domingo, 29 de mayo de 2016

Mitos de al-Ándalus, de antaño y actuales (2-2)






Problemas prácticos de convivencia.
Los abanderados de la tolerancia en la edad media se encontraban más en tierras musulmanas que cristianas. (Tony Blair, entonces primer ministro del Reino Unido. A Battle for Global Values, Foregin Affairs, Jan/Feb 2007)
El Cid y Tony Blair. Dos modos diferentes de entender la tolerancia. Los frutos del modelo de Blair se vuelven más evidentes cada día, por ejemplo con la elección de Sadiq Khan como nuevo alcalde de Londres. (Wikimedia).
La idea de una separación entre el poder espiritual y el poder secular, como la practicada en la Europa medieval, era totalmente ajena al islam. Lo cierto es que gran parte de la ley islámica se basa en distinguir los conceptos de pureza e impureza. La escuela de jurisprudencia malikí, una de las cuatro dentro del islam sunní, dominó la mayor parte de período andalusí. Su interpretación de las leyes religiosas por los ulama (sabios y autoridades religiosas) fue quizás más importante que el Corán en la vida cotidiana.  De acuerdo a los malikíes la comida, el agua y las ropas tocadas por cristianos eran impuras.
Los requisitos de pureza musulmanes implicaban que cristianos y judíos debían estar físicamente confinados en sus propios vecindarios. Textos de la época contienen múltiples referencias a tales barrios segregados. Las interacciones estaban mayormente limitadas a transacciones comerciales.
Los cristianos debían pararse en presencia de un musulmán. No podían portar armas y cabalgar. En general no tenían permiso de construir nuevas iglesias. Una mezquita no podía devenir iglesia, pero lo opuesto si ocurría a menudo. Las iglesias no podían tocar sus campanas. El uso de cruces estaba prohibido en personas y en la fachada de iglesias. Los musulmanes podían hacer proselitismo, los cristianos no.
Un musulmán podía no solo tener hasta cuatro esposas sino también varias esclavas sexuales (jariya o djariya). Estas últimas no tenían que ser musulmanas, pero sus hijos tenían que ser criados en la fe islámica. Los hombres cristianos no podían casarse con musulmanas. Esto llevó a una curiosa situación donde los califas andalusíes eran en gran parte de origen europeo ya que sus madres eran esclavas sexuales cristianas a través de varias generaciones. Abderramán III por ejemplo era rubio y de ojos azules, y se teñía su cabello para parecer más “árabe”.
En las palabras de un renombrado jurista iraquí “la relación normal entre musulmanes y no-musulmanes es un estado de hostilidad” hasta que el islam consigue la hegemonía. ¡Otra que convivencia…!
La aniquilación de los cristianos en al-Ándalus
Este [al-Ándalus] fue un capítulo en la cultura europea donde judíos, cristianos y musulmanes vivieron lado a lado, a pesar de sus intratables diferencias y continuas hostilidades, y crearon una compleja cultura de tolerancia. (María Rosa Menocal, profesora de español y portugués y humanidades, Yale University. The Ornament of the World: How Muslims, Jews, and Christians Created a Culture of Tolerance in Medieval Spain. Little Brown, 2002).
"Los historiadores modernos parecen estar de acuerdo en que la invasión [musulmana] no fue particularmente cruel, o destructiva…(Colin Smith, profesor de literatura española medieval, Cambridge University. Christians and Moors in Spain. Aris & Phillips.1988)
Muchos cristianos, no del todo satisfechos con la tolerancia a ellos otorgada, huyeron (“migraron” de acuerdo a léxico de los académicos modernos) a los reinos del norte. Hacia el 1200 prácticamente ya no quedaba ninguno en al-Ándalus por las persecuciones y deportaciones contra ellos llevadas a cabo por almorávides y almohades.
La escuela malikí enseñaba que un líder musulmán podía en la yihad matar o perdonar a cristianos derrotados a su antojo. Las mujeres y niños podrían ser tomados como esclavos o matados si ofrecían resistencia. El guerrero musulmán podía tener relaciones sexuales con mujeres cautivas adjudicadas a él como botín.
Si los cristianos resistían, una victoria musulmana era seguida por una masacre. Cerca de Orihuela por ejemplo los cristianos derrotados fueron totalmente exterminados. El himno visigodo Tempore belli, la Crónica Mozárabe del 754, la Primera Crónica General de Alfonso X entre otras describen el saqueo de templos y casas, quema de ciudades, captura de mujeres para ser esclavas sexuales, asesinato de hombres y tala de árboles.
Las opciones que los cristianos tenían eran 1) convertirse al islam, 2) aceptar la condición de dhimmis y pagar la yizia, 3) la muerte para los hombres o la esclavitud para mujeres y niños.
Algunos cristianos fueron reclutados como burócratas o soldados. Pero esto no es para nada representativo de la mayoría de la comunidad cristiana. Y sucedía a pesar de las enseñanzas islámicas, no debido a ellas, causando resentimiento entre las masas musulmanas.
La institución de la dhimma no les dio a los cristianos autonomía. Más bien limitó sus prácticas religiosas de muchas maneras y mantuvo a los cristianos fuera del poder político. El número de dhimmis disminuyó constantemente.
Los almorávides deportaron a cristianos en masa al norte de África para prevenir su colaboración con los reconquistadores. Los almohades concluyeron que la conversión forzada era lo único que podía resolver los enormes problemas en el “paraíso” multicultural de al-Ándalus.
Esta limpieza étnica abarcó a veces a ciudades enteras como fueron las deportaciones de dhimmis de Málaga en 1106, Granada en 1126 y varios lugares de al-Ándalus entre 1138 y 1170.
Ya por 1085 quedaban muy pocos cristianos al sur de Toledo. Cuando Jaime (el conquistador) de Aragón entró en Valencia en 1238 no encontró cristianos. Cuando Fernando e Isabel conquistaron Granada en 1492 tampoco encontraron a ningún dhimmi.
Los judíos en al-Ándalus
La experiencia andalusí es también reconocida por su tolerancia y sincretismo cultural entre miembros de la fe musulmana, cristiana y judía durante un periodo de ocho siglos (711-1492). (John W. Fox et al. Ethnography and the Culture of Tolerance in al-Andalus. Harvard Middle Eastern and Islamic Review, 2006, 146-71).
Inicialmente la población judía recibió a los musulmanes con los brazos abiertos. Estos últimos formaron una alianza de conveniencia hasta que se sintieron lo suficientemente fuertes como para reducir también a los judíos a status de dhimmi. Así y todo la posición de los hebreos en al-Ándalus antes de que los Almorávides defenestraran a los Omeyas en 1085, fue más favorable que bajo los visigodos.
Los judíos fueron empleados como administradores por los líderes islámicos ya que eran más dependientes y confiables que los musulmanes de pura cepa. Uno de los más renombrados fue el rabino talmudista Samuel ibn Nagrella (993-1056) quien llegó a ser visir del gobernante de Granada.
Por estos privilegios eran resentidos por la población musulmana. José, hijo de Samuel ibn Nagrella y también alto oficial del reino, fue muerto en una revuelta anti-judía en Granada en 1066. La Jewish Encyclopedia de 1906 reporta que José ibn Nagrella fue acusado por grupos musulmanes de controlar y espiar al rey Badis, y finalmente de traicionarlo invitando a Al-Mutasim de Almería, enemigo de Badis, a tomar el control de Granada.
La llegada de los almorávides en 1085 limitó severamente la influencia judía en las cortes andalusíes. Los líderes judíos tuvieron que maniobrar delicadamente y contribuir a las arcas del emir Yusuf Ibn Tashufin (a quien solo El Cid fue capaz de derrotar). Otros hebreos buscaron asilo en los reinos cristianos del norte.
Los historiadores modernos, incluyendo judíos, enfatizan los logros de poderosos individuos sefardíes en la España musulmana, pero pasa más bien por alto los conflictos generales entre los hebreos y otras comunidades. La usura y el préstamo a tasas de interés ilegales eran prácticas siempre asociadas a los judíos. Fuentes árabes y judías confirman el rol de los judíos en la trata y la castración de esclavos y niños cristianos cautivos en ciudades como Lucena (cerca de Córdoba). Estas prácticas creaban mucho resentimiento entre mahometanos y cristianas. Estos últimos tampoco olvidaban el papel de la comunidad judía ayudando y consolidando la invasión mora como muchas fuentes musulmanas y cristianas atestiguan[1].
Los judíos mismos no eran más tolerantes que el resto y sus leyes tenían el propósito de separar a la judería de las otras comunidades. La vida giraba en torno a la sinagoga y no había distinción entre ley civil y ley religiosa (igual al islam, pero diferente del cristianismo). Los consejos de rabinos (kahal) concentraban el poder en las aljamas y tenían capacidad para sentenciar a muerte a informantes (moser), asesinos y adúlteros.
Los escritos judíos de la época contienen furiosas denuncias no solo contra el cristianismo y el islam sino también contra sectas judías como los caraítas (quienes rechazan la autoridad del Talmud). Maimonides, celebrada figura de al-Ándalus, consideraba al cristianismo como una herejía y uno de los riesgos del caraísmo era que podía conducir al cristianismo. Matrimonios fuera de la comunidad judía estaban prácticamente prohibidos. La usura estaba prohibida entre judíos, pero permitida con el resto[2].
El judaísmo caraíta representó el peligro más grave a la cohesión interna de la judería. Es por eso que fue perseguido salvajemente por el judaísmo rabínico. Rechazar el Talmud y, a veces, considerar a Cristo un profeta más no iban a ser tomados a la ligera por el kahal. Al final tanto los rabinos de al-Ándalus como los de los reinos cristianos lograron erradicar a los caraítas.
Los musulmanes en al-Ándalus
En la Europa cristiana el 95% de la gente era iletrada, e incluso reyes no podían leer y escribir. [Mientras que en la España islámica] había mujeres moras que eran doctoras, abogadas y profesoras. (John G. Jackson. The Empire of the Moors. In Golden Age of the Moor. Transaction Publishers. 1991).
Como la estricta escuela de jurisprudencia malikí dominó al-Ándalus los seguidores de otras escuelas fueron a menudo marginados o expulsados. Los clérigos musulmanes se encargaban de que fieles se portaran de acuerdo con las enseñanzas islámicas. Éstas incluían detallados rituales diarios como las precisas abluciones de manos, nariz, rostro, brazos  y pies antes de cada una de los cinco rezos diarios.
La música estaba prohibida por la escuela malikí. Los instrumentos podían ser confiscados y destruidos.  El ajedrez, backgammon y dados tampoco estaban permitidos. La comida cristiana estaba prohibida (haram). Los espacios públicos eran patrullados por funcionarios religiosos, los muhtasib, con poder para aplicar la sharia en cualquier aspecto de la vida cotidiana.
La blasfemia y la apostasía estaban penadas con la muerte. Reconocidas figuras como Ibn Rushd (Averroes) así lo aconsejaban. Los sodomitas eran apedreados a muerte. La aplicación de la pena capital por estas ofensas está confirmada por los textos de entonces.
Las mujeres musulmanas estaban alejadas de la esfera pública y sujetas a la circuncisión y al velo. No podían hablar por cuenta propia, un agente las representaba en transacciones legales. Su testimonio no era aceptado en juicios involucrando derramamiento de sangre y en otros su palabra valía la mitad de la de un hombre. El látigo era el castigo para las fornicarias mientras que las adúlteras eran apedreadas a muerte. La esclavitud sexual era moneda corriente, especialmente con las mujeres cristianas. Las mujeres referidas en la cita al comienzo, una minoría, eran en general esclavas o hijas de algún juez musulmán (qadis).
¿Cómo sobrevivieron los clásicos griegos?
Fueron eruditos musulmanes quienes preservaron la ciencia y filosofía greco-romana durante la prolongada Edad Oscura de la Europa medieval. Una era donde… los gobernantes árabes se familiarizaban con tecnología griega y persa “mientras Carlomagno y sus señores intentaban escribir sus propios nombres.” (Gene W. Heck, When Worlds Collide: Exploring he Ideological and Political Foundations of the Clash of Civilizations. Rowman & Littlefield, 2007).
En la edad media había dos Europas –una musulmana, segura de si misma, con tolerancia religiosa, y madurando en sofisticación cultural y ciencia; la otra cristiana, una zona de constante guerra en la cual la superstición se confundía con la religión y la llama del conocimiento subsistía a duras penas. (David Levering Lewis, profesor de historia, New York Universit. God’s Crucible: Islam and the Making of Europe, 570-1215. Norton. 2008)
El islam supuestamente cumplió el rol al preservar los textos clásicos transmitidos luego a Europa occidental, o así nos dicen.
Lo cierto es que los viejos textos griegos nunca estuvieron perdidos, ni fueron redescubiertos y preservados por sabios musulmanes. Estos textos siempre estuvieron presentes, mantenidos y estudiados por monjes y laicos el imperio griego romano de oriente, conocido como Bizancio. De los clásicos griegos al menos 75% son conocidos gracias a copias bizantinas.
El medievalista francés Sylvain Gouguenheim[3] ha mostrado la importancia del monte Saint-Michel como centro de traducción de Aristóteles y clásicos de la antigüedad en occidente bien antes que las traducciones al árabe (hechas por cristianos orientales) aparecieran en al-Ándalus. Naturalmente Gouguenheim fue acusado de islamófobo y demonizado[4]. El libro de Gouguenheim fue considerado tal amenaza por el establishment educativo que un “equipo internacional de 56 investigadores de historia y filosofía” tuvo la necesidad de firmar una carta abierta en el periódico marxista Libération atacando su trabajo. La Sorbonne organizó un coloquio para denunciar el libro. Los ataques son basados en “argumentos de autoridad” ya que Gouguenheim no es un “arabista”.[5]

Sylvain Gouguenheim, su obra no ha sido bien recibida por los “expertos”. (Wikimedia).


En general los eruditos árabes accedieron a textos científicos y filosóficos traducidos primero del griego al siríaco y luego al árabe por cristianos de Bizancio. Muchos regentes árabes no apreciaban tales libros y motivados por celo religioso los mandaban quemar. La filosofía griega era vista como un paso preliminar a la heterodoxia, y luego a la herejía.

En todo caso la continuidad entre la civilización griega y la europea fue principalmente a través del imperio romano de oriente (Bizancio), y no necesito del surgimiento del islam en absoluto. Lo que logró la expansión musulmana fue dificultar las comunicaciones entre el occidente latino y el oriente griego.
De iglesia a mezquita
Bajo circunstancias normales las prácticas cristianas [bajo los Omeyas] fueron permitidas con alto grado de tolerancia. Muestras públicas y pomposas de fe no eran favorecidas… pero ni iglesias ni monasterios estuvieron directamente amenazados. (Hugh Kennedy, profesor de historia, University of London. Muslim Spain and Portugal: A Political History of al-Andalus. Routledge. 1996)
Los musulmanes construyeron mezquitas fagocitando columnas y otros materiales de iglesias romanas y visigodas. De acuerdo a las mismas fuentes árabes la mezquita de Córdoba fue construida sobre las ruinas de la basílica de San Vicente “con materiales demolidos de iglesias y traídos a Córdoba sobre la cabeza de cristianos cautivos”.[6] Éstos también tuvieron que arrastrar las campanas de la catedral de Santiago a Córdoba, donde fueron fundidas para las lámparas de la mezquita.
La transformación de iglesia a mezquita ocurría rápidamente si los cristianos presentaban batalla. Una vez privados de sus templos en el mejor de los casos les era permitido construir pequeñas iglesias fuera de los muros de la ciudad.
Los emires y califas omeyas favorecieron esta política de apropiación y destrucción de los símbolos de los mushriks (“politeístas”) como eran llamados los cristianos debido a las estatuas e íconos de Jesús, Maria, santos y ángeles.
En nuestros días no se puede hallar en el sur de España ninguna iglesia construida antes de la Reconquista católica.
Conclusiones
En suma la invasión, conquista y colonización de la España cristiana por los musulmanes fue un desastre para la naciente civilización hispano-romano-goda. Esta promisoria civilización, que no tenía ninguna necesidad de ser “ilustrada” por las enseñanzas de Mahoma, fue arrancada de cuajo por el islam.
Los cristianos dhimmis, por definición un grupo subalterno en el fondo de en una sociedad jerarquizada, eran víctimas de un sistema de extorsión mafioso, la dhimma, que los confinaba a pagar o a sufrir las consecuencias.
Será siempre controversial hablar de quienes “merecen” ser conquistados, pero es curioso que los argumentos usados contra los visigodos como su supuesta rusticidad y la necesidad de ser “ilustrados” por los invasores no se aplica a incas y aztecas, inclusive si este último grupo tenía la sana costumbre de practicar asesinatos rituales en masa de tribus vecinas.
La maraña étnica, social y religiosa de al-Ándalus fue su talón de Aquiles. Esta fragilidad intrínseca fue aprovechada por los estrategas cristianos para consumar la Reconquista. Hoy en día escuchamos otra vez las campanas a favor de la diversidad, la tolerancia y la inclusión, no solo de nuevas olas inmigratorias musulmanas en España y Europa sino también de prácticas contra natura que los mismos musulmanes rechazan. La Biblia y el calefón; el Corán y el prostíbulo, la usura, el aborto y la teoría de género. No puede terminar bien.
Hay un riesgo, en la opinión de quien escribe, con la aparición de trabajos revisionistas como los de Fernández-Morera y Sánchez Saus. A saber, que sean usados por grupos “neoconservadores” enquistados en altas esferas políticas de EEUU y algunos países europeos para promover su agenda del “choque de las civilizaciones”. Según la cual se debe imponer la “democracia liberal” en Medio Oriente, cueste lo que cueste. Esto ya ha tenido resultados desastrosos tanto para cristianos como para musulmanes, como puede verse hoy en Irak, Libia y Siria atestigua. ¿Cui bono?
Sin embargo una cosa no quita la otra. Si no hubiera habido resistencia y reconquista, España, Europa y América serían muy diferentes de lo que son. No hay muchas buenas razones para cantar alabanzas a una supuesta época dorada que nunca existió.
Los propagandistas del paraíso andalusí subrayan lo que supuestamente deberíamos aprender de la España mora, pero si prestamos atención éstas no son sino conceptos que tales escritores ya tienen en sus cabezas e intentan imponer a la sociedad hoy en día: tolerancia mal entendida, feminismo, multiculturalismo e inmigración masiva. Todos factores disolventes de cualquier sociedad, especialmente las europeas de baja natalidad.
Algunos de estos “historiadores” proclaman abiertamente su parcialidad por el proyecto multicultural global. Proyectan sus preconceptos contemporáneos al al-Ándalus sin real interés por entender el pasado en su contexto, sino para bajar línea y manufacturar consenso de políticas futuras. Precisamente lo que George Orwell nos advirtió “Quien controla el presente controla el pasado. Quien controla el pasado controla el futuro.”



Que no te la cuenten…


[1] Fuentes musulmanas : Akhbar Majmua, al-Qutiyya, Ibn al-Athir, al-Khatib, al-Razi, Ibn Idhari al-Marrakushi, and al-Maqqari. Fuentes cristianas: Rodrigo Jiménez de Rada entre otras.
[2] Shulchan Aruch, 4:clxviii, clxvii, clxvii, y clxvii; 2:lxv; cf. Maimonides, Mishneh Torah. Sefer Mishpatim. Hilchot Malveh Vloveh 5:1, 9, y 11.
[3] Aristote au mont Saint-Michel, éditions du Seuil, 2008.
[4] Este caso nos recuerda el del historiador español Francisco Javier Simonet (1829-1897), quien sí era arabista. Pero eso no le alcanzó para encontrar en vida una editorial que le publique su obra sobre los mozárabes debido a la oposición de arabistas liberales contra la visión “católica” de Simonet sobre al-Ándalus.
[5] Para interiorizarse del enorme ataque contra Sylvain Gouguenheim ver el articulo de Paul-François Paoli, “L’historien à abattre,” Le Figaro, 15 de julio 2008, http://www.lefigaro.fr/actualite-france/2008/07/08/01016-20080708ARTFIG00553-l-historien-a-abattre-.php
[6] La técnica de alternar piedra roja y blanca fue adoptada de la técnica romana opus vittatum mixtum. Los mosaicos de la mezquita son de manufactura griega.

por Enrique de Zwart

MAY 28/2016

Publicado por quenotelacuenten

No hay comentarios:

Publicar un comentario