por Carlos Daniel Lasa
A menudo nos horrorizamos por las conductas que tuvieron un Hitler, un Stalin o el llamado “monstruo de Austria”.
A menudo nos horrorizamos por las conductas que tuvieron un Hitler, un Stalin o el llamado “monstruo de Austria”.
Estos hombres, que poseen nuestra misma naturaleza, ciertamente se han comportado como bárbaros.”.
Quiere decir, entonces, que en cada hombre se encuentra agazapada la hybris, la falta de medida, que para Heráclito constituye la forma ética de la barbarie. El bárbaro se configura como tal a partir de la total falta de medida, lo cual lo conduce a apartarse del mundo del logos, del sentido, para convertirse en un ser auto-referente y auto-suficiente.
Este hombre desmesurado, encerrado en sí, sólo se reconoce como un ser de puros deseos que deben ser satisfechos. La inteligencia ya no conduce su vida sino sólo su voluntad. El “yo quiero” pasa a constituirse en el principio fundamental sobre el cual se asienta la vida humana individual y colectiva.”.
Cuando el hombre pierde su columna vertebral, es decir, la Verdad fundante de todo lo que es (la instancia metafísica), entonces se transforma en un auténtico bárbaro, refractario a todo bien elevado.”.
Ahora bien, los romanos distinguían dos caras de la barbarie: la feritas (la plenitud de la destrucción) y la vanitas (la esterilidad del vacío). La barbarie furibunda, se caracterizaba por ser una brutal ferocidad, sin atisbo alguno de piedad. Ejemplo claro de ello es el modo de proceder del nazismo o del estalinismo. La vanitas es el rostro del individualismo y del relativismo; la pérdida del sentido hace que el hombre se olvide de sí, quedándose clausurado en una doble vacuidad: la de su origen, por cuanto es presa de sus puros deseos, y la de su fin, a causa de la ausencia de un para qué, del sentido.”.
Como se advierte, la pérdida de toda universalidad convierte al hombre en un ser despótico, ocupado sólo de imponer su querer a los demás ya que no reconoce otra ley fuera de sí. De ahora en más, su querer será la instancia última con la que se mida toda conducta, tanto individual como social.”.
Este querer dominado por la hybris se convierte en una amenaza que pone en peligro al hombre, comenzando por su propia vida. En efecto, si la vida del otro se opone a la satisfacción de mis deseos, ¿por qué no habría de quitarla del medio?”.
Sucede que de una concepción así formulada se sigue, de modo necesario, la conversión de todo lo que es, incluida la misma persona humana, a puro medio o instrumento. Pongo, para el caso, solo un ejemplo: para hacer valer mis deseos y ostentar el triunfo de los mismos, puedo llegar a mostrar como una conquista la muerte de un niño absolutamente inocente dentro del vientre de su madre.
Esta barbarie deshumanizante es la amenaza más seria que actualmente se cierne sobre la civilización. La misma se difunde y se pretende imponer mediante diversos dispositivos, cuales son el sistema legal, la educación, los medios de comunicación social, las redes sociales, etc. Y la violencia siempre acompaña la barbarie.”.
Para asegurar su éxito, esta inculta desmesura declara la guerra al pensar autónomo del hombre a través de un adoctrinamiento sistemático cuyo objetivo es, precisamente, que reine la barbarie.
Ortega y Gasset diría que es la universalización del hombre-masa, de aquel hombre que solo cree tener apetitos y derechos, pero no obligaciones. Y no las tiene, porque este hombre no debe nada a nadie; y si tuviese obligaciones sería un noble, ya que sólo “la nobleza obliga”.
El noble es el señor, el que es dueño de sí mismo, de sus deseos, a los que sublima y ordena hacia la excelencia.”.
Quiere decir, entonces, que en cada hombre se encuentra agazapada la hybris, la falta de medida, que para Heráclito constituye la forma ética de la barbarie. El bárbaro se configura como tal a partir de la total falta de medida, lo cual lo conduce a apartarse del mundo del logos, del sentido, para convertirse en un ser auto-referente y auto-suficiente.
Este hombre desmesurado, encerrado en sí, sólo se reconoce como un ser de puros deseos que deben ser satisfechos. La inteligencia ya no conduce su vida sino sólo su voluntad. El “yo quiero” pasa a constituirse en el principio fundamental sobre el cual se asienta la vida humana individual y colectiva.”.
Cuando el hombre pierde su columna vertebral, es decir, la Verdad fundante de todo lo que es (la instancia metafísica), entonces se transforma en un auténtico bárbaro, refractario a todo bien elevado.”.
Ahora bien, los romanos distinguían dos caras de la barbarie: la feritas (la plenitud de la destrucción) y la vanitas (la esterilidad del vacío). La barbarie furibunda, se caracterizaba por ser una brutal ferocidad, sin atisbo alguno de piedad. Ejemplo claro de ello es el modo de proceder del nazismo o del estalinismo. La vanitas es el rostro del individualismo y del relativismo; la pérdida del sentido hace que el hombre se olvide de sí, quedándose clausurado en una doble vacuidad: la de su origen, por cuanto es presa de sus puros deseos, y la de su fin, a causa de la ausencia de un para qué, del sentido.”.
Como se advierte, la pérdida de toda universalidad convierte al hombre en un ser despótico, ocupado sólo de imponer su querer a los demás ya que no reconoce otra ley fuera de sí. De ahora en más, su querer será la instancia última con la que se mida toda conducta, tanto individual como social.”.
Este querer dominado por la hybris se convierte en una amenaza que pone en peligro al hombre, comenzando por su propia vida. En efecto, si la vida del otro se opone a la satisfacción de mis deseos, ¿por qué no habría de quitarla del medio?”.
Sucede que de una concepción así formulada se sigue, de modo necesario, la conversión de todo lo que es, incluida la misma persona humana, a puro medio o instrumento. Pongo, para el caso, solo un ejemplo: para hacer valer mis deseos y ostentar el triunfo de los mismos, puedo llegar a mostrar como una conquista la muerte de un niño absolutamente inocente dentro del vientre de su madre.
Esta barbarie deshumanizante es la amenaza más seria que actualmente se cierne sobre la civilización. La misma se difunde y se pretende imponer mediante diversos dispositivos, cuales son el sistema legal, la educación, los medios de comunicación social, las redes sociales, etc. Y la violencia siempre acompaña la barbarie.”.
Para asegurar su éxito, esta inculta desmesura declara la guerra al pensar autónomo del hombre a través de un adoctrinamiento sistemático cuyo objetivo es, precisamente, que reine la barbarie.
Ortega y Gasset diría que es la universalización del hombre-masa, de aquel hombre que solo cree tener apetitos y derechos, pero no obligaciones. Y no las tiene, porque este hombre no debe nada a nadie; y si tuviese obligaciones sería un noble, ya que sólo “la nobleza obliga”.
El noble es el señor, el que es dueño de sí mismo, de sus deseos, a los que sublima y ordena hacia la excelencia.”.
¡Fuera los Metafísicos! junio 18, 2019
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