martes, 28 de abril de 2015

Galileo Galilei: una vieja controversia.


por Alfonso Aguiló

      El caso Galileo ha sido durante más de tres siglos una incesante fuente de malentendidos y polémicas.
Los errores del proceso fueron intencionadamente exagerados y sacados de contexto por el pensamiento ilustrado, que quiso hacer de aquel asunto el paradigma del comportamiento de la Iglesia frente a la ciencia. Desde entonces hasta nuestros días, se ha propuesto como símbolo de la supuesta oposición de la Iglesia al progreso científico.


        Esa idea fue creciendo y consolidándose con el tiempo, hasta que se hizo patente la necesidad de que la Iglesia lo abordara de nuevo para clarificarlo a fondo. Por eso, cuando Juan Pablo II ordenó en 1981 abordar con todo rigor un estudio a fondo sobre los errores cometidos por el tribunal eclesiástico que juzgó las enseñanzas científicas de Galileo, se abrió un panorama fecundo para la relación entre ciencia y fe.



        Juan Pablo II constituyó una comisión que se ocupó de estudiar el caso durante once años, en todos sus aspectos teológicos, históricos y culturales. Esa comisión investigó exhaustivamente lo que ocurrió, cómo se produjo el conflicto y cómo se desarrollaron los hechos.



        Después de más de tres siglos y medio, las circunstancias han cambiado mucho y a nosotros nos parece evidente el error que cometieron la mayoría de los jueces de aquel tribunal. Pero en aquel momento el horizonte cultural era muy distinto al nuestro. Había una situación de transición en el campo de los conocimientos astronómicos. Galileo defendía la teoría heliocéntrica de Copérnico (que situaba el Sol, no la Tierra, en el centro del Universo), una hipótesis que aún no había sido oficialmente reconocida por la comunidad científica de la época, por lo que Galileo no solo se enfrentó a la Iglesia, sino también a la ciencia de su tiempo. Ciertos teólogos de aquella época, herederos de la concepción unitaria del mundo que se impuso por entonces, no supieron interpretar el significado profundo, no literal, de las Sagradas Escrituras cuando, en el libro del Génesis, se describe la estructura física del universo creado. Ese error les llevó a trasponer de forma indebida una cuestión de observación experimental al ámbito de la fe.



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