Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (3 de septiembre de 2016)
Hoy tengo que hablarles de mí mismo y no me hace mucha gracia, les aseguro, pero tengo la convicción de que esto lo debo exponer ante ustedes. El martes 23, el Diario “El Día”, de La Plata, donde escribo frecuentemente, me publicó un artículo en el que yo exponía cómo la vida sexual debe integrarse en el conjunto de la personalidad y está destinada al matrimonio. Tiene un significado unitivo y procreativo: su finalidad es el amor estable en el matrimonio y la prolongación en los hijos. Eso despertó una bulla fenomenal. Pareciera que de eso no se puede hablar.
Por eso quisiera transmitirles a ustedes algunos de los comentarios que suscitó mi artículo. He hecho algunas notas para no equivocarme, porque me llamaron de varios medios, radiales y televisivos. Primero me refiero los comentarios radiales: dos de los que me entrevistaron con sus preguntas mostraban que, al parecer, el objetivo de la entrevista era que yo les diera la razón; sí yo les tenía que dar la razón y, además, ellos se quedaban con el micrófono, por supuesto, y el que se queda con el micrófono luego añade lo que le viene en gana y el entrevistado, pobre, ya no puede contestar. Fragmentos y síntesis de mi artículo circularon por las redes y eso hacía que no leyeran el texto completo y en su original; tengo la sensación de que muchos de los periodistas que se refirieron al tema no leyeron por completo mi artículo. Lo mismo ocurrió en la televisión. La excepción en las entrevistas radiales fue la del Sr. Eduardo Feinmann que me trató con mucho respeto y me dio tiempo para exponer el tema. De otro periodista muy conocido prefiero no ocuparme.
Ahora bien, fíjense las reacciones en la prensa escrita. En el Diario “Perfil”, del sábado 27, apareció un artículo burlesco contra el mío que, en realidad, me da la razón, pues yo explicaba en mi nota que la actuación sexual es la expresión física del amor y el autor no nombra el amor para nada en todo su escrito y hace el elogio del desenfreno. Aristóteles lo llamaba “akolasía” y en el Libro Tercero de su Ética a Nicómaco decía que responde más a lo que nosotros tenemos de animales que a lo que tenemos de hombres. Eso muestra el artículo mencionado.
Ahora quiero referirme, más ampliamente, a lo que apareció en el Diario “La Nación” del domingo 28. El título me llamó mucho la atención: “Molestia en la Iglesia por el modo y el lenguaje de monseñor Aguer”. Yo me había referido a lo que llamaba “cultura fornicaria”. En primer lugar, el autor de este artículo que les comento, dice que ha consultado a varios obispos, dos o tres cita, no está muy claro, y luego a sectores eclesiásticos, que son las fuentes habituales de los chismes clericales. Todos ellos reconocen mi jerarquía intelectual (qué sé yo, les agradezco, pero no es para tanto), aunque no estaban de acuerdo con mi modo de expresión.
Insisten en que esto se opone al modo de expresión y a la “cultura del encuentro” propiciada por el Papa Francisco. Y debo decir que se equivocan o mienten descaradamente, con algún propósito sectorial o ideológico. O dicen pavadas. Recuerdo que el año pasado apareció un artículo, también en un periódico de fin de semana, en el que me calificaban de “enemigo histórico suyo”. Me pregunto: ¿de dónde sacan eso? Yo me pregunto si quienes escriben estas cosas leen el magisterio del Papa Francisco, si leen las cosas que él dice diariamente en la Misa en Santa Marta o las cosas que enseña en las catequesis de los miércoles, la dureza de sus expresiones, muchas veces para censurar las llagas de la sociedad. El Papa no se va con chiquitas, no todo es caricia.
Ahora bien, yo no me ocupo toda la vida del 6° Mandamiento, y al contrario, pocas veces he hablado de eso. Cuando hablo de política, de economía, de temas sociales, y de tantas otras cosas no me llevan el apunte y ahora hablo de esto y se armó una bulla descomunal. ¿Qué significa esta reacción? Aquí hay algo medio extraño. Y sí, creo que aquí hay algo medio extraño y es que he metido el dedo en la llaga, porque de esto no se quiere hablar. Insisto: yo no hablo todo el tiempo de temas sexuales, no hay que hacerlo ni me interesa, pero alguna vez sí se puede y debe hablar porque Dios Nuestro Señor nos va a juzgar de acuerdo a nuestras obras, según los 10 Mandamientos. Al menos eso es lo que aprendí yo de chico en la catequesis de Primera Comunión. Sería bueno que los chicos de catequesis sepan de memoria los Mandamientos. ¿Por qué tendríamos que ignorar el Sexto? Esa maniobra ¿favorecería la cultura del encuentro? ¿Tendríamos que ser implacables con el Séptimo y distraídos con el que lo precede?
Por eso digo que me llama mucho la atención que el autor de la nota que voy comentando diga que “hay molestia en la Iglesia”. Él cita tres o cuatro fuentes y debo decirles que yo he recibido varios cientos de mensajes de apoyo y de adhesión que me dicen, cosa que me agobia, que “por fin hay alguien que habla”. De verdad han sido cientos de mensajes que no puedo responder porque lamentablemente no tengo tiempo de hacerlo. Y uno se pregunta si ellos son la Iglesia o no. ¿Quiénes son la Iglesia? ¿Molestia en la Iglesia? Podría escribirse mejor: algunos miembros de la Iglesia se sienten molestos pero muchos otros miembros de la Iglesia se sienten contentísimos y agradecidos. ¿O la Iglesia es el autor de la nota y sus informantes? Me han llamado sacerdotes de otras diócesis para decirme que sus fieles les encargan felicitarme.
Vuelvo a lo mismo: por favor acaben de oponer mi pobre magisterio, mi manera de enseñar, al Papa Francisco. Sé muy bien quien es el Papa, la obediencia y el amor que le debo. Lo conozco muy bien; por favor, lean con seriedad su magisterio y no oculten la severidad de sus críticas a los desórdenes de la sociedad actual; si de estilo se trata.
Otra imputación absurda aparece en la nota que voy comentando: yo con mis expresiones intemperantes estaría distrayendo la atención que merecen acontecimientos eclesiales importantes como la beatificación de Mama Antula. Tan imprudente o malvado no soy. Yo envío mi artículo al diario y éste lo publica cuando puede o quiere. No decido yo la fecha. De paso recuerdo que en 2015 en septiembre u octubre mandé a “La Nación” un artículo titulado “Culto y desprecio del cuerpo”, que se publicó el 8 de enero de 2016. No decide el autor. Además: ¿qué atención le prestó el periodismo al Congreso Eucarístico de Tucumán?
Entonces, recordemos que la Iglesia somos todos, y seamos verdaderamente objetivos. Pero pareciera que la runfla periodística sigue con sus propios criterios haciéndole creer a medio mundo que sus comentarios son objetivos y verdaderos cuando en realidad no lo son. Pongamos los puntos sobre las íes. Otra vez, disculpen haberme ocupado de mí creo que esto ustedes, que me reciben cada semana en su casa, lo tenían que saber. Hasta la próxima si Dios quiere.
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
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