sábado, 31 de octubre de 2015

Mitos y leyendas en la despedida de la Reina destronada.

"Los independientes no son indecisos. Fueron peyorativamente tratados, despreciados por analistas, sociólogos y políticos, pero son los que deciden las elecciones, como acaba de suceder, y de poner en crisis de sustentabilidad al peronismo.
Son los que desconfían de la burocracia política y de los fanáticos aspirantes a apropiarse de alguna caja estatal. Son hoy alrededor del 36 % de la población, sumando a los que no dan opiniones en las encuestas o les mienten, los que dicen no haber decidido su voto o los que estarían dispuestos a cambiar su primera elección. Los partidos políticos han muerto": vibrante afirmación del académico, periodista y consultor que firma como Alphonse de Luxemburgo.
La Reina se encuentra en retirada.
por ALPHONSE DE LUXEMBURGO

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). El sortilegio político pos-elección presidencial, revelador de un cambio estructural en la sociología-política del país, arroja a las disparatadas llamas del ridículo
 > a la clase dirigente enquistada en la política,
 > los sociólogos de las encuestadoras (deberían ser los primeros en detectar tales disrupciones sociales),
 > los analistas políticos (afortunadamente no todos) y
 > unos cuantos periodistas empujados a embadurnarse en la política (sin dedicarse a estudiarla siquiera).
 Lo que produce y amenaza incrementar la confusión y los contrastes hasta la pandemia, dejándole el terreno abierto a nuevas expresiones como el voto.
La sociedad cambió. Lo hizo en 2012, tal como se anticipó desde esta misma columna, cuando un millón y medio de personas salió espontáneamente -invitado por las redes sociales- a desenmascarar el "cuento del tío" de CFK  del año previo. Recuérdese que la Presidente había mutado, temporalmente, su discurso barrabrava por uno de tolerancia y comprensión, al que abandonó una vez obtuvo el 54% de los votos bajo la consigna cesarista del "vamos por todo". 
Había engañado a la clase media, y ésta, por fuera de los partidos políticos (CFK y otros clamaban que los descontentos organizaran un partido político y se presenten a elecciones, para sumarlos entonces a la trampa del sistema político, repleto de presunciones, de mitos y leyendas), emplazó y reconvino a la Jefa de Estado a que retomara con hechos el discurso moderado. 
Ella no lo hizo y, desde entonces, tanto el kirchnerismo como el peronismo masoquista remanente, se hundieron, sin saberlo, en una crisis semejante a la del radicalismo en 1989, cuando éste debió abandonar apresuradamente el poder acuciado por la hiperinflación que había provocado su populismo moderado.
Las PASO, primero, y en particular la elección presidencial del 25/10, después, expusieron, impúdica y dramáticamente, la licuación del peronismo, su colapso y decadencia (arrastrando naturalmente al episodio fugaz del kirchnerismo y al tropiezo aún más efímero del cristinismo y de La Cámpora), cuyos vapuleados sobrevivientes se aferran a un puñado de reflejos condicionados.
Aún más, persisten aún, dentro y fuera del peronismo, los que, ante la confusión que emerge en el "fin de fiesta", se aferran desesperadamente a la tabla de supuesta de salvación de la historia, atribuyendo comportamientos de un pasado glorioso a un presente dinamitado por la ruptura social quizás más relevante desde 1983, con el retorno de la democracia tras una dictadura sangrienta. Los adalides de esa visión olvidan que Albert Einstein decía que “la memoria es la inteligencia de los tontos”.
El error, entonces, se condensa en analizar con parámetros envejecidos y perimidos una realidad que está sepultando el bipartidismo surgido de la reforma constitucional de 1994, el que se proponía vacunar al país contra descensos a los infiernos como la hiperinflación que sumergió al radicalismo. No lo logró y la sociedad parece haber tomado nota que sólo propició, especialmente después de la caída de Fernando de la Rúa en 2001, una peligrosa delegación de poderes legislativos en el Ejecutivo (explicada entonces como un salvoconducto para afrontar la enorme crisis), que habría de desembocar en el despotismo cesarista -autoritario y discrecional- de los Kirchner.
Éstos sólo se aprovecharon, sin prejuicios ni escrúpulos, de aquellos poderes especiales para ejercer ese cesarismo despiadado y desnudar el fascismo intrínseco del "modelo", para el que generaron un "relato" de centro-izquierda. Para eso último, recurrieron a sus orígenes adolescentes (prueba adicional  del sonambulismo político y social que aplicaron "manu militari" en Santa Cruz) y desenterraron las ideas fracasadas de los '70 de los Montoneros, a quienes Juan Domingo Perón, el líder, expulsó sin ambages de una Plaza de Mayo.
La disfunción que provoca un cambio socio-político histórico se corporiza en una colección de dislates monumentales y ejemplifican el barrido de concepciones que han devenido obsoletas:
El peronismo quedó reducido a una expresión reducida porque no todos los que lo votan son peronistas, ni afiliados y ni siquiera militantes. Sucede que los peronistas incluyen en su cuenta a todos los independientes, algunos seducidos por la moderación de Daniel Scioli y a otros (como Hebe de Bonafini) a quienes la esperanza de una izquierda más o menos nacionalista la refritan en un pretendido (y por cierto, fraudulento) "modelo", que no existe. (Por estos días, las manifiestas contradicciones intestinas al oficialismo afloran en casi hilarantes cuestionamientos mutuos, contribuyendo a la consolidación de Mauricio Macri, su contendiente; el trascendido de que Carlos Zannini conminó a Scioli de no apartarse del "relato cristinista" o presentaba su renuncia como candidato a vicepresidente, pone en rasgos patéticos el colapso del peronismo, arrastrado por el cristinismo).
La foto de Scioli con Zannini y Aníbal Fernández, rodeados de una decena de gobernadores de la vieja guardia y reelectos algunos por obra y gracia del fraude en sus provincias, se hizo en Tucumán, para la asunción de un gobernador, electo en un escándalo de proporciones imperiales. Esa foto puede ser la clave de la pérdida definitiva de la Presidencia para Scioli: a la búsqueda desesperada de apoyo, recurrió al peronismo cuestionado por el 65% de la sociedad, encarnado en un conglomerado de sumisos y extorsionados jefes, dependientes hasta la humillación de los fondos del centralismo.
El peronismo terminó en un conjunto de peleles, mojigatos y perdidosos. Ingresaron en la categoría que a José Ingenieros le hizo pensar que “el que decide vivir como gusano, pierde el derecho de protestar si lo aplastan.”
Los 15 millones de empleados públicos no resultaron ser, como se analizaba antes de las elecciones, un colectivo dispuesto a la obediencia perruna, con tal de no perder la subvención salarial del Poder Ejecutivo. Fue enteramente falso. Muchos mostraron una independencia de criterio que los gobernadores peronistas ostensiblemente no tienen ni tuvieron, avasallados por el kirchnerismo y su casi famoso redoblar la apuesta.
Los independientes no son indecisos. Fueron peyorativamente tratados, despreciados por analistas, sociólogos y políticos, pero son los que deciden las elecciones, como acaba de suceder, y de poner en crisis de sustentabilidad al peronismo. Son los que desconfían de la burocracia política y de los fanáticos aspirantes a apropiarse de alguna caja estatal. Son hoy alrededor del 36 % de la población, sumando a los que no dan opiniones en las encuestas o les mienten, los que dicen no haber decidido su voto o los que estarían dispuestos a cambiar su primera elección. Los partidos políticos han muerto.
La capitulación de los sociólogos encuestadores (algunos relevadores de datos suelen creerse analistas políticos), consagrada en el hecho incontrastable que ninguna acertó en detectar el cambio que se plasmó en la elección del domingo pasado, se debe, una vez más, a la desconfianza de los independientes hacia ellas, en tanto que son utilizadas como activo comunicacional por los candidatos que los contratan como muchos evitan participar sus opiniones, haciendo estallar la estructuración cuasi matemática por quintiles y demás.
Por lo tanto, se ha visto, ignorar la zona de clivaje en la que está la sociedad argentina en relación con la política y analizar a ésta con categorías, reflejos condicionados por el pasado y parámetros oxidados desembocan en que algunos políticos sigan pensando que el peronismo es decisorio en una elección o que los independientes son un hato de pusilánimes.
Cuando por ejemplo Felipe Solá afirma que "a los peronistas les cuesta mucho votar a [Mauricio] Macri ", deja en claro que, como muchos otros, ha dejado de sintonizar con el cambio en el que incursiona la sociedad argentina, cambio al que están contribuyendo los sectores más jóvenes, con altas expectativas pero también con valores muy enraizados, aunque parezcan ausentes de la realidad.
No es dable suponer, sin embargo, que los políticos profesionales comprendan la mutación estructural que los arrasa. En ese contexto, los fuegos artificiales y los ditirambos de la bipolar CFK ya carecen de relevancia.
Ahora, en camino a otra historia, realmente, conviene tener presente -como la tiene la nueva generación- una sugerencia del fallecido entrepreneur Steve Jobs: "No dejes que te atrape el dogma, que es vivir con los resultados de lo que otra persona piensa", decía en la Universidad de Stanford en 2005.


30/10/2015| 21:57 Urgente24



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