domingo, 9 de septiembre de 2018

A cincuenta años de la Conferencia Episcopal de Medellín

Prof. María Teresa Rearte (*)
    En enero de 1968 el Papa Pablo VI convocó a la segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que inauguró el 24 de agosto en la Catedral de Bogotá (Colombia). Las sesiones, que tuvieron lugar en Medellín, se extendieron entre el 26 de agosto y el 6 de septiembre, bajo el lema “La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio.”

 Medellín
       La finalidad pastoral del Papa Pablo VI fue que los Obispos del Continente analizaran la aplicación del Concilio Vaticano II, que tres años antes había concluido, a la realidad social latinoamericana. En Medellín el Episcopado descubrió que en los pueblos del Continente alentaba  la vocación de ser sujetos de su propia historia política, y de trascender el planteo economicista de desarrollo-subdesarrollo.
        Los Obispos no se quedaron detrás de la abstracción del hombre latinoamericano. Sino que tomaron conocimiento de que “América Latina además de ser una realidad geográfica, es una comunidad de pueblos, con una historia propia, con valores específicos y problemas semejantes”. (Documentos de  Medellín. Mensaje a los Pueblos de América Latina)

 La promoción humana en Medellín
      El tema de los Documentos de Medellín que corresponde al Magisterio Social está contenido en los primeros capítulos incluidos  bajo el título de “Promoción humana”. En el discurso inaugural Pablo VI, el Papa de la encíclica Populorum Progressio, reiteradamente citada en los textos de Medellín,  había expresado que el deber que la Iglesia debía cumplir no era de carácter técnico; sino pastoral. “Nuestro primer deber en este campo –decía – es afirmar los principios, observar y señalar las necesidades, declarar los valores primordiales, apoyar los programas sociales y técnicos verdaderamente útiles y marcados con el sello de la justicia, (…), considerándolo todo bajo la ley cristiana que nos hace descubrir al hombre en el puesto primero y los demás bienes subordinados a su promoción total en el tiempo y a su salvación en la eternidad.”(Pablo VI, Discurso de Apertura de la Segunda Conferencia , III Orientaciones Sociales) Incorporados al elenco de directivas de la pastoral social, Pablo VI destaca dos orientaciones que la Iglesia y los cristianos deben observar: el testimonio de la pobreza y la negación de la violencia.

El pecado
       El Documento conclusivo de Medellín referido a la Justicia no se limita a describir la situación de pobreza. Sino que precisa que el vocablo pecado alude a “la ignorancia, el hambre, la miseria y la opresión, en una palabra, la injusticia y el odio que tienen su origen en el egoísmo humano.” Al referirse al aumento de pobres cada vez más pobres afirma que la causa está en la existencia de ricos cada vez más ricos. Lo que despertó críticas y adhesiones. No obstante, indicará a ese grupo que acumula la riqueza y que actualmente, medio siglo después de aquel acontecimiento relevante para América Latina, los economistas sostienen que representa el 1% de la población mundial.
       La conciencia acerca de los pobres y sus derechos hace carne en los Obispos latinoamericanos que en Medellín introducen una novedad con relación al documento conciliar. Lo novedoso reside en que los Documentos conclusivos dan prioridad a la “Promoción humana”, para luego continuar con la “Evangelización y el crecimiento en la Fe”, y concluir con la “Iglesia y sus estructuras”.

Ver, juzgar y obrar
     Medellín impulsó un cambio renovador en la Iglesia. Lo tradicional era enseñar lo que la Iglesia manda sobre una cuestión. Y luego evaluar si la persona y la sociedad se adaptaban o no a la doctrina. Todavía hay quienes así interpretan las actitudes de las personas, como dependiendo del decir de la Iglesia. Es verdad que hay una moral evangélica. También lo es que hay una doctrina. Pero hay un cambio de método que lleva a ver cómo se puede acompañar a quienes se encuentran en dificultades (obrar)

La opción preferencial por los pobres
      Enlazando Medellín con Puebla (III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de las cinco que se realizaron hasta el presente), el documento de Puebla reconoce una “clara y profética opción preferencial y solidaria por los pobres, no obstante las desviaciones e interpretaciones conque algunos desvirtuaron el espíritu de Medellín, el desconocimiento y aún la hostilidad de otros” (DP 1134)
      “ No todos en la Iglesia de América Latina nos hemos comprometido suficientemente con los pobres, dice el DP 1140; no siempre nos preocupamos por ellos ni somos solidarios con ellos. Su servicio exige, en efecto, una conversión y purificación constantes en todos los cristianos…” Conversión, una exigencia palmariamente presente también en los Documentos de Medellín con los cuales empalma el Documento de Puebla. Y debo decir que la conversión es una exigencia permanente de la vida cristiana, que ha sido ejemplarmente vivida por los santos.

La pobreza
       Para motivar la reflexión sobre esta conmemoración de la Conferencia de Medellín, quiero ahondar brevemente en el tema, mencionando que entre nosotros hay un 30% de argentinos que vive en la pobreza. Y otros en la indigencia. Para el cristianismo la pobreza fue siempre un llamado a dar respuestas en términos de justicia y caridad. Y lo fue casi de manera exclusiva al modo de iniciativas individuales, con acciones de tipo paliativo, frente a situaciones que se veían como inevitables. Todavía se siguen practicando esas ayudas individuales que, por otra parte, a diario advertimos que  siguen siendo necesarias en las actuales condiciones de vida en nuestro país. Y se dan las ayudas organizadas, como es el caso de la Colecta Más por Menos que realiza la Iglesia Católica, que este año se concretará  el domingo 9 de septiembre.  Pero también debe quedar claro que la opción preferencial por los pobres descubre una nueva visión de la pobreza: no se trata de una desgracia o una fatalidad. Sino de una situación que puede y debe ser superada. No sólo paliada; sino que puede y debe ser eliminada. Y que no es serio ningún proyecto de gobierno que no contemple el flagelo de la pobreza. O lo considere de menor importancia. O que ilusione con el “goteo” que espontáneamente debería caer desde las clases más acomodadas hacia los niveles inferiores de la sociedad.

Del Vaticano II a Medellín
       El Concilio Vaticano II fue una respuesta ética y religiosa a un mundo marcado por las dos guerras mundiales, por el Holocausto, la era atómica iniciada en Hiroshima, el ateísmo comunista, el existencialismo de la posguerra y la guerra fría, etc expresada en documentos conciliares como Lumen Gentium y Gaudium et Spes, que se refieren a la Iglesia como un signo en búsqueda de la unidad de un mundo dividido. También a través de Nostra aetate, que versa sobre las relaciones del cristianismo con las confesiones no cristianas. O  por medio de Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa, frente a las demandas de libertad y el rechazo al totalitarismo que se daba en el Este de Europa.
        Por su parte las iglesias locales de América Latina reunidas en la Conferencia de Medellín medio siglo atrás, no sin esfuerzo asumieron la tarea de hacer frente a los problemas del convulsionado Continente latinoamericano. Aprendieron del Concilio Vaticano II a interpretar “los signos de los tiempos” a la luz de la Fe. El enorme valor de Medellín reside en haber buscado un camino no mirando desde afuera, desde Roma. Sino interpretando desde el Continente latinoamericano nuestra propia realidad.  Conscientes de que el origen de todo menosprecio por el hombre está  en el desorden de la libertad humana, que en el curso de la historia necesita una permanente labor de rectificación.

(*) Ex Profesora de Ética Filosófica, de Teología Moral y Ëtica Profesional y de Teología Dogmática en la UCSF. De Ética Filosófica en el Instituto Superior “San Juan de Ávila” de Santa Fe. Escritora.
    



      


No hay comentarios:

Publicar un comentario