El mundo se escandaliza de que el Papa esté dispuesto a sacudir un puñetazo al doctor Gasbarri. Y le replica, furioso, que la obligación del cristiano es poner la otra mejilla, sin entender que ese pasaje evangélico se refiere a las ofensas que se infieren a uno mismo.
por Juan Manuel de Prada
Desde que iniciara su pontificado, el papa Francisco ha contado mayormente con el aplauso del mundo, que es la compañía más perniciosa para el cristiano, según se desprende de las Bienaventuranzas (donde se nos enseña que más bien debemos ser injuriados y calumniados por el mundo, si ansiamos una recompensa grande en el cielo). Este aplauso del mundo lo ha logrado el Papa con un lenguaje campechano (a veces de una campechanía un poco farolera o “chanta”, que diría un argentino) y un involuntario embarullamiento en cuestiones doctrinales sensibles, que ha sido aprovechado con regocijo por los demoledores de la Iglesia para llevar el agua a su turbio molino.
Pero el mundo, que aplaude al Papa cuando conviene a sus fines demoledores, lo ha censurado muy acremente por señalar que la libertad de expresión tiene límites; y lo ha injuriado por introducir en su discurso (mediante la anécdota del imaginario doctor Gasbarri que, por insultar a su mamá, se gana un puñetazo) un lenguaje campechano que hasta ahora le había alabado. Aquí Francisco, aunque sin diseccionar debidamente los conceptos de libertad religiosa y libertad de expresión, ha hablado con la voz de Dios; por eso el mundo lo condena e increpa. Y es que lo que el Nuevo Orden Mundial llama “libertad religiosa” no es más que una tolerancia socarrona de todo tipo de creencias, sean verdaderas, falsas o mediopensionistas, de tal modo que todas valgan lo mismo; o sea, NA-DA. Y una vez que ha conseguido, merced a la llamada “libertad religiosa”, que la religión valga NA-DA, el Nuevo Orden Mundial erige su religión propia, imponiendo una serie de dogmas inatacables contra los que no hay libertad de expresión que valga.
Esta es la razón por la que el Nuevo Orden Mundial establece penas para quienes bromeen sobre la sodomía o estigmatiza a quienes osen discutir el darwinismo.
Porque, para el Nuevo Orden Mundial, la sodomía o el darwinismo son dogmas sobre los que no se puede bromear ni discutir; en cambio, creer en la Santísima Trinidad es como ser fan de los X-Men: una opción rocambolesca y friqui que “tolera”, siempre que se mantenga vergonzante y cohibida en la intimidad, pero de la que se carcajea públicamente, permitiendo que quienes son fans de los Guardianes de la Galaxia o de Batman y Robin lo hagan también, empleando si les apetece las palabras más sucias y heridoras.
En todo caso, y poniéndose muy tolerante y consensual, el Nuevo Orden Mundial puede aceptar la existencia de un Gran Arquitecto que ha puesto en marcha el universo, desentendiéndose luego de él y dejando que sus criaturas se lo monten a su gusto, progresando ellas solitas hacia la perfección; pero no puede aceptar la existencia de un Dios con atributos personales que mantenga relaciones personales con los hombres imperfectos, como un padre las mantiene con su hijo desvalido.
Por eso el mundo se escandaliza de que el Papa esté dispuesto a sacudir un puñetazo al doctor Gasbarri. Y le replica, furioso, que la obligación del cristiano es poner la otra mejilla, sin entender que ese pasaje evangélico se refiere a las ofensas que se infieren a uno mismo (y, aun así, debe saberse interpretar, porque el Nuevo Orden Mundial lo utiliza para convertir a los cristianos en un rebaño de eunucos que se dejan maltratar); ante las ofensas inferidas a Dios, según nos enseña Cristo con los mercaderes del templo, el cristiano debe responder con santa ira y un azote de cuerdas en la mano. O, dicho más campechanamente, con el puñetazo al doctor Gasbarri. Con esas palabras que han puesto al mundo como a la niña del exorcista, Francisco se ha hecho acreedor a una recompensa grande en el cielo. Tú eres, Francisco (¡hoy más que nunca!), Pedro.
© Abc
Actualizado 21 enero 2015. ReL.
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