domingo, 13 de septiembre de 2015

Isabel la Católica.


por Alfonso Aguiló

      —Isabel de Castilla es una figura histórica muy controvertida. Llama la atención que haya pasado a la historia con el título de "católica", pero que, por ejemplo, fuera quien expulsó a los judíos de España…


        El hecho de que en determinado momento la reina prohibiera la práctica del judaísmo en España (porque el judío que se convertía no se debía marchar) ha creado efectivamente un ambiente negativo en torno a su persona. Pero quizá no se tiene en cuenta que esa expulsión fue una medida general en Europa, y que España fue la última en aplicarla, y que lo hizo solo cuando ya no quedaba otro remedio, cuando las presiones internacionales eran enormes. Y cuando tomó esa decisión, tuvo la preocupación de asegurar que los judíos dispusieran de un plazo para decidir, y que pudieran disponer de todos sus bienes, cosa no muy corriente en aquella época.

        En el siglo XV, en todos los países, la ciudadanía estaba ligada al principio religioso, de modo que el "no fiel" podía ser un "huésped tolerado y sufrido" -esta es la frase exacta que utilizan los documentos- pero no un súbdito. Al huésped se le cobraba una determinada cantidad a cambio del derecho de estancia, pero ese permiso podía ser suspendido (recuerda un poco a los "permisos de residencia" de las actuales leyes de extranjería en esos mismos países).

        Todas las figuras importantes de la historia han cometido errores, como sucedió en este caso, pero ha de quedar claro que no fue un error particular de Isabel la Católica: el judaísmo estaba prohibido desde mucho tiempo atrás en Inglaterra y en Francia, en Nápoles, y prácticamente en toda Europa. De hecho, el claustro de la Universidad de París se reunió para felicitar a los reyes de España por la medida que, al fin, habían tomado.

        En aquellos tiempos se entendió esa medida como se entendería hoy una decisión de Estado que, causando grandes incomodidades a una serie de personas, se estimara digna de ejecutarse por el bien general de todos los demás. Si se pensara ahora en una minoría extranjera escasamente integrada en la nación y con unas fuertes señas de identidad, y se pensara que comprometen la seguridad del Estado, es fácil de entender que se adoptaran medidas drásticas. Por ejemplo, exigirles fidelidad a las normas del juego democrático. Y no de modo muy diferente se consideraba el cristianismo en la Europa del siglo XV, es decir, como un sistema de valores incuestionable. No sé cómo se juzgarán dentro de cinco siglos nuestras actuales restrictivas leyes de extranjería, o las expulsiones de inmigrantes ilegales, pero a quien entonces lo juzgue habrá que pedirle que lo haga considerando la mentalidad y situación actuales.

        —¿Y qué dices del papel de la reina Isabel en la conquista de América?

        Ella es la primera en muchos siglos que reconoce que los habitantes de esas tierras recién incorporadas a la Corona son hombres como los demás, que han sido redimidos por Cristo y que por tanto han de ver reconocidos sus derechos humanos. Sin esta postura de Isabel la Católica difícilmente se habría llegado tiempo después a la Constitución de los Estados Unidos, que repite prácticamente lo que ella dijo, que Dios nos ha hecho a todos libres, iguales y en búsqueda de la felicidad.

        Se habla mucho de las atrocidades que se cometieron, y efectivamente hubo errores prácticos, pues los encargados de llevar a cabo la tarea de colonización en ocasiones se dejaron llevar por sus intereses particulares y conculcaron los derechos de los nativos. Pero los principios siempre estuvieron claros, y de hecho, para burlar esa legislación, los grandes propietarios, siglos después, tuvieron que comprar negros ya esclavos en África para poder introducir allí esa servidumbre a la que aspiraban, porque las leyes de Castilla se lo impedían radicalmente: ningún indio podía ser esclavo.

        Cada cristiano puede pensar lo que quiera sobre la actuación de Isabel la Católica, puesto que las decisiones personales de su reinado no comprometen a la fe cristiana, pero su actuación se ha utilizado tanto en contra de la Iglesia católica, presentando a la reina como una mujer intolerante -e intolerante precisamente por ser católica-, que conviene destacar algunos testimonios históricos sobre este punto.

        Por ejemplo, los Reyes Católicos fueron personas conciliadoras y fáciles para el perdón, como demuestra el hecho de que al término de una guerra civil, fueron capaces de evitar las represalias y pactar con quienes estuvieron sublevados contra ellos, y garantizarles que no iban a sufrir perjuicio ninguno, sino que seguirían desempeñando las funciones sociales y el nivel que hasta entonces ocupaban. Aquello fue un ejemplo de cómo una guerra civil se cierra sin resentimientos, cosa muy difícil, pues lo normal es que se creen odios que duran mucho tiempo.

        Otro ejemplo es cómo la reina acoge y educa a los hijos ilegítimos de la mujer de Enrique IV. Y cómo cuida también de los hijos ilegítimos de su marido, y cómo siente hacia todos ellos una obligación de afecto que va más allá del simple ejercicio de la caridad.

        También defendió los derechos de las mujeres. En España no se había producido como en Francia una negativa tan rotunda al reconocimiento de los derechos de las mujeres, pero estos derechos eran más para ser transmitidos a los hijos o a los maridos que para ser ejercidos por ellas mismas. Isabel establece el principio contrario: no hay diferencia en cuanto a la capacidad de gobierno entre hombre y mujer, y así educa a sus hijas, y así procede ella misma también. Esa norma estaría vigente hasta principios del siglo XVIII en que, por razones de progreso ilustrado, se impuso la Ley Sálica.

        Con sus errores, que los tuvo, fue una mujer que tuvo presente siempre el juicio de Dios. Una mujer que cuando escribe a su marido gravemente herido después de un atentado le dice: "Acuérdate de que tenemos que rendir cuentas ante Dios, y las cuentas que nos va a pedir a nosotros, los reyes, son mucho más estrechas que las que pide a ninguno de nuestros súbditos".

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