por Carlos Tórtora
El primer balance de la derrota del domingo en las filas de la dirigencia del peronismo bonaerense arrojó resultados que difieren de los que estaban previstos, lo que se traduce en el llamativo silencio de las últimas horas, que no significa ausencia de crisis sino extrema prudencia en sacar al sol los trapos sucios.
Es que algunos hechos fueron distintos o se dieron en forma distinta. CFK perdió pero conservando 37 puntos que no dejan de impresionar, cuando muchas encuestas hablaban de una caída de hasta cinco puntos más abajo. Y Juan Manuel Urtubey, que se preparaba la misma noche del domingo para hablar de su candidatura presidencial, debió dedicarse a recomponer su gabinete al verse derrotado por la ola amarilla. A esto se le suma un tercer factor: que Sergio Massa obtuvo menos votos de los previstos. Este conjunto de factores fue decisivo para que en las varias reuniones de intendentes peronistas del conurbano que se sucedieron en las últimas horas, ninguno de ellos se haya inclinado por romper lanzas con CFK. “Después de todo -sintetizó un dirigente de la Tercera Sección-, faltan dos años; la economía no repuntó y hay que ver si ella se termina de caer o vuelve a subir”.
Tanto pragmatismo ha creado un nuevo espacio político: un cristinismo light que no aceptaría una conducción fuerte como era hasta hace poco pero que tampoco rompería lanzas.
Sin duda, intuyendo que estaba al borde del precipicio, la ex presidente, en su discurso de la noche del domingo, se ocupó de enfatizar que Unidad Ciudadana había llegado para quedarse y que su continuidad como primera fuerza opositora estaba garantizada.
Alianza a toda máquina
El caso es que Cristina no perdió el tiempo. Al día siguiente recibió a un eufórico Adolfo Rodríguez Saá, que venía de ganarle en San Luis a su ex discípulo Claudio Poggi, ahora apoyado por Cambiemos. La nueva alianza que se pergeñó para evitar el aislamiento del cristinismo gira en torno a un reparto de expectativas. El puntano pasaría a tener un rol más protagónico como candidato a la presidencia del PJ nacional en el caso -hasta ahora hipotético- de que pronto haya elecciones en el mismo. Y ella sería la candidata a conducir el PJ bonaerense. Con vistas a quien competiría con Mauricio Macri en el 2019, la discusión estaría sólo en su comienzo. Pero allegados a CFK admiten que si Rodríguez Saá está para entonces en mejores condiciones que ella para derrotar al oficialismo, estaría dispuesta a no encabezar la fórmula o hasta a ser segunda en la misma.
Con su eje con los puntanos, el cristinismo no sólo intenta romper su aislamiento sino enviarles un mensaje a los gobernadores K, que vienen haciéndose los distraídos en los últimos meses. Por caso, el tucumano Juan Manzur, el formoseño Gildo Insfrán y el misionero Maurice Closs. Ninguno de ellos ignora que el senador puntano, aun golpeado políticamente en los últimos tiempos, cuenta con una enorme popularidad sobre todo en Cuyo y que, en una alianza con el cristinismo bonaerense más el aparato de Filmus-Heller en Capital, presentaría una base para nada despreciable.
Al gobierno este nuevo operativo ave Fénix de Cristina no le viene nada mal. Los hermanos puntanos colectan votos en el interior pero cuentan con un marcado rechazo en los grandes centros urbanos, que es donde se concentra el 70 por ciento del electorado y sobre todo la clase media.
InformadorPúblico.com (25/10/17)
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