficialismo mordiera el polvo en las elecciones del 28 junio de 2009 a pesar de las triquiñuelas de Néstor Kirchner -como el adelantamiento electoral y el escandaloso invento de de las “candidaturas testimoniales” -el heterogéneo conglomerado de 38 bloques extra- FPV le entregó al kirchnerismo la llave maestra del Parlamento.
La responsable de esta inexplicable claudicación fue sin duda alguna Elisa Carrió que amenazando y presionando con las 18 bancas obtenidas e invocando “la tradición parlamentaria” y “el riesgo de la la ingobernabilidad” impuso su doctrina de que la presidencia de la Cámara y la presidencia provisional del Senado le correspondía a la primera minoría, es decir, el kirchnerismo, obligando a la oposición a regalar así dos cargos clave para poner freno a los atropellos oficialistas.
Ahí en el recinto de Diputados, ese mismo día 3 de diciembre de 2009 los presuntos opositores pusieron la semilla de su futura intrascendencia votando una lista de autoridades y distribución de comisiones que le entregaba la llave del gallinero al zorro.
Todo lo que vino después fue la consecuencia de que quienes tenían las cartas ganadoras no advirtieron que estaban sentados en un garito jugando con inescrupulosos tahúres profesionales de larga experiencia en esquilmar incautos y pretendieron llegar a acuerdos razonables basados en el diálogo y los consensos con el resultado conocido.
Elisa Carrió tampoco se dio cuenta de que estaba en el campo de la política práctica, del poder efectivo, donde de nada valen las apelaciones a la moral, a la tradición o al espíritu santo. La opinión pública le dejó a los opositores la pelota picando en el área chica rival con el arquero en el suelo y ellos la tiraron afuera. La gran duda que quedará en la historia. ¿Fue sin querer?
En descargo de Carrió hay que decir que no es una política stricto sensu pertrechada con las armas propias del oficio y un concepto panorámico de lo que esta actividad humana es.
Carrió ingresó a la política desde un estrado académico es decir, puramente teórico, cuando la UCR necesitó mostrar figuras con solvencia técnica para las elecciones de convencionales constituyentes en 1994.
Su incuestionable preparación como profesora de Derecho Constitucional en la UNNE pronto hizo que la convencional Carrió se destacara en medio de un conjunto de políticos mediocres que salvo raras excepciones tocaba de oído en estas cuestiones.
Pero la inmediata transferencia de esta onda de popularidad a las siguientes elecciones que la llevaron a su primera banca de diputada no necesariamente implicó el aprendizaje suficiente para comprender que en el campo de la praxis política son otros los parámetros estratégicos que conducen a resultados fructíferos que trasciendan las buenas intenciones o las expresiones de deseo.
De nada sirve saber mucha teoría cuando en la práctica hay que tomar decisiones que muy a menudo pisan la delgada línea que separa a la moralidad media de aquello de que el fin justifica los medios.
Un viejo zorro como Adolfo Rodríguez Saá se lo marcó claramente a todos, pero no lo escucharon. “La tontería de Carrió de decir que quedarse con la Presidencia de Diputados es “golpista”, es pensar que tiene enfrente a un Alfonsín o un De la Rúa que va a respetar las instituciones. A Kirchner hay que enfrentarlo desde el manejo del poder real, si se quiere hacer política en serio”.
Carrió no supo hacer política en serio ni proyectar las consecuencias de su cerrada defensa de la institucionalidad muy loable pero muy desubicada frente a contendientes para los que las instituciones son solamente un instrumento para lograr sus fines y si hay que dejarlas de lado, pues se hace y ya.
Otro hubiera sido el curso de la historia política de los últimos tres años si los opositores hubieran tenido el coraje de apoderarse de los resortes institucionales que estaban a su alcance.
Podrá decirse, como Carrió hizo luego para justificarse, que se temía por la gobernabilidad del país, pero eso marca nítidamente su error de cálculo: a esa altura de los acontecimientos había que ser muy miope para no ver que la acumulación de poder del señor y la Sra. Kirchner garantizaban la gobernabilidad absolutamente y lo que necesitaban para equilibrar su gestión era precisamente un límite institucional no la franquicia que le dieron.
En oportunidades como ésa si se cuadra hay que entrar a capa y espada y cumplir cabalmente el mandato para el que fueron electos: poner límites, que ese es el inclaudicable rol de la oposición y en ese entendimiento hacer todo lo que sea menester.
Pero para eso hacía falta tener una visión política de la que carecen Carrió y varios otros opositores y dejar de lado pruritos teóricos y simpáticos como “la tradición parlamentaria” y “la gobernabilidad” porque se juega mucho más que los supuestos principios irrenunciables de los actores principales.
Por esta razón tan importante como ganar la elección legislativa es que los próximos “opositores” hayan aprendido la lección de esos errores, aunque como se sabe el argentino es el único animal que tropieza varias veces con la misma piedra y por ello no se puede asegurar que esta vez reparen el error y a partir de octubre se comience la lenta y penosa reconstrucción de las instituciones destrozadas por el kirchnerismo.
Abril 24, 2013
Informador Público
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