por Carlos Daniel Lasa
La primera tensión fuerte en el seno del peronismo se manifestó en el enfrentamiento acaecido en Ezeiza entre la denominada izquierda y derecha peronista.
Cada una de las facciones reivindicaba para sí la encarnación del auténtico peronismo. Esa tensión, que concluyó con la expulsión, por parte del propio Perón, de Montoneros, se reavivó durante el gobierno de los Kirchner y se muestra, de modo harto palmario, en la división actual, en el seno del mismo peronismo, entre peronismo-kirchnerista y peronismo no-kirchnerista. El peronismo-kirchnerista se nutre, por lo menos en su sustancia, de parte de la auto-denominada izquierda Argentina y, su discurso, se nutre de gran parte de las banderas que la misma enarbolara a lo largo del tiempo en nuestro país. El señalamiento de este hecho exige una lectura del mismo que nos permita ver aquella causa que provoca la aludida tensión.
En un libro[1] que publicáramos hace un par de años, probamos que la filosofía que nutre al peronismo es la actualista, es decir, aquella filosofía que afirma el primado absoluto de la acción, del devenir absoluto. Esta filosofía, a juicio del filósofo italiano Augusto Del Noce, ha dado lugar a dos posibilidades políticas diversas: una que es la propia del creador del actualismo, de Giovanni Gentile, el cual asume la categoría de resurgimiento; la otra, la de Antonio Gramsci, quien asume la categoría de revolución[2]. Ahora bien, ¿por qué dar preferencia a la continuidad-reforma (Gentile) en lugar de la ruptura total? Del Noce cree advertir una razón filosófica en la posición de Gentile. Este último debía asumir la idea de resurgimiento, la idea de mantener determinadas realidades otorgándoles una nueva forma, en virtud de una exigencia radicada en su propio filosofar, esto es, la exigencia de dar cuenta del proceso histórico de la filosofía[3]. Sólo de este modo, el actualismo puede afirmarse como verdadero. Si, por el contrario, se afirmase el momento de la escisión, al modo como lo hace Gramsci, el criterio de verdad desaparece. Nosotros consideramos, contrariamente a la tesis de Del Noce, que el actualismo reafirma su verdad plena en cuanto ruptura, por cuanto sólo la ruptura puede dar paso a la existencia de un constante devenir. La verdad del actualismo está en la invariabilidad del eterno devenir. En consecuencia, a nuestro juicio, Gramsci ha sido más fiel a la filosofía actualista que el propio Gentile. Mussolini, asumiéndose como realista, es conducido a reemplazar la idea de revolución total por la de revolución-restauración. La tradición debe mantenerse aunque bajo una nueva forma. Perón, en Argentina, asumió esta idea de revolución-restauración, aunque sin hacer uso de estos términos. En su lugar, introdujo la categoría de evolución[4]. Los montoneros, por el contrario, y el peronismo denominado de izquierda, empezando por William Cooke, han asumido la idea de revolución total al modo de Gramsci. En este sentido, para nosotros, los montoneros y la facción de la denominada izquierda peronista son más peronistas que el propio Perón. Firmenich, a nuestro juicio, tuvo toda la razón cuando afirmó que “La política de Perón, el antiimperialismo apoyado en los trabajadores organizados, en una alianza de clases, etc., conduce necesariamente al socialismo; es decir, la situación objetiva determina una contradicción entre las consecuencias de la política de Perón y su propia ideología. Por eso, posiblemente, nos ve a nosotros como infiltrados ideológicos, pero no lo somos. Somos el hijo legítimo del Movimiento, somos la consecuencia de la política de Perón…”[5]. Nosotros diríamos, para completar lo dicho por Firmenich, que antes de ser una consecuencia de la política de Perón lo son de las ideas que la sustentan.
El peronismo no kirchnerista es una prolongación de la mentalidad montonera en cuanto partidario de la revolución total, del vamos por todo. Esta visión política ha dado lugar a un nihilismo de valores teorizado, desde el punto de vista político, entre otros, por Ernesto Laclau. Para este autor, aquello que encontramos en el origen de la constitución de lo social es meramente un querer traducido en una demanda que sólo se valida cuando puede hacerse todo (populus). Ahora bien, esta voluntad primera, con vocación de todo, no reconoce límite alguno, excepto, el de la impotencia de no poder convertirse en todo. En un todo sustentado por un querer totalitario fundado en la fuerza, en el poder.
La oposición que se deja ver en nuestros días entre peronismo kirchnerista y peronismo no kirchnerista es la consecuencia directa de la doctrina peronista, la cual ha dado lugar a la existencia de una visión política evolucionista y a una visión política revolucionaria. La relación entre estas dos visiones no puede ser sino de permanente tensión y que ha eclosionado, en distintos momentos históricos, de modo más o menos violento.
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Notas
[1] Carlos Daniel Lasa. Juan Domingo Perón: el demiurgo del praxismo en Argentina. Bs. As., Dunken, 2012.
[2] Cfr. Augusto Del Noce. Il suicidio della rivoluzione. Milano, Rusconi, 1992, seconda edizione, p. 131.
[3] Cfr. ibídem, p. 145.
[4] Ver Cap. 1, puntos 1.1 y 1.2, de nuestro escrito (pp. 16-22).
[5] Citado por Juan B. Yofre en su escrito El escarmiento. La ofensiva de Perón contra Cámpora y los Montoneros. 1973-1974. Bs. As, Sudamericana, 2010, p. 349.
Foto: Perón en su regreso del exilio el 20 de junio de 1973
Fuente: ¡Fuera los Metafísicos! (30/04/16)
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