P. Javier Olivera Ravasi.
Hace casi un mes publicábamos aquí un resumen del tema. Para quienes tengan la dicha de vivir ajenos a esta paranoia nacional, vaya este resumen.
Hace casi un mes publicábamos aquí un resumen del tema. Para quienes tengan la dicha de vivir ajenos a esta paranoia nacional, vaya este resumen.
A principios de agosto del corriente año, luego de una refriega con unos militantes anarquistas y pseudo-mapuches de izquierda, un joven hippie y tatuador, de nombre Santiago Maldonado, desapareció sin dejar rastros a la orilla del río Chubut, en el sur argentino.
Todos acusaron enseguida a las fuerzas de seguridad –los “fachos” de siempre, claro. Que “desaparición forzada de persona”, que “asesinato”, que “secuestro”, etc., etc.
Porque los milicos, como todos sabemos, son siempre malos.
Y comenzaron los rastrillajes para hallar el cuerpo, sin saber siquiera con certeza si el joven había estado allí. Dos jueces, dos meses y una enorme propaganda mediática, parecían no dejar lugar a dudas: había sido la derecha.
Todos acusaron enseguida a las fuerzas de seguridad –los “fachos” de siempre, claro. Que “desaparición forzada de persona”, que “asesinato”, que “secuestro”, etc., etc.
Porque los milicos, como todos sabemos, son siempre malos.
Y comenzaron los rastrillajes para hallar el cuerpo, sin saber siquiera con certeza si el joven había estado allí. Dos jueces, dos meses y una enorme propaganda mediática, parecían no dejar lugar a dudas: había sido la derecha.
Si hasta las mismas fuerzas del orden, para poder rastrillar la zona, debieron pedir “autorización” a los pseudo-mapuches para recorrer –desarmados, claro- los pseudo lugares sagrados. Lo contrario era ¡violar los “derechos de los pueblos originarios”! Porque la ideología no se queda en los libros de historia…
Todo era incierto; no había rastros, pero habían sido los milicos.
– “¡Justicia por Maldonado!”.
Pero, como poderoso caballero es Don Dinero, un pobre pseudo-indiecito, ávido de algo más que de espejitos de colores, decidió contar -en un perfecto español cervantino, claro- dónde estaba el cuerpo, cobrando así la jugosa recompensa que ofrecía el gobierno nacional.
Y así la verdad salió a flote; o, mejor dicho, el pobre muchacho quien, luego de participar de un enfrentamiento con las fuerzas del orden, había muerto ahogado por falta de pericia revolucionaria.
Pero ya a nadie importa el dolor de su familia; hay que hacer uso de su caso.
Porque en el mundo de hoy nos defecamos en la verdad. Por eso:
Todo era incierto; no había rastros, pero habían sido los milicos.
– “¡Justicia por Maldonado!”.
Pero, como poderoso caballero es Don Dinero, un pobre pseudo-indiecito, ávido de algo más que de espejitos de colores, decidió contar -en un perfecto español cervantino, claro- dónde estaba el cuerpo, cobrando así la jugosa recompensa que ofrecía el gobierno nacional.
Y así la verdad salió a flote; o, mejor dicho, el pobre muchacho quien, luego de participar de un enfrentamiento con las fuerzas del orden, había muerto ahogado por falta de pericia revolucionaria.
Pero ya a nadie importa el dolor de su familia; hay que hacer uso de su caso.
Porque en el mundo de hoy nos defecamos en la verdad. Por eso:
– No importa que la autopsia del muchacho -cual si fuera otro San Martín, realizada por especialistas eximios- declare ahora que el difunto no presentaba heridas ni signos de violencia.
– No importa que los mapuches hubiesen sabido desde el principio dónde estaba el cuerpo sin permitir inspeccionar la zona.
– No importa que la izquierda haya usado del pobre cadáver como un rehén post-mortem con fines electorales.
– No importa ni siquiera lo verosímil (la apariencia de verdad), porque el mundo moderno reniega de la verdad:
– ¡Fueron los milicos!
– ¡Fueron los fachos!
– ¡Fueron los genocidas españoles!
– “¡¡¡Justicia por Maldonado!!!”.
Es que el ideólogo es como el fariseo: tiene oídos y no oye; tiene ojos y no ve. Compra un sombrero pequeño y, en vez de agrandarlo, reduce su cabeza, como los jíbaros.
Por eso tiene poco seso.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
– No importa que los mapuches hubiesen sabido desde el principio dónde estaba el cuerpo sin permitir inspeccionar la zona.
– No importa que la izquierda haya usado del pobre cadáver como un rehén post-mortem con fines electorales.
– No importa ni siquiera lo verosímil (la apariencia de verdad), porque el mundo moderno reniega de la verdad:
– ¡Fueron los milicos!
– ¡Fueron los fachos!
– ¡Fueron los genocidas españoles!
– “¡¡¡Justicia por Maldonado!!!”.
Es que el ideólogo es como el fariseo: tiene oídos y no oye; tiene ojos y no ve. Compra un sombrero pequeño y, en vez de agrandarlo, reduce su cabeza, como los jíbaros.
Por eso tiene poco seso.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
Que No Te La Cuenten octubre 22, 2017
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