sábado, 26 de octubre de 2013

El peligro de dormirse en los laureles


Por Agustín Laje (*)
Los resultados de las elecciones legislativas del domingo no presentan demasiada incertidumbre para nadie. Entre otras cosas, porque el esquema de Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) nos ha ofrecido un anticipo excepcional que, como indican las principales encuestadoras, se reproducirá sin significativas diferencias en los comicios dominicales.
Todavía más: las variaciones que se registran, en la mayoría de los casos, benefician a las fórmulas opositoras.
El “efecto lástima” al que apeló el kirchnerismo con el estado de salud de Cristina Kirchner no obrará como un imponderable capaz de retorcer e invertir los resultados de las PASO, fundamentalmente gracias al “efecto Cabandié” –dado por el hecho de fanfarronear ante una agente de tránsito y ejercer abuso de poder– y gracias al “efecto Boudou” –dado por el hecho de poner a cargo del Ejecutivo a un impresentable que tiene en su haber 54 imputaciones judiciales–.
De tal suerte que, como ya se dijo, los resultados del domingo son ya bien conocidos. O, dicho con más precisión, los efectos de los resultados son casi una realidad. ¿Cuáles son esos efectos? Fundamentalmente, la imposibilidad que tendrá el oficialismo de contar con una mayoría agravada en el Congreso para modificar la Constitución Nacional y habilitar una re-reelección de Cristina Kirchner. Así las cosas, el poder de la Presidente, sin su marido vivo y en ausencia de un “delfín”, se empezará a licuar desde el mismísimo lunes –en rigor, ya se está licuando desde la derrota de las PASO– y, a medida que más nos acerquemos al 2015, más palpable será el hecho de que el kirchnerismo, como proyecto político, está muerto.
Ahora bien, de tales certidumbres no debiera derivar un exacerbado triunfalismo que termine haciéndonos bajar la retaguardia. Salvando las distancias, podría decirse que no se debe contraer el “síndrome Fukuyama”, que lleva el apellido del influyente politólogo Francis Fukuyama que, tras la caída del comunismo, escribió el famoso libro “El fin de la historia y el último hombre”, cuya tesis consistente en asegurar que la libertad y la democracia habían triunfado definitivamente en el mundo, hizo que muchos se durmieran en los laureles de una victoria perpetua que no fue.
El kirchnerismo no tirará la toalla después del domingo. No hay que olvidar que, si bien se trata de una facción política abarrotada de oportunistas, una buena porción de sus principales cuadros están convencidos de estar encarnando una revolución en la Argentina. Son fanáticos, y el fanático no ceja hasta no estar definitivamente aplastado. Por eso no fue descabellado Jorge Lanata cuando afirmó hace unos días en Infobae que él piensa que Cristina Kirchner “va a ir por la reelección aun cuando pierda las parlamentarias. Van a inventar una manera de hacer una Constitución arriba de la Constitución”.
Lo más probable es que el kirchnerismo, después del domingo, haga como que nada ocurrió en el país. Es la estrategia política que emplearon frente a todas las situaciones adversas que les ha tocado transitar en los últimos años: desde los masivos cacerolazos, hasta la reciente derrota de las PASO. Antes al contrario, lo más probable es que redoblen la apuesta, incrementando el autoritarismo, acentuando la persecución a la prensa, agudizando la división social y exacerbando a las turbas juveniles adoctrinadas a las que les han metido en la cabeza que son la continuidad de la guerrilla setentista. Las teorías conspirativas de golpes de Estado y destituciones mediáticas estarán a la orden del día, y enrarecerán el clima político y social.
El kirchnerismo está listo para su derrota del domingo y, por supuesto, tiene un plan. No en vano, lo primero que hizo el oficialismo después de las PASO fue lograr una delegación de atribuciones del Congreso –sin precedentes– hasta diciembre del 2015, con lo cual el rol del Congreso hasta el llamado “fin de ciklo” será prácticamente intrascendente. Tendremos, pues, un Poder Ejecutivo todopoderoso en lo sustancial, dictatorial, al servicio de los mafiosos que lo ocupan. El kirchnerismo sabe que tiene dos años para buscar la forma de reconstruirse o reinventarse, y contar con el poder virtualmente absoluto del Estado no es poca cosa.
Por todo ello, la derrota que le aguarda este domingo el kirchnerismo debe ser festejada con entusiasmo por los sectores republicanos del país, porque abrirá el camino que conduce al fin de esta oprobiosa y desagradable “década robada”. Pero la mejor manera de festejar será continuar dando batalla contra los facinerosos que nos gobiernan, sin retroceder ni un milímetro ni dormirse en los laureles.


(*) Coautor del libro “Cuando el relato es una FARSA”, escrito junto a Nicolás Márquez. agustin_laje@hotmail.com | @agustinlaje



La Prensa Popular | Edición 244 | Viernes 25 de Octubre de 2013


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