domingo, 30 de octubre de 2016

El macrismo dispuesto a todo para tener mayoría propia en diputados el año que viene.


por Carlos Tórtora
En un gobierno con una veintena de ministerios es lógico que haya fuertes expectativas de cambios para el primer aniversario de su gestión.
El discurso oficial es que unos cuantos ministros y secretarios pasarían a ser candidatos a legisladores. Pero la realidad es que lo que debe dilucidar el presidente es si le da entrada en el gabinete a sus quejosos aliados radicales -por ejemplo a Ernesto Sanz- y oxigena en alguna medida la falta de muñeca política de la que padece el oficialismo. El número dos de Macri, Marcos Peña, no logra salir de su rol de jefe de las redes sociales oficialistas y los esfuerzos para hacer política del Ministro del Interior Rogelio Frigerio no son suficientes. Los resultados -o mejor dicho la falta de ellos- se notan en el Congreso con el fracaso en remover a la Procuradora Alejandra Gils Carbó y en los proyectos de reforma política y habilitación de la participación privada en obras de infraestructura. La cuestión es que Macri sabe que, si abre el gabinete a sus aliados radicales y a los recomendados de Elisa Carrió, la mesa chica del PRO deberá debatir el rumbo del gobierno con gente de otra escuela y que no adhiere a la nueva política tecnocrática del macrismo. Mientras, el gobierno sigue impulsando que algunos medios grandes revaloricen la intensa actividad de la justicia federal en la investigación de los casos de corrupción K, como una prueba de que no existe el pacto que sí existe entre el actual presidente y la ex presidente. Con la nueva conducción cegetista momentáneamente apaciguada y los movimientos sociales contenidos al precio del aumento del gasto público, los operadores del PRO pueden concentrarse más en el juego político. Y van surgiendo los pactos, como por ejemplo que el salteño Juan Manuel Urtubey no impulsará lista alguna el año que viene fuera de su provincia Salta. Urtubey preocupaba al PRO por su potencial capacidad para captar votantes independientes. Como estrategia de manejo de tiempos, el macrismo está siguiendo fielmente el estilo de su líder, que es definir sólo a último momento. Los cientos de dirigentes peronistas que se reúnen con Emilio Monzó, Jorge Macri, Alejandro Salvai, Emilio Schiavoni y otros operadores del oficialismo reciben siempre como respuesta la promesa de una próxima reunión para avanzar en acuerdos que se siguen postergando.
La atención macrista está puesta en captar la buena voluntad de los 50 intendentes peronistas del conurbano, que con la paralización de las obras públicas locales por las auditorías, la falta de fondos y las denuncias por corrupción, pasaron a ser verdaderos carenciados en materia de fondos frescos para la política y, por tanto, fácilmente captables. Es sintomático entonces que en el cónclave peronista de Lobos la mayor parte de los alcaldes del PJ hayan girado hacia apoyar el año que viene a CFK para senadora nacional con Daniel Scioli como primer diputado. El presidente del PJ, José Luis Gioja, nada tendría que objetar. Si esto prospera, el macrismo tendrá en ella el adversario que quiere: alguien que no puede ganarle. Y Sergio Massa, con un frente interno inestable, debería competir con una Cristina que portaría el escudo del PJ y que polarizaría la campaña con el candidato de CAMBIEMOS. O sea, en las peores condiciones. Tal es así que Margarita Stolbizer, la aliada principal de Massa, habría reiniciado contactos con el equipo de María Eugenia Vidal para un eventual acuerdo con el oficialismo. Entre los allegados a Massa, nadie cree que, si él no encabeza la lista para senadores nacionales, el Frente Renovador pueda evitar una diáspora.
La alcancía electoral
En síntesis, el gobierno va arrimando a su objetivo de que se suba al ring un cristinismo maltrecho y acosado judicialmente y no un peronismo renovado y con empuje. Claro está que estos éxitos se verían empalidecidos en el caso de que no se pueda utilizar la boleta electrónica, que borraría en buena medida a los aparatos partidarios locales.
Las crecientes complicaciones legislativas del gobierno le enseñan que el año que viene debe intentar al máximo controlar al menos la Cámara Baja. No por nada entonces, por ejemplo, el gobierno bonaerense viene subejecutando el presupuesto para invertir en bonos, como un modo de crear un fondo electoral extra para la próxima campaña. En cuanto a los distritos del NOA y el NEA, el aporte de más diputados a CAMBIEMOS depende de sus socios radicales, que tienen fuertes aparatos locales en comparación con la presencia simbólica del PRO. Otro argumento a favor de que los herederos de Alem empiecen a aparecer en el gabinete nacional.
En otro campo ligado a la cuestión electoral, la seguridad, el macrismo sigue a los tumbos y la idea de militarizar se cayó esta semana ante la convicción de que se armaría un revuelo que colocaría a la Casa Rosada a la defensiva. Por otra parte, si algo no caracteriza al entorno de Macri es la exaltación de las fuerzas armadas. La variante más conocida, traer al conurbano gendarmes de la frontera, es la carta que está en la manga pero con fuerte resistencia de la fuerza, que tiene una pésima experiencia en esta materia, al punto que llegaron a existir enfrentamientos armados con grupos de la bonaerense que se sintieron invadidos. En este pobre panorama, sólo levantó la puntería últimamente el jefe de la AFI, Gustavo Arribas, que terminó un largo trabajo de reconstruir los vínculos de su organismo con las principales agencias de inteligencia del mundo. El mensaje que llega del exterior es que Argentina volvería a ser confiable si muestra una política de inteligencia coherente. La evolución del caso Nisman es el leading case que se sigue en el exterior, sobre todo desde que la investigación fue apuntando a que miembros de la inteligencia local habrían facilitado su asesinato.



Informador Público (octubre 30, 2016)

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