Juan Manuel de Prada, durante una reciente entrevista sobre su nuevo libro, un auténtico misil contra los delirios ideológicos del sistema.
por Carmelo López-Arias
Juan Manuel de Prada va perfilando cada vez mejor su visión del mundo, no sólo a través de sus novelas, sino acudiendo a un género como el ensayo, en el que su pluma no crea un mundo ficticio -más o menos anclado en la realidad-, sino que se alimenta de realidad para ayudarnos a interpretarla y (¿por qué no agradecerlo?) a taladrarla cuando deviene opresiva, en busca de luz al otro lado.
Dinero, demogresca y otros podemonios (Temas de Hoy) cumple ambas funciones, y es además un libro de combate, que suministra al lector cómplice armas (esto es, formación, si bien no sistemática) y estrategias: así, enseña cómo descubrir al verdadero enemigo entre la hojarasca que ese mismo enemigo agita para ocultarse.
Nos lo señala, naturalmente, en cuanto le interrogamos por los "podemonios" del título, que no necesariamente son quienes parece.
-¿A quién apunta ese neologismo?
-De alguna manera es una alusión, no tan velada, a la célebre obra de Dostoievski Los demonios o Los endemoniados, donde se narra la emergencia de unos grupúsculos nihilistas, destructivos de la sociedad, a los que sin embargo Dostoievski caracteriza como una consecuencia inevitable de la descomposición del orden cristiano. El padre del líder nihilista es un intelectual liberal, amigo de soltar frases bonitas en los salones, que aboga por que Rusia reniegue de su tradición cristiana y se abra a las delicias del liberalismo. Cuando ve los crímenes y tropelías de su hijo y le pide cuentas, éste le responde: "Padre, estoy completando la labor que tú iniciaste".
-¿Nos lo puede traducir a la España de 2015?
-Podemos es un hijo exaltado de un proceso que se remonta bastante en el tiempo, pero es sobre todo hijo de errores cometidos en las últimas décadas.
-La palabra sugiere sin embargo una participación demoniaca...
-No es un proceso demoniaco, es un proceso natural. Si lo analizamos teológicamente, liberalismo y socialdemocracia son antiteológicos, juegan a anular, a adormecer, a prostituir el espíritu con la promesa del bienestar. El marxismo, sin embargo, es una ideología teológica, prometeica, que aspira a asaltar el cielo, como dijo Pablo Iglesias.
-¿Quiere decir que no es necesariamente peor?
-No necesariamente, desde el momento en que esas corrientes antiteológicas juegan a aparentar un cierto respeto a la religión, pero a condición de relegarla a la privacidad y de ir sobornando a los creyentes con idolatrías diversas.
-¿El dinero, otro protagonista del título, es una de ellas?
-La confrontación que plantea Jesucristo en el Evangelio, según la cual no se puede servir a dos señores (Dios y el dinero), está latente en nuestro tiempo. La espiritualización del dinero en un espíritu, un daimon, caracteriza a nuestra época: caracteriza a las personas (que gastan más de lo que pueden a través del crédito) y es la perdición de las naciones, que se ponen de rodillas ante la usura a costa de la propia pobreza.
-¿Qué efectos sociales tiene todo ello?
-El sometimiento al dinero tiene que ver con la destrucción del orden cristiano. Como decía Belloc, en el fondo de la Reforma había unos ateos que vieron la posibilidad de que todos perdieran la fe. Y ahora hemos alcanzado la fase máxima, definida por Pío XI como el imperialismo internacional del dinero, del cual los Estados no son sino lacayos.
-La afirmación de ese poder inmenso y anticristiano confiere a su libro un cierto tono apocalíptico...
-Depende de qué entendamos por apocalíptico. En la historia de la humanidad los errores se repiten. No es que la historia sea cíclica, pero al estudiar, por ejemplo, las plagas del Apocalipsis vemos que los hombres cometen un error, reciben un castigo y vuelven a cometer ese error.
-¿Encaja ahí la crisis económica de estos años?
-La crisis ha sido una plaga y lo más pavoroso es que los errores se van a volver a repetir porque el dinero exige que se repitan.
-¿Se acerca el fin del mundo?
-Decía Castellani que la historia es como una ruta en espiral hacia el final de los tiempos. Pero yo no me refiero a la consumación de los tiempos, eso nadie sabe cuándo sucederá y en modo alguno le doy a mi análisis tal visión de episodio final, aunque haya una serie de síntomas que puedan hacernos pensar que nos acercamos a él. Sí es cierto que miro las cosas con una visión escatológica, pero no pretendo que eso signifique que se acerca el fin del mundo.
-¿Cómo podemos salir de esta situación?
-El problema que veo es que las sociedades contemporáneas son sociedades desvinculadas, rotas, incapaces de unirse: la demogresca (y aparece así el tercer elemento del título) y la ideología lo ha invadido todo y la gente no puede abrazarse ni actuar en armonía con nadie. La concordia social está rota. Habría que recuperar la capacidad de unirse contra el enemigo, y lo que pasa es que el enemigo abre negociados para que tú piques.
-¿Y por qué nos está pasando esto?
-Los pueblos occidentales son pueblos desdiosados, amputados, que han perdido su motivación sobrenatural. En el éxito de Podemos late como trasfondo un espíritu muy digno: de enojo, de aversión, de repugnancia hacia lo que nos ha pasado. Pero de ese enojo no sale nada positivo, sino afán de revancha por el materialismo dialéctico propio del marxismo.
-¿Qué hacer entonces?
-Para una restauración y una recomposición social y política harían falta dos cosas: cesar la demogresca y la recuperación de Dios.
-Perdida la Cristiandad europea, ¿puede rehacerse en Asia o África?
-En Asia o África hablar de una Cristiandad me parece por hoy inverosímil desde todo punto de vista. Pero Dios no deja solos a los hombres: tiene que concederles desahogos, remansos, escapatorias, bien a través de los hombres, bien mediante intervención directa en el final de los tiempos.
-Entonces, Occidente...
-En Occidente no tengo esperanzas, está podrido y así lo digo en este libro. Es más, ahora mismo Occidente considera que su enemigo es el Cristianismo y mantiene una alianza con el islamismo. Occidente ha hecho bandera del laicismo olvidándose de un axioma de la historia, y es que las civilizaciones son fundadas por las religiones y desaparecen con las religiones que las fundaron. Lo que sí sabemos es que Europa ha entrado en una dinámica autodestructiva: pretende que el veneno que la mata sea la medicina que la salve. ¡Con laicismo pretenden conjurar el peligro del islamismo! Es demencial y delirante...
-Usted censura, además, la "sociedad de derechos" como un imperio del capricho...
-El egoísmo, la satisfacción de los apetitos, la olimpiada de los derechos son, junto con la ideología, el instrumento del sistema para convertir a los pueblos en masas ensimismadas que se mueven por sus apetencias y quedan incapacitadas para cualquier esfuerzo vital.
-¿Dónde vemos ese egoísmo?
-En la creciente incapacidad para encontrar un sentido fraterno a la vida, para hacer cosas juntos... Es la desecación del ser humano, convertido en un animalito al que le das dinero para que gaste. Como decía Chesterton, exalta la lujuria y prohíbe la fecundidad. Es la desnaturalización del hombre, al cegar su veta espiritual y sobrenatural.
Actualizado 20 abril 2015. ReL.
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