Pbro. Dr. Ignacio Andereggen.
Artículo presentado en la XXIX Semana Tomista que trató sobre el "Diálogo entre Filosofía, Teología y Ciencias", el miércoles 8 de Septiembre del 2004, organizada por la Sociedad Tomista Argentina.
Encontramos dos series principales de textos importantes respecto de la concepción de la Teología misma en Santo Tomás. Ante todo: la concepción de Teología que se encuentra en la primera cuestión de la Suma. El Concilio hace referencia a esta concepción explícitamente y la usa especialmente en la "Dei Verbum". La otra serie de textos se refiere a la concepción de la Escritura del Aquinate, especialmente del Evangelio, de la Ley Nueva, y se encuentra en la Prima Secundae, en las cuestiones 106, 107 y 108. Supondremos su perspectiva.
Estos dos temas están unidos entre ellos. Para Santo Tomás, especialmente, la Teología consiste en la esencia de la Escritura, de tal manera que a veces parece identificar la Teología con la Sagrada Escritura misma, la que a su vez tiene su centro en la gracia.
Veamos algunos aspectos de la concepción de Teología en la primera cuestión. ¿Por qué es necesaria la Teología? Para explicarlo el Aquinate muestra por qué es necesaria la Revelación. Para Santo Tomás las nociones de Teología y de Revelación son más cercanas entre ellas que en nuestra concepción: tendemos a pensar la Revelación en un sentido más objetivo, y la Teología en un sentido más subjetivo; en cambio para el Aquinate las dos realidades sobrenaturales están cercanísimas entre ellas. En la práctica la Revelación quiere decir la Teología en el sentido sustancial del don que tiene cada uno que la recibe, y que después debe ser desarrollada en sentido científico, como se explica a lo largo de esta cuestión.
"Para la salvación humana fue necesario que, además de las materias filosóficas, cuyo campo analiza la razón humana, hubiera alguna ciencia cuyo criterio fuera al Revelación divina. Y esto es así porque Dios, como fin al que se dirige el hombre, excede la comprensión a la que puede llegar sólo la razón. Dice Isaías 64, 4: "¡Dios! Nadie ha visto lo que tienes preparado para los que te aman. Sólo Tú". El fin tiene que ser conocido por el hombre para que hacia Él pueda dirigir su pensar y su obrar. Por eso fue necesario que el hombre, para su salvación, conociera por Revelación divina lo que no podía alcanzar por su exclusiva razón humana. Más aún. Lo que de Dios puede comprender la sola razón humana, también precisa la Revelación divina, ya que, con sola la razón humana, la verdad de Dios sería conocida por pocos, después de muchos análisis y con resultados plagados de errores. Y, sin embargo, del exacto conocimiento de la verdad de Dios depende toda la salvación del hombre, pues en Dios está la salvación. Así pues, para que la salvación llegara a los hombres de forma más fácil y segura, fue necesario que los hombres fueran instruidos, acerca de lo divino, por Revelación divina. Por todo ello se deduce la necesidad de que, además de las materias filosóficas, resultado de la razón, hubiera una doctrina sagrada, resultado de la Revelación" [1].
Ha sido necesaria la Revelación porque el fin del hombre es sobrenatural, en el sentido de que la esencia de Dios no puede ser entendida por la mente humana, y por lo tanto ésta no puede tener un concepto, una idea -que es el modo propio de la inteligencia- de la esencia de Dios. Pero, además de esto, ha sido necesaria la Revelación -y es necesaria entonces la Teología- en cuanto incluye verdades que podemos llamar filosóficas. Esta concepción de la filosofía integrada con la Teología, a la cual hemos hecho referencia, es muy importante para entender qué quería decir el Concilio, y por qué ha solicitado -por ejemplo- la renovación de los estudios teológicos.
Para Santo Tomás la filosofía es anterior a la Teología. Por eso, cuando el Concilio asumiendo la perspectiva de Santo Tomás, habla de diálogo con los hombres de nuestro tiempo, no se refiere al diálogo entre Teología y filosofía como si fueran cosas separadas, sino que habla del diálogo entre una Teología que incluye una filosofía y otras filosofías que son diferentes. Esto está en el corazón mismo del Concilio. La renovación espiritual y apostólica que pide el Vaticano II necesita intrínsecamente una renovación en la vida intelectual, la cual necesariamente debe pasar a través de una madurez filosófica, de otra manera esta noción de Teología es imposible de cumplir, especialmente en el sentido apostólico, porque los hombres normalmente están envueltos en diversos errores que cambian a lo largo del tiempo, y no pueden alcanzar las verdades necesarias para la salvación.
Saber que Dios existe es necesario para la salvación; saber que Dios es el fin del hombre es también necesario. Aún más los hombres, no pueden captar fácilmente esto que es elemental. Saber que el hombre tiene una inteligencia, o sea una capacidad de conocimiento superior al material, es necesario para la salvación, y esto tampoco es evidente para todos. Es necesario para la salvación porque la visión beatífica consiste en entender la esencia de Dios, la cual es espiritual. Si el conocimiento es identificado con el conocimiento sensible, o con una percepción de algún modo ligada al sentido, la visión beatífica es imposible. Por eso es que hay tantos temas que requieren intrínsecamente de un conocimiento filosófico. Cuando éste no es alcanzado, debe ser alcanzado teológicamente, o sea en el interior de la Revelación. Por esto la Revelación cristiana ha hecho desarrollar con precisión la filosofía misma, especialmente la metafísica, la antropología y la ética.
Por lo tanto, ha sido necesario que más allá de las disciplinas filosóficas que se buscan por la razón, haya una Sagrada Doctrina que sea la Revelación. Se observa de nuevo el acercamiento con la Sagrada Doctrina que es lo que llamamos Teología y Revelación. La Teología para Santo Tomás está mucho más cerca de la Sagrada Escritura que de un desarrollo racional, aunque después este desarrollo racional deba existir, especialmente en el sentido de aclarar las nociones filosóficas incluidas en la Teología.
Otros textos importantes de la cuestión primera para entender la noción de Teología del Concilio, muestran que la Teología, o más bien la Sagrada Doctrina, es ciencia una. Por lo tanto no hay diversas Teologías. La Teología es una, en el sentido de habitus interior. Esta disposición interior es sobrenatural, es producida por Dios, asumiendo sin embargo las dimensiones naturales, los otros habitus filosóficos: la metafísica y la ética. Esto quiere decir que la Teología unifica las capacidades filosóficas de conocer elevándolas y conteniéndolas eminentemente. La eminencia es la presencia de eso que es inferior en aquello que es superior.
De nuevo se ve cómo Santo Tomás entiende la Teología en el sentido de una profunda participación personal de la ciencia de Dios. La Teología no es algo sólo objetivo escrito en los libros; es el habitus en la persona, y esto, como se verá en los textos sucesivos, es un sello de la mente divina estampado en la mente del hombre. Por eso el texto de "Optatam Totius" del Vaticano II puede hacer referencia tranquilamente, en la perspectiva tomista que es la explícitamente asumida, a la unidad no sólo entre todas las disciplinas teológicas, sino también entre las filosóficas. Todo confluye en el misterio de Cristo.
"La doctrina sagrada es una única ciencia. La unidad de la facultad o del hábito la da el objeto, pero no bajo el aspecto material sino formal. Por ejemplo, el hombre, el asno y la piedra pueden ser consideradas bajo el aspecto formal del color, que es el objeto de la vista. Si tenemos presente como ya hemos dicho, que la Sagrada Escritura considera algunas cosas en cuanto reveladas por Dios, todo lo que puede ser revelado por Dios cae bajo el aspecto formal del objeto de tal ciencia. Es así como queda comprendido dentro de la doctrina sagrada como una única ciencia" [2].
Lo que es revelable es el misterio de la Santísima Trinidad, los misterios de Cristo, la unión hipostática, pero también -por ejemplo- la espiritualidad del alma, la creación del mundo, el conocimiento intelectual, las verdades morales, como los diez mandamientos. Estas son verdades naturales que el hombre puede conocer por su razón; sin embargo son también reveladas. Todo esto que está divinamente revelado por parte de Dios está contenido en la Teología, porque contiene todo. Esta es la razón por la cual el Concilio a partir de la renovación teológica, quiere primero comprender la situación de nuestro mundo contemporáneo, y después naturalmente evangelizar. Esto significa entender los errores, porque si no se entienden es muy difícil evangelizar con eficacia. Sin embargo, para entender los errores es necesario que haya una mirada complexiva y unitaria, la dada desde la Teología.
Tal mirada sin embargo, -repito- no puede ser una realidad objetiva que se encuentra en los libros y a la cual uno después accede como puede. Es principalmente una realidad subjetiva, en el sentido que es una perfección de los sujetos. Más bien, el sentido mismo de la Iglesia requiere que esta perfección sea subjetiva, porque la Iglesia, Cuerpo de Cristo, tiene como sentido, no sólo la unión como totalidad, sino también las personas. La comunidad es para las personas, dice el Concilio citando a Santo Tomás en el "Comentario a la Ética a Nicómaco" [3]. El Aquinate lo expresa en otro texto, más estrictamente filosófico, pero vale también para un campo más amplio, al cual mira la intención general. Es necesario que los hombres -especialmente los sacerdotes, como se lee en "Optatam Totius"- logren tener una unidad profunda que es esencial a la Teología, porque ella por sí misma es una e incluye una mirada sapiencial de toda la realidad, también de las realidades naturales. Por lo tanto, es necesario no separar las verdades de fe en sentido estricto de las otras.
La Teología, siendo ciencia una, comprende los aspectos especulativos pero también prácticos. La Teología es al mismo tiempo ciencia especulativa y práctica, en un sentido más preciso aún que el de la ética filosófica. Ésta, en efecto, razona a partir de la esencia del hombre y busca la compatibilidad o incompatibilidad entre ciertas acciones de esta esencia y ciertas acciones humanas y la esencia misma. La Teología en cambio, teniendo una unidad superior que proviene del hecho de ser participación del conocimiento de la mente divina, alcanza también lo singular en cuanto tal, esto es alcanza la concreción de la cosa, así como incluye las historias que son narradas en la Sagrada Escritura y que se refieren a los sucesos particulares del pueblo de Israel o de la vida de Cristo.
La Teología, pues, siendo la participación de la mente divina que conoce todo, también lo singular -porque Dios es el creador de las cosas singular, su gobernador y fin-, incluye la referencia a las realidades particulares, porque es una ciencia más perfecta, y es aquella que enseña a hacer el nexo del cual hablaba el Concilio, entre las realidades particulares, no solamente entre las teorías filosóficas de nuestro tiempo, sino entre tales realidades particulares y las verdades universales filosóficas y reveladas en sentido estricto.
Decimos que es necesario prestar atención también al aspecto práctico de la Teología. Santo Tomás subraya especialmente el aspecto especulativo, en cambio San Alberto, su maestro, y San Buenaventura, la explican más bien como ciencia práctica. Depende de qué se entiende por "práctica", la cual significa una referencia al afecto, entendido en el sentido de los medievales, que incluye la parte espiritual, y por eso la voluntad y toda la persona. Las posiciones de Santo Tomás y de San Buenaventura son complementarias: Santo Tomás subraya especialmente el aspecto de la visión beatífica, mientras que San Buenaventura el amor de Dios. Estos dos aspectos están anticipados en la vida terrena, en la fe y en los dones del Espíritu Santo que se refieren al intelecto, y en la caridad. Más bien, Santo Tomás asimila la complejidad de la vida sobrenatural y entiende la Teología como ciencia en el sentido de esta complejidad.
En este sentido, la Teología incluye aspectos que se refieren al conocimiento intelectual, y otros a la voluntad y al afecto. Esto es muy importante, porque cuando leemos los textos medievales tendemos a proyectar sobre ellos la concepción moderna, que es intelectualista y racionalista, en cambio esos tienen un acercamiento más global que es aquel que después quiso asumir el Concilio Vaticano II mismo, porque hace referencia a la caridad, al afecto y a la simpatía afectiva, respecto a los hombres de este tiempo.
Todo esto es necesario entenderlo en el sentido de la concepción global de la Teología a la cual se dirige el Concilio, que es la de Santo Tomás y San Buenaventura.
Respecto a este tema el Vaticano II nos reporta una cita muy importante del "Itinerarium mentis in Deum" de San Buenaventura. El Doctor Seráfico explica que no es posible que haya un conocimiento puramente intelectual sin la unción interior para alcanzar verdaderamente a Dios. La Sagrada Doctrina, existiendo como una, se extiende a las cosas que pertenecen a las diversas ciencias filosóficas, por la razón formal que atiende a cosas diversas, esto es en cuanto son cognoscibles a través de la luz divina. Por lo tanto, si bien en la ciencias filosóficas hay un aspecto especulativo y otro práctico, la Sagrada Doctrina comprende en sí a uno y a otro, porque Dios con la misma ciencia conoce las cosas que se refieren a Sí, y las cosas que hace. Más aún, es más especulativa que práctica, porque se refiere principalmente a las cosas divinas, más que a los actos humanos, de los cuales trata en cuanto por medio de ellos el hombre se ordena al perfecto conocimiento de Dios, en el cual consiste la eterna bienaventuranza.
Para Santo Tomás, como se ve en la cuestión 106 y siguiente de la Prima Secundae, la Teología entendida en este sentido global alcanza los datos particulares, y sabe indicar qué es necesario hacer en los actos particulares más allá del conocimiento universal de la razón; esta es la diferencia entre los preceptos y consejos evangélicos. En los consejos hay una iluminación del intelecto respecto de las cosas particulares y a las circunstancias particulares que no se puede tener con el conocimiento universal de la razón. En la Teología todos estos aspectos están unificados. Por lo tanto, la Teología guía al hombre en la teoría y en la praxis, en lo universal y en lo particular; en el juzgar -por ejemplo- sobre la verdad o no de las teorías filosóficas y en la acción apostólica. Todo esto está incluido en un habitus científico único que es la Teología.
Esta ciencia va más allá de las ciencias especulativas y de las ciencias prácticas, porque tiene la certeza a partir de la luz de la ciencia divina. Por eso la Teología es la ciencia suprema que de algún modo incluye las otras. Esta es también la concepción de San Buenaventura en el "De reductione artium ad theologiam", en el cual el Doctor Seráfico expresa que todas las ciencias se refieren a la Teología.
Un aspecto muy importante para nuestro tema se refiere a la pregunta de si la Teología es sabiduría. De nuevo, se trata de una forma de conocimiento que mira las cosas desde lo alto, desde las causas, y especialmente desde la causa suprema que es Dios.
"Esta doctrina es, entre todas las sabidurías humanas, sabiduría en grado sumo, y no sólo en un sentido especial, sino único y total" [4].
Esta es la sabiduría en sentido absoluto. El Concilio en la "Gaudium et Spes" hace referencia a la necesidad urgente de nuestro tiempo de formar verdaderos hombres sabios. Sabios en el sentido de que están en grado de tener cierta mirada complexiva sobre la realidad, sobre la realidad de Dios, y por eso sobre la realidad de las cosas creadas y del mundo de nuestro tiempo en las circunstancias particulares de la vida moderna. Sin esta sabiduría la evangelización no es posible, por eso el Concilio pide poner atención especial en el formar a los hombres para que sean eminentes en esta sabiduría.
En el mismo artículo, Santo Tomás menciona la sabiduría entendida en un triple sentido: sabiduría metafísica, que entre las ciencias desarrolladas por la razón es la más elevada, porque alcanza la causa última; Teología como sabiduría; y una tercera forma de sabiduría que se integra con la segunda y con la primera, la sabiduría don del Espíritu Santo.
La Teología en sentido pleno requiere las tres formas de la sabiduría, en cuanto en la sabiduría teológica está incluida eminentemente la de la metafísica, según hemos visto. Además esta sabiduría teológica en sentido pleno no se puede desarrollar sino a partir del conocimiento experimental de las cosas divinas y por lo tanto de las cosas humanas, y también de las acciones humanas que se tiene en el don de la sabiduría del Espíritu Santo, el cual significa especialmente este conocimiento experimental.
Recordemos el texto de la "Dei Verbum" que hace referencia al conocimiento experimental de las cosas reveladas que crece a lo largo de los tiempos en la vida de la Iglesia. Esta sabiduría es especialmente la sabiduría de los Santos que perciben interiormente los misterios de la salvación y lo conectan con las realidades de este mundo; Sabiduría, don del Espíritu Santo, que está unido a todas las otras formas de conocimiento. Por eso la Teología, siendo sabiduría, y especialmente en el sentido de la sabiduría-don, requiere un conocimiento por connaturalidad, que es uno de los puntos fundamentales de la visión del Concilio sobre las temáticas contemporáneas.
Como decía el discurso de Pablo VI en la clausura del Concilio, es necesario hablar al mundo contemporáneo con simpatía, pero no una simpatía entendida superficialmente. Simpatía como afecto quiere decir el afecto en el sentido de la ciencia teológica, que requiere de una profunda experiencia espiritual. Cuando amamos verdaderamente a los hombres de nuestro tiempo, podemos conocer qué les hace bien y qué no y saber también discernir la verdad de los errores y refutar los errores filosóficos y de las otras religiones, como decía "Optatam Totius". Se trata de un conocimiento por connaturalidad en el sentido más profundo de este término.
La Teología es la participación de la ciencia divina que pertenece a la naturaleza divina, y a un conocimiento que no se puede tener sin la divinización, la deificación de la gracia, que permite ver todas las cosas con los ojos de Dios. También el mal se capta en el bien y se capta verdaderamente como mal cuando se lo ve en el bien.
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Notas
[1] SANTUS THOMAS AQUINAS, Summa Theologiae, I q. 1. a. 1.
[2] SANTUS THOMAS AQUINAS, Summa Theologiae, I q. 1. a. 3.
[3] GS c. II n. 25. SANCTUS THOMAS AQUINAS, In libros Ethicorum Expositio, L. I 1. 1.
[4] SANTUS THOMAS AQUINAS, Summa Theologiae, I q. 1. a. 6.
Fuente: http://gt000157.ferozo.com/xxix/files/Miercoles/Andereggen_04.pdf
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