Por Agustín Laje *
Suele enseñarse, bajo las lecturas de la historia oficial de los siglos XIX y XX, que la “oligarquía” consistía en un grupo económicamente privilegiado que, en virtud precisamente de ese poder económico, accedía al poder político. Ideológicamente, además, se calificaba a esa oligarquía como de “derecha”.
Tras la experiencia kirchnerista, empero, aquello que entendíamos por oligarquía deberá ser invertido de cabo a rabo. En efecto, la oligarquía del siglo XXI consiste en un grupo de izquierdistas que, en virtud de su poder político, cosechan poder económico apropiándose o aventajándose de los recursos públicos.
Así las cosas, la Argentina atraviesa momentos dignos de una escena surrealista. Mientras nos enteramos que el patrimonio de nuestra Presidente Cristina Kirchner aumentó 15% en el último año (lo que equivale a más de 7 millones de pesos adicionales en su fortuna personal que alcanza los $55.304.793) y que La Cámpora ya tiene entre sus filas a cinco nuevos “millonarios”, el también millonario Víctor Hugo Morales nos sumerge –desde su cómodo y lujoso departamento en Av. Libertador− en el debate sobre si vivir en una villa obedece a una elección cinéfila o a una lastimosa condición indigna. El inefable Víctor Hugo, siempre tan dispuesto a servir a sus patrones políticos, desde ya que se inclina por la primera opción.
Esta es la Argentina que tenemos; una Argentina que ve aumentar a pasos agigantados sus índices de pobreza al mismo tiempo que ve aumentar, con idéntica velocidad, el tamaño de los bolsillos de sus dirigentes políticos en el poder. ¿Casualidad o causalidad?
Lo cierto es que el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) ya ha revelado, hace pocos meses, que en Argentina la pobreza es del 27,5%. Para el Instituto Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), en cambio, el 36,5% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza. La diferencia entre una investigación y otra está en dónde ubican el ingreso mínimo que determina el estado de pobreza: mientras que para la UCA una familia tipo con menos de $4.200 mensuales es pobre, para el IPyPP una familia tipo no debería percibir menos de $6.000.
Se tome la una o la otra, la conclusión es la misma: la pobreza en Argentina continúa siendo un problema de dimensiones espectaculares que no ha sido solucionado por un gobierno que, precisamente, ha instrumentalizado a los pobres a través de sus aparatos clientelares para hacerlos rehenes de un sistema político perverso. En definitiva, el populismo no es otra cosa que el soborno de los pobres con su propio dinero.
Debe considerarse que estos altísimos guarismos de pobreza se dan, paradójicamente, en un marco económico internacional sumamente favorable; de hecho, jamás la Argentina tuvo un escenario tan favorable como el que transitó el kirchnerismo. Y es que hasta el año 2002, con motivo del precio de los commodities que imperaban por entonces, por exportación agrícola ingresaban al país 5 mil millones de dólares anuales. Con el ingreso de China e India al mercado mundial y la consiguiente multiplicación del valor de nuestra materia prima, desde el año 2003 hasta el 2013 han ingresado 26 mil millones de dólares por año. Estos números evidencian la realidad sobre lo que fue, verdaderamente, una década perdida.
Va de suyo que los voceros del régimen han descalificado las mediciones privadas sobre la pobreza. “Es absurdo creer en los índices de pobreza que se publican desde el sector privado” supo esgrimir hace poco Capitanich. Claro: mucho más sensato para él sería que la gente creyera en las cifras brindadas por el INDEC, aunque el problema es que tales cifras no existen, pues el INDEC desde hace más de un año que ha decidido no hablar más sobre la pobreza. Se trata así de un tema virtualmente prohibido; sus últimas “mediciones” hablaban de 4,7% de pobres en el país, bajo el supuesto de que una persona puede comer por $6 diarios, un verdadero absurdo que la gente no creyó y por ello se decidió meter bajo la alfombra la cuestión.
“Para nosotros la pobreza no es una estadística o un número”, es la justificación que da Oscar Parrilli al mutismo gubernamental sobre la problemática de la pobreza. Una tomada de pelo para todo aquel capaz de comprender que las estadísticas resultan vitales para analizar problemáticas, elaborar políticas públicas, controlarlas y rectificarlas de ser necesario.
Los economistas suelen decir que con la inflación, los precios suben por el ascensor y los salarios por las escaleras. Así pues, el problema de la pobreza está directamente vinculado a la problemática de la inflación; básicamente, a mayor inflación mayor pobreza por el deterioro del poder de compra. Y dado que la economía argentina se encuentra en un estado de alta inflación (40% anual) y recesión, no es difícil prever que la pobreza continuará en aumento sostenido.
Esta es la Argentina que tenemos; una Argentina en la que los oligarcas izquierdistas aman tanto a los pobres, que amándolos los multiplican.
(*) Agustín Laje dirige el Centro de Estudios Libertad y Responsabilidad (LIBRE), es autor del libro “Los mitos setentistas” y coautor del libro “Cuando el relato es una farsa”.
Twitter: @agustinlaje
Facebook: https://www.facebook.com/agustinlajearrigoni
La Prensa Popular | Edición 315 | Jueves 11 de Septiembre de 2014
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