jueves, 8 de mayo de 2014

Nuevas fronteras para la libertad de expresión o ¿En qué te afecta que los gay se casen?

por Pato Acevedo 
Unos días atrás, el sitio web OK Cupid organizó un boicot contra el navegador Firefox de Mozilla, al enterarse que Brendan Eich, uno de los directores de la fundación encargada de mantener el navegador era contrario al matrimonio homosexual, y había hecho donaciones a campañas políticas en favor de mantener el matrimonio entre un hombre y una mujer.
Finalmente, el boicot fue exitoso, pues a los pocos días el Eich renunció a su puesto, al tiempo que la directora de Mozilla emitió un comunicado disculpándose con la comunidad por no haber actuado con la rapidez necesaria una vez que la controversia estalló.
Además de la reacción esperable entre los defensores del matrimonio natural, esta situación hizo saltar las alarmas de algunos, incluso en el campo homosexualista, por lo que este resultado representa para la libertad de expresión. 
Por ejemplo, el columnista gay Andrew Sullivan, escribe:
¿Ahora será forzado a caminar por las calles en vergüenza? ¿Por qué no el cepo? Todo este episodio me repugna, como debería repugnar a cualquiera interesado en una sociedad diversa y tolerante. Si este es el movimiento por los derechos gay de hoy –acosando a nuestros oponentes con un fanatismo más propio de la derecha religiosa que de otros– entonces no cuenten conmigo. Si estamos por intimidar la libertad de expresión de otros, no somos mejores que los abusadores anti-gay que estaban antes que nosotros.
¿Y la réplica de los que apoyaron el boicot contra Brendan Eich? Él conserva la libertad de opinar lo que guste, pero si va más allá de opinar y apoya una campaña que niega sus derechos a una minoría, debe estar dispuesto a sufrir las consecuencias. Después de todo, nadie toleraría que trabajara como director de una gran compañía un nazi o miembro del Ku Klux Klan.
Personalmente, no soy de los que rasgan vestiduras cuando se trata de límites a la libertad de expresión, pero estoy acostumbrado a ser visto como un totalitario cuando oso insinuar que no existe el derecho a ofender o ridiculizar las creencias religiosas de los demás. Lo que me sorprende de todo este episodio es la rapidez con que los que tienen por liberales han traicionado la tolerancia, que hasta hace poco decían era el fundamento de toda su idea se sociedad, y sobre todo que hayan decidido poner ese límite precisamente en el matrimonio homosexual.
Creo que todos estamos de acuerdo en que solo los bárbaros e incultos podrían decir que no hay límites a la libertad de expresión, y que la palabra es tan irrelevante  que nunca puede tener consecuencias para los demás. Al contrario, todas las leyes y tratados internacionales, junto con proclamar que la libertad de expresión es un derecho fundamental y pilar de la libertad política en general, reconocen que también existen límites a su ejercicio. También espero que estén de acuerdo conmigo, en decir que esos límites deben ser excepcionales, reservados para ámbitos particularmente importantes de la vida de los individuos y de la comunidad, tales como la integridad física, la dignidad de las personas, la seguridad nacional.
Quien sostenga que la libertad de expresión debe suprimirse a favor del matrimonio homosexual, y que por lo tanto, lo ocurrido a Brendan Eich no es matonaje y opresión totalitaria, debe responder a una pregunta: ¿Desde cuándo la regulación del matrimonio es un aspecto tan relevante, a la par de la vida de las personas o de la seguridad del Estado? Porque la regulación del matrimonio ha sufrido múltiples cambios en los últimos tiempos, y conoce diversas formas a lo ancho del mundo, pero jamás el oponerse al divorcio o a la poligamia había justificado que desde el otro bando te acusaran de traicionar los fundamentos mismos sobre los que se basa la sociedad.
Y no cuela aquí que se diga que estamos ante un boicot más, como tantos otros que los mismos cristianos hacen todo el tiempo. Es fundamentalmente diferente pedir que Amazon deje de financiar el aborto, por ejemplo, a exigir que esa corporación deje de contratar a las personas que mantienen determinadas opiniones sobre el aborto, o peor aún, que inicie una limpieza de sus filas en razón de los apoyos que determinados empleados hayan entregado como ciudadanos particulares.
Desde luego que uno puede estar en desacuerdo con los demás en todas las opiniones que se quiera, e instar porque las cambie, y si por ser fiel a Cristo, un obispo es acusado de inconstitucional por un político de mala muerte, allá será cuestión de cada uno. Pero cuando se va tras una persona determinada y su trabajo, se ha cruzado una línea que nos acerca a los Estados totalitarios, donde por ejemplo, nadie te exigía ser miembro del partido comunista, pero se entendía que no podías acceder a un cargo u oficio público sin antes haberte inscrito en el partido.
Puede ser una represión más sutil que castigar con la cárcel ciertas opiniones, pero no menos efectiva.
¿Cómo se explica el rápido recurso del lobby gay a las tácticas totalitarias? Ciertamente que es un resultado sorprendente para un movimiento cuyo símbolo es la diversidad de colores en sus banderas, y que se presentó apelando a la tolerancia. Pienso que, además de la tendencia al pecado que nos dejó la falta original de nuestro padre Adán, esta situación se explica porque el debate del matrimonio gay nunca ha sido acerca del matrimonio, sino sobre qué opina cada ciudadano de la homosexualidad, y si, en base a su respuesta sobre esa cuestión crucial, puede ser o no miembro de esta, nuestra sociedad moderna y abierta.
Así que, si alguno tenía dudas en qué te podía afectar que se legalizara el matrimonio homosexual, ahí tiene su respuesta.


PD: En la imagen que acompaña esta entrada dice “¿Eres de los que niegan el matrimonio gay o el cambio del clima?” y en el cadalso “el debate se terminó”. No se engañen por la caricatura, no es un chiste.



Blog la Esfera y la Cruz (28/4/14) 

InfoCatólica

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