domingo, 17 de mayo de 2015

Teoría del Disenso.

A Paul Piccone, in memoriam

La intención de este artículo no es reducir el tema del disenso a la teoría del conflicto al estilo de Marx o Engels, tema que dejamos al marxismo y sus estudiosos, tampoco tratarlo desde la polemología, asunto que ha recibido desde los años 70 un tratamiento pormenorizado y casi definitivo por parte de Julien Freund y Gastón Bouthoul.

La intención es analizar el disenso desde la posibilidad de constitución de teoría crítica.
Sabemos que no es fácil, se necesita un trabajo interdisciplinario, aun cuando hay algunos pocos pensadores(Cacciari, Siena, Douguin, Wagner de Reyna) meditando el tema.
Este pequeño trabajo viene a completar los Ensayos de Disenso, próximos a aparecer en su versión argentina.
Pretendemos, con las limitaciones del caso, responder a la Escuela de Frankfurt, pues como se sabe desde hace unos treinta años se impuso en las democracias occidentales la teoría del consenso, que tiene su origen ideológico en dicha escuela neomarxista con el filósofo Jüngen Habermas a la cabeza.
Esto dio por resultado que "el consenso o acuerdo de los grandes partidos políticos" se transformara en el fundamento moral de nuestras menguadas democracias. Reemplazándose así la genuina representación democrática, transformando al sufragio universal y secreto en una verdadera farsa. Porque viene a justificar las decisiones ya tomadas de antemano por el acuerdo de los grandes partidos.
Nuestra propuesta del disenso como verdadera causa agente de la teoría crítica postmoderna, intenta abrir espacios, pliegues, al verdadero pluralismo social en el seno de un sistema democrático procedimental y por ende vaciado de contenido.
Al consenso de los grandes partidos debemos agregar las múltiples y variadas “mesas de consenso social” patrocinadas por los grandes lobbies e instituciones de la sociedad civil, para que cambiando algo, nada cambie.
El disidente no aspira a cargos oficiales ni busca votos.
No trata de agradar al público, no ofrece nada ni promete nada.
Puede ofrecer, en todo caso, sólo su pellejo”.
Valclav Havel
Alberto Buela(*)
Este trabajo cierra un periplo de veinte años sobre la meditación y
práctica del disenso que comenzó allá por 1984 con una conferencia en el Palacio de los Congresos de Versailles(Francia) junto a los pensadores como Julien Freund, Alain de Benoist, Guillaume Faye y Pierre Vial, titulada L´Amérique hispanique contre l´Occident, y siguió luego a través de la experiencia, durante un lustro (1994-1999), con la revista de metapolítica.
Disenso, para concluir ahora, en este ensayo.
Nuestra tesis es que el disenso, sobre todo desde las sociedades
dependientes como la nuestra, es lo que permite crear teoría
crítica, tanto en ciencias sociales como en filosofía. Y hoy, la
mediocridad de ambas disciplinas radica en esta incapacidad de
pensar críticamente. O lo que es lo mismo, explica la vigencia de
un pensamiento único que tiene su proyección política en lo
políticamente correcto, sea a través del progresismo socialdemócrata, sea en el neoliberalismo conservador. Son estos, los dos brazos de la tenaza político-ideológica que aprisiona al mundo que comienza en el siglo XXI.
Naturaleza del disenso
El acceso etimológico que nos permite el término disenso es el
siguiente: Proviene del verbo latino dissero: examinar, discutir
una materia, que se vuelca en el sustantivo dissensus que significa
otro sentido.
El sufijo dis, que proviene del adverbio griego diV  y que en latín
se tradujo por bis=(dos veces),  significa oposición, enfrentamiento, contrario, otra cosa. Así tenemos por ejemplo los vocablos disputar que originalmente significa pensar distinto, o displacer que equivale a desagrado, o disyuntivo que es no estar junto, estar separado.
Disenso significa, antes que nada, otro sentido, divergencia, contrario parecer, desacuerdo.
Existe muy poca literatura acerca del disenso (1) y la poca que
existe, viene desde el pensamiento institucionalmente aceptado,
con lo cual el disenso está caracterizado:
a) negativamente. “El disenso es negativo porque siempre está
referido a un consenso previo” y
b) vinculado a las minorías: “una de las características de toda
minoría es una actitud de disenso ”.
Es obvio que no compartimos para nada esta clasificación
interesada y parcial del disenso. Pues, disentir, no es sólo negar
un acuerdo sino que es, sobre todo, pretender otro sentido al que
actualmente poseen las cosas y las acciones de los hombres y el
mundo que nos rodea.
Disentir es una actitud libre, personal o colectiva, de afirmar otra
cosa a la propuesta. Psicológicamente es la primera actitud del
hombre, al reconocerse como otro distinto del padre, para
convertirse en adulto. El disenso enriquece el obrar humano y
consolida una sociedad plural, al mismo tiempo que invalida
cualquier intento homogeneizador o totalitario.
Muchos vinculan el disenso con la discrepancia entendida como
negar el consentimiento a algo o alguien. Por el contrario, para
nosotros el disenso no se agota en el afirmar lo que no se
quiere(en la negación) sino que logra su plenitud en el
pensamiento(teoría alternativa) y la actitud (práctica) no conformista a la dada. Es el origen del pensamiento y la conductaalternativa al orden o la normalidad constituida.
Es que el consenso, lo hemos visto hasta el hartazgo, a pesar de
la opinión de los progresistas ilustrados, no puede servir como
fundamento de la legitimidad política de la democracia porque
siempre es el resultado de un acuerdo de partes con poder en la
sociedad (racionalidad estratégica, que viene a responder a la
pregunta de Lenín: ¿Qué hacer?) que puede conducir, y de hecho
ha ocurrido infinidad de veces en la historia del mundo, a
resultados aberrantes.
A contrario sensu, surge entonces el disenso en su función éticopolítica por antonomasia, como origen de la legitimidad política de la democracia pluralista y participativa, y no ya democracia acuerdista, de pactos o logias, que se caracterizan por tomar las decisiones antes de la deliberación. Esto es, transforman a la deliberación de las partes en un simulacro pour la galerie.
“En todo disenso, afirma el filósofo Wagner de Reyna, hay un
enfrentamiento, una contradicción insalvable, y así resulta lo
contrario de la dialéctica, que anticipa la síntesis que vislumbra
–complacida y anhelante- en el horizonte. ... Detrás del contenido
lógico del disenso siempre hay una necesidad – axiológicamente
fundada en lo insobornable- de hacer vencer la verdad. Nada más
lejos de él, que el parloteo – hablar por hablar y discutir por
discutir- y que la jovial disposición a un compromiso que no
compromete a nada. Tal suele ser el tan celebrado consenso”(2).
La dialéctica tanto en Hegel como en Marx es un producto de la
modernidad, en su base está la vieja idea de progreso del Abad
de Saint Pierre. Hablando filosóficamente la estructura de la
aufhebung sein , es un suprimir que conserva para superar y no la
simpleza intelectual a que nos tienen acostumbrados los manuales
de filosofía de explicarla por la sucesión de la tesis, antítesis y
síntesis, conceptos por otra parte, que Hegel jamás utilizó.
En cuanto a su calidad ética, el disenso no depende sólo de lo
negado, vgr. Los ciudadanos norteamericanos disienten con el
envío de tropas a Iraq, sino que depende también, y fundamentalmente, del contenido de la propuesta realizada por el
disidente o no conformista, pero como los ciudadanos del ejemplo
no tienen una propuesta alternativa, se quedan en la negación, su
actitud se encuadra mas bien en lo que sería una oposición o una
rebelión y no una disidencia.
Esto es importantísimo para comprender el por qué de la crítica
desde la izquierda a la teoría del disenso en el sentido que éste no
tiene en cuenta la dialéctica, o peor aún, afirman que es contrario
a la dialéctica porque se queda en la negación y no pasa a la
negación de la negación, núcleo y sentido del método dialéctico.
El disenso para ellos es reducido a una infinidad de sucesiones
dicotómicas de negación donde no está pensada la superación de
las mismas secuencias. Pero repetimos, que el disenso no se
agota en la negación sino que exige, tal como nosotros lo
planteamos y entendemos, la creación de otro sentido al dado, al
del statu quo reinante o vigente.
En el disenso la superación de la negación no se da como en el
recetario marxista, porque las leyes mismas del movimiento del
mundo real se expresan en la dialéctica, sino porque el disidente
cuando disiente ofrece su pellejo, según la cita de Havel. La
superación de la negación es existencial.
Cuando se disiente es porque de facto ya se está plantado en otra
realidad distinta que la vigente. El disenso no se agota como
batalla ideológica-cultural sino que al nacer de un pensamiento
situado exige tanto una práctica política como una práctica
personal.
En definitiva, la calidad moral del consenso como del disenso no
deriva del acto de consentir o disentir, error del progresismo
ilustrado para quien el consenso es bueno y el disenso es malo,
sino del asunto a que se aplican, estos actos.
Disenso, transgresión y rebelión
Suelen confundirse estas tres nociones, sea por lo próximas, sea
por interés.
La transgresión se produce, en general, sobre normas, pautas o
leyes ya establecidas y de uso regular que el transgresor no
respeta o viola. Esto lo hace explícitamente, como un acto de su
voluntad, y no por desidia o abandono. Vgr. El hábito juvenil de
conducir de contramano en calles y avenidas.
La transgresión es sobre materia leve y delito no grave. En grupos
marginales y adolescentes es donde se reclutan la mayor cantidad
de transgresores. Incluso no perdura mucho en el tiempo; es
epocal y supone un quantum de inmadurez psicológica. Otro de
sus rasgos es su carácter urbano o pueblerino.
Por el contrario el rebelde es, en general, “el emboscado”, como
sagazmente ha hecho notar Ernst Jünger en Tratado del
rebelde(1951): “Dos cualidades se dan en el emboscado
(Waldgänger). No consiente que ninguna superioridad le prescriba
la ley, ni por la propaganda ni por la fuerza”(3). La figura
emblemática del rebelde es Robin Hood. El recurso a la selva es
una nueva respuesta de la libertad, ante la libertad que la tiranía
ha domesticado. El rebelde cuestiona el sistema pero queda
limitado a su acción personal. Carece de un proyecto de nación.
La rebelión es siempre de pocos, porque pocos son los auténticos
rebeldes, porque pocos pueden recurrir al bosque como asiento de
la libertad y vivir en él.
Al clasificar al disenso como negativo, tal como lo hace el
pensamiento políticamente correcto, se lo equipara a la
transgresión y a la rebelión por lo que tienen de negativo estas
dos actitudes ante el orden constituido. Pero el disenso, como
hemos visto, va más allá de la negación de una realidad con la
que no se comulga.
El disenso es proponer, como su nombre lo indica, otro sentido,
un sentido diferente del que, actualmente, portan las cosas y las
acciones de los hombres sobre ellas. El disenso exige un proyecto
distinto al vigente para no quedarse en transgresión o rebelión;
sólo en la negación. Y ese, es su sentido más profundo y aquello
que lo torna peligroso para los satisfechos del sistema: permite
crear teoría crítica sobre el hombre, el mundo y los problemas que
lo rodean. Cualidad que ni la transgresión ni la rebelión poseen.
Disenso como método
Debemos lograr una interpretación genuina de lo que nos
acontece y sucede, no filtrada por una ideología determinada.
Esto último sólo nos lo permite el disenso como método, sobre
todo dado nuestro carácter de ecúmene dependiente- la
iberoamericana- en la producción de sentido de lo que ocurre en
el mundo.
El ilustre filósofo escocés Alasdair MacIntayre se plantea
acertadamente que: " Uno de los rasgos más llamativos de los
órdenes políticos modernos es su carencia de foros
institucionalizados dentro de los cuales los conflictos y
desacuerdos sociales puedan investigarse sistemáticamente, así
como la ausencia de intento alguno para resolverlos. Con frecuencia, los mismos hechos del desacuerdo pasan inadvertidos, disfrazados por una retórica del consenso”(4).
Lo primero que se deduce de este jugoso párrafo es la denuncia
de "las mesas de consenso o diálogo", el mecanismo tan peculiar
de los regímenes socialdemócratas que, en lugar de partir del
disenso y aceptar la existencia del conflicto en la sociedad, parten
por principio del consenso, con lo cual no sólo ponen el carro
delante del caballo sino que logran "disfrazar el conflicto con la
retórica del consenso", según la cita. Por otra parte y eso muestra
el otro rasgo típico del progresismo: los problemas sociales se
ordenan pero no se resuelven. Al existir "la ausencia de intento
alguno para resolverlos" (cita) se espera que una especie de
fuerza de las cosas los vaya resolviendo.
Afirmando este mismo sentido el filósofo italiano Massimo Cacciari
es aún más contundente cuando dice: “a lo que se siente obligado
el político postmoderno apoyado en la idea de pax apparens es a
organizar el conflicto, a recibir las demandas, pero no a
solucionarlas”(5).
Y en segundo lugar, se deduce la recuperación de la idea de
disenso como instrumento metodológico en la creación de teoría
crítica en las sociedades de hoy. El pensamiento no conformista,
que pretenda ser crítico está obligado, no a negar la existencia, lo
que sería estulticia, sino a negar la vigencia de las megacategorías
de dominación- pensamiento políticamente correcto, único,
homogeneización cultural, globalización, igualitarismo,
desacralización, etc. - para proponer otras diferentes, distintas,
diversas.
Todo método es eso un camino para llegar a alguna parte. El
disenso como método parte, no ya de la descripción del fenómeno
como la fenomenología, sino de la “preferencia de nosotros
mismos”. Se parte de un acto valorativo como un mentís rotundo
a la neutralidad metodológica, que es la primera gran falsedad del
objetivismo científico, sea el propuesto por el materialismo
dialéctico sea el del cientificismo tecnocrático. Rompe con el
progresismo del marxismo para quien toda negación lleva en sí
una superación progresiva y constante. Por el contrario el disenso
no es omnisciente, puede decir “no sé”, y así, al ser el método del
pensamiento popular, puede negar la vigencia de algo sin tener
necesidad de negar su existencia.
La preferencia se realiza a partir de una situación dada, un locus,
histórico, político, económico, cultural. En nuestro caso
Suramérica o la Patria Grande. Esto reclama o exige el disenso, un
pensamiento situado, como acertadamente habló la filosofía
popular de la liberación con Kusch, Casalla et alii, y no la filosofía
marxista de la liberación(Dussel, Cerutti y otros) que es una rama
europea transplantada en América.
Tiene como petición de principio el hic Rhodus, hic saltus (aquí
está Rodas, aquí hay que bailar) de Hegel al comienzo de su
Filosofía del Derecho. Sólo desde un lugar determinado se puede
plantear genuinamente el disenso, porque de plantearlo desde
una “universalidad abstracta”: por ejemplo, la humanidad, los
derechos humanos, la igualdad, etc.etc. se hace merecedor de la
crítica desconfiada de la izquierda en general, que ve en el
disenso una peligrosa desviación reaccionario-populista.
Una vez que decimos quienes somos, desde donde planteamos las
cuestiones y cual es nuestro contexto. Es decir, una vez que
planteamos las diferencias, recién allí, podemos pasar a la
segunda etapa o etapa resolutiva. En primer lugar se plantea la
cuestión de cuál sea el sentido de los entes y los existentes. La
relación hombre-mundo. Ello nos lleva a un segundo momento, el
de la disensión propiamente dicha con los relatos y sentidos que
como pensamiento único nos vienen dados por otros, hombres e
intereses, que no son ni nuestros intereses ni nosotros, para
concluir en un tercer momento en la construcción de un relato
genuino, sea filosófico, político, económico, religioso, cultural,
científico o tecnológico.
Los pasos del disenso como método, didácticamente expuestos
son:
Primera etapa: el método como propedéutica
1.- Preferencia de nosotros mismos (se parte de un acto
valorativo)
2.- Genius loci (el desde dónde)
3.- las tradiciones nacionales de nuestros pueblos(las tradiciones
vivas, no las muertas)
Segunda etapa: La proyección del método hacia el hombre, el
mundo y sus problemas, según enseñara don Miguel Angel
Virasoro(1900-1967), el metafísico argentino por antonomasia.
1.- la pregunta por lo otro y los otros(hombre-mundo)
2.- la disensión(los problemas)
3.- la superación del disenso: En búsqueda de la construcción de
nuestro propio relato.
El disenso como pensamiento popular
Obsérvese que un pensamiento no conformista no niega la
existencia de lo que realmente existe, y en esto es un realismo
crítico, sino que para afirmarse debe negar la vigencia, la
pretensión de universalidad de dichas categorías. Y aquí es
cuando el no-conformismo se acerca al pensamiento popular, que
sabe, antes que nada, lo que no quiere, dado que la negación en
él funciona negando la vigencia de las cosas que lo afectan
negativamente. Pongamos un ejemplo, aunque siempre son
rengos, la globalización existe y no hay dudas de ello; el
pensamiento popular no niega su existencia, pero como no entra
dentro de sus intereses, lo que niega es su vigencia, y sigue
viviendo a su modo o como puede o lo dejan. Es sabido que sólo
la vigencia de las cosas y las ideas, más allá de su existencia,
afecta la vida de los hombres y de los pueblos. La idea de vigencia
está vinculada a la de vigor y acá quiere significar aquello que
tiene vigor y observancia sobre el hombre. Vigente es aquello que
lo implica.
Hoy situarse a la izquierda o a la derecha es no situarse, es
colocarse en un no-lugar, sobre todo para el pensador(rechazamos de plano el término intelectual) que pretende elaborar un pensamiento crítico. Y el único método que hoy puede crear pensamiento crítico es el disenso. Disenso no sólo con el pensamiento único y políticamente correcto sino también y sobre todo, con el orden constituido, con el statu quo vigente y esto último exige la práctica existencial del disenso. En este aspecto el disenso se vincula políticamente a la resistencia al régimen vigente, y en el ámbito personal a la virtud de la fortaleza, que según los viejos filósofos, se define más por el sustinere(soportar, resistir) que por el agredere(agredir,golpear).
El disenso es estructuralmente una categoría del pensamiento
popular, en tanto que el consenso, como vimos, es una
apropiación de la izquierda progresista, históricamente alejada de
lo popular, que pretende lograr la democracia deliberativa que
tiene mucho de ilustrada, y también, aunque en otro sentido,
propiedad del liberalismo, como acuerdo de los que deciden, de
los poderosos (G8, Davos, FMI, Comisión trilateral, Bildelbergers,
etc.).
El disenso que se manifiesta como negación tiene distinto sentido
en el pensamiento popular que en el culto. En este último, regido
por la lógica de la afirmación, la negación niega la existencia de
algo o alguien, en tanto que en el pensamiento popular lo que se
niega no es la existencia de algo o alguien, sino su vigencia,
entendida como validez, como sentido (6). El disenso niega el
monopolio de la productividad de sentido a los grupos o lobbies de
poder, para reservarla al pueblo en su conjunto, más allá de la
partidocracia política.
La alternativa hoy es situarse más allá de la izquierda y la
derecha. Consiste en pensar a partir de un arraigo, de nuestro
genius loci dijera Virgilio. Y no un arraigo cualquiera sino desde las
identidades y tradiciones nacionales, que conforman las
ecúmenes culturales o regiones que constituyen hoy el mundo.
Con esto vamos más allá incluso de la idea de Estado-nación, en
vías de agotamiento, para sumergirnos en la idea política de gran
espacio, de Patria Grande, y cultural de ecúmene.
Desde estas grandes regiones es desde donde es lícito y eficaz
plantearse el enfrentamiento a la globalización o, más
específicamente a la norteamericanización del mundo. Hacerlo
como pretende el progresismo desde el humanismo internacional
de los derechos humanos, o desde el ecumenismo religioso como
ingenuamente pretenden algunos cristianos, es hacerlo desde un
universalismo más. Con el agravante de que su contenido encierra
un aspecto loable, la fraternidad universal, pero vacuo, inverosímil
y no eficaz a la hora del enfrentamiento político.
Pero este enfrentamiento se está dando igual, a pesar de la
falencia de los pensadores en no poder elaborarlo aún, a través
del surgimiento de los diferentes populismos, que más allá de los
reparos que presentan a cualquier espíritu crítico, están
cambiando las categorías de lectura. Así la oposición entre
burgueses y proletarios de la izquierda clasista va siendo
reemplazada por la de pueblo vs. oligarquías, porque el
pensamiento popular no piensa la sociedad desde lógica de clases,
sino que su principal contradicción es pueblo vs. antipueblo u
oligarquías sobre todo financieras y las categorías de izquierda y
derecha van siendo reemplazadas por las de justicia y seguridad.
Así los gobiernos de izquierda exaltan la justicia y los de derecha
privilegian la de seguridad.
Y, mientras que desde la izquierda progresista la crítica a la
globalización se limita a reclamar que sus beneficios económicos
no queden reducidos sólo a unos pocos sino que se expandan a
toda la humanidad, desde los movimientos populares se vienen
gestando cientos de respuestas alternativas al “mundo uno”, vgr.
el banco de los pobres, la multiplicación de cooperativas, la
administración de fábricas abandonadas por sus dueños, los
miniemprendimientos, etc.etc.
La izquierda, por su carácter internacionalista no puede denunciar
el efecto de desarraigo sobre las culturas tradicionales, porque no
cree en ellas, ni sobre las identidades de los pueblos, pues por sus
principios ideológicos, los proletarios y los burgueses son iguales
en todas las latitudes Su denuncia se transforma así, en un
reclamo formal para que la globalización vaya unida a los
derechos humanos y a la distribución de la riqueza.
Es desde los movimientos populares que se realiza la oposición
real a las oligarquías transnacionales. Es desde las tradiciones
nacionales de los pueblos donde mejor se muestra la oposición a
la sociedad global sin raíces, a ese imperialismo desterritorializado
del que hablan ideólogos progresistas como Hardt y Negri.
Es desde el elogio del disenso, de la actitud no conformista que se
rechaza la imposición de un pensamiento único y de una sociedad
uniforme, y se denuncia la globalización como un mal en sí
mismo.
Es que el pensamiento popular, si es tal, piensa desde sus propias
raíces, no tiene un saber libresco o ilustrado. Piensa desde una
tradición que es la única forma de pensar genuinamente según
Alasdair MacIntayre, dado que, en definitiva, “una tradición viva
es una discusión históricamente desarrollada y socialmente
encarnada”(7).
De este modo les resulta imposible a los pueblos y a los hombres
que los encarnan situarse fuera de su tradición. Cuando lo hacen
se desnaturalizan, dejan de ser lo que son. Son ya otra cosa.
Consenso vs. Disenso
Desde el punto de vista lógico ambos son términos relativos uno a
otro, así, como padre lo es de hijo o alto de bajo, el disenso lo es
siempre de un consenso y el consenso lo es sobre un disenso,
pero en la práctica cotidiana, sea política o personal, el consenso
se presenta como acuerdo de partes para el logro de una finalidad
común y el disenso, no tanto como la negación al acuerdo, sino
más bien como la pretensión de otorgar otro sentido, un sentido
diferente, distinto, alternativo, no conformista a lo dado, a lo que
está presente.
Otra diferencia es que la idea de disenso estuvo, al menos hasta
hace unos años, desacreditada teóricamente, pues la idea de
consenso estuvo y está avalada y reforzada por los profesores de
nuestras universidades, academias y la masa de los periodistas
semicultos, estos nuevos intelectuales que conforman la patria
locutora, y que la han adoptado como ideología indiscutible e
incuestionable.
El texto que más ha influído en todos ellos estos últimos años es
Teoría de la comunicación de Jürgen Habermas y los
complementarios Derecho y Democracia, y, Facticidad y Validez.
Para este autor, último vocero de la escuela neomarxista de
Frankfurt(Apel, Adorno, Cohen, Marcuse) devenido ahora
socialdemócrata, la complejidad social y las crecientes
desigualdades presentan hoy los mayores retos para la
democracia y estos retos sólo pueden ser superados creando
nuevos foros y asambleas donde los ciudadanos deliberen y
discutan juntos, así con esta “democracia discursiva” llegaremos
al consenso democrático que permitirá la resolución de los
problemas. De este modo, “el consenso es norma adecuada para
crear teoría crítica hoy ”, según la expresión de su discípulo James
Bohman.
Esta concepción se muestra así heredera directa de las sociedades
de ideas de la Revolución Francesa, y estas sociedades – corazón
del jacobinismo- por definición no pensaban sino que hablaban. La
ideología, observa Francois Furet, historiador disidente de la
historia oficial francesa, no se piensa porque puede correr el
riesgo de ser criticada, sino que ella es toda conversada mediante
sus intérpretes como verdad socializada a través del asambleísmo
y se expresa en la religión del consenso(8).
Claro está, ni una sola palabra acerca de quién detenta el poder.
Como la película de Marcelo Mastroiani De eso no se habla.
Esto de no ocuparse del poder, limitando los temas a la ingeniería
política o a asuntos culturales, viene a explicar porque en los
centros académicos de mayor excelencia se percatan de que “esto
no va más” y se viene produciendo el reemplazo de la sociología,
en tanto hermenéutica social, por la politología como
hermenéutica del poder.
Así el pensamiento consensual por boca de los gurúes de turno
nos dice que la crisis de representatividad política radica en la
corrupción de los políticos y propone múltiples mecanismos para
purificarlos: eliminación de las listas sábanas, no repetición de los
mandatos, declaraciones juradas de bienes, etc. etc., mecanismos
que no son de suyo malos, pero que no llegan al meollo profundo
del problema, pues son pensados desde un pensamiento nocrítico,
desde el pensamiento conformista.
Por el contrario, pensar desde el disenso implica caracterizar la
crisis de representatividad política no como una falla de los medios
en su construcción, lo cual no es falso pero no es suficiente para
especificarla, sino porque lo que está en juego es la anulación de
la política dado que ha cesado el principio de soberanía de las
naciones.
La mutilación de la idea de soberanía nacional, archivando el
principio que nada hay sobre la nación más que la nación misma,
anuló toda política nacional autónoma. ¿De qué nos sirve elegir,
mejorando los mecanismos de representación, hipotéticamente a
los mejores, si las decisiones políticas se toman desde los centros
mundiales de producción de sentido que nos son ajenos?.
Es interesante notar que el pensamiento consensual al no ser
crítico, aunque se presenta como tal, adopta la vanguardia como
método, resumida esta actitud en la frase: “si no somos
profundos, al menos no seamos antiguos”, que se traduce en la
ciquiricata de los suyos y el silencio para los que no piensan de
igual manera.
El pensamiento disidente debe hacer un doble esfuerzo, primero
poder ser aceptado como pensamiento stricto sensu por la
opinión publicada, que como hemos dicho forma parte del
pensamiento consensual y, en segundo lugar, elaborar teoría
crítica y no simplemente teoría de demonización: por un lado los
buenos y por otro los malos. La realidad político social es cada vez
más compleja y el disenso tiene que reflejar en sus respuestas y
propuestas la complejidad de esta realidad.
Ante nuestra actualidad es dable rescatar la función ético-política
del disenso que consiste aquí en expresar la opinión de los menos,
de los diferentes, ante el discurso homogeneizador de la ética
discursiva o comunicativa que sólo otorga valor moral al consenso.
Pues este pensamiento consensual – discursivo e ilustrado- viene
en tanto que discursivo como un nuevo nominalismo a zanjar las
diferencias con palabras y no a través de la preferencia o
postergación de valores, como lo hace el disenso.
Y en tanto que ilustrado, sólo permite la crítica de aquellos
pensamientos, los llamados políticamente no correctos, o
situaciones sociales que no encarnen los ideales ilustrados de
igualdad y democracia. Así, la crítica nunca va dirigida a los
modelos socialdemócratas sino a los que decididamente no lo son,
como es en Iberoamérica hoy, el caso de Castro o Chávez, más
allá de la acepción de personas.
El disenso como práctica
El papel de los disidentes en la práctica del disenso ha sido el
motor en el desarrollo de la emancipación social a partir del siglo
XVIII y en la formulación de los derechos del trabajador en el
siglo XX.
Lo importante en la práctica del disenso no es la negación sino lo
que se niega, dado que esta negación implica un compromiso
existencial del disidente.
No existe ninguna razón, salvo la conveniencia personal, para que
el hombre en sociedad renuncie a sus ideas para hacerlas más
parecidas a las del resto. Nada ni nadie nos puede obligar a
renunciar a nuestra ideas sólo para que se asemejen a las del
resto de nuestros conciudadanos.
La teoría del consenso, llevada a la práctica desde hace unos
treinta años a través del acuerdo de los grandes partidos políticos
como lo mejor que puede sucederle a nuestras sociedades, ha
concluido en un estruendoso fracaso. Vgr. el consenso en
Venezuela entre la democracia cristiana y los socialdemócratas o
en España entre el PP y los socialistas(9).
Los diferentes consensos han terminado haciendo lo que impone
el neoliberalismo conservador, siendo sus consecuencias;
mayores injusticias, inseguridad, desempleo, pobreza,
marginalidad, menor educación, salud, calidad de vida.
Hasta un pensador liberal de la talla de Norberto Bobbio en uno
de sus últimos trabajos se da cuenta de las limitaciones del
consenso cuando afirma: “El disenso es una necesidad de la
democracia pues es, el que puede hacer posible las promesas no
cumplidas de ésta” (10). Así al caracterizar al disenso no sólo
como posible sino como necesario para la democracia, Bobbio se
percata que el disenso no se limita a ser una regla de juego más
del orden democrático sino que cumple la función positiva de abrir
espacios donde se pueda manifestar el verdadero pluralismo
social.
Hoy, se les permite a las masas de desocupados el disenso por el
disenso, expresado en la violencia por la violencia misma, aunque
siempre acotada, localizada. El poder político pretende
transformar el disenso en mera transgresión.
Claro está, que el consenso, aquel status questionis al que debería
arribar el disenso, ya ha sido establecido de antemano, por los
poderes indirectos o los lobbies ajenos a los intereses de los
pueblos y verdaderos manipuladores de nuestros menguados
Estados nacionales carentes de soberanía.
Esto es lo que denominamos “falso diálogo”, es decir, un diálogo
que comienza con el consenso como petición de principio,
escondiendo de entrada nomás, las diferencias de las partes y los
intérpretes. Este disimulo, esta parodia ha malogrado las mejores
iniciativas, porque ha partido siempre, por razones ideológicas de
la “parodia del otro, o del otro como un igual”, ignorando que la
única igualdad posible en un diálogo abierto y franco es la
diferencia. Y ésta se manifiesta siempre y de entrada en el
disenso.
El consenso está estrechamente vinculado a la idea de tolerancia
liberal, aquella que introduce la idea de disimulo, de simulacro en
la política, pues la tolerancia hoy, no es otra cosa que la
disimulada demora en la negación del otro. Hacemos “como si”
respetáramos al otro, cuando en realidad estamos disimulando su
negación. Y esta idea de disimulo, de simulacro encierra la
quintaesencia de la noción de ideología entendida como conjunto
de ideas que enmascara la voluntad de poder de un grupo, clase o
sector. Vemos como la idea de consenso no es neutra sino
ideológica.
Desde la América indoibérica la práctica del disenso la realizamos
en solitario, nos observamos solos, estamos de hecho fuera del
orden mundial “todo uno”, lo que transforma nuestra acción y
pensamiento en un quebrantamiento del orden establecido y a
nosotros todos los disidentes en marginales que deben ser
ordenados según el modelo de one world, o ser puestos fuera de
la humanidad.
Pensar y actuar desde lo hispano criollo es pensar a partir del
disenso con respecto al pensamiento único y políticamente
correcto que sostiene este nuevo orden mundial, del que forman
parte también las ideologías del indigenismo tan en boga en
Nuestra América.
Y pensar a partir del disenso es contravenir y contradecir a los
sostenedores conformistas de la teoría del consenso que quieren,
como nuevos nominalistas, arreglar la realidad con nomines, con
palabras, con conversación. (Cfr. La idea de democracia
deliberativa de Habermas, Cohen y Bohman según la cual “los
retos modernos pueden ser superados inventando nuevos foros
en los que los ciudadanos deliberen juntos y hagan uso público de
su razón”).
Y a título personal, la disidencia práctica pasa necesariamente por
el ejercicio cotidiano de la virtud, no realizado en forma
burocrática sino de manera generosa y sacrificada. Romper
diariamente con las solicitaciones del sistema y el medio ambiente
es una forma de ascesis. Heidegger dice por ahí, hablando de
cómo liberarse de la técnica “podemos usar los objetos técnicos,
pero podemos dejarlos ahí descansar,
desembarazarnos(loslassen) y tener serenidad(Gelassenhait) para
con las cosas”(11).
La disidencia como virtud resulta de un hábito creado por la
repetición de actos de resistencia al sistema corruptor y totalitario
que anula al hombre mediante la televisión y la masificación, y lo
reduce a la bestialidad.
Además, el hombre hispano en sus múltiples y variadas formas y
encarnaduras siempre fue persona, nunca masa. Es lo
absolutamente contrario a ésta.
La ecúmene hispanoamericana es, sustancialmente, disyuntiva al
nuevo orden mundial. Obsérvese hoy, el cúmulo de teorías
arbitrarias que quieren explicar el avance geográfico del
castellano. Sin ir más lejos en su último trabajo(12) el publicitado
ideólogo del hombre wihte, anglosaxon and protestans, Samuel
Huntington, expresamente sostiene que el mundo hispano es el
enemigo de la unidad e identidad estadounidense y no sólo
porque lo penetra con miles de inmigrantes sino porque sus
valores son disímiles, distintos, diferentes.
El consenso y sus cultores, la izquierda progresista y el
neoliberalismo, siempre han quedado atados a la idea de
5contrato social, por eso hoy los más atrevidos y “revolucionarios”
proponen un nuevo contrato social, como solución a los problemas
actuales.
El disenso práctico-político hoy se plantea desde la comunidad,
(Cfr. los nuevos comunitarismos) o mejor dicho, desde las
comunidades, es decir, aquellos conjuntos de hombres que no
sólo comparten leyes, lenguas y creencias sino también valores y
vivencias históricas –luchas por ser en el mundo- que son las
respuestas que tienen que dar, y de hecho lo están haciendo,
punto a punto al modelo de one world. Porque ante un modelo
totalizador no sirven las respuestas parciales sino corresponden
respuestas totalizadoras, holísticas se dice hoy, respecto del
hombre, el mundo y sus problemas.
Son las instituciones que la comunidad ha ido creando
espontáneamente las que hoy responden, incluso a pesar de ellas,
a las necesidades que el Estado privatizado ha dejado sin
resolver. Son las que, de alguna manera, conservan y restañan el
tejido social desgarrado en mil pedazos por la privatización del
gobierno y la política.
Privatización que se explica, porque los gobiernos y los partidos
políticos han travestido su finalidad y trabajan para los intereses
de los lobbies, sea ejecutando políticas, sea sancionando leyes
contrarias al bien común general del pueblo que los llevó al poder.
Reinstalar la solidaridad en el seno de la comunidad es el primero
y más eficaz de los remedios a la cretinización de la vida pública y
ello sólo es posible con la reiteración habitual de actos solidarios
hasta crear una segunda naturaleza en el hombre descastado de
la sociedad postmoderna.
Y si no podemos llegar, en una sociedad secularizada como la
nuestra, hasta el otro como prójimo, conformémonos con llegar al
otro como próximo, que no es poco.
Notas:
1. - Cfr. Los trabajos de Javier Muguerza: Etica, disenso y
derechos humanos, Bs.As. 2002 y Ernesto Garzón Valdés: El
consenso democrático en Cuadernos electrónicos de filosofía N°0.-
20
2. – Wagner de Reyna, A. :Prólogo a Ensayos de disenso,
Barcelona, Ed. Nueva República, 1999, p.5.-
3.-Jünger, Ernst: Tratado del rebelde, Buenos Aires, Sur, 1963,
p.51.-
4. -MacIntyre, Alasdair: Justicia y racionalidad práctica, Barcelona,
Eiunsa, 1994, P.20.-
5. - Cacciari, Massimo: Drama y duelo, Madrid, Tecnos, p. 63. -
6. -Kusch, Rodolfo: La negación en el pensamiento popular,
Buenos Aires, Cimarrón, 1975. Especialmente el capítulo 6: El
juego y la negación.-
7. -MacIntyre, Aladair: Tras la virtud, Barcelona. Crítica, 1987,
p.274.-
8. - Furet, Francois: Pensar la Revolución Francesa, Barcelona,
Petrel, 1980, p.226.- Especialmente el capítulo Agustín Cochin: La
teoría del jacobinismo.
9.-La historia argentina presenta un claro ejemplo sobre la teoría
del consenso cuando en 1891 hubo un acuerdo entre Mitre y Roca
con motivo de las elecciones para la sucesión presidencial y
proponían que el partido oficial, Autonomista Nacional(PAN), y la
oposición, Unión Cívica, concurrieran a las elecciones con una lista
única de candidatos que evitara la competencia. La política del
acuerdo consistió en actos tendientes a suprimir la lucha electoral
y en la distribución de los cargos antes del comicio.
La oposición al acuerdo por parte de Leandro Alem, provocó la
división de la Unión Cívica y la creación de la Unión Cívica
Radial(UCR), “que se quiebre pero que no se doble” fue el legado
de Alem antes de suicidarse en 1896.-
10.-Bobbio, Norberto: Futuro de la democracia, México-Bs.As,
FCE. p. 49. -
11.-Heidegger, Martín: Serenidad, Barcelona, Ed.Serbal, p.27.-
12. -Huntington, Samuel: ¿Quién somos?, Barcelona, Paidós, 2004
(Cfr. el capítulo 9 sobre el reto hispano).



(*) filósofo

buela@2vias.com.ar
Un diálogo –esto es, a través del logos- supone que los dialogantes tienen una identidad, que no ocultan. Y esa identidad tiene que estar en claro, porque, si no, ¿con quién estoy hablando? ¿Con un agente encubierto? La clarificación de la identidad permite el respeto mutuo. De otro modo hay ocultamiento y simulación. Cada uno dice lo que el otro quiere escuchar, pero quien habla no cree lo que dice. Cada uno, pues, se reserva, más allá y en contra de sus palabras, la facultad de actuar como le plazca. Parece que
dialogamos, pero, en realidad, estamos afilando en secreto las armas, mientras tiramos buenos propósitos de la boca para afuera. En esta era de la comunicación obligada y global, el diálogo es puro “verso” como diría un reo.


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