viernes, 24 de julio de 2015

Obsesionada por Cristina, la oposición casi no se ocupa de Scioli.


por Carlos Tórtora Obsesionada por Cristina
El ballotage porteño desencadenó una curiosa mecánica en el curso de la campaña electoral. Los candidatos de la oposición se atacan entre sí con entusiasmo y se hacen tiempo para criticar a CFK y su entorno.
Pero, salvo la excepción de Elisa Carrió, los presidenciables opositores no se ocupan de su adversario, que no es Cristina Kirchner sino Daniel Scioli. Mauricio Macri marcó un hito sorprendiendo a propios y extraños ni bien terminó el ballotage porteño, al revelar sus coincidencias estratégicas con la política intervencionista del Estado kirchnerista en la economía, pero no se refirió a su rival, el gobernador bonaerense. A coro con el gobierno, Sergio Massa y otros reaccionaron remarcando la que sería aparentemente una contradicción sustancial del jefe del PRO. A todo esto, Martín Lousteau -proclamándose el líder del nuevo proyecto socialdemócrata argentino- se alió a Ernesto Sanz para enfrentar al PRO en las PASO, lo que tensa cada vez más la cuerda en el seno de CAMBIEMOS. A su vez, Macri está obligado a ocupar el centro del ring ante la lectura periodística de que su delfín Horacio Rodríguez Larreta fracasó al vencer a ECO por sólo 3 puntos, interpretación que omite que el PRO debió enfrentar una coalición circunstancial que abarcaba desde la UCR hasta el Frente para la Victoria. Más suelto e incisivo, el jefe de gobierno contraatacó con una verdad obvia: “La Cámpora le cuesta miles de millones de pesos a los argentinos”.
Para completar el panorama, la otra candidata de la primera línea, Margarita Stolbizer, centraliza su campaña en hacer blanco en la conexión entre la presidente y la corrupción, siendo querellante en la causa Hotesur, lo que le da una figuración mediática importante. Pero Stolbizer confirma la regla general de los candidatos opositores: no se ocupa de opinar sobre su adversario, que no es Cristina sino Scioli.
Responsabilidad por omisión
Esta curiosa situación le está haciendo las cosas fáciles al gobernador bonaerense. Fascinados con la electrizante figura de CFK y su desmesura, la oposición está obsesionada por el incansable avasallamiento de las instituciones y las libertades individuales que practica el gobierno nacional. Es obvio que, no se puede negar, ante la suma del poder público que representa la presidente, el estilo moderado y la prudencia de Scioli salen sin duda beneficiados.
Esto no quiere decir que, al cabo de casi ocho años de ejercer la gobernación bonaerense, el ex motonauta sea un ejemplo de estadista. Los índices de inseguridad bonaerenses no paran de subir. Pese al importante ajuste realizado por la administración provincial, el déficit sigue cuesta arriba y los conflictos docentes y del sector público son importantes. Tampoco en materia de desempleo y salud pública Buenos Aires parece destacarse por sus mejoras en los últimos tiempos. Pese entonces a no ser un gobernador precisamente exitoso, este tema no parece significarle costo alguno por parte de sus adversarios. Tampoco en las cuestiones nacionales la oposición puntualiza que la ciega adhesión de Scioli al decálogo cristinista tendrá consecuencias si asume como presidente. Sobre todo por omisión, él es corresponsable de la política del gobierno contra la justicia independiente, que se plasmó recientemente en el desplazamiento del juez de Casación Cabral y el apartamiento del juez federal Claudio Bonadío del caso Hotesur. Con su silencio, Scioli convalida cada uno de estos atropellos, así como la nueva doctrina de inteligencia nacional que autoriza el espionaje a los operadores económicos por estar implicados en supuestas acciones desestabilizadoras o golpes de mercado, conceptos tan difusos que se parecen a ser “enemigos de la revolución”, como califica el gobierno venezolano. También Scioli es corresponsable, con su silencio, por la inconstitucional ley de subrogancias y la persecución oficial contra Carlos Fayt a través de la Comisión de Juicio Político de Diputados. Se trata de decisiones que el candidato del Frente para la Victoria no tomó ni impulsó, pero que sí convalidó tácitamente. Sin embargo, en las estrategias de los opositores parece estar incluido el hacer la vista gorda ante un hombre que se esfuerza por lucir como el mejor alumno de su jefa. Tampoco se escuchan críticas por el hecho de que el primer viaje político al exterior de Scioli como candidato oficialista haya sido a Cuba para abrazarse con Raúl Castro. Esto sin que haya hecho una sola referencia a la necesidad de que el régimen cubano empiece a respetar los derechos humanos y cese en la persecución a los opositores. Otra vez por omisión, el gobernador legitima la política K de apoyo a la única tiranía que subiste en América, por más que el proceso de apertura con la administración Obama prometa días mejores.
Por último, la responsabilidad por omisión de Scioli se extiende al caso de la muerte del fiscal Alberto Nisman. A seis meses de este hecho oscuro, los argentinos siguen esperando que él les diga algo sobre el tema.
Lo extraño es que la oposición -y la opinión pública en general- admiten como algo aceptable que el hombre que está cerca de convertirse en presidente prácticamente no exprese opinión alguna sobre los temas más graves. Hasta todavía existe cierta creencia difusa -una especie de leyenda urbana- que presume que Scioli traicionará a CFK ni bien se coloque la banda.
La excepción a esta indolencia opositora es el reciente exabrupto de Elisa Carrió: “La fórmula del FPV la componen un imbécil y un estalinista”.
Aunque parezca demasiado obvio, tanto Macri como Massa y Stolbizer actúan como si compitieran con Cristina y no con Scioli, lo que es darle a éste demasiada ventaja.


Informador Público • 23/07/2015 • 

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