por Gabriela Pousa.
Una sola certeza en medio de innumerables misterios y una constante que se repite desde hace mucho tiempo: el afán gatopardista del gobierno nacional.
Nada cambia sustancialmente, nada ha cambiado desde hace diez años, a lo sumo se ha radicalizado el estilo y la concepción política del kirchnerismo.
En estos días en que sale a la luz el ‘modus operandi’ de la corrupción, se confirma lo que hemos venido diciendo desde el comienzo: con o sin Néstor, el gobierno es el mismo. Que hayan cambiado figuritas en el trayecto importa poco ya. De fondo todo sigue igual.
En este contexto, la única certeza insoslayable es esa mayoría ciudadana sumida en la más absoluta orfandad política. No hay representación que valga.
La dirigencia está en otra parte. Sabe que es tiempo de definir candidatos y comienza, en consecuencia, la guerra de egos y mezquindades. El bienestar general ha sido destronado por las ambiciones personales.
Hay situaciones que parecen fellinescas: la foto de un peronismo diezmado con Hugo Moyano a la cabeza, la incertidumbre de Sergio Massa -a quien se lo aguarda como si nunca hubiese formado parte de lo que pasa-, Daniel Scioli manteniendo una imagen favorable (si se la compara con sus pares) después que le flotaran cadáveres, Elisa Carrió con la coherencia de sus palabras abrazada a la incoherencia de Pino Solanas…
Si estos cuadros son complejos para quienes estamos abocados al análisis político, para el resto, el escenario coyuntural se ha convertido en un verdadero entrevero. Basta con pensar que el intendente de Tigre puede devenir, de la noche a la mañana, candidato peronista contra Cristina, o hacerlo como delfín de su gobierno. La lógica, a diferencia del dinero, no pesa en este juego.
Pero quizás poco importe ya quién es quién en el tablero. Lamentablemente ya hay experiencia en eso de votar al mal menor en lugar de al bueno.
Frente a esta radiografía han de anunciarse los próximos comicios. Las PASO son mientras tanto una variable imprecisa. Poco importa que figuren en el reglamento, mucho menos que sean ley. En los últimos diez años no ha habido norma que se respete, ni límite legal o legítimo que frene.
Hoy por hoy, estas elecciones dependen del proyecto de reforma del Consejo de la Magistratura. Si la Corte Suprema apela al “per saltum” y logra paralizar las modificaciones impuestas desde el Ejecutivo, las primarias puede decirse que carecen de sentido.
Desde luego que no resulta constitucional que la Presidente decida según su conveniencia el llamado a internas pero la jurisprudencia demuestra que ha habido ya varias ocasiones en que se hizo caso omiso a la regla. Ver, por ejemplo, Un fallo polémico.
Vueltas del destino o fotografía del gatopardismo, como se prefiera. Lo cierto es que los próximos comicios en la Argentina vuelven a estar en manos de la jueza María Romilda Servini de Cubría, la misma que censuró a Tato Bores antaño, y ahora lo hizo con Francisco De Narváez a raíz de su spot publicitario. Pero como sea, la sociedad no está desvelada por las primarias.
El grito popular solicitando la unión de los opositores es acallado desde el vamos por la mismísima jefe de Estado, quien se ocupó de incluir una cláusula en el proyecto de reforma judicial que divide a todos los demás. Según se lee, los candidatos deben ser diferentes según la fuerza política que los impulse. Una canallada. Así no hay acuerdo opositor que valga.
A su vez, solo podrán presentar listas las alianzas o agrupaciones que hayan sido reconocidas en 18 distritos. De ese modo, el gobierno queda sin contrincantes porque suponiendo que la Unión Cívica Radical haga una alianza en alguna provincia, perderá ese distrito por no ser la nueva fórmula, originada en el partido inicial. Trampas macabras si las hay…
Lo paradójico es que para una elección presidencial se requiere el reconocimiento en apenas 5 distritos. Ahora imponen 18, la inflación llegó también acá. Lo real es que se ve claro el artilugio tendido por la Casa Rosada en esta oportunidad.
Finalmente y para tener absoluta seguridad de un triunfo oficial, se ha modificado el sistema proporcional que rige para cualquier cargo electivo del país. Esta vez, se implementa un sistema de mayorías y minorías. Es decir que, quién resulte ganador se llevará dos candidatos y el segundo, uno. Los demás, nada.
La situación de las fuerzas opositoras es limite y abre paso a la discusión acerca de sí deben o no presentarse a este show. Quienes creen que no deben hacerlo consideran que si solo se presenta el kirchnerismo, los cargos de la primera minoría quedarán vacantes, y al no haber sistema proporcional no lo podría ocupar el gobierno.
Otros creen que pueden ubicar a alguno de sus filas aunque no sepan a conciencia cuál será la finalidad. El debate aún esta abierto, hay más dudas y parálisis que agilidad.
Lo concreto es que el próximo 8 de mayo, el Senado se expedirá sobre la reforma en ciernes con un resultado conocido de ante mano debido a la mayoría oficial. Al otro día comenzarán a llover los amparos para frenar este dislate violatorio de la Constitución Nacional.
De aceptarse estas cautelares, cualquier elección de consejeros será inválida. Ahora bien, ¿qué pasa si desde el gobierno hacen prevalecer la norma por la cual no pueden presentarse cautelares contra ellos?
Como se puede observar, el teatro político nacional es un laberinto cuya salida nadie sabe bien por donde está.
En lo económico la cosa no es distinta. Se cree que buscarán desdoblar el dólar como ya se hiciera hace tiempo con resultados no gratos para los argentinos. Con el mismo método pues, imposible que surjan otros escenarios que no sean los ya vividos.
Mientras todo esto sucede, la Presidente sigue proclamando una Argentina maravillosa. Y hay un dato inexpugnable: el ama de casa común acosada por el alza de precios, el padre de familia de los sectores más necesitados y hasta ese “burgués gentilhombre” en muchos casos, no pueden descifrar un ápice de lo que está pasando. Eso explica un porcentaje aún considerable de imagen positiva de Cristina.
El gobierno apunta a hacer la plancha lo cual no parece sensato, pues el mar hoy no es aquel que había años atrás cuando flotar les diera resultado.
Hay demasiadas olas, nada está calmo. Es muy difícil prever paz cuando la democracia y la república se están definiendo en medio de la confusión más absoluta.
Moral, política y economía hacen agua. Y no se podrá en este caso ocultar a los ahogados.
mayo 6, 2013
Informador Público
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