por Alfonso Aguiló
Algunos consideran que el embrión es un adulto en potencia, necesitado de cierto respeto, pero apenas hacen nada por protegerlo.
Utilizan la expresión en potencia como una curiosa pirueta del lenguaje, puesto que manipular un ser humano en potencia es manipular un ser humano, de la misma manera que manipular un bebé -es un adulto en potencia- es también manipular a un ser humano.
El hecho de que un ser humano esté aún en proceso de formación no atenúa un ápice la responsabilidad de eventuales manipulaciones, sino más bien lo contrario: tiene el agravante de ser la violación de un indefenso. Para llegar a unas normas éticas serias sobre la vida humana, es necesario precisar qué es el hombre. Y ahí acaba siempre por plantearse una cuestión inexcusable: una de dos, o el hombre es digno del máximo respeto -y más cuando está comenzando a existir bajo la forma misteriosa y frágil de un embrión-, o no es más que un conglomerado de partículas, en cuyo caso no hay objeción alguna a que se manipule para un supuesto provecho y mejoramiento de la especie, como se hace con los animales o las plantas.
Quizá corresponda a la presente generación, por el momento histórico actual, pronunciarse con vigor sobre la esencia misma del hombre, defender aquello que lo hace diferente de los animales y condenar las prácticas que pretenden manipularlo desde su concepción, o incluso antes, actuando sobre sus células reproductivas.
No se trata de ciencia-ficción ni de pesadillas apocalípticas. La programación de abortos para trasplantes de células fetales mediante vivisección, el alquiler de vientres maternos, la utilización industrial de embriones, la clonación, la implantación de embriones humanos en animales para la gestación, la creación de híbridos de células animales y humanas, etc., son problemas hoy muy reales, como reales son las serias consecuencias que tienen y pueden tener más adelante para el hombre.
Quizá se acuse a las normas éticas de que limitan la investigación y entorpecen el progreso de la ciencia. Pero nunca esa justificación será excusa para dejar campo libre a que una multitud de manipuladores se entregue a las experiencias más degradantes.
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