Por Gabriela Pousa
No debería haber sorpresa aún cuando Borges haya rescatado el sentir asombro cuando todos sienten costumbre. Y es que muchos años antes, Heráclito ya había graficado el devenir del mundo y su sumisión al cambio constante al sentenciar que “nadie se baña dos veces en el mismo río”.
Es verdad que los argentinos, con esa morbosa inclinación a tropezar no dos sino hasta tres y cuatro veces con la misma piedra, hemos sido casi una excepción a la regla. Pero ese “casi” fue precisamente, el que nos regresó a ella.
Ahora, la consternación del mundo en general y de Argentina en particular, por el triunfo de Donald Trump tiene visos de ingenuidad aun cuando la personalidad del presidente electo, sus declaraciones y actos arrojen motivos suficientes para el desconcierto, el temor y el rechazo.
La pregunta que más se repite en este final de martes electoral apunta a desentrañar si el magnate seguirá siendo el que fue, o sacará un as que desconcierte todavía más al ser norteamericano. En trance de jurisprudencia, nadie deja el narcisismo y el ego en el ropero a la hora de saberse prácticamente dueño del Universo. Por el contrario, todo hace suponer que el traje de predestinado y redentor será el que vista el electo nuevo jefe de Estado.
Asimismo habrá que preguntarse si no hay una sociedad harta de las apariencias y las máscaras. En síntesis, de la mismísima hipocresía porque el matrimonio Clinton representaba esa ficción: la unión por conveniencia, la simulación, “the great pretender” en definitiva.
En las antípodas, Trump fue Trump hasta las vísceras. Brutal pero auténtico, cínico sin velo, grosero en los escenarios y tras bambalinas; con un desdén absoluto por lo que él estima esbirro y decadente. Ciertamente las opciones no eran óptimas para los americanos. Más de uno debe haberse sentido un auténtico habitante de la “Patria Grande” de Chávez a la hora del sufragio.
El voto latino a su vez no tuvo el peso que se hizo creer. Los industriales locales encontraron el Gran Gatsby. A la clase media, el hastío le cupo bien. El resto es la mente humana insondable y rebelde.
El desconcierto de los analistas locales y del periodismo en Argentina, en gran medida se explica por la idiosincrasia que nos caracteriza: no podemos ver más allá de la pantalla de una tablet, una notebook, o el microclima sabiondo que todo lo explica aunque no tenga noción alguna del tema que polemiza. A nuestro afán de confundir deseo con realidad, se suma la patria panelista que se hizo carne en esta tierra, y nos “ilustra” con dogmas y doctrinas emanadas del creerse todo siendo nada.
Estados Unidos votó cambio, se partió en dos, apuesta fuerte. Quizás decidió jugar a ser Argentina como nosotros jugamos cada tanto a creernos Suiza. Estados Unidos está desnudo, como el rey mostrando sus miserias, esas que ellos siempre supieron que tenían pero que nosotros no queríamos ver porque tal vez nos descubríamos menos diferentes, y más semejantes a ese “yanqui” que desdeñábamos al tiempo que nos consumía la envidia.
Hoy en algo sin embargo, nos igualamos: ellos esperan un milagro, también nosotros lo esperamos. El río de Heráclito está revuelto. Quiénes serán ahora los ágiles pescadores? Los anzuelos están esperando. Puede serse quien tome firme la caña, o puede serse carnada… Ellos sabrán qué ser. Nosotros lo sabemos acaso?
Madrugada del 09 de Noviembre, 2016
PP.InfoPerspectivasPolíticas (9 noviembre, 2016)
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