miércoles, 8 de junio de 2016

Divorcio en Santa Fe.



Radicales abandonan a los socialistas para irse con los radicales de Macri.
Divorcio en Santa Fe escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Por la persistente “lazarofilia” temática, que arrastra hacia la judicialización de la vida cotidiana, se atenúa el impacto del divorcio político que conmueve, sin gran dolor, en Santa Fe.
Los radicales se separan de los socialistas. En realidad, los ingratos radicales abandonan, sin anestesia, a los relativos mormones del socialismo. A los efectos de decretar el pálido final del Frente Progresista Cívico y Social, que gobierna la provincia bicéfala desde 2007.
Don Hermes Binner, hasta 2011. Don Antonio Bonfatti, hasta 2015. Y desde entonces don Miguel Lifschitz.
Es Lifschitz el último socialista que, por unos pocos miles de votos, venció al insistente Miguel Del Sel.
Es Del Sel el excelente actor que fue contratado por PRO en 2011. Para hacer un buen papel en la comedia, pero de ningún modo para ganar. Como tal vez, según nuestras fuentes, el comediante ganó. Aunque los atildados presentables nacionales del PRO estaban desesperados de ganas de reconocer la victoria del adversario, en aquel momento Bonfatti.

Hoy Del Sel languidece como embajador en Panamá. Pero con deseos casi esfumados de insistir por tercera vez. Aunque difícilmente Cambiemos -o sea Macri, Sanz y la señora Carrió- recurra de nuevo a sus atributos teatrales.

Ya que en 2019 el Tercer Gobierno Radical -que preside Macri y conduce Carrió- podrá contar también con la adhesión de los radicales. Los enfrentaba en la provincia, aunque para mojar, confusamente, la medialuna en la nación.
Desde el triunfo de la línea Sanz, en Gualeguaychú, los radicales se anexaron a la locomotora de Cambiemos, a los efectos de llevar como líder a Macri. El mismo que había sido el antiguo límite para Los Alfonsín, padre e hijo. Pero la política tiene que ver con la dinámica.
Ahora Ernesto Sanz deja la conducción del radicalismo en manos de José María Corral. Es -Corral- quien conquistó la intendencia de Santa Fe con el voto de los socialistas (que hoy se abandonan).
Significa confirmar que los austeros y recatados mormones del socialismo quedan colgados en el cable del olvido. Porque los radicales de Corral los dejan, para aferrarse a los radicales de Macri. La transferencia le proporciona algún atisbo de lógica al panorama. Cuesta explicárselo a los racionales que no se inclinan ante el encanto de la paranoia.
Hoy Corral es el presidente de la Unión Cívica Radical que participa, con radicales desconformes (que procuran más protagonismo) del Tercer Gobierno Radical de Macri.
Aunque, en el plano provincial, Corral sigue con la legitimidad del idóneo intendente, asociado a los socialistas que lo votaron. Socialistas que no quieren saber nada con Macri. “Es el límite”. Porque lo consideran “la derecha”. Nadie debe olvidar que los mormones del socialismo se identifican con la izquierda.
Se asiste entonces a la regularización del esquema irregular. Los radicales vuelven al tronco madre, si existe. Y los socialistas ahora mantienen por delante un destino de reliquia. Porque va a costarles mantener el feudo, la República Socialista de Santa Fe.
Segundo abandono
En cierto modo los maltratados socialistas viven un segundo abandono.
Atravesaban una instancia de extraordinaria plenitud participativa, de proyección nacional. Formaban parte del Conjunto UNEN. Contaban con cinco candidatos presidenciales, que el portal supo presentarlos como Los Cinco Latinos de Unen (cliquear). Con don Binner, Cleto Cobos, Sanz, Pino Solanas y la señora Carrió, como Estela Raval.
Sin embargo el romanticismo se desmoronó una noche cuando hablaba Solanas. Fue en un teatro de revistas. Pero la señora Carrió tomó la carterita y se fue a comer una muzzarella con fainá a Güerrín.
En aquella pizza histórica quedaron, acaso en el mostrador, las ambiciones recalentadas del mismo Solanas y de Binner. Mientras tanto Cobos iba pronto a estrellarse en la cumbre de Gualeguaychú. Y Sanz y Carrió, dos triunfadores, se transformarían en las estrellas del Show Cambiemos. Serían luminosos protagonistas del Tercer Gobierno Radical.
Hoy Sanz saborea el caramelo de madera de suponerse integrante de “la mesa chica”. Es un elemento de reserva en el esquema político que mantiene “mesas chicas” en cantidad. Con más mesas que La Perla del Once.
Por su parte, modestamente, la temible Carrió es la memoria moral de la república, la fiscal incorruptible, conductora vocacional que expone los límites al TGR. Le marca la cancha, por tv.
Fue Carrió quien le produjo a los socialistas aquel primer abandono. La tradicional colgada de galleta.
Pero es el abandono de Corral, el segundo, que le proporciona el sopapo final. Les cuelga otra galleta al incorporarse, con el radicalismo provincial, al nacional.
Se trata en definitiva de un avance de Cambiemos, en desmedro del Frente Progresista, que queda roto, partido en la banquina.
La riqueza del desorden la sintetiza el radical Pullaro, es ministro de Seguridad. Uno de los tantos radicales que resiste la idea del divorcio.
Pullaro sintetizó las diferenciaciones, los desacuerdos. Los saltos rana: “En 2007 los radicales fuimos con Lavagna y los socialistas con Carrió. En 2011 votamos orgánicamente por Ricardo Alfonsín y ellos por Binner. Y en 2015, la última, los radicales fuimos con Macri y los socialistas con Stolbizer.
La reconquista
La confusión semejante representa, a través de la ruptura, un paradójico motivo de ilusión. Para los peronistas.
Para la utopía peronista de recuperar la provincia que mantenían escriturada desde 1983, con la inicial consagración del gobernador José María Vernet. La mantuvieron atada durante dos décadas gracias a la practicidad compulsiva de la Ley de Lemas. Algarabía que iba a ser abolida por iniciativa del extinto Jorge Obeid. Fue el último gobernador peronista que se estampilló hacia la posteridad como un gran demócrata. Aunque para facilitar la conquista de los socialistas, en 2007.
Sin Lemas el peronismo tenía, en adelante, un destino clavado de derrota.
De todos modos, el estigma permanente de la derrota, gracias al divorcio sin dolor, puede cambiar. Ya sin Lemas, y con los radicales separados de los socialistas, los peronistas pueden mojar la gobernación, otra vez. Diluido Reutemann entre su campo y su despacho, les surge caprichosamente una nueva estrella, con aspecto de ciudadano normal. Es el senador Omar Perotti, el peronista unánimemente reconocido que puede aprovechar, como ningún otro, la triste oportunidad del divorcio.



Oberdán Rocamora

para JorgeAsisDigital.com

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