Joseph Sciambra utiliza el argumento de su propia vida para explicar la posibilidad de un cambio.
por Leticia Velasquez
Joseph Sciambra nació en 1969, en el norte de California, no lejos de San Francisco. Creció en lo que parecía una familia estable y cariñosa. Frecuentó las escuelas parroquiales católicas desde el jardín de infancia hasta el grado 12. Sin embargo, la oscura sombra de la pornografía turbó toda su infancia y adolescencia. En los años 90 Joseph vivió cerca de la cultura homosexual del infame Castro District de San Francisco, lo que le ofreció una visión poco común de la vida y la lucha de muchos hombres homosexuales. Más tarde se convirtió en actor pornográfico y prostituto.
»En 1999, tras lo que él refiere como una experiencia cercana a la muerte, Sciambra volvió a Jesucristo y a la Iglesia católica. A partir de entonces ha escrito mucho sobre la verdad que rodea al mundo de la pornografía, la homosexualidad y el ocultismo. Se graduó en Historia del Arte en la Universidad de California-Berkeley y obtuvo un Máster en Historia en la Sonoma State University.
-¿Cuál fue el motivo que te impulsó a ayudar a hombres y mujeres que experimentan atracción por el mismo sexo?
-En 1999, Jesucristo me salvó de la homosexualidad. En esa época, aunque era muy infeliz, no tenía intención de abandonar esa vida. Era el único mundo que conocía. Entré en el mundo gay cuando era un chico traumatizado y solitario de 18 años que buscaba desesperadamente la afirmación y atención masculina. Tras más de diez años en el ambiente homosexual no conseguí sanar mis heridas o cumplir mis deseos, pues todo resultó ser una ilusión: la relación superficial y pasajera con otro hombre lo único que hacía era disfrazar el dolor de la infancia.
»Sólo muchos años después de haber abandonado el estilo de vida gay, de haber sanado esa vieja atracción hacia el mismo sexo, pude finalmente empezar a llorar por todos los que había conocido y que habían muerto tan jóvenes y tan innecesariamente. Nunca los olvidé del todo. Para honrar a las víctimas olvidadas del sida fui a San Francisco. La década anterior la había pasado alejado voluntariamente de la ciudad donde había perdido prácticamente todo. Volver fue difícil, pero sentía que era algo que tenía que hacer. Inspirado por el santo patrón de San Francisco, simplemente me eché a la calle para encontrar a la gente allí dónde estaba, en sus vidas diarias, haciendo lo que hacían cada día.
-¿Cómo y dónde te acercabas a ellos? ¿Cómo reaccionaban cuando intentabas hablarles de la fe?
-En San Francisco, sobre todo en verano, la comunidad gay organiza una serie de paradas, festivales y conciertos en la calle, en los que participan más de un millón de hombres y mujeres gay. A veces con la ayuda de voluntarios suelo participar en estos eventos llevando carteles y con una camiseta en la que llevo escrito, por delante y por detrás, las dos direcciones de mis páginas web, Jesus Loves Gay Men y Jesus Loves Gay Women.
»Aunque he rechazado la palabra gay en mi propia vida como una etiqueta y una identificación falsa que me pone una cultura que acepta todo, y que no ofrecía más alternativa que lo gay a un niño con atracción hacia el mismo sexo, cuando quería llegar a la comunidad gay utilizaba su jerga para comunicar de manera más fácil con ellos. Tenía el apoyo y la contribución de muchos amigos y benefactores generosos, por lo que tenía a mi disposición pulseras con motivos religiosos, rosarios y Biblias para regalar, a los que había atado una tarjeta con los datos de mis dos páginas web y un enlace a un vídeo con mi testimonio.
Normalmente en esos lugares las conversaciones eran muy breves debido al ruido y la multitud, por lo que animaba a todos que cuando volvieran a casa dieran una ojeada a la página web y miraran el vídeo; después podían enviarme por email sus reacciones o plantearme cualquier pregunta que quisieran.
»A veces me encontraba con gente que se estaba planteando seriamente su vida y entonces querían hablar allí, en ese mismo momento. Entonces dejaba todo de lado para hablar con ellos. Normalmente su primera pregunta era: “¿Sigues siendo gay?”, a lo que yo les respondía: “¡No!”. Y añadía siempre: “No sólo eso, no tengo relaciones sexuales con nadie y no me masturbo”. Esto les asombraba más que cualquier otro detalle de mi pasado. Porque las personas atrapadas en la homosexualidad ven su orientación como una condena a perpetuidad, como algo con lo que han nacido. Y de repente, algunos de estos supuestos de toda la vida son desafiados.
»A menudo se enfadaban, pero en realidad tenían miedo. Porque, como yo también pensaba en el pasado: “‘Lo gay es todo lo que tengo”. Entonces empiezas a preguntarte: “¿Quién soy yo y que haré si no tengo esto?”
-Cuéntanos del hombre que cambió su estilo de vida después de hablar contigo.
-Después de uno de estos eventos en San Francisco recibí muchos emails de hombres que habían mirado mis páginas web o habían visto mi vídeo. La mayoría eran críticos o despectivos hacia lo que yo decía; las palabras que utilizan pueden ser muy hirientes e intensamente personales, pero siempre me parece interesante el hecho de que se tomen el tiempo de escribir a alguien con el que están en total desacuerdo. En mi opinión, esto demuestra que algo de lo que he dicho ha tocado una herida dolorosa.
»Siempre respondo a los que no utilizan un lenguaje obsceno o soez, intentando esclarecer lo que me dicen e indicándoles más lecturas. Es muy interesante que son personas que antes eran católicas o adultos que habían sido educados en escuelas parroquiales o católicas. Por lo tanto, a los que se cuestionan seriamente su elección les animo a buscar un director espiritual. Gracias a Dios, conozco a varios sacerdotes fieles y capaces en San Francisco. Uno de estos hombres, un joven que creció en una familia muy desestructurada que primero trabajó en el mundo de la pornografía y que luego entró en el mundo gay por comodidad y para tener compañía, pudo volver a la Iglesia después de confesarse. Sigo en contacto con él. A veces es muy duro para él y pasan meses sin que sepa nada de él, pero sigue intentándolo.
-¿Cómo podemos ayudar a las personas de nuestra familia o a nuestros amigos que sienten atracción por el mismo sexo?
-San Juan Pablo II dijo claramente que la misericordia o el amor sin justicia es una especie de falsa compasión: “La verdadera misericordia es… la fuente más profunda de justicia”.
»Por lo tanto, si somos padres, hermanos, primos o amigos de una persona que piensa que es gay y somos cristianos, esto nos pone en una situación difícil: por un lado, amamos a esta persona, a pesar de su sexualidad desordenada y no queremos ni juzgarla ni rechazarla. Pero también debemos mantenernos fieles a lo que sabemos y comprendemos que es el plan de Dios para todos nosotros, y esto nunca incluye la homosexualidad.
»Por lo tanto, debemos intentar encontrar un equilibrio entre amor y justicia y nuestro compromiso de “proclamar la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina”. Es inevitable que esto, con frecuencia, haga que la persona gay se aleje de ti. ¿Pero acaso en esos momentos no estamos llamados a sufrir como Cristo por los que no saben el mal que están haciendo?
-Has escrito que te sientes insatisfecho por el lenguaje usado en el Sínodo Ordinario del mes pasado en el documento sobre la familia. ¿Puedes explicarlo?
-En el párrafo que atañe a la homosexualidad se ha incluido el término "acompañamiento", una palabra que varios padres sinodales ya estaban utilizando cuando se propuso un nuevo enfoque "pastoral" en lo que concierne a los hombres y mujeres gay y sus familias.
»El peligro es que esto puede ser fácilmente malinterpretado como una especie de aceptación pasiva de lo que la persona gay puede decidir que es justo para ella; puede convertirse en algo malo y que facilite su camino en este tipo de vida. Conozco este tipo de dinámica familiar; y cuando no se proporciona un desafío o un reconversión, el homosexual, sobre todo si es joven, inevitablemente se confirma en la orientación. La mayoría de los emails que recibo no son de homosexuales, sino de sus familias.
»Muy a menudo quien me escribe es uno de los progenitores, con el corazón destrozado porque su hijo o hija le ha apartado porque se ha negado no sólo a aceptar, sino a celebrar su "salida del armario" y las relaciones que tiene. El joven gay suele decir palabras muy duras y las cosas llegan a ser crueles y desagradables.
»Intento recordar a estos padres que sus hijos han sido heridos, que son humanos y tienen miedo y que ven, como único camino a la felicidad, el ser gay. Cualquiera que se oponga a esto, incluyéndote a ti o a mí, es considerado un enemigo. Pero cuando la mentira gay finalmente sale a la luz, salen arrastrándose fuera de esa vida, destrozados y embrutecidos; entonces necesitarán amor, compasión y esperanza y volverán a ti.
(Publicado en National Catholic Register, traducción de Helena Faccia Serrano, diócesis de Alcalá de Henares).
/ National Catholic Register (30 noviembre 2015). ReL
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