La política norteamericana es de las mas duras y maledicentes de la política Occidental.
Esa dureza sin respeto se va multiplicando en la media que el país se encuentra dividido por una guerra cultural que tiene -y eso es sintomático- en el aborto y el matrimonio homosexual, “las grandes causas”, el destino manifiesto de aquel gran país. Es penoso. Cuando el mundo vive una transformación histórica preñada de amenazas, desafíos y oportunidades, que también reclaman respuesta de los cristianos, que el aborto pueda ser libre o no, y que las personas del mismo sexo puedan casarse, sean el centro de la humanidad, dice a las claras como de perdida anda la cultura y la moral occidental, mejor dicho, parte de ella.
La denigración a la que se ha sometido a Kavanaugh, una persona de conducta conocida intachable, y a su familia, presentándolo como una especie de violador y bebedor compulsivo, es repugnante. ¿Cómo se explica que nadie recuerde a este tipo de universitario alcohólico que atacaba sexualmente a las compañeras, y todos los que recuerdan algo de él lo definan como una persona responsable y religiosa? Si fuera cierto lo que dicen unas mujeres aparecidas de la nada después de 30 años, justo ahora cuando se dirime la mayoría en el Tribunal Supremo, y que son incapaces de decir donde ocurrió, con quien estaban, pero eso sí, saben perfectamente que era Kavanaugh, si todo esto fuera realmente cierto, nuestro Juez debería haber registrado una caída del caballo entre el último año de instituto y el segundo de universidad. Una conversión tan radical, que hubiera sido percibida como un hecho extraordinario, como un milagro. Pero nadie tiene constancia de tal transformación, simplemente porque no existió, porque de lo que le acusan sin la más mínima prueba es simplemente un montaje, una exageración.
Ahora el informe del FBI solicitado por la comisión del Senado no ha encontrado nada más allá de lo dicho por las mujeres, es decir, nada. Toda la esperanza de los demócratas es que la histeria, los ataques del New York Times y la CNN, la fiesta de disfraces ante el Senado y sus pasillos de las activistas proaborto, acaben acogotando a un par de senadores republicanos que se abstengan e impidan la nominación.
Kavanaugh ha demostrado en toda su trayectoria ser técnicamente un buen juez, y éticamente una persona justa, con una trayectoria intachable, pero su nombramiento significa el predominio de jueces republicanos en el Tribunal Supremo, como antaño lo hubo de demócratas sin que nunca se dieran tamañas operaciones de descredito. Si Kavanaugh al final no es nominado, la democracia americana se habrá disparado al pie, y su guerra cultural habrá ocasionado una fractura interna colosal en la primera potencia mundial.
La denigración a la que se ha sometido a Kavanaugh, una persona de conducta conocida intachable, y a su familia, presentándolo como una especie de violador y bebedor compulsivo, es repugnante. ¿Cómo se explica que nadie recuerde a este tipo de universitario alcohólico que atacaba sexualmente a las compañeras, y todos los que recuerdan algo de él lo definan como una persona responsable y religiosa? Si fuera cierto lo que dicen unas mujeres aparecidas de la nada después de 30 años, justo ahora cuando se dirime la mayoría en el Tribunal Supremo, y que son incapaces de decir donde ocurrió, con quien estaban, pero eso sí, saben perfectamente que era Kavanaugh, si todo esto fuera realmente cierto, nuestro Juez debería haber registrado una caída del caballo entre el último año de instituto y el segundo de universidad. Una conversión tan radical, que hubiera sido percibida como un hecho extraordinario, como un milagro. Pero nadie tiene constancia de tal transformación, simplemente porque no existió, porque de lo que le acusan sin la más mínima prueba es simplemente un montaje, una exageración.
Ahora el informe del FBI solicitado por la comisión del Senado no ha encontrado nada más allá de lo dicho por las mujeres, es decir, nada. Toda la esperanza de los demócratas es que la histeria, los ataques del New York Times y la CNN, la fiesta de disfraces ante el Senado y sus pasillos de las activistas proaborto, acaben acogotando a un par de senadores republicanos que se abstengan e impidan la nominación.
Kavanaugh ha demostrado en toda su trayectoria ser técnicamente un buen juez, y éticamente una persona justa, con una trayectoria intachable, pero su nombramiento significa el predominio de jueces republicanos en el Tribunal Supremo, como antaño lo hubo de demócratas sin que nunca se dieran tamañas operaciones de descredito. Si Kavanaugh al final no es nominado, la democracia americana se habrá disparado al pie, y su guerra cultural habrá ocasionado una fractura interna colosal en la primera potencia mundial.
5 octubre, 2018.ForumLibertas.com. Editorial
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