miércoles, 21 de septiembre de 2016

"El gobierno kirchnerista que se fue dejó una casa en ruinas".

Liliana De Riz es socióloga y profesora en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA e investigadora superior del Conicet. Ex coordinadora de los Informes de Desarrollo Humano de Argentina 2002 y 2005. Recibió el premio a la "Excelencia en impacto de políticas públicas" otorgado por el PNUD en 2004. Experta en política latinoamericana. por Mauricio Maronna
"Hay una oportunidad, pero es un desafío que tiene resistencias grandes de los que desean construir un país nacional y popular, que sea aislacionista y viva con lo nuestro", dice la socióloga Liliana De Riz, una de las disertantes en el Congreso sobre Democracia, que organizó la Facultad de Ciencia Política de la UNR. "El gobierno que se fue dejó una casa en ruinas", grafica.
La investigadora y profesora de la UBA bucea en el cambio de paradigma que implica Cambiemos. En ese marco, dice que "hay un gran alivio en la población" por la salida del kirchnerismo. Y critica a Margarita Stolbizer por sus flirteos con Sergio Massa. "Margarita trabaja para Margarita. Su comportamiento es tan volátil como le permita recaudar imagen pública", razona.
—¿El país asiste a un cambio de paradigma con Macri?
—Seguir como estábamos, no se puede. Con todos los stocks agotados, la infraestructura destruida y sin la abundancia de los vientos de cola no se puede hacer haciendo la política que hacíamos. Para crecer hay que invertir, reformar e innovar. Hay una oportunidad, es un desafío que tiene resistencias grandes de los que desean construir un país nacional y popular que sea aislacionista y viva con lo nuestro.
—¿Este esfuerzo que deben hacer los argentinos está bien comunicado desde el gobierno? ¿Cómo les están diciendo a los argentinos que hay que pagar la fiesta?
—Me acuerdo una canción de Alberto Castillo, en la época del peronismo: "Por cuatro días locos que vamos a vivir". Esta idea del presente perpetuo, en el que se garantiza el consumo y la gente está satisfecha. A diferencia de Brasil, que garantizó el consumo, pero se le hizo una gran demanda luego. "En casa tenemos televisión, vivimos bien, pero cuando salimos el transporte nos mata, el hospital no cura". Y hubo una demanda de calidad de vida. La Argentina es más apática en eso, aunque tuvo resistencia al cepo y la inflación, pero más difusa. La idea de que podemos seguir consumiendo en el supermercado como antes es una idea fantástica, imposible e irreal. Alguien tiene que explicar que se debe rearmar un rompecabezas que está destruido, y debe quedar claro que ese esfuerzo tiene que ser equitativo. El problema es que hay mucha gente a la intemperie, porque se subsidió y no se creó empleo genuino.
—A los pocos días de asumir, Macri la invitó a usted, junto a otros intelectuales a la Casa de Gobierno. Se dijo que era Carta Abierta de Macri.
—Me sorprendió la invitación, porque no es costumbre de los presidentes hacer esto. El presidente tomó nota, nos escuchó, narró cómo encontró el Estado, agradeció y nos fuimos. No tengo ninguna vinculación. Que un presidente escuche a gente tan heterogénea y tome nota ya me parece una novedad extraordinaria.
—¿Al gobierno nacional le falta un relato?
—El gobierno tiene un rumbo pero necesita una hoja de ruta. Y necesita comunicarlo. Si se sobreactúa el contraste con la administración vociferante que dejamos atrás y negadora falta, además, transmitir el mensaje de lo que se está haciendo. Ese mensaje no llega lo suficiente.
—Es raro, porque esta gente llegó como la campeona del mundo de la comunicación.
—Argentina no es tan fácil. Uno puede tener mucho éxito en la sociedad de redes pero la resistencia del muro es muy grande. A la gente que construye muros hay que hablarle de otra forma.
—¿Esta nueva política comunicacional del gobierno, que apuesta a las redes sociales, implica una dificultad para la politología?
—Los partidos tienen que cambiar los modos de relación con la gente, que toma partido antes en las redes que adentro de los propios partidos. Tratar de modernizar este país es difícil, la deficiencia está en tratar de comunicar de la misma forma a los que no están en la sociedad de redes, aunque escriban por Twitter.
—Hay tolerancia de parte de un sector grande de la sociedad a decisiones duras que tomó el gobierno. ¿Esto tiene que ver con el rechazo al gobierno que se fue?
—Hay un gran alivio de una parte de la población. Y parte de la esperanza se funda en la idea de futuro. El gobierno anterior dejó una casa en ruinas. Mucha gente tiene esperanza y confía en encontrar una ruta de progreso, de modernidad, abierta al mundo. Hay una clase media muy frustrada que hace muchos años fue interpretada por el partido radical y ahora es un espacio vacío. El PRO es un partido nuevo pero se nutre de lo viejo, también. Pudo ganar en provincia de Buenos Aires por la crisis del radicalismo. La gente ve una fuerza política nueva y espera que reacomode lo viejo al presente. No sé si lo van a lograr, pero tienen la oportunidad.
—La ya mítica grieta entre el macrismo y el kirchnerismo logró anclaje y ahora la profundiza el gobierno, le es funcional.
—No necesita trabajar mucho porque el kirchnerismo se ocupa de facilitarle la tarea. Así como el peronismo fabricó el antiperonismo a su imagen y semejanza, el kirchnerismo hizo lo propio con el antikirchnerismo. Son el anverso y reverso de la misma moneda, no hay posibilidad de diálogo y de entendimiento, es fanatismo. Son núcleos extremos, la mayoría de la sociedad es más moderada.
—¿Le sorprende la caída de la centroizquierda? Ahora Stolbizer coquetea con Massa.
—No me sorprende, porque Margarita hizo un partido testimonial que fue un gran fracaso en las urnas. Muchas veces tomó posiciones distintas desde la salida de la UCR. Margarita trabaja para Margarita y, por lo tanto, su comportamiento es tan volátil como le permita recaudar imagen pública. Me desagrada su alianza con Massa porque, en la propuesta testimonial y testarudamente defendida cuando la amenaza era perder frente a un Scioli, ahora me resulta desagradable. No le quito el mérito a su denuncia, a su rol transparente, pero son liderazgos que se cortan solos. La democracia no se hace con líderes retumbantes.
—¿No cree que Argentina necesita una opción socialdemócrata?
—No sólo creo, me encantaría y me parece necesaria una opción de centroizquierda que modernice este país y su economía, pero al mismo tiempo que haga una sociedad más justa. Para que se proteja a los más débiles hay que tener educación de calidad y salud, que es el modo genuino. Es difícil catalogar al PRO como novedad, hay que ver qué políticas hacen. Ahora se dice que Macri no tiene políticas progresistas. Habrá que ver el impacto de sus políticas. Es un país insensato que subsidió a los ricos de manera escandalosa con la política de subsidios en los servicios básicos. Será lo justo si ahora los subsidios, con tarifas social se reacomodan y los ricos pagan mucho gas, porque lo consumen. Este es un país en el que es tan barato comprar lomo como asado, es insensato. El kirchnerismo fue un gobierno llamado progresista que financió a los ricos. Y cuando viene éste gobierno, que dice que es injusto financiar a los ricos, le dicen "este es un gobierno de derecha que beneficia a los ricos".
—¿No cree que el de Macri es un gobierno de derecha?
—No, quiero verlo, lo que hay ahora son banderías. Quiero ver las políticas públicas concretas que tiene Cambiemos. Si beneficiara efectivamente a los ricos, diré que gobierna para los ricos. Pero por ahora no puedo decirlo.
—¿El 2017 define si hay Macri para 4 u 8 años?
—Si este gobierno baja la inflación y mejora la economía tendrá la oportunidad de refrendar su mandato. Los empresarios dudan en invertir porque se preguntan: ¿si Macri pierde, quién viene detrás?
—Algunos dicen que si fracasa Macri está más cerca el regreso del 2001 que una sucesión tranquila.
—No haría esas predicciones tan catastróficas. Argentina entra a esta alternativa nueva en el contexto regional de vientos de cambio. Hay vientos de cambio en Perú y Brasil, ya los hubo en Chile y Uruguay. Venezuela está entre el desgobierno y el caos, Ecuador y Bolivia pierden peso. El socialismo del Siglo XXI resultó un fiasco, con pruebas evidentes que están a la vista de todos. Ahora estamos en un mundo en cambio, de oportunidades. Depende de los liderazgos regionales y su capacidad de innovar y de armar coaliciones de gobierno. En un escenario de caos, si le va mal a Macri, pierden todos.


La Capital (19/9/16)

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