miércoles, 7 de diciembre de 2016

Nueva apelación al Papa. Las dudas católicas del «New York Times»



por Sandro Magister
Hace algunos días le llegó al Papa Francisco, por una vía insólita, otra apremiante solicitud de pronunciarse con claridad sobre la dubia presentada por los cuatro cardenales sobre los puntos controvertidos de la AL.
Dicha solicitud procede del periódico laico más famoso del mundo, «The New York Times».

En California, el obispo de San Diego, pupilo de Bergoglio, admite de hecho los divorcios y las segundas nupcias, como en cualquier iglesia protestante. De este noticia surge la pregunta: ¿se puede interpretar así «Amoris laetitia»?
Como es bien sabido, cuatro cardenales han pedido al Papa que se exprese claramente acerca de cinco «dudas» planteadas por los pasajes más controvertidos de «Amoris laetitia»:
Pero no han recibido respuesta y probablemente no la reciban nunca. Porque para el Papa Francisco piensa que es «en el flujo de la vida en donde hay que discernir», no a golpes de «blanco o negro», como algunos que «siguen sin comprender».
Sin embargo, hace algunos días le llegó, por una vía insólita, otra apremiante solicitud de pronunciarse con claridad. A ésta le será más difícil sustraerse.
Dicha solicitud procede del periódico laico más famoso del mundo, «The New York Times»,  y más concretamente de uno de sus editorialistas, el católico Ross Douthat.
El cual, a su vez, ha citado las instrucciones que mons. Robert W. McElroy, obispo de San Diego, en California, ha dado sobre «Amoris Laetitia» a su diócesis. En ellas, el abandono de la indisolubilidad del matrimonio y la admisión de las segundas nupcias son tan clamorosamente evidentes que obligan, de hecho, a la máxima autoridad de la Iglesia, y en concreto al Papa, a tomar una posición y a pronunciarse en contra, porque callar equivaldría a dar libre curso a una indudable y significativa ruptura con un fundamento de la fe católica de siempre:
Esta petición al Papa de expresarse claramente es incluso más urgente porque el obispo en cuestión, McElroy, es un predilecto de Jorge Mario Bergoglio, que lo ha promovido a la importante diócesis de San Diego precisamente para reforzar su peso entre los obispos de los Estados Unidos.
Pero, ¿qué dicen las instrucciones dadas por McElroy a su diócesis?
El texto íntegro se puede leer en la página web de la diócesis de San Diego:
Abrazando el disfrute del amor
Estos son los pasajes que rompen con la doctrina bimilenaria del matrimonio católico:
«Muchos católicos que se han divorciado y se han vuelto a casar concluyen, a causa de una serie de razones legítimas —muchas de las cuales surgen por la afectuosa preocupación de que un proceso de nulidad afecte a los sentimientos de los hijos de edad más adulta o del anterior cónyuge—, que no pueden iniciar este proceso de anulación. ¿Cuál es su estatus en la Iglesia?
“Amoris Laetitia” subraya que ninguna norma abstracta puede plasmar la gran complejidad de circunstancias, intenciones, niveles de comprensión y madurez que originalmente envolvieron la acción del hombre o de la mujer en su primer matrimonio, o que envuelven las nuevas obligaciones morales que surgen del cónyuge o de los niños del segundo matrimonio. Por lo tanto, el Papa Francisco rechaza la validez de cualquier afirmación general de que “todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante”».
«Esto no significa que no haya un gran nivel de contradicción en la vida de los católicos que se  han divorciado y vuelto a casar, como el Señor observó en el Evangelio de Mateo. Pero el Papa Francisco explica que incluso ante contradicciones fundamentales entre el Evangelio y la vida existencial del discípulo, la lógica inexorable de la gracia divina busca una reintegración progresiva en la vida plena de la Iglesia. […]».
«En conversación con un sacerdote, el creyente busca reflexionar con humildad, discreción y amor hacia la Iglesia y sus enseñanzas acerca de su nivel de responsabilidad por el fracaso del primer matrimonio, sobre su atención y amor por los hijos de ese matrimonio, sobre las obligaciones morales que han surgido en su nuevo matrimonio y sobre el posible daño que puede conllevar su vuelta a los sacramentos, minando así la indisolubilidad del matrimonio. Es importante subrayar que el papel del sacerdote es de acompañamiento, es decir, informando sobre los principios de la fe católica la conciencia de la persona que discierne. El sacerdote no tiene que tomar decisiones en lugar del creyente, porque tal como resalta el Papa Francisco en “Amoris Laetitia”, la Iglesia está llamada “a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas”».
«Los católicos que participan de manera auténtica en este discernimiento de conciencia deben tener en cuenta la permanencia del matrimonio y la enseñanza de la Iglesia de que “la Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”. Y lo más importante, este discernimiento debe situar siempre en el centro la pregunta: “¿Qué es lo que Dios quiere de mí ahora?”».
«Algunos católicos  que se involucran en este proceso de discernimiento concluirán que Dios les está llamando a volver a una plena participación en la vida de la Iglesia y la Eucaristía. Otros concluirán que deben esperar, o que su vuelta puede herir a otros».
«El Papa Francisco, al indicar el camino de la conciencia para los divorciados que se han vuelto a casar, no está indicando un elemento de la vida moral cristiana que es excepcional. Porque es en el ámbito de la conciencia donde el discípulo cristiano está llamado, precisamente, a discernir cualquier decisión moral importante que deba tomar».
Como observa Douthat en su columna del «The New York Times», de estas instrucciones han desaparecido tanto la palabra como la noción de «pecado», con excepción de una cita de «Amoris laetitia» recordada precisamente para excluirlo.
Desaparecen también la palabra y la noción de confesión sacramental. Toman su lugar una conversación con un sacerdote que ni juzga ni absuelve, sino que sólo aconseja, dejando la decisión final a la conciencia del individuo con el que dialoga.
Pero sobre todo desaparecen la indisolubilidad del matrimonio y la inadmisibilidad de las segundas nupcias cuando el primer cónyuge, con el que el matrimonio es aún válido, todavía vive. Las realidades que en cambio tienen importancia se convierten en la felicidad o menos de la nueva unión, con las «nuevas obligaciones morales» que ésta comporta, las exigencias del primer y del segundo cónyuge, el cuidado de los hijos del primer o del segundo matrimonio.
También recurrir a un proceso acerca de la validez del «primer» matrimonio debe estar subordinando a los sentimientos de las personas en juego, pasadas y presentes, a las que no hay que herir de ninguna manera. Ciertamente, el divorcio y un segundo matrimonio civil siguen estando en contradicción con las palabras de Jesús, pero el «Papa Francisco explica» que la lógica de la gracia divina alienta también en este caso a una reintegración en la vida plena de la Iglesia.
¿Y el acceso a la Eucaristía? Según estas instrucciones basta con que cada uno se pregunte sobre lo que Dios le pide en ese momento. Así, habrá quien se acerque a la comunión, quién la posponga para otro momento, quien valore el efecto sobre las personas. La cuestión, en resumen, ya no es «si» tomar la comunión, sino «cuándo» tomarla.
Por lo tanto, la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, planteada así, ya no es una excepción para casos difíciles poco comunes y que están dentro de un recorrido sometido a la valoración de la Iglesia, como el propio cardenal Walter Kasper, el jefe de los innovadores, ha subrayado repetidamente y como el propio Papa Francisco ha mostrado entender en diversas ocasiones, bien con palabras suyas, bien por interpuesta persona como el cardenal Agostino Vallini, su vicario para la diócesis de Roma.
No. En el formato establecido por el obispo McElroy para la diócesis de San Diego, la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar entra plenamente en la normalidad. Una normalidad en la que el matrimonio, sin embargo, ya no es indisoluble, en la que las segundas nupcias están tranquilamente admitidas, en la que la confesión sacramental desaparece y en la que la comunión eucarística es accesible «ad libitum». Como en cualquier iglesia protestante.
¿Está todo esto incluido en las múltiples, y a menudo contrapuestas, interpretaciones y aplicaciones de «Amoris laetitia» que Francisco ha dejado convivir hasta ahora deliberadamente?
¿Se puede considerar también esta interpretación de «Amoris laetitia» compatible con la doctrina de siempre del matrimonio católico?
Estas son dos preguntas que difícilmente el Papa puede arrinconar.


InfoCatólica (6/12/16)

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