Por Agustín Laje (*)
Hace poco se cumplieron 40 años del día en que Montoneros pasó a la clandestinidad, aquel 6 de septiembre de 1974 en el que Mario Firmenich, escoltado por los líderes de las organizaciones de superficie montoneras, entre ellos Dante Gullo, anunciaba al país que la organización volvería a la lucha armada. (La foto que ilustra esta nota corresponde a ese episodio).
Se trataba de la formalización discursiva de un hecho que, en la práctica, ya se registraba desde hacía rato. En efecto, Montoneros nunca abandonó el camino de las armas. En algún momento intentó complementarlo con acción política legal, pero jamás dejaron de pensar en términos de guerrilla urbana. El propio Firmenich ya lo había dicho a Evita Montonera (su propia revista) el 23 de septiembre de 1973, día en que Perón arrasaba en las elecciones presidenciales con el 61% de los votos; ante la pregunta de si Montoneros abandonaría las armas, la respuesta del jefe fue contundente: “De ninguna manera (…) el poder político brota de la boca del fusil”.
Dos días más tarde, el poder del fusil fue puesto en práctica, y Montoneros asesinó al Secretario General de la CGT, Ignacio José Rucci, buscando “tirarle un muerto” a Perón en la mesa de negociaciones. La respuesta del “viejo” fue la redacción de un documento interno en el que se afirmaba que “en este estado de guerra que se nos impone, no pueden ser eludidos y nos obliga no solamente a asumir nuestra defensa, sino también atacar al enemigo en todos los frentes y con la mayor decisión. (…) El movimiento Nacional Justicialista entra en estado de movilización de todos sus elementos humanos y materiales, para afrontar esta guerra”. Pocos días más tarde, nacía la organización paraestatal Triple A.
Perón murió el 1º de julio de 1974. Dos meses antes, había echado a los Montoneros de la Plaza de Mayo en el marco de su discurso desde el balcón de la Casa Rosada por el Día del Trabajador. “Estúpidos, “imberbes” e “infiltrados” fueron los calificativos que usó contra ellos, y dos tercios de la plaza se retiraron del acto.
La guerra entre Montoneros y la Triple A −que contaba con el visto bueno de Perón− estaba al rojo vivo. Matanzas de uno y otro lado eran noticia de todos los días. La sociedad civil sufría los coletazos de esta guerra y se transformaba en blanco de la guerrilla. Rogelio Coria fue asesinado por Montoneros en marzo de 1974, antes del pase a la clandestinidad. Arturo Mor Roig fue asesinado en julio del mismo año. Como queda claro, pasar a la clandestinidad y, con ello, volver a la lucha armada, no sería más que una mera declaración de hechos que ya estaban en marcha.
Así fue que Montoneros convocó para el 6 de septiembre a una conferencia de prensa clandestina en un local que la JP tenía en Chile al 1400. Acompañaron en su alocución a Mario Firmenich, entre otros, Adiana Lesgart, José Pablo Ventura, Enrique Juárez y Juan Carlos Dante Gullo.
El Canca Gullo hoy se desempeña como legislador del Frente para la Victoria por la Ciudad de Buenos Aires desde 2011, tras haber estado entre 2007 y 2011 en la cámara baja del Congreso Nacional. Sus cuatro hijos (Juan Ernesto, Carlos, Salvador y Emiliano) son fervientes militantes de La Cámpora, y el Canca es algo así como el “tío político” de los camporistas.
Algunos meses antes del pase a la clandestinidad, más precisamente en marzo de 1974, se registra un viaje de Gullo a La Habana, donde se reunió con la Unión de Jóvenes Comunistas a los efectos de convocar un “Encuentro Latinoamericano de Juventudes Antiimperialistas”. Apenas dieciséis días después del pase a la clandestinidad anunciada por Firmenich y Gullo, Montoneros secuestró a los hermanos Juan y Jorge Born obteniendo por su rescate la suma de 60 millones de dólares de la época, equivalentes a unos 260 millones de dólares actuales.
El pago se fue haciendo en partes, y a Dante Gullo se le encomendó cobrar uno de esos pagos que hacían los emisarios de Bunge & Born. Martín Caparrós (Montoneros) y Eduardo Anguita (ERP) en La Voluntad han contado que el Canca debía reunirse a almorzar en una parrilla de ruta con tres montoneros más que también participarían de la operación. Allí debían esperar la orden para dirigirse al lugar indicado en un auto donde “las armas estaban bien guardadas: una pistola bajo el asiento del conductor, otra en la guantera, y un FAL y otra pistola bajo el asiento delantero izquierdo”. Cuando se encaminaron hacia el automóvil para dirigirse a cobrar el rescate, la policía los detuvo porque “el dueño de la parrilla sospechó de tanto movimiento y llamó a la policía. Meses más tarde un comando montonero le puso una bomba”, cuentan Anguita y Caparrós. El hecho habría sido una venganza por la detención de Gullo, quien en el Curriculum Vitae de su sitio web personal prefiere considerarse “preso político desde abril de 1975 hasta octubre de 1983”, sin detallar las verdaderas causas de su detención.
¿Qué se dijo, en concreto, aquel 6 de septiembre de 1974? Lo esperable. Lo que ya estaba sucediendo de todos modos. “Se han agotado todas las formas legales de continuar la lucha”, dijo Firmenich. Se volvía a la “guerra popular integral” en la cual “hay que golpear a todos por igual hasta que gane el pueblo. Y si se agudizan las contradicciones en el gobierno mejor”.
¿No hay en esta expresión un irremediable deseo de poder dar un golpe de Estado montonero? ¿No evidencia la naturaleza antidemocrática de la organización que el kirchnerismo tanto ha reivindicado?
“Las elecciones sólo fueron una táctica dentro de una estrategia de guerra integral” dirá la revista Militancia (nº 37), órgano de prensa Montonero, días después de que la organización pasara a la clandestinidad. El director de la revista en cuestión no era otro que Eduardo Luis Duhalde, el ex Secretario de Derechos Humanos del kirchnerismo.
Insistimos: en esos años tenía lugar un gobierno constitucional y peronista. La verdad del asunto es, pues, que Montoneros no fue una “organización de jóvenes idealistas que combatieron a la dictadura para devolvernos la democracia”. Montoneros fue una organización terrorista que combatió contra gobiernos constitucionales a los efectos de instalar su propia dictadura.
Y Dante Gullo fue partícipe de esta locura. Hoy es legislador, mientras Firmenich da clases en España.
(*) Agustín Laje es director del Centro de Estudios LIBRE.
La Prensa Popular | Edición 332 | Jueves 13 de Noviembre de 2014
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