Cuando los gobernantes se dedican a exaltar el mal, a propagar el error, a saquear los bienes morales que constituyen la principal riqueza de un pueblo, es natural que acaben organizándose como bandas de ladrones, mientras el pueblo chapotea en la sentina de los vicios. Juan Manuel de Prada
martes, 9 de agosto de 2016
A San Cayetano le pedimos trabajo genuino.
Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (6 de agosto de 2016)
Mañana es 7 de agosto y, como ustedes saben, es la Fiesta de San Cayetano. Este año cae en domingo y eso lo cubre litúrgicamente salvo en aquellas parroquias o santuarios que llevan su nombre.
El Papa Francisco ha escrito una carta muy linda a Monseñor Arancedo, Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, recordando que cuando él fue Vicario de la Zona Flores primero y luego como Arzobispo de Buenos Aires, iba el día 7 de agosto al Santuario de San Cayetano de Liniers y se encontraba con la multitud que acudía a venerar al Santo, a pedir pan y trabajo. En esa primera época yo también tenía, como Vicario de Belgrano, un Santuario de San Cayetano más chiquito pero también muy activo y también el 7 de agosto iba, obviamente, allí.
Pero más allá de esos recuerdos es interesante el hecho de que, en la Argentina, San Cayetano es el Santo del Pan y del Trabajo. Me han dicho que la devoción viene de muy antiguo y que la inspiró la Mamá Antula que pronto será beatificada. Yo creo que San Cayetano, en el cielo, estará sorprendido y mirando para abajo y dirá “estos argentinos que cosa rara”. Pero, sin embargo, San Cayetano nos ayuda. Efectivamente ayuda.
Ahora bien, el problema del trabajo no se resuelve sólo con la devoción a San Cayetano que, sin duda, tiene que inspirar un esfuerzo concorde para buscar un cambio tal en la organización social y económica de la Argentina que permita, lo más rápido posible, la creación de trabajo genuino. Esto no es fácil porque uno duda de que los argentinos que tienen su plata en el exterior la traigan rápidamente, no sé si vendrán ya grandes inversiones y si podemos ofrecer tanta confianza a los de afuera para que vengan pero sí se puede desde abajo crear trabajo. Esto es lo que se llaman las Pymes, las pequeñas y medianas industrias, y hay gente y dirigentes que están en contacto con ellas y se puede recrear desde allí trabajo genuino. Tal vez así el índice de desocupación podría descender enormemente.
Les cuento algo personal: yo todas las Fiestas de San Cayetano voy al Astillero Río Santiago y celebro allí una misa desde hace muchos años. Este año iré el lunes 8 porque el 7 es domingo. El problema del Astillero me parece que es ejemplar, porque muchos de los problemas con el trabajo suceden en distintos lugares –empresas, fábricas, etc- En esta cuestión del trabajo uno puede preguntarse ¿hace falta un astillero en la Argentina? Los expertos dicen que sí y que hace falta si la Argentina tuviera una política de soberanía marítima y, aún, naviera en general. Hay un proyecto que he visto del Almirante Storni, de 1916, que ya pensaba en esto y no se cumplió. Para eso sí haría falta un astillero donde no hubiera “ñoquis” ni “semiñoquis”, donde no hubiera corrupción. La verdad corrupción es un nombre muy elegante que se usa para todo pero en criollo se dice afano. También donde hubiera sinceridad. Pero todo eso depende de una decisión: queremos hacer esto. No es posible que el astillero esté con un barquito para Venezuela hace no sé cuántos años. Si tuviera todas las radas llenas sería distinto. Es verdad que para la provincia es un peso enorme porque hoy es altamente deficitario y eso es algo que tiene que cambiarse y no se cambia sólo por una decisión escrita sino que se cambia porque aquí tienen que concurrir los gobernantes, los partidos políticos, los sindicatos porque no sé cuántos sindicatos hay dentro del astillero. Yo soy amigo de todos y por eso voy allí.
Y les agrego que voy allí por una razón muy particular: hace muchos años, más de una década, me han nombrado “padrino” cuando durante la gran crisis quiso ser cerrado. Yo creo que no debe ser cerrado, al contrario, pero para que funcione, me parece que hay muchos cambios a realizar.
Esto ocurre en otras áreas de la economía argentina que tienen que ver precisamente con la creación de auténtico trabajo. No camuflar nada sino crear trabajo verdadero. En definitiva hay que laburar, esa es la cuestión. Y entre tanto le pedimos a San Cayetano ayuda.
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
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