domingo, 13 de agosto de 2017

Hábitos que hacen daño: distribución de preservativos a adolescentes en escuelas y colegios.

 por Alfonso Aguiló

     —¿Y qué dices sobre la idea de promover la distribución de preservativos a adolescentes en escuelas y colegios?
     Al proporcionar los preservativos y animar a adolescentes a emplearlos, no se les está simplemente proporcionando un método para evitar embarazos o para impedir el contagio del sida. Aparte de que para ambas cosas está demostrándose un medio bastante poco eficaz, lo que ese uso juvenil del preservativo modifica es el comportamiento de sus usuarios, pues a través de esa práctica se impone una determinada manera de conducirse en su vida sexual.  
     Como ha señalado Aquilino Polaino, al suministrar el preservativo, se está estimulando una conducta que, con la repetición de actos (con el consumo de más preservativos), acabará por configurar y modular una determinada facilidad para las relaciones sexuales, pues se implanta y emerge un nuevo hábito de comportamiento. En la persona en que arraigue el nuevo hábito, cambiará también su sistema perceptivo y, por consiguiente, cualquier estímulo erótico tendrá más capacidad de suscitar en él una respuesta sexual, haciéndole más dependiente -y por tanto menos libre- con respecto a lo que le plantea el ambiente.
     Por otra parte, su organismo también se habituará a ese tipo de respuestas sexuales, frustrándose con mayor frecuencia e intensidad cuando no pueda satisfacer la facilidad para obrar de esa manera que ahora le reclama, con una mayor exigencia que antes, el nuevo hábito.
     Por consiguiente, en tanto que el uso del preservativo genera un hábito de comportamiento y, a través de este, una mayor facilidad para obrar así con mayor frecuencia, habrá que concluir que propiciar su uso multiplica la probabilidad de que en el futuro los usuarios establezcan más relaciones sexuales (es decir, mayor número de contactos potencialmente contagiosos). 
     Por eso, la estrategia de recomendar preservativos, como se ve, no solo está equivocada, sino que además en muchos casos resulta peligrosa. Si realmente se quiere ayudar a la juventud, y nos preocupa el aumento de embarazos en adolescentes y el contagio, las campañas de ayuda no tienen que apuntar a lo puramente biológico, sino a cultivar en ellos su espíritu, su recta razón, y esas facultades tan importantes en el ser humano como son la voluntad y la libertad.

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