sábado, 19 de enero de 2019

El liberalismo es la iniquidad. Anomía y Esjatología. Católicos liberales (4-5)


por  P. Horacio Bojorge.  
Capítulo 6: Anomía y esjatología 
La palabra anomía, se usa en el Nuevo Testamento en contexto predominantemente escatológico, es decir, relativo al Juicio, a la Parousía, al futuro eclesial y al fin de los tiempos. No tiene, por lo tanto, un sentido predominantemente moral, sino religioso, relativo a la salvación o la condenación de los hombres.
 
En el Sermón de la Montaña, oímos a Jesús decir, refiriéndose al juicio futuro en el que Él será el Juez: “Muchos me dirán en aquel día, Señor, Señor ¿Acaso no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre obramos muchos prodigios? Y entonces les declararé públicamente: Nunca jamás os conocí, apartáos de mí los que obráis la iniquidad [ten anomían]” .

La iniquidad, que será desenmascarada en el Juicio, habrá podido ser perpetrada, por lo tanto, en la historia, mediante la invocación del nombre de Cristo y obrando, mediante esa invocación, signos prodigiosos, profecías y expulsión de demonios que parecerían acreditar a los que los obran como verdaderos cristianos. ¿Cómo entenderlo?

Jesús nos pone en guardia, en sus instrucciones sobre el futuro: “Mirad que nadie os extravíe, diciendo ‘Yo soy el Mesías’ porque muchos vendrán en mi nombre diciendo, ‘Yo soy el Mesías’, y extraviarán a muchos” […] “Entonces, si alguno os dijere: ‘Mirad, aquí está el Mesías’ o ‘allí’, no lo creáis, porque se levantarán falsos Mesías y falsos profetas y exhibirán grandes señales y grandes portentos, hasta el punto de ser seducidos, si posible fuera, aún los elegidos. Mirad que os lo tengo predicho” .

Son estos impostores los que se presentarán ante el Juez, diciendo “Señor, Señor, hemos hecho milagros en tu nombre”. Jesús los rechazará por haber sido obradores de la iniquidad: “apartáos de mí, no os conozco, obradores de la iniquidad”.

Se presentan y obran invocando el nombre de Jesús, pero haciendo hipócritamente su propia voluntad y no la del Padre. Anuncian una salvación mesiánica e intentan ponerla por obra.

Pensemos, por ejemplo, en ciertas autoproclamadas “teologías de la liberación” que se presentaron en el nombre de un Cristo liberador pero postulando la lucha de clases. No promovían la libertad de los hijos de Dios anunciada por Jesucristo, la filialización y la amorosa sujeción de la propia vida a la voluntad del Padre. Estos y otros pseudomesías, erigen la voluntad humana en norma de interpretación de las palabras de Jesucristo, e instrumentalizan hipócritamente su figura.

Anomía y escándalo 

Pero continuemos con nuestra lectura de los pasajes de la Sagrada Escritura que nos enseñan lo que es la anomía.

En la parábola del trigo y la cizaña, que nos remite a los últimos tiempos, leemos: “Así, pues, como se recoge la cizaña y se echa al fuego para que arda, así será en la consumación del mundo. Enviará el Hijo del Hombre a sus Ángeles, los cuales recogerán de su reino todos los escándalos y todos los que obran la iniquidad (la anomía) y los arrojarán al horno del fuego, y allí habrá llanto y el rechinar de dientes” .

Este texto exige algunas observaciones:

Primera: Aquí ‘los que obran la iniquidad’ se presentan, nótese bien, como internos al Reino: ‘los Ángeles recogerán de su Reino…’. Es algo que sucede dentro del Reino y en nombre de Jesús, con conocimiento de su enseñanza e invocándola, tergiversada según ajenas conveniencias, pero no haciendo lo que Jesús enseña: ‘escuchan mis palabras – y quizás hasta las enseñen en mi nombre – pero no las practican’.

Segunda: Los que obran la ‘iniquidad’ la obran, en este contexto, dando escándalo, es decir, motivo de tropiezo y de caída a los creyentes en su fe.

Hay que notar aquí el sentido técnico y salvífico de la palabra escándalo, que nosotros, actualmente, entendemos más bien en sentido moral, de “pecados escandalosos”. Escándalo tiene, en boca de Jesús, el sentido de hacer tropezar a alguien en el seguimiento; de hacer tropezar al discípulo en el camino -que es Jesucristo- al Padre.

¿Cómo se relaciona la iniquidad con el escándalo? Escándalo en paralelo con iniquidad, supone, en este contexto, que el inicuo, por el solo hecho de serlo, induce a muchos creyentes a la iniquidad.

La iniquidad es contagiosa, y por eso dañosa para la fe de los creyentes. Y más cuando ella se ha convertido en un ambiente, en una civilización, en una cultura que penetra por contagio y por ósmosis, como por una insensible colonización cultural, el corazón de los creyentes; su sentido común; sus modos de ver la vida y las cosas. De tal manera que, ellos también, se hacen cristianos hipócritas, seres cripto-inicuos, que habiendo comenzado por escuchar las palabras de Cristo, terminaron por no practicarlas, o terminaron practicando una reinterpretación de ellas, que es lo mismo. Víctimas, más o menos culpables, de la reinterpretación a la que los inicuos han sometido la doctrina de Jesús para evacuarla.

Esta definición de iniquidad ¿no se aplicaría perfectamente a una pedagogía, pretendidamente cristiana, que se limitara a enseñar valores, pero se desentendiera de su realización y concreción práctica en el ejercicio de las virtudes, empezando por las teologales y siguiendo por las cardinales?

Presenciamos hoy la fácil sustitución de Jesucristo por valores. Ya ni siquiera por virtudes. La sustitución del anuncio evangélico explícito y fiel, por un sucedáneo elástico de values light and stretch. Un procedimiento escalofriante porque evoca la operación de cambio por treinta valores con la que Judas traicionó a su Maestro. La sustitución del anuncio del evangelio por el anuncio de valores, aún pretendidamente evangélicos, ¿no es algo así como una traición?

Ciertamente esta definición se aplica al programa de la heterointerpretación del lenguaje creyente que proponía Gramsci que ha sido piedra de tropiezo para tantos creyentes.

Capítulo 7: Católicos liberales
La parábola de la cizaña puede ayudarnos a tomar posición frente al fenómeno del liberalismo religioso.

Es bastante obvio que el liberalismo, y más en su versión religiosa, ha escandalizado a muchos. Es decir, ha hecho tropezar a muchos cristianos. Ha inducido a confusión. Ha sido causa de extravío para muchos católicos, sin excluir clérigos ni obispos, desviándolos por los caminos del catolicismo liberal.

Y es también obvio que esto ha sucedido especialmente con los cristianos más sensibles a los halagos del mundo y más temerosos de sus condenaciones o persecuciones.

El Padre Félix Sardá i Salvany, observa cómo la iniquidad liberal instalada en la mente de sacerdotes y obispos se convierte en motivo de escándalo, es decir de tropiezo, de los fieles que, por ese motivo, terminan por encontrar aceptables las opiniones liberales.

A los fieles que se espantan de que algo así pueda suceder, les dice:

“Sí, amigo lector, sí, puede haber también, por desdicha, ministros de la Iglesia liberales, y los hay de esta secta fieros, y los hay mansos, y los hay únicamente resabiados. Exactamente como entre los seglares. No está exento el ministro de Dios de pagar tributo a las humanas flaquezas […] ¿Y qué tiene esto de particular, cuando no ha habido apenas herejía alguna en la Iglesia de Dios, que no haya sido elevada o propagada por algún clérigo?” .

A aquellos hombres de Iglesia que han sucumbido al contagio liberal le son aplicables las palabras de Jesús: “vosotros por de fuera parecéis justos a los hombres, mas de dentro estáis repletos de hipocresía y de anomía” .

La gravedad de la hipocresía, lo que la convierte en anomía, en iniquidad, es precisamente el impedir a los hombres entrar por el camino filial y llegar al Padre: “¡Ay de vosotros, porque cerráis [el acceso] al Reino de los cielos delante de los hombres, y ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están por entrar!” (Mateo 23, 13).

Puesto que el Reino de los cielos no es otra cosa que la condición filial por la que se accede a la comunión con el Padre en calidad de hijos, la hipocresía es iniquidad, porque aparta de la fe en Cristo y por lo tanto del ingreso a la comunión con el gran Nosotros divino – Humano. Y la iniquidad es escándalo, porque hace tropezar y caer en el camino al Padre, que es el seguimiento de Cristo.

A esos adalides de la oposición a Él, en todos los tiempos, Jesucristo los considera y los llama hijos de Satanás, Raza de víboras, generación perversa. “Serpientes, raza de víboras, ¿cómo vais a escapar al juicio de la Gehenna?” .

Volvemos a encontrarnos aquí la misma oposición que vimos antes en el texto de la primera Carta de San Juan, entre los hijos de Dios, puros como el Cordero, y los hijos de Satanás opuestos al Hijo y autores de la anomía, que es el Pecado.

La Iniquidad según san Pablo 

La enseñanza de San Pablo sobre la iniquidad prolonga la doctrina que se desprende de los textos de San Mateo y de San Juan. El pasaje más significativo que contiene esa enseñanza dice:

“1 Por lo que respecta a la Venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,

2 que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestro ánimo, ni os alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el Día del Señor.

3 Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre del pecado [anthrôpos tês hamartías], el Hijo de perdición [ho huios tês apôléias],

4 el Adversario [ho antikéimenos] el que se levanta [ho huperairómenos] sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto [la religión], hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios.

5 ¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve entre vosotros?

6 Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno.

7 Porque el misterio de la iniquidad [mysteríon tês anomías] ya está operando [êdê energéitai]. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene,

8 entonces se manifestará el Impío [ho ánomos], a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la Manifestación de su Venida. 9 La venida del Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos,

10 y todo tipo de seducción de injusticia [apatê adikías] en daño de los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera salvado.

11 Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira,

12 para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la injusticia [tê adikía] .

13 Nosotros, en cambio, debemos dar gracias en todo tiempo a Dios por vosotros, hermanos, amados del Señor, porque Dios os ha escogido desde el principio para la salvación mediante la acción santificadora del Espíritu y la fe en la verdad” .

El Misterio de la Iniquidad – mysterion tês anomíasEstamos ya en plena predicción esjatológica, en plena doctrina apocalíptica. Y por eso podemos vincular al liberalismo con aquella iniquidad esjatológica que, invocando los misterios cristianos se opone a ellos y sin embargo los parasita, obrando prodigios en su nombre. Prodigios de eficacia, por ejemplo, que se atribuyen a sí mismos para recomendarse, aumentar su prestigio y engañar a los elegidos con su hipocresía.

Romano Guardini: el fraude y doblez de la ModernidadRomano Guardini ha sabido describir la perplejidad del cristiano frente a la Edad Moderna en estos términos que muestran sus rasgos comunes con el misterio de la iniquidad:

“El recuerdo [que tuvo el cristiano] de la rebelión de la Edad Moderna contra Dios fue demasiado vivo; su forma de poner todas las esferas de la actividad cultural en contradicción con la fe y a ésta misma en una situación de inferioridad, fue excesivamente sospechosa. Además, se produjo aquello que hemos llamado el fraude [la hipocresía] de la Edad Moderna, aquella doblez, que consistió en negar de una parte la doctrina y el orden cristiano de la vida, mientras reivindicaba de la otra para sí la paternidad de los resultados humano-culturales de ese orden y de esa doctrina. Esto hizo que el cristiano se sintiera inseguro en sus relaciones con la Edad Moderna: por todas partes encontraba en ellas ideas y valores cuyo abolengo cristiano era manifiesto, pero que, sin embargo, eran presentados como pertenecientes al patrimonio común. En todas partes tropezaba con elementos del patrimonio cristiano, que, sin embargo se volvían contra él” .

Es un hecho digno de ser reflexionado ulteriormente. A mí se me ocurre repensarlo a la luz de las observaciones de Mircea Eliade. Si pensamos en la situación del cristiano en un medio liberal, y donde también existe un liberalismo religioso ¿qué le sucede a ese cristiano cuando vive en un mundo que él no puede configurar religiosamente de acuerdo a sus arquetipos divinos, sino que le es impuesto construido por otros según las configuraciones anárquicas del hombre irreligioso? ¿No se sentirá tentado de conciliar lo inconciliable, la configuración del mundo irreligioso con los arquetipos religiosos de su fe? ¿No ingresará así en un estado de confusión? ¿No podrá escindirse en él la fe religiosa por un lado y un sentido común liberal o secularizado por el otro?

Es un asunto para pensar. Pero vengamos ya al pensamiento del Padre Leonardo Castellani, con el que voy a dar por finalizada esta exposición.


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