viernes, 6 de abril de 2018

Entrevista completa al Card. Burke por Riccardo Cascioli en NBQ.

Cardenal Burke:  “la corrección de la confusión o el error no es un acto de desobediencia, sino más bien un acto de obediencia a Cristo y, por lo tanto, a su Vicario en la tierra”.
 por Riccardo Cascioli.

Hay quienes acusan de desobediencia a cuantos han expresado dudas, preguntas y críticas sobre la labor del Papa, pero “la corrección de la confusión o del error no es un acto de desobediencia, sino más bien  un acto de obediencia a Cristo y, por lo tanto, a su Vicario en la tierra”.  Esto es lo que expresa el cardenal Raymond Leo Burke en esta entrevista a Nuova Bussola Quotidiana, en la víspera de una importante conferencia que se celebrará en Roma el sábado 7 de abril sobre el tema “A dónde va la Iglesia”, en la que el propio cardenal Burke será uno de los oradores. La conferencia tendrá lugar en Roma en memoria del cardenal Carlo Caffarra, fallecido en septiembre pasado, y uno de los firmantes de los Dubia. Como se recordará, los Dubia son 5 preguntas para el Papa Francisco dirigidas a tener una clara declaración de continuidad con el Magisterio anterior a raíz de la confusión creada con las diferentes, y a veces opuestas, interpretaciones de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia. Aquellos Dubia, de los que el cardenal Burke es también uno de los firmantes, nunca han recibido respuesta, y el Papa Francisco nunca ha respondido a la repetida solicitud de audiencia por parte de los cardenales firmantes.

 -Su Eminencia, usted será uno de los oradores principales en la conferencia del 7 de abril en la que, en nombre del Cardenal Caffarra se cuestionará sobre la dirección de la Iglesia. Ya desde el título de la conferencia se percibe la preocupación por la dirección tomada. ¿Cuáles son los motivos de tal preocupación? 
La confusión y la división en la Iglesia, en los asuntos fundamentales y más importantes – el matrimonio y la familia, los Sacramentos y la disposición correcta para acceder a ellos, los actos intrínsecamente malos, la vida eterna y los Novísimos[1] – se vuelven cada vez más extendidos. Y el Papa no solo se niega a aclarar las cosas mediante el anuncio de la doctrina constante y la sana disciplina de la Iglesia, una responsabilidad que es inherente a su ministerio como Sucesor de San Pedro, sino que también aumenta la confusión.

 -¿Se refiere también a las múltiples declaraciones privadas que informan aquellos con quienes llega a encontrarse? 
Lo que sucedió con la última entrevista concedida a Eugenio Scalfari durante la Semana Santa y hecha pública el Jueves Santo ha ido más allá de lo tolerable. El que un conocido ateo pretenda anunciar una revolución en la enseñanza de la Iglesia Católica, creyendo que habla en nombre del Papa, negando la inmortalidad del alma humana y la existencia del Infierno, ha sido una fuente de profundo escándalo no solo para muchos Católicos, sino también para muchos laicos que tienen respeto por Iglesia Católica y sus enseñanzas, incluso si no las comparten.Además, el Jueves Santo es uno de los días más sagrados del año, el día en que el Señor estableció el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y el Sacerdocio, para que siempre pueda ofrecernos el fruto de Su Pasión redentora y Su muerte para nuestra salvación eterna. Además, la respuesta de la Santa Sede a las reacciones de escándalo que han venido de todas partes del mundo ha sido muy inadecuada. En lugar de volver a anunciar con claridad la verdad sobre la inmortalidad del alma humana y el Infierno, en el desmentido está escrito solamente que algunas palabras citadas no son del Papa. Pero no dice que las ideas erróneas, e incluso heréticas, expresadas por estas palabras no son compartidas por Papa y que el Papa repudia tales ideas como contrarias a la fe católica. Este juego con la fe y la doctrina, al más alto nivel de la Iglesia, deja con razón escandalizados a pastores y a fieles.

 -Si estas cosas son muy graves, y causa de vergüenza, sorprende también el silencio de tantísimos Pastores.Por supuesto, la situación se ve agravada por el silencio de tantos obispos y cardenales que comparten con el Romano Pontífice la atención de la Iglesia universal. Algunos están simplemente callados. Otros fingen que no hay nada grave. Otros incluso difunden fantasías de una nueva Iglesia, de una Iglesia que toma una dirección totalmente diferente del pasado, fantaseando por ejemplo, con un “nuevo paradigma” para la Iglesia o una conversión radical de la práctica pastoral de la Iglesia, haciéndola completamente nueva. Luego están aquellos que son promotores entusiastas de la llamada revolución en la Iglesia Católica. Para los fieles que entienden la gravedad de la situación, la falta de dirección doctrinal y disciplinaria por parte de sus pastores los deja perdidos. Para los fieles que no comprenden la gravedad de la situación, esta falta los deja confundidos y posiblemente víctimas de errores dañinos para sus almas. Muchos que han entrado en la plena comunión de la Iglesia católica, habiendo sido bautizados en una comunión protestante eclesial, porque sus comunidades eclesiales han abandonado la fe apostólica, sufren intensamente la situación: percibiendo que la Iglesia Católica va en el mismo camino del abandono de la fe.

 -Eso que usted describe es una situación apocalíptica…Toda esta situación me lleva a reflexionar cada vez más sobre el mensaje de Nuestra Señora de Fátima que nos advierte del mal – incluso más graves que aquellos terribles males sufridos debido a la difusión del comunismo ateo, que es la apostasía de la fe dentro de la Iglesia. El No. 675 del Catecismo de la Iglesia Católica[2] nos enseña que “antes de la venida de Cristo, la Iglesia debe pasar por una prueba final que sacudirá la fe de muchos creyentes”, y que “la persecución [de la Iglesia] que acompaña su peregrinar sobre la tierra revelará el “misterio de la iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que ofrece a los hombres una solución aparente a sus problemas, a costa de la apostasía de la verdad”.

En tal situación los obispos y cardenales tienen el deber de anunciar la verdadera doctrina. Al mismo tiempo deben conducir a los fieles a hacer reparación las ofensas a Cristo y las heridas infligidas a Su Cuerpo Místico, la Iglesia, cuando la fe y la disciplina no son adecuadamente salvaguardadas y promovidas por los pastores. 
El gran canonista del siglo XIII, Enrique de Segusio, llamado Hostiensis[3], frente a la difícil cuestión de cómo corregir a un Romano Pontífice que actúe de manera contraria a su cargo, afirma que el Colegio de Cardenales constituye un control ‘de facto’ contra el error papal.

 -Sin lugar a dudas, hoy se discute mucho sobre la figura del Papa Francisco. Se pasa fácilmente de la exaltación acrítica de cualquier cosa que haga, a la crítica despiadada por cada gesto ambiguo suyo. Pero de alguna manera el problema de cómo relacionarse con el Papa es válido para cada pontífice. Por lo que algunas cosas necesitan ser aclaradas. Mientras tanto, ¿qué representa el Papa para la Iglesia? 
Según la enseñanza constante de la Iglesia, el Papa, por la voluntad expresa de Cristo, es “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad así de los Obispos como de la multitud de los fieles” (Constitución sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, n. 23). Es el servicio esencial del Papa salvaguardar y promover el depósito de la fe, la verdadera doctrina y la sana disciplina consistente con las verdades creídas. En la entrevista ya mencionada con Eugenio Scalfari, se hace referencia al Papa como “revolucionario”. Pero el Oficio Petrino no tiene nada, absolutamente nada, que ver con la revolución. Por el contrario, éste existe exclusivamente para la preservación y propagación de la fe católica inmutable que conduce a las almas a la conversión de corazón, y conduce a toda la humanidad a la unidad fundada en el orden inscrito por Dios en Su creación y especialmente en el corazón del hombre, única criatura terrenal hecha a imagen de Dios. Es el orden que Cristo ha restaurado por el Misterio Pascual que estamos celebrando en estos días. La gracia de la redención que emana de su glorioso Corazón traspasado sobre la Iglesia, en los corazones de sus miembros, da la fuerza para vivir según este orden, es decir, en comunión con Dios y con el prójimo. 

 -Seguramente el Papa no es un gobernante absoluto, sin embargo hoy en día se le percibe mucho de esta manera. “Si el Papa lo dice…”, es la forma común de truncar cualquier pregunta o duda sobre algunas afirmaciones. Hay una especie de papolatría. ¿Cómo se les responde? 
La noción de la plenitud del poder del Romano Pontífice fue claramente enunciada por el Papa San León Magno. Los canonistas de la Edad Media contribuyeron en gran medida a la profundización del poder inherente en Oficio Petrino. Su contribución siempre es válida e importante. La noción es muy simple. El Papa, por voluntad divina, goza de todo el poder necesario para poder salvaguardar y promover la fe verdadera, la verdadera adoración divina y la solicitud de una sana disciplina. Este poder no pertenece a su persona sino a su oficio como Sucesor de San Pedro. En el pasado, en su mayoría, los papas no han hecho públicos sus actos personales o sus opiniones, solo para no arriesgarse a que los fieles se confundan con lo que el sucesor de San Pedro hace y piensa. En la actualidad, existe una confusión riesgosa e incluso dañina de la persona del Papa con su oficio que resulta en el oscurecimiento del Oficio Petrino, y en un concepto mundano y político del servicio del Romano Pontífice en la Iglesia. La Iglesia existe para la salvación de las almas. Cualquier acto de un Papa que socave la misión salvadora de Cristo en la Iglesia, ya sea un acto herético o un acto pecaminoso en sí mismo, es [un acto] simplemente vacío desde el punto de vista del Oficio Petrino. Entonces también si ésto conlleva claramente un daño muy serio a las almas, no ordena la obediencia de pastores y fieles. Siempre debemos distinguir el cuerpo del hombre que es el Romano Pontífice del cuerpo del Romano Pontífice, es decir, del hombre que ejerce el oficio de San Pedro en la Iglesia. No hacer esta distinción significa papolatría y terminar con la pérdida de fe en el Oficio Petrino fundado y sostenido divinamente.

 -En la relación con el Papa, ¿qué debe tener un católico predominantemente? 
El católico debe respetar siempre, de manera absoluta, el Oficio Petrino como parte esencial de la institución de la Iglesia de Cristo. El momento en que el católico ya no respeta el oficio del Papa se encuentra dispuesto ya sea al cisma, o la apostasía de la fe. Al mismo tiempo, el católico debe respetar al hombre a cargo del Oficio, lo que significa atención a su enseñanza y dirección pastoral.

Este respeto también incluye el deber de expresar al Papa el juicio de una conciencia debidamente formada, cuando se desvía o parece desviarse de la verdadera doctrina y disciplina sana o abandona las responsabilidades inherentes en su cargo. Para la ley natural, los Evangelios y la constante tradición disciplinaria de la Iglesia, los fieles están obligados a expresar a sus pastores su preocupación por el estado de la Iglesia. Tienen este deber, al cual corresponde el derecho a recibir una respuesta por parte de sus pastores.

 -Entonces, ¿es posible criticar al Papa? ¿Y bajo qué condiciones? 
Si el Papa no cumple su oficio por el bien de todas las almas, no solo es posible sino también necesario criticar al Papa. Esta crítica debe seguir la enseñanza de Cristo sobre la corrección fraterna en el Evangelio (Mt 18, 15-18). Primero, los fieles o el pastor deben expresar su crítica de manera privada, lo que permitirá al Papa corregirse a sí mismo. Pero si el Papa se niega a corregir su forma de enseñar o de actuar gravemente desaparecido, la crítica debe hacerse pública, porque tiene que ver con el bien común en la Iglesia y en el mundo. Algunos han criticado a quienes han expresado públicamente su crítica al Papa como manifestación de rebelión o desobediencia, pero pidiendo – con el debido respeto a su cargo – que la corrección de la confusión o el error no sea un acto de desobediencia, sino un acto de obediencia a Cristo y por lo tanto a su Vicario en la tierra.  

 [Traducción de Dominus Est. Publicación original en:  Nuova Bussola Quotidiana]

*permitida su reproducción mencionando a dominusestblog.wordpress.com

 REFERENCIAS:

[1] En los Libros Santos se llaman Novísimos a las cosas que sucederán al hombre al final de su vida, la muerte, el juicio, el destino eterno: el cielo o el infierno. La Iglesia los hace presentes de modo especial durante el mes de noviembre. A través de la liturgia, se invita a los cristianos a meditar sobre estas realidades.
[2] La última prueba de la Iglesia.
No.675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá  pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22). Catecismo de la Iglesia Católica.
[3] Enrique de Segusio, llamado Hostiensis (Susa c. 1200 – Lyon 25 de octubre o 6 de noviembre de 1271) fue canonista y cardenal italiano de la iglesia católica.
No está claro si perteneció a la familia De Bartolomeis en Susa. Se doctoró en ambos Derechos en Bolonia y se ordenó sacerdote antes de 1233. En 1235 fue prior del cabildo catedralicio de Antibes, y en 1244 fue nombrado obispo de Sisteron. Desde 1250 hasta su nombramiento como cardenal fue arzobispo de Embrun en Francia. El papa Urbano IV le nombró el 22 de mayo de 1262 cardenal de Ostia. Desde 1236 estuvo activo como diplomático para Papas como Inocencio IV y reyes como Enrique III de Inglaterra.
El Hostiensis fue uno de los más famosos e importantes canonistas de su tiempo. Compuso diversos trabajos, entre otros, Lectura in Decretales Gregorii IX, Summa super titulis Decretalium (también llamada Summa aurea) y Lectura in Decretales Innocentii IV. Tuvo una especial preocupación por la representación del concepto de Aequitas en el Derecho Canónico.

 Por Riccardo Cascioli. Nuova Bussola Quotidiana. 5 de abril de 2018.

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