sábado, 8 de octubre de 2016

Nuevo libro: la contrarrevolución cristera.


por P. Javier Olivera Ravasi

Luego de varios años de trabajo y con el apoyo del Dr. Enrique Díaz Araujo, el P. Alfredo Sáenz y el Prof. Jean Meyer, pude terminar de armar en formato libro mi tesis doctoral en Historia titulada “La contrarevolución cristera: dos cosmovisiones en pugna”.
La tesis fue defendida ante el mismo Jean Meyer y un tribunal que no era totalmente favorable al enfoque propuesto; pero a Dios gracias todo terminó bien a pesar de las dificultades que encontré -incluso  hasta inter medios cleros.
Providencialente, ante la pronta canonización de San José Sánchez del Río, el libro sale ahora a la luz en formato papel y en formato digital.
Para quien desee, venga aquí un extracto del prólogo del P. Alfredo Sáenz, SJ, y el índice de la obra que posee varias imágenes.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
Para formato digital (ir a Que no te la cuenten)
Para formato papel (sólo para Argentina, por el momento): katejon@outlook.com y ventas@buencombate.com



Prólogo del P. Alfredo Sáenz, SJ

Es para mí una verdadera satisfacción la posibilidad que se me ha ofrecido de anteponer algunas líneas a este excelente estudio sobre la gesta de los cristeros, uno de los episodios más gloriosos de la Iglesia del siglo XX. Nos limitaremos en estas páginas a destacar los principales logros del autor.
Más allá de las interpretaciones meramente económicas o políticas, el Padre Javier Olivera Ravasi enmarca este combate en el contexto de la gran visión agustiniana de la historia. «Dos amores fundaron dos ciudades —decía aquel Padre de la Iglesia y gran teólogo de la historia—: el amor de Dios hasta el menosprecio de sí, la Ciudad de Dios, y la exaltación del hombre hasta el menosprecio de Dios, la ciudad del mundo». Es decir que el acontecer histórico, para que pueda ser entendido cabalmente, debe ser considerado desde los ojos de Dios y del gran designio divino de redención de la humanidad por la sangre de Cristo. Fueron dos cosmovisiones que se enfrentaron en el curso de los siglos. En el siglo XX adquirió un poder especial la facción de la «modernidad». Excluyente de Dios, enemiga de la Realeza de Cristo.
El Padre Javier Olivera Ravasi se explaya en su libro sobre estos temas. Destaquemos el aleccionador análisis que nos ofrece sobre la masonería en el siglo XIX y primeros decenios del XX, con especial atención a sus diversos grupos y obediencias. A ello podría sumársele también, no sólo el ideario de la Revolución Francesa, sino el de la Revolución Soviética, cuyos dirigentes tomaron el poder en Rusia en el año 1917, poco antes del levantamiento cristero, inspirando explícitamente a los sindicatos dependientes del gobierno perseguidor.
El lema del levantamiento católico fue realmente categórico: «Por Dios y por la Patria». La lucha se llevó adelante en defensa del catolicismo y del nacionalismo mexicano, jaqueados ambos por el enemigo de Dios y de la Patria, aquel enemigo que detentaba el poder, con el respaldo del extranjero. Tratábase de dos amores jerarquizados: el amor a la Patria conculcada, subordinado al amor de Dios. Por eso los caídos en aras de la Patria pueden ser considerados auténticos mártires, según las enseñanzas de Santo Tomás. El grito habitual de aquellos héroes: «¡Viva Cristo Rey!», les mereció el nombre sarcástico de «cristeros», dado por sus enemigos  llegó a ser no sólo una simple consigna o fórmula de reconocimiento, sino toda una definición. Cuando San Agustín trató de las Dos Ciudades no dejó de señalar que cada una de ellas tenían su propio rey: el de la Ciudad de Dios era Cristo y el de la ciudad del mundo era Satanás.
Nada, pues, de extraño que los dos ejércitos contendientes vivaran a sus respectivos Capitanes. A la pregunta de los «federales», es decir, de los soldados del Gobierno perseguidor: «¿Quién vive?», los cristeros siempre contestaban: «¡Viva Cristo Rey!». Los adversarios, por su parte, no vacilaban en gritar: «¡Viva Satán!». Tratóse, realmente, de una guerra religiosa, como lo hemos señalado reiteradamente. De una guerra teológica. Calles, el jefe de la represión, recibió de parte de algunos cronistas, el calificativo de «un hombre místico». Tratábase, por cierto, de una mística, pero invertida, la de Satanás. El presidente perseguidor entendía, si bien a su manera, que el combate que estaba librando, no era reductible a designios meramente políticos, sino que escondía raíces religiosas. Un periodista norteamericano que lo entrevistó por aquellos días sobre la cuestión religiosa, nos confiesa que quedó consternado por el temor ante las palabras que le oyó decir: «Vi en el fondo de ellas no el odio de una vida, sino de muchas generaciones de odio». Algo semejante manifestaría Portes Gil, quien sucedió a Calles en la presidencia de la República, al término de un banquete: «La lucha no se inicia, la lucha es eterna. La lucha se inició hace veintes siglos». Podríamos decir, por nuestra parte, que empezó aún antes, mucho antes, al comienzo de la historia humana, habiendo encontrado su momento crucial en el enfrentamiento personal entre Cristo y Satanás en el desierto. Un testigo presencial nos cuenta que durante el transcurso de la guerra cristera, asistió, en Guanajuato, a un banquete en la zona enemiga, que degeneró en auténtica orgía. Y que el general que la presidía «después de gritar contra Cristo y contra la Inmaculada Virgen, con vocablos inmundos, principió a aclamar a Lucifer por quien brindó entre gritos de aprobación». Las injurias eran contundentes: «¡Muera Cristo! ¡Abajo Cristo! ¡Aplastemos a Cristo! ¡Nuestro dios sea Lucifer! ¡Él sea nuestro jefe! ¡Arriba Lucifer! ¡Viva Lucifer!».
Quisiéramos destacar, para ir concluyendo, el modo tan sapiencial como el autor ha encarado el último y penoso capítulo de nuestra gesta, el de los denominados «Arreglos», si es que arreglos pueden llamarse, que dieron fin a la contienda. El Padre Olivera Ravasi va señalando, con la delicadeza y el respeto debidos, las diversas responsabilidades en este «acuerdo», que muchos de los firmantes sabían que no se cumpliría. La Iglesia cedía en sus posiciones anteriores, y el Estado se comprometía, sin derogar las leyes, esas mismas leyes que habían sido causa del levantamiento, a permitir que se abrieran de nuevo los templos del país.
Refiriéndose a la epopeya de la Vendée, ocurrida en Francia dos siglos atrás, de la que la gesta de los Cristeros es casi como su réplica, un autor francés, Reynald Secher, señaló que el genocidio de vendeanos, que tras la victoria llevó adelante el ejército de la Revolución Francesa, siguió un nuevo genocidio, pero ahora intelectual —él lo denomina memoricidio— merced al cual la epopeya se convertía en un tema tabú, del cual no había que hablar, un tema voluntariamente olvidado. Según la versión oficial se trató de un grupo de «bandidos» que se levantaron en armas y fueron sofocados. También en el presente caso hemos presenciado un largo memoricidio. En México, hasta hace poco, no se podía ni hablar de este asunto. Había que borrar hasta la memoria de los hechos. Javier Olivera Ravasi ha tenido el coraje de no acatar dicha inicua decisión y, a fuer que lo hizo con diáfana inteligencia. Nuestras más cálidas felicitaciones.



P. Alfredo Sáenz, SJ


Durante la defensa de la Tesis Doctoral, ante el Dr. Jean Meyer



Índice

Prólogo
Introducción
Parte Primera. 13
Los antecedentes de dos cosmovisiones en pugna. 13
Capítulo I 13
Antecedentes de una revolución contra el pueblo. 15
1. Insurgencia versus independencia. 15
2. El liberalismo mexicano. 18
3. La Revolución. 21
4. La Constitución de 1917: antecedente inmediato del conflicto. 23
5. La aplicación de Calles. 30
Capítulo II 38
La actitud de la jerarquía eclesiástica. 39
1. La respuesta de los prelados. 40
a. Las dos posiciones: las armas o la pasividad. 43
1. Las armas. 45
2. La pasividad (o la derrota…) 48
2. El cese del culto: una jugada comprometedora. 50
Parte Segunda. 62
La actitud de un pueblo contrarrevolucionario. 62
Capítulo III 62
Organizaciones católicas no eclesiásticas. 64
en la lucha contrarrevolucionaria. 64
1. El P. Bergöend y la fundación del Partido Católico Nacional 64
2. Primeras organizaciones juveniles: la Liga de Estudiantes Católicos. 66
3. La Asociación Católica de la Juventud Mexicana (A.C.J.M) 67
4. El proyecto de la Liga Cívica de la Defensa religiosa. 71
a.          Acejotaemeros en el Partido Nacional Republicano. 72
b. La fundación de la «Liga»: un grupo independiente del Episcopado. 74
5. La «Unión Popular» en el Jalisco de Anacleto González Flores. 77
6. Las Brigadas Femeninas «Santa Juana de Arco». 80
7. La organización secreta «U». 81
8. Heriberto Navarrete, un caso. Y la independencia de Anacleto. 83
Capítulo IV.. 86
Un levantamiento popular. 87
1. Las acciones populares. 91
a. El boicot y las firmas. 91
2. El pueblo ante las armas. 93
3. La organización popular 101
a. Municipios, escuelas y gobierno paralelo. 101
b. Las mujeres y los niños. 102
4. Movimiento popular a pesar de una parte de la jerarquía eclesiástica. 109
Capítulo V.. 115
La moral de un pueblo en armas. 115
1. La intransigencia del combatiente. 115
a. El juramento del cristero. 118
b. El modo de tratar al enemigo. 120
c. La cultura y el culto en tiempos de guerra. 122
d. La conversión de los enemigos y la propia. 125
Capítulo VI 129
Desobediencia debida: 129
justificación doctrinal del alzamiento cristero. 129
1. ¿Resistir o aguantar al tirano?. 129
2. La doctrina de la resistencia en los momentos previos al conflicto mexicano. 136
3. «Bajar al mercado». De la moral a los hechos. 138
3.1. Los teólogos y los obispos frente al alzamiento. 138
3.2. El Episcopado mexicano. 142
3.3. La postura vaticana. 144
3.4. ¿Se dieron las condiciones para el alzamiento?. 147
Parte Tercera. 154
La guerra: protagonistas y consecuencias. 154
Capítulo VII 154
Los años de la guerra. 156
1. Los levantamientos de 1926. 157
2. El General Gorostieta y el avance cristero hasta «los arreglos». 160
Capítulo VIII 172
La masonería en la Cristiada. 172
1. La masonería y su pensamiento. 172
2. La masonería en México. 175
3. La masonería y su influencia en la Cristiada. 176
a. El caso de Calles. 179
b. Emilio Portes Gil 181
4. La masonería: una de las causantes de la guerra. 183
Capítulo IX.. 189
El odio religioso. 190
1. La batalla cultural: nombres y signos. 191
2. El odio de los gobernantes. 193
3. Contra el corazón del catolicismo. 195
Capítulo X.. 202
La sangre de un pueblo: por la Iglesia y por México. 202
1. El martirio del pueblo fiel 204
a. Un simple comerciante: José García Farfán, primer mártir de la guerra. 206
b. Frutos jóvenes de la guerra: Tomás de la Mora y José Sánchez del Río. 208
2. Tomás de la Mora y la primera vez que lo ahorcaban…… 209
3. José Sánchez del Río. 213
2. Las mujeres: vejaciones y violaciones. 214
3. Intelectuales y dirigentes: Anacleto González Flores. 217
4. Sacerdotes y religiosos. 220
a. Padre Mateo Correa Magallanes, santo martirizado por guardar el secreto de confesión  221
b. Padre Rodrigo Aguilar Alemán: muerto por no gritar «viva Calles». 222
c. El Padre Miguel Agustín Pro. 223
d. Un obispo ejemplar: Monseñor Francisco Orozco y Jiménez. 229
Capítulo XI 234
Los arreglos. 234
1. Arreglos: ¿Modus vivendi o modus moriendi?. 240
2. Los Arreglos y su responsabilidad: Estados Unidos. 249
3. Los Arreglos y su responsabilidad: Los obispos. 256
4. Los Arreglos y su responsabilidad: Roma. 268
CONCLUSIÓN.. 284
Apéndice I 288
Bibliografía*. 296
Índice. 303



Que no te la cuenten. (Octubre 8, 2016)


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